Antes que anochezca

Antes que anochezca Resumen y Análisis Introducción y Capítulos 1-17

Resumen

Introducción: “El fin”

Reinaldo Arenas introduce la lectura de Antes que anochezca con varias reflexiones respecto a sus últimos años, luego de haber sido diagnosticado con sida en 1987. Al recibir su diagnóstico, Reinaldo viaja a Miami porque desea morir cerca del mar. Para entonces ya acepta la idea de la muerte como una forma de evadir el sufrimiento, el dolor y la soledad. Meses atrás, recuerda, había ingresado a un baño público donde un grupo de hombres participaba en “juegos eróticos” (9) pero no consiguió la atención de ninguno de ellos. Reinaldo, quien siempre ha “considerado un acto miserable mendigar la vida como un favor” (9), admite en ese momento que prefiere la muerte antes que no sentirse deseado.

Luego de una recaída que tiene a causa del sida, su amigo Lázaro lo ayuda a conseguir un hospital donde lo atiendan, pese a su falta de dinero. Durante la internación, Reinaldo parece “más un ser de otro mundo que un enfermo” (10) con todos los tubos y cables que le conectan para mantenerlo vivo. El escritor sobrevive al tedio del hospital gracias a las visitas de Lázaro, quien le lee poemas, y las llamadas de Jorge Camacho, que trabaja en las traducciones de algunas de sus obras y se comunica por ello todas las semanas.

Tres meses después, Reinaldo consigue el alta médica y se muda a un departamento. Durante ese periodo, comienza a dictarle a una grabadora las memorias reunidas en Antes que anochezca, proyecto que había comenzado mientras vivía prófugo en el bosque. En su momento, reflexiona, había titulado así su autobiografía debido a que “la tenía que escribir antes de que llegara la noche”. Ahora, ese título se vincula a “la noche de la muerte” (11).

Tiempo después, una serie de enfermedades derivadas del sida vuelven a debilitarlo: pulmonía, “cáncer, sarcoma de Kaposi, flebitis y algo horrible llamado toxoplasmosis, que consiste en un envenenamiento de la sangre en el cerebro” (12). Durante ese periodo, Reinaldo se dedica a terminar sus novelas inconclusas y recibe la visita de su madre, a quien no le confiesa su estado de salud.

En otoño de 1988, escribe junto a Jorge Camacho una carta abierta a Fidel Castro y consigue la adhesión y firma de muchos intelectuales y políticos. En la carta lo acusan de administrar una dictadura “aún peor que la de Pinochet” (13), puesto que Pinochet, al menos, busca hacer elecciones. La carta consigue gran difusión y Castro responde llamándolos “agentes de la CIA” (13). Reinaldo considera que Castro ahora se verá obligado a dialogar con varias personalidades que están en el exilio y se lamenta de que muchos de ellos vayan a facilitar ese diálogo. Para él, esos intelectuales son tan culpables como los políticos y “esbirros que torturan y asesinan” (14) al pueblo cubano.

Reinaldo concluye su introducción aludiendo al hecho de que casi no ha hablado acerca del sida. Él no puede decir demasiado debido a que casi no se sabe nada de la enfermedad. Para Reinaldo “el sida parece más bien un secreto de Estado” (15) y cree que su existencia no es natural sino una invención de lo poderosos para acabar con la “población marginal que no aspira más que a vivir y, por lo tanto, es enemiga de todo dogma e hipocresía política” (15).

Finalmente, Reinaldo le agradece a su amigo Virgilio Piñera, muerto en 1979, a quien le pidió vivir lo suficiente para completar su obra: su “venganza contra todo el género humano” (16). La introducción corresponde al mes de agosto de 1990.

Capítulo 1: “Las piedras”

Reinaldo tiene dos años y se encuentra junto a su prima Dulce Ofelia comiendo tierra en el rancho de la casa. Es un niño flaco pero tiene la panza hinchada debido a las lombrices que le crecieron de tanto alimentarse con tierra. Un día, luego de un dolor de barriga terrible, defeca “una lombriz enorme (...) un animal rojo con muchas patas, como un ciempiés” (17). Por un tiempo, teme que el insecto vaya a buscarlo e intente ingresar nuevamente a su barriga.

La madre de Reinaldo es “una mujer muy bella, muy sola” (17) a quien su marido engañó y abandonó cuando Reinaldo tenía sólo tres meses. Desde entonces, él y su madre viven en la casa de su abuela, donde le inculcan el odio hacia su padre.

Debido al abandono, su madre queda soltera y adopta una vida casta, “peor que la de una virgen, porque ella había conocido el placer durante algunos meses y luego renunció a él para toda la vida” (19). En la casa de su infancia, conviven con otras tías abandonadas y sus hijos. Reinaldo siente envidia por ellos, debido a que conocen a sus padres y por ello tienen una “desenvoltura y seguridad” (20) que él nunca podrá conseguir. Allí también vive su bisabuela, que casi no se mueve, y su abuelo, el único hombre en “un mundo poblado de mujeres abandonadas” (20). Su abuelo es un hombre violento y alcohólico que golpea a su abuela. Entre tanta gente, el centro de la casa es la abuela de Reinaldo, una mujer fuerte y religiosa que siempre anda pidiéndoles cosas o quejándose con Dios y la Virgen.

Capítulo 2: “La arboleda”

Reinaldo recuerda su infancia como un momento de “absoluta miseria, pero también de absoluta libertad” (22). Una de las principales actividades que realiza en el campo consiste en visitar la arboleda, observar insectos, alimañas y pájaros que, pese a parecer insignificantes, le van “comunicando sus secretos” (22). Una vez, en una de esas caminatas, Reinaldo descubre el feto de un niño y deduce que es probable que lo haya abandonado alguna de sus tías.

Para entonces, la casa familiar es un “escándalo incesante” (23) de primos que juegan y tías que se reparten las tareas domésticas. Para acallar la soledad que siente en medio del ruido, Reinaldo tiende a escaparse solo al monte, la arboleda o el arroyo.

La infancia es la época más fecunda de su creación, es “el mundo de la creatividad” (23). En esas escapadas, su mente puebla la naturaleza de “personajes y apariciones casi míticos y sobrenaturales” (23). Entre ellos, destaca “un viejo dándole vuelta a un aro, debajo de una inmensa mata de higuillos que crecía prodigiosamente frente a la casa” (23).

Reinaldo se pregunta si aquella aparición no sería una personificación de la muerte. Una compañera tan constante y fiel, que por momentos, dice, lamentaría morirse sólo porque ella lo abandonaría. También recuerda distintos momentos en los que estuvo a punto de morir de niño. A los cinco años, por ejemplo, contrae meningitis, una enfermedad letal en esa época. Para salvarlo, su madre lo lleva con un famoso espiritista llamado Arcadio Reyes. A esa experiencia se le suman toda una serie de accidentes, caídas de caballo y golpes de los que se salva de milagro.

Capítulo 3: “El río”

Con el tiempo, Reinaldo amplía sus excursiones hasta el Río Lirio. A los seis años, mientras camina con su abuela y otros primos de su edad por la orilla del río, se encuentra con un paisaje que nunca podrá olvidar: un grupo de más de treinta jóvenes juegan y se bañan desnudos en el río. Esa imagen se le presenta a Reinaldo como una revelación: “indiscutiblemente, me gustaban los hombres” (25). Al día siguiente, estimulado por el recuerdo de esos hombres, Reinaldo se masturba por primera vez. Aunque disfruta con ello, teme que esa práctica le provoque la muerte.

Capítulo 4: “La escuela”

A los seis años, Reinaldo comienza a ir a la escuela. En ese periodo, se enamora de algunos de sus compañeros. Entre ellos, destaca Guillermo, un chico con el que él pelea y juega agresivamente, y Darío, un niño de doce años que tiende a mostrarle el miembro cuando se lo cruza montando a caballo. Aunque Reinaldo no tiene relaciones eróticas con ninguno de esos niños, con ellos se entera de que la masturbación no es nada insólito ni provoca la muerte. Otra práctica sexual realizada por Reinaldo y otros muchachos del pueblo es la de intimar con animales. Sin embargo, sus primeras aproximaciones eróticas con personas se producen con su prima Dulce Ofelia, con quien tiene algunos juegos y caricias, estando desnudos, pero nunca llegan a “practicar la penetración, ni el acto consumado” (29). A diferencia de Dulce, Reinaldo sí llega a “El acto consumado, en este caso, la penetración recíproca” (29) con su primo Orlando. Al finalizar el acto, que realizan a escondidas al abrigo de unos matorrales, Reinaldo consigue satisfacer su curiosidad, pero siente una culpa terrible y no para de pensar en su madre.

Capítulo 5: “El templo”

Al día siguiente, la familia visita el templo de Arcadio Reyes. Al templo asisten unas médiums que ofrecen consejos y favores a los fieles mediante posesión de distintos espíritus. Entre ellas se encuentra su tía Mercedita. Al llegar al lugar, Reinaldo teme que alguna de las médiums revele lo que había realizado el día anterior con su primo Orlando. Sin embargo, sólo Mercedita consigue caer bajo el dominio de un espíritu y no dice nada que pueda comprometerlo. Así, aunque la culpa sigue acosando a Reinaldo, la certeza de que su pecado sigue al resguardo lo deja más tranquilo. Un pecado, por cierto, que tiene “muchas ganas de seguir cometiendo” (30).

Capítulo 6: “El pozo”

Una de las labores destinadas a Reinaldo es la de ir a buscar agua al pozo para las necesidades de la casa: el riego, los baños, la limpieza y los animales. Una tarde, al llegar al pozo, se sorprende al encontrarse a su abuelo bañándose desnudo y advierte que tiene unos genitales de gran tamaño. Luego de este incidente, Reinaldo queda obsesionado con la imagen de su abuelo desnudo y siente, durante mucho tiempo, celos de su abuela, su madre y sus tías, a quienes imagina intimando con él.

Capítulo 7: “Nochebuena”

En el campo se realizan algunas ceremonias que hacen que Reinaldo olvide sus “obsesiones eróticas” (32). Una de ellas es Nochebuena. En esta festividad, la familia entera se reúne y celebra con grandes banquetes, risas y bailes. Vidal, uno de los tíos de Reinaldo, fabrica helados caseros con hielo que trae de una fábrica de Holguín, un pueblo cercano.

Capítulo 8: “La cosecha”

Otra ceremonia que marca la infancia de Reinaldo es la llegada de la cosecha del maíz que sembraba su abuelo. Para ese momento del año, todo el vecindario es invitado a la casa de la familia para participar de la recogida del maíz, el deshoje y el desgrane. En esos días, Reinaldo se entretiene revolcándose entre los granos de maíz como si estuviera en una playa, “que por entonces aún no había visitado” (34).

Capítulo 9: “El aguacero”

Uno de los acontecimientos más extraordinarios que Reinaldo disfruta en su infancia es la llegada del aguacero de la primavera tropical. Este aguacero se anuncia con gran estruendo, “con golpes orquestales cósmicos, truenos que repercuten por todo el campo, relámpagos que trazan rayas enloquecidas” (35). Al caer el agua, la casa entera y el patio se convierten en “en un concierto de tambores de diferentes tonos e insólitos repiqueteos” (35). Durante el aguacero, Reinaldo se desnuda completamente y sale al campo para que el agua lo moje por completo. Su aventura termina en el río, cuya corriente desbordada arrasa con todo. En ese momento, frente al “misterio de la ley de la destrucción y también de la vida”, Reinaldo siente la tentación de dejarse llevar por el agua, “partiendo para siempre” (36). Pero no logra animarse y finalmente vuelve a su casa, donde come con la familia sin que nadie le preste demasiada atención. Considera que sus familiares lo creen “un ser extraño, inútil, atolondrado, chiflado o enloquecido; fuera del contexto de sus vidas” (36). Probablemente tengan razón.

Capítulo 10: “El espectáculo”

Durante esos años, Reinaldo comienza a realizar improvisados espectáculos para sí mismo. Inventa canciones de “letra cursi y siempre delirante” que luego canta e interpreta “como piezas teatrales en medio de escenografías solitarias” (37). Después de realizar aquellas improvisaciones, una sensación de paz lo invade, y consigue regresar más tranquilo a su casa.

Capítulo 11: “El erotismo”

Reinaldo tiene “una gran voracidad sexual” (39). Todos los animales de la familia son objeto de su pasión erótica, e incluso lo hace con los árboles de tallo blando y distintas frutas. Cuando uno vive en el campo, está “en contacto directo con el mundo de la naturaleza y, por lo tanto, con el mundo erótico. El mundo de los animales es un mundo incesantemente dominado por el erotismo y por los deseos sexuales.” (39)

De hecho, Reinaldo considera falsa “esa teoría sostenida por algunos acerca de la inocencia sexual de los campesinos” (40). Entre ellos hay una fuerza sexual que supera todos los prejuicios morales, “son pocos los hombres que no han tenido relaciones con otros hombres” (40). Un ejemplo de ello es el caso de su tío Rigoberto, un “hombre casado y muy serio” (40) a quien a veces Reinaldo acompaña al pueblo a caballo. En esas cabalgatas, Rigoberto se erotiza con el roce de Reinaldo en la montura. Al llegar de vuelta a la casa, su esposa lo recibe con los brazos abiertos. En esos momentos, todos son muy felices.

Capítulo 12: “La violencia”

El campo no es sólo el mundo del erotismo sino también el de la violencia. Reinaldo es testigo de la violencia que sufren los animales de granja: el degüelle de las gallinas, las castraciones de los toros, las cruentas muertes de los cerdos y los novillos. Pero esta violencia no se produce únicamente por la mano de los hombres, los toros se rompen “la crisma a cornadas para imponer su primacía sexual” (41), los caballos se revientan a patadas ante el olor o la visión de una yegua. Por la noche se oyen todos los lamentos de los animales devorados por sus predadores: “Esos ruidos, esos estruendos desesperados, esos sordo pataleos” son “normales en el campo” (42) donde crece Reinaldo.

Capítulo 13: “La neblina”

Entre tanta violencia, el campo también ofrece paisajes de gran quietud y serenidad. Algunas mañanas, por ejemplo, una neblina cubre el campo y todo parece “envuelto en una gran nube blanca”, y la tierra se transforma en “una extensión humeante y fresca donde uno parecía flotar” (43).

Capítulo 14: “La noche, mi abuela”

Ahora bien, “más impresionante y misteriosa que la neblina” del campo, lo es su noche: “Espacio sonoro” compuesto por “una gama de infinitos tintineos” y con un cielo que presenta “un incesante fulgor de matices cambiantes, rayas luminosas y estrellas” (44). Aunque Reinaldo casi no tiene influencias literarias en su infancia, “desde el punto de vista mágico, desde el punto de vista del misterio, que es imprescindible para toda formación” (45), ese es el momento más literario de toda su vida.

En gran medida, esta influencia se debe a su abuela, “personaje mítico” (45) que conjura el buen clima mediante rituales con cenizas, que conoce las propiedades medicinales de las hierbas, y tiene la capacidad de reconocer cualquier estrella y predecir, de acuerdo a su posición y brillo, los próximos estados del tiempo y de las cosechas. Su abuela canta canciones ancestrales y relata historias de aparecidos, espectros y tesoros secretos. Ella cree en brujas que llegan “llorando o maldiciendo por las noches” (45) y realiza conjuros para que no hagan demasiado daño. También habla con las plantas y los árboles, y sabe que el monte es un lugar sagrado repleto de animales y seres maravillosos.

Para su madre, Reinaldo es “el producto de un amor frustrado”, pero su abuela puede “darse el lujo de ser tierna” (46), y lo cuida como ha cuidado a sus otros hijos y nietos. Ella tiene la sabiduría de “campesina que ha tenido catorce hijos, de los cuales ninguno se había muerto; había soportado los golpes y las groserías de un marido borracho e infiel; se había levantado durante más de cincuenta años para preparar el desayuno y luego trabajar todo el día” (46). Su abuela sabe que nadie es perfecto y por eso no le cuestiona ni recrimina nada a Reinaldo, aún a sabiendas de sus tendencias eróticas.

Capítulo 15: “La tierra”

Con el tiempo, las tías y la madre de Reinaldo aceptan que no volverán a tener otro hombre y se vuelven más beatas. Algunas incluso comienzan a visitar más asiduamente el templo de Arcadio Reyes y se transforman en médiums. De este modo, la propia casa familiar se transforma en una “especie de sucursal del templo espiritista” (48) y muchos vecinos empiezan a visitarla para realizarse trabajos con ellas. Un día, Reinaldo juega con su prima Dulce Ofelia en medio de una de estas sesiones espirituales, cuando arrojan un puñado de tierra contra la pared. En ese momento, una de las tías entra en transe y vaticina que habrá disturbios familiares a causa de la repartición de unas tierras recientemente heredadas.

Más allá de esta anécdota, lo cierto es que la infancia de Reinaldo se encuentra íntimamente relacionada con la tierra. Desde aprender a caminar en un pozo cavado por su abuela, hasta comerla y jugar con ella, la tierra rodea todos los estadíos de sus primeros años. En el campo, están “unidos a la tierra de una manera ancestral” (49). Cuando nacen los niños, las comadronas frotan sus ombligos con tierra, y los que no mueren a causa de las infecciones se consideran listos para soportar las calamidades del mundo. Cuando mueren, son enterrados en cajas de madera y los cuerpos putrefactos tienen “el privilegio de diluirse en aquella tierra y hacerse parte vital de ella, enriqueciéndose” (49).

Capítulo 16: “El mar”

Un día, la abuela lleva a Reinaldo a conocer las playas de Gibara. Es la primera vez que, tanto la abuela como Reinaldo, viajan en guagua, un tipo de ómnibus. La admiración que siente Reinaldo por el mar le resulta imposible de describir.

Capítulo 17: “La política”

El abuelo de Reinaldo es “antirreligioso, liberal y anticomunista” y está “en contra de todas las dictaduras, incluyendo, desde luego, las comunistas” (51). Es uno de los pocos campesinos de la zona que sabe leer de corrido, tiene aspiraciones políticas y pertenece al Partido Ortodoxo, dirigido por Eduardo Chibás. Para lamento de la familia, Chibás se suicida en 1952, antes de alcanzar la presidencia. El mismo día muere la bisabuela de Reinaldo, fusilada por un rayo atraído por la antena de la radio familiar que tenía a su lado. Luego de la muerte de Chibás, se produce el golpe militar de Fulgencio Batista y comienza un periodo de gran represión política y moral.

Por esos tiempos, Argelio, uno de los tíos de Reinaldo, decide emigrar a Estados Unidos. A partir de entonces, otros familiares empiezan a seguir su ejemplo. Primero consigue irse Mercedita con su hija Dulce Ofelia. Luego, su propia madre, quien a pesar de no tener documentación para trabajar en el exterior, lo hace clandestinamente. Reinaldo imagina a su madre cuidando niños y dándoles un cariño que quizás “le avergonzaba mostrar” (54) a él mismo.


Análisis

Reinaldo Arenas comienza sus memorias explicitando los motivos que lo llevan a su suicidio, en una introducción que nos permite a los lectores anticipar lo que será uno de los temas fundamentales de Antes que anochezca: la homosexualidad. La idea de quitarse la vida se le ocurre luego de advertir, al ingresar a un baño público de los Estados Unidos en busca de un encuentro sexual, que ninguno de los hombres presentes se había fijado en él: “Yo ya no existía. No era joven” (9). El sexo tiene una importancia central en la autobiografía de Reinaldo. No sólo lo constituye identitariamente sino que es, también, un motor de vida y de inspiración creativa, una forma de sentirse pleno y un gesto de libertad ante el sistema represivo contra el que se enfrenta durante toda su existencia.

La sexualidad, en suma, se presenta como un equivalente a la vida misma. Por ello, Reinaldo interpreta el verse impedido de gozarla plenamente como una suerte de muerte en vida: “Allí mismo pensé que lo mejor era la muerte. Siempre he considerado un acto miserable rogar por la vida como un favor. O se vive como uno desea, o es mejor no seguir viviendo” (9). Ante esta situación, la fuga, tema presente en toda la obra y una respuesta a la persecución y el hostigamiento que recibe en Cuba, se reinterpreta nuevamente en el acto de matarse: “Ahora la única fuga que me quedaba era la de la muerte" (9). El suicidio es aquí una forma más de la fuga.

Arenas aprovecha sus últimos años de vida para finalizar su obra, que es su “venganza contra casi todo el género humano” (16), contra todas las formas de discriminación y represión que vivió, no sólo en Cuba, sino también en el exilio. Se entiende, en este punto, el carácter decididamente contestatario de su producción literaria y el modo en que su oficio de escritor asume la forma de una práctica política, orientada, en palabras de José Ismael Gutiérrez, “a la crítica feroz y a la destitución del discurso político oficial cubano” (2005: 106). De esta manera, podemos advertir la estrecha relación que los temas del activismo político y la escritura presentan en Antes que anochezca.

En “El fin”, Reinaldo explica que el proyecto de escribir sus memorias había comenzado hacía varios años, cuando vivía prófugo de la justicia en los bosques de Parque Lenín y sólo podía escribir en una pequeña libreta mientras la luz del sol se lo permitía. Por ese motivo, sus memorias se llaman Antes que anochezca. Ahora, reflexiona, la noche que se le viene encima, como un contrarreloj que lo apura a finalizar su obra, no es la noche que finaliza con el día, sino que adquiere un sentido metafórico: es “la noche de la muerte” (11).

Además, Arenas le agradece en su Introducción a los amigos que siempre lo apoyaron en los infortunios de su existencia, del mismo modo en que lo ayudan ahora que su salud le impide tener una completa autonomía. Le agradece también al ya difunto Virgilio Piñera la influencia que tuvo sobre su vida y su obra, y a quien le rogó por tres años más de vida para poder terminar de escribir sus libros. A su vez, lamenta tener que “dejar a algunos de sus amigos como Lázaro, Jorge y Margarita” (10). De este modo, los lectores podemos anticipar la importancia fundamental que tiene el tópico de la amistad en Antes que anochezca. Para un hombre como Reinaldo, incomprendido por su familia y rechazado por la sociedad y el Gobierno cubanos, consecuencia de su identidad sexual y literaria, los amigos constituyen una verdadera e imprescindible red de soporte y contención.

Ahora bien, por fuera de la Introducción a la obra, los primeros diecisiete capítulos tienen una relevancia central en la conformación de la identidad política, sexual y literaria de Arenas. Abandonado por su padre a los tres meses, Reinaldo se va a vivir al campo, a la finca de sus abuelos: una casa repleta “de mujeres abandonadas” (20), donde convive casi hacinado junto a sus innumerables primos, tías y abuelos; aislado del resto del mundo y con la presencia siempre constante del hambre y de la naturaleza.

Tal como sus nombres lo indican -”Las piedras”, “El río”, “La arboleda”, entre otros-, estos primeros capítulos se caracterizan por contener un sinfín de imágenes sensoriales asociadas a las elementos naturales. Estas imágenes cumplen una doble función en la conformación de la identidad de Reinaldo alimentando, por un lado, su precoz sexualidad y, por el otro, permitiéndole desarrollar una imaginación y creatividad que luego serán fundamentales para su formación literaria.

Sobre la primera función, el Capítulo 11 -“El erotismo”- ofrece un buen ejemplo del modo en que este primer entorno propicia su despertar sexual. Reinaldo rememora su infancia como un periodo significativamente erótico de su vida debido, en parte, al estar “en contacto directo con el mundo de la naturaleza y, por lo tanto, con el mundo erótico. El mundo de los animales es un mundo incesantemente dominado por el erotismo y por los deseos sexuales” (39). Allí, Reinaldo tiene sus primeras experiencias sexuales con los animales y las plantas del campo, actividades que no sólo practica él sino también otros niños y adultos. Además, también tiene otros encuentros con sus primos y primas, y se erotiza ante la presencia de su abuelo y de sus tíos. Es, también, en el campo donde luego de observar a un grupo de jóvenes bañándose desnudos en el río, la certeza de su homosexualidad se le presenta como una revelación: “indiscutiblemente, me gustaban los hombres” (25).

El entorno de la infancia cumple una segunda función inaugural respecto a la personalidad de Reinaldo: la formación de su identidad literaria. Sobre ello, él afirma: “Desde el punto de vista de la escritura, apenas hubo influencia literaria en mi infancia; pero desde el punto de vista mágico, desde el punto de vista del misterio, que es imprescindible para toda formación, mi infancia fue el momento más literario de toda mi vida” (45). En otras palabras, el campo es el espacio donde se produce también el despertar de su condición de escritor. Esto sucede, en parte, por la estimulación sensorial que recibe de la naturaleza: los violentos aguaceros tropicales, la cercanía del río Lirio, los sonidos y las imágenes de los millares de animales y plantas, los cielos estrellados y el misterio de la noche; todos estos elementos se conjugan en la imaginación infantil de Reinaldo de un modo decisivo para su creatividad.

Pero a la influencia del entorno se le suma también la presencia de “ese personaje mítico” (45) que es su abuela, quien contribuye al desarrollo de su creatividad al contarle “historias de aparecidos (...), brujas (...), criaturas y animales misteriosos” (45). Pero que, además, parece encarnar ella misma un carácter literario, al aparecer caracterizada como una suerte de hechicera que habla con las plantas, puede predecir el estado del tiempo “por puro instinto” (44) y conjura “ciclones con cruces de ceniza” (44).

Si tanto el entorno natural como la presencia de la abuela cumplen una función inaugural en la vida de Reinaldo, definiendo su identidad literaria y sexual, su abuelo es quien colabora, en gran medida, con el desarrollo de su perfil político. El abuelo de Reinaldo pertenece al Partido Ortodoxo, fundado por Eduardo Chibás en 1947, y caracterizado por un perfil antiimperialista y por denunciar las corrupciones de los dirigentes del Partido Auténtico, entonces en el poder. Con su abuelo, Reinaldo comparten el mismo carácter “antirreligioso, liberal y anticomunista”, y el estar “en contra de todas las dictaduras, incluyendo, desde luego, las comunistas” (51). Cabe destacar que, a pesar de esta afinidad en común, Reinaldo se diferencia de su abuelo en el hecho de que no tiene pretensiones políticas. Su oposición al Gobierno castrista, en este sentido, no se vincula a la defensa de un ideal político o partidario específico, sino a la defensa que Reinaldo se ve obligado a sostener de su libertad sexual y literaria.

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