"Una rosa para Emily" y otros cuentos

"Una rosa para Emily" y otros cuentos Resumen y Análisis “Incendiar establos”

Resumen

La historia comienza con un juez de paz que se encuentra en la tienda de un pueblo, donde el pequeño Sarty Snopes y su hermano mayor presencian la audiencia del señor Harris contra Abner Snopes -el padre de los muchachos-, a quien se acusa de haber incendiado el establo de su arrendatario tras un conflicto por un cerdo. Por pedido del demandante, el juez llama a Sarty a declarar, pero el señor Harris finalmente decide no interrogarlo, y solo le pide al juez que eche a la familia. El juez desestima el caso por falta de pruebas, pero le dice a Abner Snopes que debe irse del condado y no regresar.

Sarty, junto a su padre, su hermano, su madre, su tía Lizzie y sus dos hermanas, abandonan el pueblo en una carreta con todas sus pertenencias. Esa noche acampan de camino a otra hacienda. Abner acusa a Sarty de haber estado cerca de delatarlo frente al juez de paz, le da un sopapo y le dice que debe aprender a defender su propia sangre.

Al día siguiente, llegan a una casa pequeña y despintada, similar a las muchas en las que ya ha vivido la familia. Abner va con Sarty a la casa donde vive el dueño de la hacienda, el comandante De Spain. Se trata de una casa enorme y bien mantenida, donde los recibe un negro que les pide que se limpien el calzado. Abner no hace caso y ensucia la alfombra del lugar con bosta de caballo. El negro llama a la señora Lula De Spain, quien les dice que el comandante no está y les pide que se retiren. Abner ignora todo lo que le dicen, pero se da media vuelta y sale. Al final, limpia su zapato en la escalera de ingreso.

Tras regresar a su casa, Sarty se pone a cortar leña y preparan el fogón para la cena. Aparece el comandante De Spain montando una yegua espléndida, con ropa de lujo y acompañado por un negro joven que deja caer la alfombra sucia a los pies de Abner Snopes. Cuando se van, Abner les pide a sus hijas que entren la alfombra a la casa, les ordena que la limpien y las supervisa. A pesar de la limpieza, la alfombra permanece con manchas. Entonces, la madre y el hermano de Sarty le ruegan al Abner que no haga nada.

Cuando la familia se va a dormir, Abner le ordena a Sarty que busque la mula y lo acompañe a llevar la alfombra a la casa del comandante De Spain. Lo hace montar y coloca la alfombra delante suyo. Al llegar, Abner toma la alfombra y la arroja con violencia al suelo de entrada. Se encienden luces dentro de la casa y Sarty quiere huir rápido, pero su padre lo obliga a montar la mula a paso de hombre.

Al amanecer del día siguiente, el comandante De Spain va a la casa de la familia Snopes y acusa a Abner de haber arruinado su alfombra a propósito. Lo humilla por su situación económica y establece que le cobrará con un porcentaje de la cosecha. El sábado, Sarty y su hermano acompañan a su padre a otra audiencia con el juez de paz, que falla en su contra y establece una sanción de diez fanegas de maíz.

Tras regresar a la casa, en la noche, Lennie y la madre de Sarty le vuelven a rogar a Abner que no haga nada. Abner le ordena a Sarty que vaya al granero y traiga una lata de aceite. Mientras la busca, Sarty se debate si debe o no ayudar a su padre. Su histeria preocupa al padre, que no quiere que interrumpa su plan, y les ordena a Lennie y a la madre que lo sujeten para que no lo siga. Abner se va y, poco después, Sarty se zafa de las manos de su madre y corre a casa de De Spain.

Cuando llega, entra gritando la palabra “establo”, y el sirviente negro intenta atraparlo, pero Sarty escapa y corre hacia el establo. El coronel De Spain, montado a su caballo, lo alcanza, y Sarty se sale del camino para evadirlo. Luego, reinicia su carrera hacia el establo y escucha disparos, tras lo cual intuye que De Spain ha asesinado a su padre. Impactado, continúa corriendo sin saber a dónde. Finalmente, aparece sentado en una loma, diciéndose a sí mismo que su padre era un valiente y una persona honorable. Luego, Sarty se levanta y empieza a caminar sin mirar atrás.

Análisis

“Incendiar establos” es una precuela a la trilogía de la familia Snopes, protagonistas de tres novelas posteriores de Faulkner. En este caso, el personaje principal es el hijo menor, Sarty Snopes, y el conflicto central de la historia está en el dilema moral que se le presenta: debe elegir entre prestar lealtad a su familia -“ser fiel a los tuyos, a la sangre” (p. 22)- y hacer lo que le parece correcto: delatar a su padre, Abner, e impedir que siga haciendo el mal. El problema es, justamente, que quien debe sopesar esa decisión es un niño.

Esta encrucijada se desarrolla durante todo el relato y se hace evidente gracias a que el narrador omnisciente toma una perspectiva muy cercana al protagonista y brinda a los lectores acceso a su mundo interior. Así, los pensamientos y las sensaciones de Sarty emergen a través de los comentarios del narrador, que, aunque usa la tercera persona, lo hace con un tono infantil y desde el punto de vista del niño: “(...) vio por vez primera la casa, y en ese instante olvidó a su padre y olvidó a la vez el terror y la desesperanza (...), y jamás había visto una casa como aquella. ‘Es más grande que un juzgado’, pensó en silencio, con un repunte de paz, de alegría, cuya razón nunca hubiera sido capaz de traducir en palabras, pues era demasiado joven” (p. 23).

Por su corta edad, Sarty percibe el mundo de manera fragmentada y, en muchas ocasiones, no llega a entender la complejidad de las situaciones que atraviesa. Esto se vuelve evidente desde la audiencia con el juez de paz que da inicio a la historia, cuando el demandante solicita el testimonio de Sarty frente a todos los presentes en el almacén. En ese momento, el narrador describe el modo en que el protagonista procesa la circunstancia en la que se encuentra, contando que, con "los ojos grises, despavoridos como nubes de tormenta, vio separarse a los hombres que se interponían entre aquella mesa y él, y los vio convertirse en una calleja de rostros malencarados" (p. 18) y que "No sintió el suelo bajo las plantas de los pies, le pareció que caminase bajo el peso palpable de los rostros malencarados que se iban volviendo a su paso" (p. 18).

Queda claro, entonces, que Sarty es un niño y se siente intimidado, lo que genera empatía por parte de los lectores, más aún cuando, al final de esa escena, el narrador acentúa el estado de indefensión del chico al señalar que el padre ni siquiera lo mira y que el propio Sarty reflexiona -como puede- sobre lo que debe hacer: "Él lo que quiere es que mienta —pensó, y volvió a sentir el mismo frenesí de tristeza y desesperanza —. Y voy a tener que hacerlo" (p. 18). Con esta última cita, además, se instala el conflicto principal del cuento: el dilema moral del protagonista en relación con su padre.

A pesar de su apellido, que entiende que comporta un mandato de lealtad, Sarty no logra captar del todo cómo y por qué funcionan las cosas. Menos aún el proceder de su padre, un hombre recio, adusto y resentido que acostumbra a incendiar los establos como una forma de hacer justicia. La figura paterna le resulta todavía incomprensible. Por eso expresa un deseo infantil de que las cosas sean diferentes: “‘Es posible que ahora cambie y deje de ser el que tal vez no puede no ser’” (p. 24).

La sinécdoque (figura retórica que reemplaza la parte por el todo) es uno de los procedimientos que Faulkner más utiliza en este relato para reproducir el modo de procesar la realidad que tiene un niño. El narrador intenta presentar el mundo desde la perspectiva de Sarty, quien no logra advertir la totalidad de lo que ve o lo que le sucede, como se puede apreciar en la escena de la audiencia -mencionada más arriba- y también en este fragmento, que corresponde al momento en que salen del almacén y alguien lo agrede:

(...) había una cara en medio de una bruma roja, como el halo de la luna, mayor que la luna llena, cuyo dueño de nuevo tenía la mitad de su tamaño, y saltó en medio de la bruma roja hacia ese rostro y no sintió el golpe, no sintió nada al darse de cabeza contra la tierra, levantándose veloz, de un salto, sin sentir tampoco entonces el golpe, sin sentir el sabor de la sangre en la boca, levantándose veloz, justo a tiempo de ver al otro muchacho, que se dio a la fuga a la vez que emprendía él la persecución y toparse con que la mano de su padre le impedía el paso, la voz fría, áspera, resonante por encima de él" (pp. 19-20).

En línea con el conflicto central del relato, el uso de la sinécdoque -como procedimiento para dar cuenta de la dificultad de Sarty para interpretar cabalmente lo que sucede a su alrededor- se hace patente en los momentos en que trata de comprender la figura de su padre, como se ve en el siguiente pasaje:

(...) su padre lo llamó y una vez más hubo de seguir la espalda envarada, la cojera implacable y envarada, y subir por la cuesta y llegar al camino que iluminaban las estrellas, donde al darse la vuelta vio la silueta de su padre recortada sobre las estrellas, sin rostro, sin profundidad, una silueta negra, plana, sin sangre en las venas, como si estuviese recortada en hojalata en los pliegues de hierro de la levita que no se había hecho para él, áspera la voz como la hojalata y sin calor ninguno, como la hojalata (pp. 21-22).

Este uso reiterado de la sinécdoque construye una imagen del padre prácticamente espectral: Sarty observa partes de la figura de su padre en representación de un todo, pero ese todo es todavía un misterio para él. En la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, es conocida la metáfora de "matar al padre" para referir a la liberación simbólica de la figura paterna, necesaria para lograr autonomía como persona adulta. Así, la cuestión del dilema moral se une a la de la figura paterna y se resuelven juntas al final, cuando, a pesar de su juventud e inexperiencia, Sarty toma una decisión (avisar al comandante De Spain que Abner se dirige al establo) que implica, de algún modo, “matar” a su padre.

Otra manera en la que el narrador genera la sensación de estar en la mente de un niño es mediante el uso de símiles que pueden asociarse a una visión infantil. Así sucede en esa primera escena en la que el juez de paz le pide al señor Harris que confirme si realmente quiere que Sarty declare: “(...) fue como si se hubiera columpiado al extremo de la cuerda, en lo más alto de un barranco, sujeto a los zarcillos de una parra, y como si en el punto más elevado del arco que trazaba el columpio quedase atrapado en un detenido instante de hipnótica gravitación, ingrávido en el tiempo.” (p. 11).

Más allá del uso de recursos como la sinécdoque y el símil para emular la visión de Sarty, Faulkner manipula al lector, a través del narrador, para que sienta empatía con el niño. El narrador no se limita a contar los acontecimientos que le ocurren al protagonista y su modo de procesarlos, sino que hace comentarios desde su propia perspectiva: la de un adulto que observa, compasivamente, las injusticias que le ocurren al niño. Este involucramiento del narrador tiene como finalidad interpelar al lector -presumiblemente, otro adulto- que, ante tales acotaciones, siente conmiseración, incomodidad e, incluso, malestar frente a las penurias que vive Sarty.

Faulkner apela a esta técnica en varias ocasiones a lo largo del relato, cuando el narrador señala que, si Sarty fuera mayor, las cosas podrían ser diferentes. Sucede, por ejemplo, en el momento en que la familia acampa de camino a su nueva casa:

Las noches aún eran frescas y armaron una fogata para defenderse del frío, con una barandilla arrancada de una cerca que vieron en las inmediaciones y que cortaron en dos tramos, para armar una fogata pequeña, precisa, casi cicatera, una fogata ladina; esas fogatas eran las que su padre tenía por hábito y costumbre armar siempre, incluso cuando más inclemente era el frío. De haber sido mayor, el chiquillo podría haber reparado en ello y haberse preguntado por qué no armaba una fogata más grande (...) (p. 21).

Este procedimiento se vuelve a destacar al final del cuento, cuando el narrador dice que Sarty grita que su padre era un valiente y que estuvo en la guerra, “sin saber que su padre había ido a aquella guerra en calidad de soldado particular, en el viejo y hermoso sentido que la palabra tenía en Europa, sin llevar uniforme, sin admitir autoridad ninguna, sin prestar lealtad a nadie, ni ejército ni bandera, yendo a la guerra como fue Mambrú, pues el botín nada significaba para él, así fuera arrancado al enemigo o suyo” (pp. 36-37).

Este desenlace condensa la reflexión en torno al dilema moral del protagonista: Sarty no conoce esos detalles sobre el pasado de su padre, pero es justamente esa falta de información la que le permite tener algo de respeto por él. El comentario del narrador, además, profundiza el tono desolador de todo el relato al poner en perspectiva la realidad de los Snopes. Tanto el padre como el hijo han vivido una realidad hostil e injusta que no eligieron y, en un punto, ambos son víctimas.

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