Resumen
Capítulo 5
El piloto y el principito permanecen en el desierto. Sus conversaciones surgen a partir de alguna duda del chico. En este capítulo, quiere saber si los corderos comen arbustos. En particular, le preocupa saber si comen baobabs. El piloto le responde que los baobabs son árboles muy grandes, no arbustos. Esta vez con paciencia, el principito le hace caer en cuenta de que, antes de convertirse en eso, son pequeños.
La duda inicial le permite al narrador conocer algo nuevo sobre el planeta B-612. Allí crecen semillas buenas y malas. Al principio, dado que las semillas son invisibles, no es posible distinguir entre un buen brote y uno malo. Pero, a medida que crece, es necesario estar pendiente porque, si llegara a tratarse de un baobab, hay que ocuparse de sacarlo pronto. En un planeta tan pequeño como el del principito, si un baobab echa raíces, puede llegar a destruir el planeta.
Entonces el chico le explica a su amigo que el trabajo de limpiar el planeta de baobabs es una cuestión de disciplina: hay que hacerlo todas las mañanas. Es muy fácil, aunque fastidioso. Tanta importancia tiene para él este punto que le pide al piloto un dibujo para que los niños entiendan lo importante que es ocuparse de distinguir entre los brotes buenos y los malos y no dejarlos crecer.
El narrador concuerda con que esta enseñanza es importante y, además, considera que es un peligro desconocido. Por ese motivo se esmera en el dibujo y se dirige concretamente a los niños para decirles: “¡Niños, cuidado con los baobabs!”, pues es urgente alertar sobre este tema.
Capítulo 6
Al principio del capítulo, el narrador le habla a su amigo directamente. Le explica que ha logrado comprender cuán melancólica es su vida. Al principito le gustan mucho las puestas de sol, sobre todo cuando está triste, y no está acostumbrado a esperarlas porque en su planeta solo es necesario correr la silla en la dirección correcta para disfrutar del ocaso. En una ocasión llegó a ver cuarenta y tres puestas de sol. El narrador estima que ese día su amigo debe haber estado muy triste.
Capítulo 7
En otra de sus profundas cavilaciones, el principito trata de comprender la función que cumplen las espinas en una rosa si no la protege de que un cordero la coma. Como el narrador se encuentra ocupado tratando de reparar el motor de su avión, le contesta lo primero que se le viene a la mente: las espinas no sirven para nada y son producto de la maldad de las flores. Eso no solo no satisface al principito, sino que le produce rencor.
Insatisfecho con las respuestas, el principito insiste con sus preguntas y el piloto pierde la paciencia y lo manda a callar, porque siente que debe ocuparse de cosas serias. La reacción del piloto indigna al chico; le parece que no hay nada más importante que responder el motivo por el cual las flores siguen fabricando espinas si estas no las protegen de los corderos. Le reprocha al piloto comportarse igual a un “hombre serio” que el principito conoció en otro planeta, quien se pasaba haciendo sumas y restas. Para él, eso no es un hombre serio, sino un “hongo”.
La exasperación y la angustia por su flor es tal que el principito estalla en llanto. El narrador abandona entonces la reparación del avión y se ocupa de consolar a su amigo. Sin saber cómo conseguir que pare de llorar, le ofrece dibujar un bozal para el cordero. Comprende que se ha equivocado y quiere que su amigo vuelva a confiar en él, a pesar de haber fallado en identificar lo importante y lo urgente.
Capítulo 8
El narrador conoce mejor sobre la flor del principito. Nunca en el asteroide ha brotado una flor como ella. A diferencia de las otras, ella tardó más en abrirse y, además, era muchísimo más bella, ya que tiene muchas capas de pétalos en lugar de una sola.
El momento en que la rosa se presenta ante el principito por primera vez, él queda asombrado por su belleza. Pero casi al mismo momento en el que se conocen, ella empieza a exigir la atención del chico. Asimismo, se muestra orgullosa y vanidosa desde un inicio. Cuando brotan por primera vez sus cuatro espinas, la flor se siente lista para enfrentar hasta un tigre. Con calma, el principito le explica que en su planeta no hay tigres y que estos, de todas formas, no comen hierba.
Aunque hace todo por ella, piensa que su flor es extraña. Le resulta sumamente contradictoria: se siente confiada frente a un tigre, pero frágil ante una corriente de aire. Para protegerla, el principito la tapa con un fanal, pero nada parece ser suficiente para ella.
El chico reflexiona sobre la actitud que ha tenido hacia ella. Considera que nunca debió prestar atención a sus palabras, sino disfrutar de su belleza y su bálsamo. De todas maneras, también reconoce que, antes de huir de su planeta, era demasiado joven para saber amarla.
Capítulo 9
Para huir, el principito aprovecha una bandada de pájaros silvestres. Antes de irse, sin embargo, se ocupa de todas las tareas que demanda su planeta: deshollina los volcanes para que sus erupciones sean lentas, arranca los últimos brotes de baobabs, riega su flor y se dispone a taparla con el fanal.
Para su sorpresa, cuando se despide de ella, la flor no le responde inmediatamente. Luego, ella reconoce que se equivocó, le confiesa que lo quiere y que tiene la culpa por no habérselo dicho antes. Además, le pide que no le ponga el fanal; prefiere que las orugas la puedan visitar y piensa que tal vez pueda ver una mariposa. Dice que no teme a las fieras porque tiene sus garras, es decir, sus espinas. Le insiste al chico para que se vaya pues no quiere que la vea llorar.
Análisis
En estos cinco capítulos, el narrador revela una serie de detalles sobre la vida en el asteroide B-612. A partir de esos nuevos aspectos sobre el principito que aparecen aquí se desarrollan nuevos temas fundamentales para la obra: la nostalgia y la distinción entre lo urgente versus lo importante.
En primer lugar, trataremos la nostalgia. En el Capítulo 6, uno de los más poéticos del libro, el autor utiliza la segunda persona gramatical en singular ("tú") para dirigirse a su amigo de una manera mucho más íntima. De este modo, el narrador usa la figura retórica denominada apóstrofe, en la que el poeta se dirige con emoción a un interlocutor ausente; se utiliza sobre todo en la poesía y es uno de los elementos que hace que este capítulo parezca más poético que otros. Asimismo, otro aspecto que contribuye al carácter lírico del capítulo es la importancia que cobra aquí la melancolía; el foco está en la emoción. Es en este momento de la novela cuando el narrador comprende que su amigo tiene una honda tristeza. El principito le cuenta cuánto disfruta de las puestas de sol. Cuando relata que en una ocasión vio 34 puestas de sol en un día, el narrador le pregunta si es que estaba muy triste ese día, pero el principito no contesta. El silencio del chico es un motivo que se va a repetir a lo largo de la novela, pero en este caso toma otra dimensión, porque no solo sucede en el diálogo, sino que el capítulo en sí mismo está dirigido al amigo que, ausente, no puede responder.
En segundo lugar, vamos a concentrarnos en una característica llamativa del protagonista: su disciplina. La novela permite contrastar dos maneras de ocuparse: una parece urgente pero es absurda porque carece de utilidad, mientras otra está guiada por un propósito. Para el principito, dedicarse con diligencia a una tarea no tiene valor de por sí; esa tarea tiene que estar guiada por un propósito claro. Cuando describe la rutina que debe seguir para mantener su planeta, no hay duda de que el principito comprende por qué lo hace. No siempre se trata de actividades placenteras; algunas las describe como tediosas, pero hay que hacerlas igual porque de ello depende la subsistencia de su planeta. El ejemplo más claro es el de los baobabs. En su planeta hay buenas y malas semillas, y es sumamente importante no permitir que las malas crezcan, pues si se trata de un baobab que echa raíces, tiene el potencial de destruir el planeta.
De todas las tareas que realiza el principito en su planeta, a esta el narrador le otorga mayor importancia y la describe en detalle. De hecho, el narrador indica explícitamente que le ha parecido tan importante la historia de los baobabs que desea esmerarse en el dibujo. Además, menciona que en esta ocasión está dispuesto a modificar el tono con el que está narrando la historia para alertar a los niños sobre el peligro de los baobabs. Si bien este es un libro del que muchos lectores extraen enseñanzas, solamente en esta parte el narrador asume un tono moralizante.
Dado que esta novela está repleta de símbolos y alegorías, sin duda, detrás de los baobabs hay algo más. Es frecuente encontrarse con lecturas de esta parte del libro que interpretan los baobabs como la representación de los problemas que hay que sacar de raíz antes de que cobren mayores dimensiones. Sin embargo, debemos tener en cuenta que hay dos elementos que amenazan el planeta: los árboles y los volcanes. Ambos necesitan de la disciplina y el cuidado constante. Los baobabs deben ser arrancados cuando son suficientemente grandes como para ser identificados; a los volcanes hay que mantenerlos limpios para que no acumulen presión. Por el modo en el que están descritas ambas amenazas, podemos interpretar a los baobabs como malos hábitos que, cuando se vuelven evidentes, deben ser erradicados de raíz, pues lo que empieza como un capricho o una acción de poca importancia puede convertirse en algo sumamente destructivo. En cambio, los volcanes parecen representar las tensiones o los conflictos de los que no nos podemos deshacer del todo, pero con los que podemos lidiar a tiempo evitando que acumulen presión y exploten.
Finalmente, en esta serie de capítulos se pone en tensión lo urgente y lo importante, es decir, lo que en apariencia demanda nuestra atención frente a lo que debería ocuparnos verdaderamente. El narrador comete el error de dejarse distraer por lo urgente e ignora que lo que le genera ansiedad en ese momento a su amigo es para él vital. En este punto, como lectores, comprendemos lo urgente que es para el piloto reparar su máquina, pero podemos apreciar también lo necesario que es que deje de lado su trabajo para consolar al principito. A lo largo de la obra veremos que, en el universo que crea Saint-Exupéry, la diferencia entre los niños y los adultos es que los primeros saben exactamente lo que quieren y a dónde van, y ese propósito lo consume todo. Por su parte, los adultos se abocan a tareas cuyo propósito es incierto.
Algo parecido sucede con la flor: el principito se concentra solamente en las demandas urgentes de la rosa y en lo insensato de sus palabras, y pierde de vista que lo importante en ella es su belleza y su bálsamo. Ambos personajes enmiendan sus errores: el piloto deja de lado lo que es aparentemente urgente para abocarse a lo importante y el principito sale en un viaje de exploración que le permite reconocer que no era suficientemente maduro para distinguir lo que importaba en su relación con la rosa.