El amor y el entendimiento
En La dama boba se establece una relación entre el amor y el entendimiento, puesto que uno sirve como medio para alcanzar el otro. Finea deja de ser boba en el proceso en el que aprende a amar a Laurencio, quien se constituye, al mismo tiempo, como el interés amoroso de la protagonista y como aquel que le permite adquirir sabiduría y conocimiento. En este sentido, Laurencio es el único maestro que puede convertir a Finea en una dama discreta e ingeniosa, que incluso aprende a fingir ser boba para obtener lo que quiere, que es casarse con su amado.
Esta concepción del amor y su poder educador proviene de la doctrina neoplatónica, en la que el enamorado pasa por un proceso que lo lleva desde lo sensual a lo espiritual, del abandono de los sentidos hasta acceder a contemplar la belleza divina. Es así como el amor se convierte en una fuerza que conduce al individuo por un camino ascendente que lo lleva a alcanzar, según dice Duardo en su soneto, “la alta contemplación / de aquel puro amor sin fin” (vv. 547-548).
La mujer y el casamiento
Los personajes masculinos del drama dialogan entre sí sobre cómo debe ser la mujer para convertirse en una buena esposa. Otavio es quien se preocupa particularmente por este tema, porque su objetivo es que sus hijas se casen bien. Sobre esta cuestión, surgen dos cualidades importantes que debe tener una mujer: la discreción y la dote. La primera es lo que haría a una doncella apta para la vida en sociedad, porque le da capacidad para adecuarse a la moral y a los deberes que le corresponden como esposa, madre y ama de casa. La segunda es aquello que otorga la estabilidad económica a la que cualquier caballero aspira al casarse.
En el comienzo de La dama boba, Nise posee la discreción que a Finea le falta por completo, mientras que Finea tiene a su favor la herencia de una buena dote, de la que Nise carece. Eso las coloca en polos opuestos como candidatas a casamiento, que son atractivos para diferentes caballeros: a Laurencio le interesa la dote; a Liseo, la discreción. Lo que propone esta comedia es que, para la mirada masculina, la dote tiene más peso que la discreción, porque Finea obtiene más propuestas de casamiento que Nise. Así lo plantea Otavio:
Nise, tan sabia, docta y entendida,
apenas halla un hombre que la pida;
y por Finea, simple, por instantes
me solicitan tantos pretendientes,
del oro, más que del ingenio, amantes,
que me cansan amigos y parientes.
(vv. 247-252)
La mujer y la inteligencia
Otra cuestión que se pone en juego al pensar en el deber ser de la mujer es la condición de necia o inteligente. El problema radica en los extremos: Finea es demasiado boba, al punto de ser incapaz de comprender el sentido de lo correcto y lo adecuado, y Nise es tan docta que corre el riesgo de olvidar los deberes que, para los valores sociales de la época, son propios de la mujer, como vivir en servicio de su marido, cuidando de la casa y de los hijos. El drama escenifica la necedad de Finea al mostrar que no aprende nada de las lecciones que tomaría cualquier doncella de su posición social, como la danza y la lectura, y al mostrarse torpe e ingenua cuando conoce a su prometido. Nise, por su parte, se muestra obstinada en preservar los conceptos de amor que ha leído en sus libros, y no quiere renunciar a su amor por Laurencio, por más que este muestre a las claras su preferencia por Finea. Nuevamente, la comedia toma partido por la dama boba, al demostrar que es mejor una esposa simple que respeta sin cuestionamientos su lugar en la sociedad que una dama docta que peca de arrogante.
La mujer y la lectura
El personaje de Nise aparece por primera vez en la obra preguntando por un libro. Así se la presenta como una dama leída, que sabe sobre géneros y recursos literarios, y que ha aprendido lo que sabe del amor de obras escritas por autores griegos y contemporáneos, como Cervantes o el propio autor del drama, Lope de Vega. Finea, por otra parte, no sabe ni las letras del abecedario, pero termina aprendiendo del amor a través de su amado, Laurencio. De esta forma, Finea y Nise poseen dos formas diferentes de conocimiento del amor: una que proviene de las lecturas y otra de la experiencia de amar. La cuestión es que Nise, en el desenlace de la comedia, debe resignar a los conceptos que ha aprendido de sus lecturas para terminar en un buen matrimonio. Ella cree que el amor no se mueve por dinero, y que no se puede forzar a amar a alguien, pero al final debe aceptar que su amado Laurencio elija a Finea por su dote y se resigna a casarse con Liseo por despecho.
De esta manera, la comedia enseña que un exceso de lectura tiene efectos nocivos, porque puede llevar a las mujeres a la búsqueda de un amor de ficción, demasiado afecto a la idealización de la poesía, que no se condice con una realidad en la que tienen más importancia el sustento económico, el acatamiento al mandato paterno y la adquisición de conocimientos prácticos para el cuidado del hogar, como hilar, coser y bordar.
El honor
Otra cuestión que interesa a los personajes respecto del entorno social de la nobleza es la preservación del honor y de la honra. Este es un tema que involucra particularmente a Finea, porque es quien pone en peligro la honra de su familia al comportarse indebidamente frente a Liseo o al dejarse abrazar por Laurencio cuando Otavio no ha aprobado el cortejo. A medida que va adquiriendo inteligencia, Finea comprende la importancia de respetar los deseos de su padre para la preservación del honor, y por eso empieza a padecer la tristeza de amar a alguien que no debe. No obstante, cuando aprende a utilizar su ingenio, se atreve a mentirle a su padre y a tener un encuentro íntimo con Laurencio para utilizar la cuestión de la honra a su favor: puesto que Otavio no quiere que la gente sepa que Finea estuvo con Laurencio, este decide aceptar el casamiento de ambos, precisamente para no poner en peligro el honor familiar.
Los celos
En el desarrollo del drama, los personajes van cambiando sus intereses amorosos, alternando entre pretender a Finea o a Nise. Esto hace que ambas doncellas experimenten los celos de ver a quien aman en busca de la otra. Nise le recrimina a Laurencio su cambio de pensamiento cuando descubre que corteja a su hermana, y también le reclama a esta que le haya robado su amor. Esto la convierte en el personaje más celoso y despechado de La dama boba. Pero no es el único: Finea también aprende lo que es sentir celos cuando Laurencio le dice que irá por Nise si ella se lo pide; Liseo sufre porque Nise no corresponde a su amor insistiendo con querer a Laurencio, y los otros personajes que pretenden a las damas, como Duardo y Feniso, también sienten celos de los otros dos caballeros, que son los que terminan casados. Es así como los celos mueven los hilos de la trama en esta comedia de enredos.
Apariencia vs. realidad
Otro elemento que le da ritmo a la comedia es la oposición entre apariencia y realidad, que se expresa en los engaños que realizan algunos personajes para esconder sus verdaderas intenciones. Laurencio es el que mejor sabe pretender para obtener lo que quiere. Él logra burlar no solo a la ingenua Finea, de cuya necedad se aprovecha para obtener la promesa de que se casará con él, sino también a Nise, a quien convence, por un tiempo, de que solo busca enamorar a Finea para quitarle lo boba. Así aparece como el que mejor sabe aparentar y engañar, tanto a la más necia como a la más discreta. Finea es el otro personaje que adquiere la capacidad de pretender para su beneficio, gracias a la sabiduría que le da el amor de Laurencio. Él no quiere que Finea sea ingeniosa, porque va en contra de su intención de casarse con ella, pero Finea le demuestra que puede fingir ser boba y concretar de esta manera su plan. Por lo tanto, Laurencio y Finea se corresponden en el amor a través del modo en el que saben aparentar.