Resumen
El obispo lleva a Cayetano hasta su oficina y este le confiesa que ama a Sierva María. Por eso, es separado de su cargo como exorcista y enviado para servir como enfermero en el hospital de los leprosos de la ciudad. De todas maneras, el obispo decide mantener el asunto en secreto. Mientras tanto, Martina cuida a la protagonista; conversan y bordan juntas en la terraza. Una tarde, la mujer le confiesa que prefiere morir antes que seguir encerrada. En su desesperación, intenta comunicarse con los demonios que supuestamente poseen a Sierva María. La niña, pícara, se divierte inventando voces y haciendo gestos para simular que los supuestos demonios hablan a través de su cuerpo. Para ella, es un juego, pero Martina se lo cree.
Por su parte, Abrenuncio visita a Delaura en el hospital y le dice que vaya verlo a su casa. Para lograrlo, el cura debe escaparse. Lo domina la pasión que siente por Sierva María; cree que nada podrá separarlo de la niña. Una noche, se infiltra en el Convento de Santa Clara por un túnel antiguo. Está convencido de que logra superar todos los obstáculos gracias al poder de la oración. Cuando llega, Martina está durmiendo y nadie lo ve entrar en la celda de la protagonista, que justo tiene el candado abierto. La pequeña está durmiendo y, al despertar, tarda en reconocerlo. Luego le dice que se vaya, pero él se niega a toda costa y le cuenta todo lo que ha ocurrido. Ella le dice que gritará para pedir ayuda, pero no lo hace y no se explica el motivo. El sacerdote se va feliz porque Sierva María acepta que vuelva a verla siempre y cuando le traiga golosinas. Él empieza a presentarse todas las noches.
La cuarta noche de visitas, Delaura se recuesta al lado de la chica. Ella le pregunta cuántos años tiene, él responde que tiene treinta y seis, y ella le dice que es un "viejecito arrugado" (162). Después, él le recita un verso de amor de Garcilaso de la Vega, que supuestamente es antepasado directo del cura. Este le confiesa su amor a la niña y ella, al escucharlo, siente miedo. De todos modos, pasan la noche recostados en la cama, sin dormir y sin hablar. Antes de que se vaya, Sierva María le regala el collar de Oddúa. Una noche, ella le pide que recite más versos de Garcilaso y comienza a aprenderlos de tanto repetirlos. La noche siguiente, él le saca el corpiño y ella se cubre con las manos y se enoja. Delaura le toma las manos; ella intenta resistir, pero él tiene más fuerza. Le pide que repita otros versos y ella obedece, temblando de miedo. Luego la besa, pero se asusta por la pasión que siente internamente y se pone a rezar. La protagonista no comprende sus reacciones y se asusta. Después él se va, pero retorna las noches siguientes y vuelven a besarse. No tienen relaciones sexuales porque él decide mantener su voto de castidad. En estos tiempos, ella limpia y ordena la celda esperando su llegada; él le enseña a leer y escribir, y la inicia en conocimientos literarios y religiosos.
El día 27 de abril, al amanecer, se llevan a Sierva María para que el obispo ejecute sus exorcismos. Para prepararla, la bañan a baldazos, le arrancan los collares, le cortan el pelo con unas cuchillas de podar y lo prenden fuego. Luego le rapan la cabeza, le ponen una camisa de fuerza, la cubren con un paño fúnebre y la llevan a la capilla. Ella observa toda la escena sin hacer ningún gesto en "su rostro de piedra" (167). La acuestan en la capilla, repleta de monjas y curas, y parece muerta. El obispo le arroja agua bendita mientras reza con tanta furia que ella se siente fuera de sí por el terror. Como la niña grita mucho, el obispo intenta gritar más fuerte y tiene un ataque de asma. Finalmente, el anciano cae de bruces en el suelo.
Por la noche, Cayetano visita a Sierva María. Se indigna especialmente al ver cómo le raparon la cabellera. Ella tirita de fiebre y sigue inmovilizada por la camisa de fuerza. Llora y le cuenta la experiencia de la capilla como una verdadera tortura. Él trata de calmarla, pero también le dice que el obispo es un buen hombre. La niña dice que quiere morir. Dado que le han quitado los demás, él le devuelve el collar de Oddúa. Al día siguiente, la visita un sacerdote que le trae el resto de sus collares yoruba. Es el padre Tomás de Aquino de Narváez, que le habla en congo, mandinga y yoruba, y se entienden muy bien. Se trata del párroco del barrio donde viven las personas africanas. Ella lo reconoce al instante como su salvador. Sin embargo, a la mañana siguiente lo encuentran muerto, ahogado en el aljibe de su parroquia. Josefa Miranda interpreta el hecho como la máxima prueba de que Sierva María está poseída. Nadie le explica a la niña lo ocurrido.
Cayetano vuelve a visitarla y ella le propone un plan: pueden escaparse y vivir en San Basilio de Palenque, una comunidad a donde muchas personas esclavizadas huyen para vivir en libertad. El sacerdote no se lo toma en serio; confía en la ley, espera ser perdonado por la iglesia y hasta cree que recibirá el permiso para casarse. La niña reacciona de manera "feroz" (176). Él se escapa, y ella prende fuego su colchón y ataca a su guardiana. Por eso la mudan a una celda más aislada y protegida. En la misma época, Martina Laborde se fuga del convento por el mismo túnel que usa Cayetano para entrar. Cuando las autoridades se dan cuenta, cubren el túnel, impidiendo la entrada y la salida secreta del convento. Así, Delaura ya no tiene acceso a Sierva María. Él intenta conseguir el apoyo del marqués pero Dulce Olivia, que ha tomado el poder de la casa, está convencida de que Cayetano es un abusador; cree que es hijo del obispo y no está dispuesta a ayudarlo de ninguna manera.
Días más tarde, Abrenuncio encuentra a Delaura en el hospital de los leprosos. Este le pide ayuda para conversar con el marqués, pero el médico le responde que eso es imposible, porque corren rumores de que ha tratado de abusar de la niña. También le dice que el catolicismo es una religión de la muerte. El médico nota que el sacerdote ha perdido la razón. Repentinamente, Cayetano corre hasta el convento y entra por la pruerta principal, creyendo que nadie lo verá. Cree que el poder de la oración puede hacerlo invisible, pero un grupo de monjas lo detiene con crucifijos. Él debe darse por vencido; finalmente, el Santo Oficio lo enjuicia y lo condenan a seguir sirviendo en el hospital como enfermero.
Mientras tanto, Sierva María no puede explicarse por qué Delaura no la visita más. El obispo ha vuelto a ejecutar los exorscismos y, después del tercer día, ella deja de comer. En cada sesión, la niña enfrenta al anciano con gran ferocidad, aunque la obligan a seguir usando la camisa de fuerza, y grita en sus lenguas africanas. Su cuerpo está tan consumido que las autoridades de la iglesia indican la interrupción de los exorcismos, pero el obispo, ensañado, decide continuarlos. La noche del 29 de mayo, Sierva María vuelve a soñar con la ventana infinita, pero esta vez come las uvas de dos en dos. Cuando la guardiana entra en la celda con el objeto de prepararla para la sexta sesión de exorcismos, la encuentra "muerta de amor en la cama, con los ojos radiantes y la piel de recién nacida" (190). Aunque ha muerto, de su cráneo rapado vuelven a crecer los cabellos como burbujas.
Análisis
El capítulo final de la novela presenta una escalada de la violencia aplicada por la iglesia contra la protagonista. Así, la obra denuncia la aplicación de la Inquisición y sus métodos de tortura en las colonias americanas. El obispo es retratado como un hombre retrógrado que se ensaña con Sierva María y lleva hasta las últimas consecuencias su determinación de reprimirla. Es importante recordar que es él quien decide internar a la niña en el convento y mantenerla allí, a pesar de que varias figuras más o menos poderosas le piden que la libere (el marqués, el Virrey y la Virreina). A su vez, él afirma y reafirma permanentemente que la chica está poseída, aunque otros demuestran que eso no es cierto. Como queda claro en la escena del eclipse que da inicio al Capítulo 4, este hombre encarna la prolongación del catolicismo medieval.
En ese sentido, la crítica a esta religión también se plasma en la historia y en la visión de Abrenuncio de Sa Pereira Cao. Este hombre portugués vive en América porque ha debido escapar de la Península Ibérica, donde la Inquisición lo persigue por ser judío y lo acusa de practicar la magia negra. Él mismo le dice a Cayetano Delaura: "Ustedes tienen una religión de la muerte" (188). Tanto en el caso de Abrenuncio como en el de Sierva María, la violencia de la Inquisición se entrelaza con el supremacismo blanco cristiano: él es castigado por sus orígenes judíos, y ella, por identificarse con las culturas negras en las que se ha criado. Catolicismo, colonialismo y racismo aparecen como tres fuerzas que trabajan juntas en Del amor y otros demonios.
En cuanto a la relación de Sierva María y Cayetano, en este capítulo final se produce un vuelco, y comienza a ser presentada por el narrador como una verdadera historia de amor: "No se saciaron de hablar de los dolores del amor. Se agotaban a besos, declamaban llorando a lágrima viva versos de enamorados, se cantaban al oído" (166). Sin embargo, también hay signos de que Sierva María no lo quiere allí, ya que, por ejemplo, cuando él se infiltra en el convento por primera vez, ella le pide que se vaya. El narrador nunca explica cómo se produce el pasaje de una actitud a la otra de la protagonista, y varios personajes -Dulce Olivia y Abrenuncio, entre otros- presentan la situación como un abuso. De todas maneras, podemos ver que, aunque ya no es su exorcista oficial, el sacerdote la va domesticando y manipulando de diferentes modos. Primero la soborna con golosinas, y es por eso que ella acepta seguir recibiendo sus visitas. Luego, le enseña a leer y escribir, y le hace repetir los versos con los que él se identifica. Durante estas visitas clandestinas, él la inicia "en el culto de la poesía y la devoción del Espíritu Santo" (167). Este último detalle cobra un gran valor si consideramos que el nombre completo del sacerdote es Cayetano Alcino Del Espíritu Santo Delaura y Escudero. Así, es posible interpretar que él le inculca la devoción a sí mismo.
La relación entre la protagonista y Delaura es siempre desequilibrada; ellos jamás están en pie de igualdad. Lo que el narrador presenta como enamoramiento de la chica también puede leerse como sumisión desde una perspectiva contemporánea. En ese sentido, ella le "obedece" (165) y asume roles tradicionales de las mujeres durante esta época de visitas secretas: "Ella mantenía la celda limpia y en orden para cuando él llegaba con la naturalidad del marido que volvía a casa" (167). Por otra parte, no tienen relaciones sexuales, pero eso no se debe a que él respete los límites de la chica, sino a que quiere respetar las leyes de la iglesia católica. Así, además, a pesar de saber que el obispo es responsable directo del encierro y las torturas que debe enfrentar Sierva María, Delaura sigue sosteniendo que aquel es un buen hombre. Confía tanto en las leyes y en la iglesia que cree que será perdonado. En efecto, resulta significativo comparar el castigo leve que recibe Cayetano por haber transgredido las reglas desde todo punto de vista (debe trabajar como enfermero) con el castigo que recibe la protagonista, quien, de hecho, es inocente. Ella es reprimida, silenciada, encarcelada y torturada lisa y llanamente por identificarse con las culturas negras, lo cual en última instancia la lleva a la muerte. Este contraste nos revela complejos entramados de poder de la sociedad colonial de acuerdo con cuestiones de género y raza, y el gran protagonismo de la iglesia.
El párrafo final de la novela narra la muerte de la protagonista y es sumamente rico. Por un lado, justo antes de fallecer, la chica vuelve a soñar con la ventana infinita, pero esta vez come las uvas de a dos. Cabe destacar que en el sueño original de Cayetano, cuando la niña acabara de comer todo el racimo, moriría, por lo que esta vez queda claro que se aproxima definitivamente a su final. Por el otro lado, las últimas líneas de la obra proponen una vuelta al origen de la narración, es decir, a la cabellera de Sierva María y su crecimiento mágico: "Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer" (190). La han rapado como parte de las violentas preparaciones para el exorcismo, pero, una vez más, su cabello ofrece resistencia y resucita, y sigue creciendo aunque la hayan vencido. De esta forma, vuelve a ser presentada como una muerta-viva: así como en el prólogo es un cadáver con una "cabellera viva" (13), en el final de la obra es un cadáver con "piel de recién nacida" (190); vida y muerte están en permanente tensión en el cuerpo de la protagonista. Finalmente, es preciso destacar que la encuentran "muerta de amor" (190), y esto nos permite volver a considerar el amor en un sentido negativo.