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En esta segunda parte, los personajes de don Quijote y Sancho presentan algunas diferencias de comportamiento respecto de la primera. ¿Cuáles?
En principio, una de las diferencias más significativas en el comportamiento de don Quijote en esta segunda parte podemos observarla en el nivel de conciencia que él parece tener de su delirio caballeresco. Mientras que en la primera parte don Quijote era capaz de exponerse a peligros insensatos por el simple hecho de creerse un caballero andante, en esta segunda parte parece haber encontrado un punto de equilibrio entre su delirio caballeresco y la preservación de su integridad física. Dicho de otra forma, esta segunda parte del Quijote es mucho menos violenta que la primera, en cierta medida, porque don Quijote no se deja gobernar íntegramente por su locura y tiende a preservarse. Un ejemplo concreto de esto se da en la aventura de los leones: ante la falta de reacción del animal con el que desea probar su valor, don Quijote decide autoproclamarse vencedor y hacerse llamar el Caballero de los Leones.
Por otro lado, el personaje de Sancho también cambia bastante en esta segunda parte respecto de cómo se comportaba en la primera. En el primer libro, el escudero funcionaba como un faro de realidad para don Quijote. Aunque fracasara la mayoría de las veces, trataba de preservar a su amo de su propia locura, aportándole una perspectiva real allí donde don Quijote veía una aventura. Ahora bien, en esta segunda parte, Sancho adquiere un mayor protagonismo, y esto se debe a que él también comienza a confundir ficción con realidad, en lo que podríamos definir como una quijotización de su personaje. Por otro lado, este nuevo protagonismo lo posiciona casi a la misma altura que su amo, lo que provoca, por un lado, nuevas fricciones con don Quijote, aunque, por otro lado, también profundiza el nivel de amistad entre ellos.
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¿De qué manera influye el Quijote apócrifo de Avellaneda en esta segunda parte del Quijote de Cervantes?
No son pocos los críticos que le "agradecen" a Avellaneda por su Quijote apócrifo, ya que, afirman, fue un estímulo determinante para que Cervantes concluyera la escritura de la segunda parte del suyo. Ahora bien, más allá de las críticas que hace el propio Cervantes respecto de su plagiador en el prólogo de esta segunda parte, el texto de Avellaneda también se inmiscuye dentro de la historia de don Quijote y Sancho. Sin ir más lejos, cuando el caballero andante descubre que en la versión apócrifa de sus aventuras, el "Quijote impostor" ha pasado por las justas de Zaragoza, inmediatamente cambia el itinerario de su viaje y decide ir a Barcelona.
Está claro, en ese sentido, que don Quijote odia la versión apócrifa de su personaje tanto como Cervantes odia a Avellaneda. Quizás el momento en donde mejor queda expresado este rechazo es cuando don Quijote ha sido derrotado por el Caballero de la Blanca Luna y se detiene en una venta camino a su aldea. Allí se cruza con don Álvaro Tarfe, a quien el Caballero de los Leones reconoce como un personaje que encontró en ese Quijote apócrifo. Luego de que el propio don Álvaro corrobora que aparece en dicho libro, don Quijote lo insta a propagar la noticia de que él no tiene nada que ver con ese Quijote farsante que aparece en la versión apócrifa de Avellaneda.
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¿Por qué el eclesiástico acusa de "locos" a los duques durante el banquete de bienvenida a don Quijote y Sancho?
Los duques, grandes lectores de la primera parte de Don Quijote, están decididos a aprovecharse del delirio caballeresco del Caballero de los Leones para su propia diversión. En el banquete de bienvenida que ellos preparan para recibir a don Quijote y Sancho, el eclesiástico se da cuenta de las intenciones de los duques y les dice que, si bien está claro que don Quijote está loco, ellos están más locos que él, pues estimulan su locura tratándolo como un verdadero caballero andante.
Con el correr de los capítulos, somos testigos de varios simulacros de aventuras que los duques crean, con la complicidad de sus súbditos, para reírse de la alienación tanto de don Quijote como del propio Sancho. Y en todos ellos, amo y escudero quedan completamente ridiculizados. En ese sentido, las palabras del eclesiástico van cobrando cada vez más fuerza conforme se suceden estos episodios, ya que se vuelve casi ineludible pensar que los duques poseen algún tipo de trastorno a juzgar por cómo se aprovechan de un pobre hombre que se cree caballero andante solo para su diversión.
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¿Qué papel juega el bachiller Sansón Carrasco en esta segunda parte de Don Quijote?
El bachiller Sansón Carrasco cumple un rol determinante en esta segunda parte de Don Quijote. Por un lado, se hace pasar por el Caballero del Bosque (o Caballero de los Espejos) y desafía don Quijote a un duelo, con la esperanza de vencerlo y hacerlo regresar a su aldea. Este hecho no ocurre, porque don Quijote lo vence y el bachiller, humillado, debe retirarse sin lograr su cometido. Este acontecimiento, por un lado, renueva y potencia el orgullo caballeresco de don Quijote, y lo anima a lanzarse a nuevas aventuras; por otro lado, el propio don Quijote descubre que el rostro del Caballero de los Espejos es idéntico al de su vecino, el bachiller Sansón Carrasco, hecho que acaba adjudicándoselo a algún tipo de encantamiento maligno. Es decir, a partir de este combate, don Quijote se siente más caballero andante que nunca, sí, pero, al mismo tiempo, se instala en él la idea de que en ese camino que emprendió en busca de nuevas aventuras, probablemente también tenga que lidiar con nuevas fuerzas misteriosas como, por ejemplo, el encantamiento que colocó en el Caballero de los Espejos el rostro del bachiller.
Casi al final de la novela, Sansón Carrasco vuelve a aparecer, esta vez encarnando al Caballero de la Blanca Luna, quien desafía -una vez más- a don Quijote en Barcelona a batirse a duelo. Esta vez, el bachiller Sansón Carrasco sí vence, y obliga a don Quijote a regresar a su aldea y olvidarse de las aventuras caballerescas, al menos, por un año. Este evento sentencia el final de la tercera salida de don Quijote y, en buena medida, orienta la narración hacia lo que será el final de la historia, es decir, la muerte del caballero andante.
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¿Cómo muere don Quijote? ¿Por qué su muerte es imprescindible desde el punto de vista de Cervantes?
En principio, no sería del todo errado decir que don Quijote no muere: luego de regresar de Barcelona tras ser derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, el caballero andante pasa varios días en cama, con fiebre, y al despertar, afirma ser Alonso Quijano, ya recuperado de su delirio caballeresco. En cierta medida, don Quijote se ha perdido en ese limbo febril del hidalgo y ahora, en su lecho de muerte, quien se confiesa, dicta el testamento y muere, es un hombre cuerdo, lúcido, que, incluso, no teme confesar que le avergüenza la necedad con la que se arrojó a esas odiosas y profanas historias de la andante caballería.
Alonso Quijano, entonces, muere rodeado de sus seres queridos, sin deudas, cuerdo. Así y todo, el escribano que se encuentra en la habitación en ese momento dice que nunca leyó en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote. Es decir, son los propios personajes quienes siguen viendo un caballero andante en el cuerpo ya sin vida de Alonso Quijano.
Por último, cabe señalar que la muerte de don Quijote es imprescindible para Cervantes porque, como el propio autor lo anticipa en el prólogo de esta segunda parte, quiere evitar que algún otro escritor inescrupuloso, como Avellaneda, usufructúe de su personaje. Dicho de otra forma, con la muerte de don Quijote, Cervantes, de alguna manera, busca proteger su obra.