Seto o jardín secreto que Sofía usa como refugio personal (imagen visual)
“En un rincón del jardín, detrás de todos los frambuesos, había una maleza tupida donde no crecían ni flores ni frutales. En realidad, era un viejo seto que servía de frontera con el gran bosque, pero nadie lo había cuidado en los últimos veinte años, y se había convertido en una maleza impenetrable. […]. Para todos menos para Sofía, el viejo seto resultaba tan inútil como las jaulas de conejos dentro del jardín. Pero eso era porque no conocían el secreto de Sofía. Desde que Sofía podía recordar, había conocido la existencia del seto. Al atravesarlo encogida, llegaba a un espacio grande y abierto entre los arbustos. Era como una pequeña cabaña. Podía estar segura de que nadie la encontraría allí”.
Sofía es una muchacha que está a punto de cumplir 15 años y se encuentra, por lo tanto, atravesando la etapa de la adolescencia. En su casa hay un jardín escondido dentro del jardín principal. Es un sitio al que ningún adulto presta atención. Sin embargo, para ella es un lugar muy especial, ya que se retira allí para meditar, pensar y sentir lo que le acaba de pasar en su vida. Se siente segura, a resguardo de miradas y opiniones ajenas. Allí puede pensar con claridad y tener privacidad. Es ahí donde irá cada vez que reciba una nueva carta del filósofo misterioso.
Sofía encuentra el Curso de Filosofía en el buzón (imagen visual)
“Al cerrar la puerta de la verja, descubrió su nombre en uno de los sobres grandes. Al dorso, por donde se abría, ponía: Curso de filosofía. Trátese con mucho cuidado. Sofía corrió por el camino de gravilla y dejó su mochila en la escalera. Metió las demás cartas bajo el felpudo, salió corriendo al jardín y buscó refugio en el Callejón. Ahí tenía que abrir el sobre grande. Sherekan vino corriendo detrás, pero no importaba. Sofía estaba segura de que el gato no se chivaría. En el sobre había tres hojas grandes escritas a máquina y unidas con un clip. Sofía empezó a leer.”
En una ocasión, Sofía recibe una carta anónima en la que alguien le pregunta “¿quién sos?”. Esta pregunta le distrae de sus deberes de la escuela, ya que nunca se la había hecho a sí misma. Al día siguiente recibe otra correspondencia. Esta vez se trata de un curso de Filosofía que ella no ha solicitado. El filósofo anónimo se lo regala para que no pase tan pronto al mundo de los adultos que ya no se asombran por nada.
Tor y su martillo (imagen auditiva y visual)
“Para poder entender la manera de pensar de los primeros filósofos, necesitamos comprender lo que quiere decir tener una visión mítica del mundo. Utilizaremos como ejemplos algunas ideas de la mitología nórdica; no hace falta cruzar el río para coger agua. Seguramente habrás oído hablar de Tor y su martillo. Antes de que el cristianismo llegara a Noruega, la gente creía que Tor viajaba por el cielo en un carro tirado por dos machos cabríos. Cuando agitaba su martillo, había truenos y rayos. La palabra noruega «torden» (truenos) significa precisamente eso, «ruidos de Tor». Cuando hay rayos y truenos, también suele llover”.
En medio de las explicaciones acerca de la filosofía de la antigüedad, el filósofo le explica a Sofía que durante mucho tiempo la humanidad explicó los fenómenos naturales a través de historias mitológicas. Como no existía la ciencia, los nórdicos creían que existía un dios llamado Tor y que él era el que provocaba los truenos con su martillo y provocaba asimismo la lluvia. Luego de esta lectura, Sofía se quedará pensando qué explicación imaginativa daría ella al fenómeno de la lluvia si aún la ciencia no lo hubiera explicado.
Hilde aparece en el espejo de Sofía (imagen visual)
“Antes de meterse en la cama se colocó delante del gran espejo de latón que había colgado en la pared. Al principio no veía más que su propia cara, pálida y cansada. Pero después... fue como si detrás de su propia cara apareciesen de pronto los contornos difusos de otra cara. Sofía respiró hondo un par de veces. No debía empezar a imaginarse cosas. Vio los nítidos contornos de su propia cara pálida enmarcada por el pelo negro, que no se adaptaba a otro peinado que el de la propia naturaleza, un peinado de pelo lacio. Pero debajo de este rostro también aparecía, como un espectro, la imagen de otra muchacha. De pronto la muchacha desconocida empezó a guiñarle enérgicamente los dos ojos. Era como si quisiera dar a entender que de verdad estaba allí dentro, al otro lado. Sólo duró unos segundos. Luego desapareció.”
Durante un buen tiempo, Sofía se estuvo preguntando quién podía ser la adolescente llamada Hilde a quien estaban dirigidas las postales que llegaban a su buzón. En una ocasión, ya cansada del día, Sofía se mira a sí misma en el espejo. Allí encuentra que hay alguien más mirándole a su vez. Si bien atribuye la imaginación a su cansancio, lo cierto es que se trata de Hilde, quien le guiña los ojos a través de su reflejo en el espejo. Esto nos deja entrever que el personaje de Sofía comienza a ser consciente de que es una creación de alguien más.