Las calles
Resumen
El yo poético expresa que las calles de Buenos Aires se han vuelto parte de su interior, de sus “entrañas” (17). Pero no se refiere a las grandes y concurridas calles del centro, sino aquellas más alejadas, las de los barrios solitarios y las que se adentran, más aún, en la llanura. Estas calles son “preciosas” (17) para el hombre solitario y esconden en su interior miles de personas singulares.
Análisis
En este primer poema, Borges ya establece varios de lo que serán los temas principales de todo Fervor de Buenos Aires. “Las calles de Buenos Aires/ ya son mi entraña” (17), comienza anunciando el yo poético, y sugiere con ello un vínculo entre la ciudad de Buenos Aires y su cuerpo; una relación de identidad entre quien versa y su tierra de origen, donde individuo y territorio se explican recíprocamente. Aquí, la centralidad y mutua correspondencia entre los temas de “La ciudad” y “La identidad” se vuelve evidente.
Sin embargo, el yo lírico pronto realiza una distinción respecto a qué tipo de calles se refiere: no son aquellas ruidosas del centro, “las ávidas calles, incómodas de turba y ajetreo”, sino las más periféricas y tranquilas, “las calles desganadas del barrio” y “las de más afuera (...) donde austeras casitas apenas se aventuran” (17). Se trata de las calles del arrabal, ese territorio limítrofe en el que convergen la ciudad y el campo y que, por su ubicación periférica respecto a los grandes centros urbanos, aún permanece inalterado, sin sufrir los cambios que trae consigo la modernización.
Los temas de “La soledad” y “La nostalgia” también se hacen presentes en este poema. El yo poético describe esas calles alejadas que “son para el solitario una promesa”, en la medida en que hacen posible un tipo de paseo sereno y reflexivo; una caminata que el transeúnte anhela con añoranza, puesto que se ha vuelto cada día más inaccesible en la ciudad. El adjetivo ‘desganadas’, en este punto, opera como una hipálage, figura retórica en la que se le atribuye a un sustantivo una cualidad propia de otra palabra presente en el texto. En este caso, la hipálage remite al caminar errante y despreocupado del yo poético.
En suma, “Las calles” nos sumerge como lectores en un espacio periférico de la realidad porteña de los años veinte, un espacio que, a lo largo de los próximos títulos, será retratado una y otra vez por un yo poético que, anhelante y nostálgico, intentará protegerlo del avance irrefrenable del tiempo y el cambio.
La Recoleta
Resumen
En este caso, el poeta transmite los pensamientos y sentimientos que le despierta un paseo por el cementerio de la Recoleta. La descripción del lugar sugiere paz, tranquilidad: es un espacio embellecido por jardines internos y por la combinación de las flores y el mármol de las sepulturas y las estatuas. Esta belleza sugiere que la muerte es algo deseable y digno. Sin embargo, “el espacio, el tiempo y la muerte” (18) pertenecen a la vida y, si esta se acaba, ellos también desaparecen.
Análisis
“La Recoleta” es un poema ampliamente comentado por la crítica literaria debido a que es uno de los primeros textos de Borges en los que se transmiten sus reflexiones acerca de la vida, la muerte, el tiempo y el espacio, temas fundamentales en su obra, que se irán ampliando y complejizando a los años posteriores.
Al igual que con “Las calles”, este poema nos llega desde la voz de un yo poético ensimismado que reflexiona mientras deambula por la ciudad. Sin embargo, y a diferencia de otros títulos, el lugar de su paseo es en este caso el Cementerio de la Recoleta, el primer cementerio público y el más famoso de la ciudad de Buenos Aires. Este sitio es uno de los atractivos arquitectónicos porteños más importantes debido a sus panteones, mausoleos y esculturas de gran valor que, provenientes de las familias más acomodadas de la ciudad, recuerdan aquellos periodos en los que Argentina era una potencia económica emergente.
Por esto mismo, los primeros versos del poema describen la caminata por el cementerio como un paseo agradable: el cementerio es un espacio bello y pacífico que “promete o prefigura la deseable/ dignidad de haber muerto” (18). Como vemos, esta caracterización implica un corrimiento respecto a las expectativas que tradicionalmente suelen generar este tipo de espacios, que se presentan en general como lugares sórdidos que provocan sentimientos de aversión o miedo.
Pese a lo plácido del paseo, pronto el yo poético reflexiona acerca de que la belleza y la tranquilidad del cementerio generan confusiones respecto al significado de la muerte: “Equivocamos esa paz con la muerte/ y creemos anhelar nuestro fin/ y anhelamos el sueño y la indiferencia”. En realidad, prosigue, la muerte no es más que un concepto elaborado por los vivos, cuyo significado desaparece al morir, ya que, cuando la vida termine
se apagarán con ella el espacio,
el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos.
(18)
En este punto, el poema admite un análisis a partir de los intereses filosóficos de Borges. En el tema “La metafísica”, analizamos el modo en que la producción borgeana se encuentra ampliamente influenciada por el idealismo filosófico. A grandes rasgos, una de las tradiciones más difundidas del idealismo es aquella prioriza la idea consciente por sobre la experiencia sensible en relación con la construcción del conocimiento. En esta línea, el yo poético de “La Recoleta” concibe a la muerte, al igual que al tiempo y al espacio, como proyecciones de las mentes de los individuos. La comparación entre la muerte y los espejos apoya este razonamiento: bajo la lógica del idealismo, la muerte, el tiempo y el espacio solo existen en tanto haya un sujeto que pueda concebirlos. Si la vida se apaga, estos conceptos desaparecerán con ella, al igual que desaparece la imagen del espejo cuando no hay luz que se proyecte sobre él.
Tras desarrollar estas reflexiones, el yo poético se retrotrae a su actividad inicial: “Estas cosas pensé en la Recoleta,/ en el lugar de mi ceniza” (18). De este modo queda enmarcado el origen de tal profunda reflexión: un simple paseo por el cementerio, ese lugar que algún día albergará su propio cadáver. La ceniza, en este punto, refiere metonímicamente a su propia muerte: es el efecto, aquello que quedará de su cuerpo tras la muerte.
El Sur
Resumen
El yo poético le dice a “El Sur” que, desde uno de sus “patios”, ha visto las estrellas de las que no consiguió aprender ni sus nombres, ni sus posibles constelaciones. También rememora los olores, sensaciones y sonidos de ese típico patio del sur. Para él, todos esos elementos constituyen “el poema” (19).
Análisis
“El Sur” es uno de los poemas más comentados de Fervor de Buenos Aires. En parte, porque ilustra la centralidad que tiene el tema de “El arrabal” en esta etapa temprana de la producción borgeana. Se trata de la etapa del Borges criollista, tal como menciona comúnmente la crítica en un intento de señalar el momento más poético de su producción, en el que los barrios arrabaleros y las viejas costumbres y tradiciones porteñas eran sus temas de interés.
En la sección Temas, señalamos el hecho de que Borges escribe este poemario luego de pasar varios años viviendo en Europa. Al regresar a Buenos Aires, se encuentra con que la ciudad de su infancia y sus recuerdos atraviesa un rápido proceso de modernización que está modificando por completo la realidad y la apariencia urbana. Las grandes migraciones, las innovaciones tecnológicas, febriles y arquitectónicas: todos estos cambios propios del progreso atentan contra los recuerdos que el joven Borges tiene de su tierra natal.
En este contexto, aquellos barrios más alejados del centro de la ciudad, los arrabales, son los espacios que mantienen esa aura de intimidad que evoca en Borges recuerdos de su infancia. En cierto sentido, el poema sugiere que la temporalidad de estos lugares es distinta a la del centro, como si ellos pertenecieran a un pasado que aún no ha sido contaminado por el progreso: “Desde uno de tus patios haber mirado/ las antiguas estrellas” (19). La ‘antigüedad’ de las estrellas, en este sentido, no remite tanto a una edad de los astros como a una temporalidad propia del suburbio arrabalero -en este caso, del sur de Buenos Aires-, inexistente ya en otras partes de la ciudad.
De este modo, el yo poético recupera con nostalgia estos espacios y los toma como objeto de inspiración poética. En el Sur encuentra un valor estético y filosófico digno de integrar en su escritura, y describe su geografía con toda una serie de imágenes sensoriales que poseen, en sí mismas, cierta esencialidad poética:
Haber mirado esas luces dispersas
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe
el olor del jazmín y de la madreselva
el silencio del pájaro dormido
el arco del zaguán, la humedad
—esas cosas, acaso, son el poema.
(19)
La crítica Beatriz Sarlo señala que “Borges se detiene precisamente allí”, en los arrabales que delimitan la ciudad, “y hace del límite un espacio literario. En «las orillas», define un territorio original, que le permite implantar su propia diferencia respecto del resto de la literatura argentina” (20). Con ello, la autora señala una diferencia fundamental de Borges respecto a otros escritores de su generación, como Oliverio Girondo, González Tuñón y Roberto Arlt: “Lo que, en los años veinte, era evidente para sus contemporáneos, se vuelve invisible en la poesía de Borges: Arlt o González Tuñón o Girondo no podían sino descubrir el movimiento de lo nuevo. Borges reconstruye aquello que está desapareciendo, que pertenece con mayor justicia a la memoria de otros, y que, por eso mismo, sostiene la nostalgia” (1995: 20).
Es decir, mientras sus contemporáneos se inspiran en lo que el progreso trae de nuevo a geografía urbana -los nuevos actores sociales, los consumos populares, las innovaciones tecnológicas y las multitudes, entre otros-, Borges se dirige nostálgicamente hacia aquello que poco a poco está desapareciendo. Ese es el arrabal, espacio marginal y poético, que no solo divide la ciudad del campo, sino también lo nuevo de lo viejo. Es por esto, en última instancia, que Sarlo caracteriza a Borges como ‘un escritor en las orillas’.