La importancia de llamarse Ernesto

La importancia de llamarse Ernesto Resumen y Análisis Acto I (Primera parte)

Resumen

En una lujosa casa de Londres, Algernon pregunta a su mayordomo Lane qué opina sobre su habilidad para tocar el piano y si preparó los bocadillos de pepino para la visita de Lady Bracknell. Lane le muestra la bandeja repleta de bocadillos. Luego Algernon pregunta si el matrimonio desmoraliza al hombre, y Lane le ofrece una respuesta que no lo satisface. Algernon, decepcionado, se queda pensando en que las clases bajas deberían dar el ejemplo de responsabilidad moral.

Llega Jack, a quien Algernon llama “Ernest”. Le pregunta dónde estuvo la semana pasada y Jack contesta que en el campo. Algernon le anuncia que espera la visita de su tía Augusta (Lady Bracknell) y su prima Gwendolen. Jack se contenta con la noticia, confesando que ama a Gwendolen y que vino a la ciudad expresamente para proponerle matrimonio. Algernon habla sobre lo poco romántico que es proponer a alguien casamiento. Jack intenta comer un bocadillo de pepino pero Algernon no lo deja, y luego se come uno él. Mientras, Algernon le recuerda a Jack que Gwendolen es su prima, y que antes de permitir que se casen necesita que Jack aclare quién es Cecily. Jack niega conocer a alguien que se llame Cecily. Algernon pide a Lane que traiga la pitillera que Jack olvidó allí semanas atrás. Discuten brevemente por el hecho de que Algernon no haya avisado que la pitillera estaba allí, hasta que el dueño de casa dice que de todos modos el objeto no pertenece a su amigo, porque la dedicatoria inscrita dentro es para “Jack” y está firmada “de la pequeña Cecily, con su más tierno amor” (p.28). Jack acaba reconociendo que se trata de una joven de quien él es tutor. Algernon le dice que igualmente él no se llama Jack, sino Ernest. Jack contesta que su verdadero nombre es Jack, pero que usa el nombre de “Ernest” en la ciudad y el de “Jack” en el campo. Algernon le dice que siempre supo que era un "bunburysta". Jack no entiende a qué se refiere, pero explica que para poder escapar del campo por momentos, inventó a un supuesto hermano menor llamado “Ernest” a quien cada tanto debe socorrer en la ciudad. Algernon le dice que definitivamente es un bunburysta acérrimo. Luego explica que así como Jack inventó a su hermano “Ernest” para poder ir a la ciudad, él inventó a su amigo inválido “Bunbury”: la supuesta mala salud de Bunbury permite a Algernon exceptuar algunos eventos urbanos para ir al campo. Jack niega ser un "bunburysta": dice que si Gwendolen acepta casarse con él, él inmediatamente matará a su hermano Ernest. Además, ya está aburrido de él, y molesto porque a Cecily le interesa demasiado el tal Ernest. Algernon dice que él no mataría a Bunbury por nada del mundo y que si Jack se casa, no puede hacerlo sin conocer a Bunbury. Que si él no lo hace, lo hará su esposa.

Llegan Lady Bracknell y Gwendolen Fairfax. Se saludan y Lady Bracknell se muestra ansiosa por comer los bocadillos de pepino que Algernon prometió. Algernon mira la bandeja, ya vacía, y pregunta a Lane por qué no hay bocadillos. Lane responde que no había pepino en el mercado. Luego Lady Bracknell le pregunta a Algernon si lo verá en la cena esa noche, y Algernon se excusa, alegando que su amigo Bunbury está enfermo y que esa noche deberá ir a verlo al campo. Lady Bracknell lo disculpa pero le pide que Bunbury no tenga una recaída el sábado, ya que ella necesita a Algernon para su concierto. Algernon promete estar allí el sábado y le pide a su tía que pasen a otra habitación para conversar los pormenores, dejando a Jack a solas con Gwendolen.

Análisis

Desde el inicio, el escenario da cuenta de que los personajes de la obra pertenecen a la alta sociedad. Las didascalias sitúan a Algernon en una habitación “lujosa y artísticamente amueblada” (p.21), donde un mayordomo le sirve té y a quien encarga preparar bocadillos de pepino. Algernon se sitúa, gran parte del primer acto, en un sillón que es claro símbolo de la comodidad y el hedonismo propios de la alta sociedad, que posee dinero sin siquiera pensar en la idea de trabajar. De hecho, en toda la pieza, no se habla de oficios, sino simplemente de fortunas, propiedades, rentas, que se asumen herencias de familia.

Son esta clase social y sus costumbres las que aparecen ridiculizadas en esta comedia, cuya principal crítica parece residir en el tema de la hipocresía propia de la alta sociedad londinense de la segunda mitad del siglo XIX. Esa época, denominada victoriana, se caracterizó por un resurgimiento de la doctrina evangélica, una sociedad exacerbada de moralismos, rígidos prejuicios y ensalzamiento de valores que se podrían clasificar de “puritanos”. Sin embargo, la sociedad victoriana se caracteriza fundamentalmente por la presencia de lo que se evidencia como una “doble moral”. Este aspecto, el de la dualidad, el desdoblamiento de la identidad, el falseamiento, el uso de máscaras, es el que más releva Wilde en La importancia de llamarse Ernesto.

El tema del doble se presenta en el diálogo entre Algernon y Jack, en donde ambos confiesan haber inventado a un personaje al que usan de excusa para, por ejemplo, ausentarse de sus hogares o evitar compromisos sociales. Algernon le ha dado nombre a la práctica, a la que llama “bunburysmo”, pero sin embargo es Jack quien ha llevado más lejos la farsa hasta este momento, porque él mismo se hace llamar de una manera en la ciudad y de otra en el campo.

ALGERNON: He bunburyzado todo Shorpshire en dos ocasiones distintas. Ahora, sigue. ¿Por qué eres Ernest en la ciudad y Jack en el campo?

JACK: Mi querido Algy, no sé si serás capaz de entender mis verdaderos motivos. No eres lo bastante serio. Cuando uno tiene el cargo de tutor, debe adoptar una actitud moral muy elevada en todos los aspectos. Es un deber hacerlo así. Y como una actitud moral elevada raras veces conduce a tener felicidad y salud, para poder venir a la ciudad, siempre he fingido tener un hermano menor llamado Ernest, que vive en Albany, y que siempre tiene terribles complicaciones. Esa, mi querido Algy, es toda la pura y simple verdad. (p.31)

Tal como expone Jack en su parlamento, el tema de la moral se relaciona estrechamente con el del doble: la “elevada actitud moral” que un hombre de su status debe presentar en la sociedad victoriana se presenta asfixiante, y el único respiro posible parece encontrarse en la mentira, la máscara, la doble vida. En este sentido, la elección del nombre “Ernest” con el cual Jack denomina a su personalidad ficticia y que da título a la obra, responde a un gesto irónico del autor de la pieza: en inglés, idioma original en que fue escrita la obra, el nombre propio “Ernest” es homófono -suena igual- al adjetivo “earnest”, que se puede traducir como “serio” en términos de rectitud moral. La ironía yace, por supuesto, en que siendo “Ernest” y presentándose como tal, Jack está usando una máscara, una identidad inventada y basada en una mentira, y por lo tanto esa seriedad que resuena en la palabra se evidencia falsa, contraria a los valores que el adjetivo supuestamente evoca.

Los personajes de Jack y Algernon se diferencian, al inicio, por cómo se posicionan en relación a ese doble que construyeron. A propósito de esto, Jack dice:

Yo no soy en absoluto un bunburysta. Si Gwendolen me acepta, mataré a mi hermano. En verdad creo que lo mataré de todas formas. Cecily está demasiado interesada por él. Resulta un poco aburrido. Así, pues, voy a hacer desaparecer a Ernest. Y te aconsejo firmemente que hagas tú lo mismo con míster… Con ese amigo tuyo inválido que tiene un nombre tan absurdo. (p.33)

Ambos amigos hacen lo mismo, pero mientras Algernon se siente a gusto con la práctica y realiza una especie de culto sobre ella, Jack niega ser un “bunburysta”. Algernon se delinea desde el primer acto como el más escéptico y hedonista de los personajes. Este carácter le permite poner en duda conceptos instalados en la sociedad, como lo es la institución matrimonial. Apenas iniciada la acción califica al matrimonio de “desmoralizador” y, en adelante, la crítica continúa.

ALGERNON: Nada me inducirá a deshacerme de Bunbury, y si tú llegas a casarte, lo cual me parece extremadamente problemático, te alegrarás mucho de conocer a Bunbury. Un hombre que se case sin conocer a Bunbury, siempre estará muy aburrido.

JACK: Eso es una tontería. Si me caso con una muchacha tan encantadora como Gwendolen, y si ella es la única muchacha en el mundo con la que yo quisiera casarme, ciertamente no quiero conocer a Bunbury.

ALGERNON: Entonces la que querrá será tu esposa. No pareces darte cuenta de que en la vida matrimonial tres son una compañía y dos no son nadie. (p.33)

El epigrama es una forma típica de presentar paradojas. En las comedias de Oscar Wilde es usual encontrar esta estructura epigramática en los parlamentos: breves frases que expresan pensamientos satíricos de una forma ingeniosa. El estilo de Wilde, en torno a este punto, suele identificarse con el movimiento de subvertir frases ya previamente instaladas en la cultura. Una de ellas es aquella que enaltece el estatuto de pareja mediante la sentencia “tres son multitud”. El parlamento de Algernon reversiona el conocido dicho, alegando que “en la vida matrimonial tres son compañía y dos no son nadie”. Ridiculiza así el concepto de monogamia, principal acuerdo social en el cual se erige la institución matrimonial, resaltando su carácter monótono y falto de vida.

Además, en el diálogo citado se sugiere la burla a otro de los pilares fundamentales de la institución matrimonial y de la sociedad victoriana, que es la heteronorma. En los parlamentos de Algernon no es difícil captar un sentido sexual: “Bunbury” parecería denominar a cualquier hombre con el cual Algernon mantuviera una relación secreta, oculta, lejos de sus desconocidos -viviendo en la ciudad, Bunbury es a quien visita en el campo-. Y sin bunburysmo, un hombre, según Algernon, se aburrirá demasiado. Sobre todo, enfatiza él, si este hombre está casado. Mediante el humor y la ironía, Wilde revela en estos parlamentos una práctica que los espectadores londinenses que veían la obra en su momento podían reconocer fácilmente. Porque en la sociedad victoriana, época de puritanismo y exaltación de la castidad, la sexualidad era considerada un vicio que debía mantenerse oculto, mucho más si se trataba de relaciones homosexuales. La contracara de ese aire de represión es la proliferación de los vicios en forma de cabarets, prostíbulos, etcétera, bajo el manto de la clandestinidad nocturna. Las personas utilizaban entonces una suerte de máscara de decencia social y, luego, se la quitaban para dejarse llevar por los placeres sin manchar su nombre ni su estatus. Algo similar sucedía con la homosexualidad, completamente inaceptable para esta sociedad puritana: ningún hombre que se inclinara sexualmente hacia otros hombres podía exhibir su homosexualidad en público. Era común, entonces, que hombres homosexuales se casaran con mujeres, exhibiendo así una fachada pública heterosexual, y mantuvieran relaciones con otros hombres, de forma privada y secreta. Oscar Wilde, justamente, fue uno de ellos. Volviendo al diálogo citado: en boca de Algernon se exhibe la necesidad de recurrir a un alter ego para sobrevivir, en la época, a la opresión de la sociedad y sus instituciones.

La crítica social, en esta obra, se construye ridiculizando y exacerbando las costumbres y pensamientos de los representantes de los altos estratos sociales. Con el transcurrir de los diálogos, el público puede observar las mentiras y los engaños de ciertos personajes hacia otros. Por ejemplo, luego de que Algernon ha confiado a Jack el carácter ficticio de su “amigo inválido Bunbury”, a quien utiliza como excusa para ausentarse de reuniones, el espectador ve, junto a Jack, la razón que Algernon expone a su tía para no cenar con ella esa noche: “acabo de recibir un telegrama diciéndome que mi pobre amigo Bunbury está muy enfermo otra vez” (p.37). En una línea similar se da la situación de los bocadillos de pepino, que aparecían en cantidad en una bandeja al comienzo de la acción y que Algernon ha ido comiendo hasta terminarlos. Sin embargo, dice delante de su tía:

ALGERNON: (Cogiendo un plato vacío con horror.) ¡Cielo santo! ¡Lane! ¿Por qué no hay bocadillos de pepino? Mandé prepararlos especialmente.

LANE: (Gravemente.) No había pepinos esta mañana en el mercado, señor. Fui dos veces.

ALGERNON: ¡No había pepinos!

LANE: No, señor. Ni siquiera pagándolos en el momento.

ALGERNON: Muy bien, Lane; gracias. (pp.35-36)

Tanto en las teorías que exponen como en las prácticas que realizan, los personajes ponen constantemente en escena el desdoblamiento, en tanto profunda desconexión entre lo que se presenta y la verdad o realidad. De ese modo, el dramaturgo escenifica la hipocresía, tema central de la obra.

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