La interpretación de los sueños Ironía

La interpretación de los sueños Ironía

El soñante no tiene control sobre su inconsciente (ironía dramática)

Se podría considerar irónica la cantidad de entendimiento y control que uno tiene en sus sueños. Aun tratándose de sueños propios, el soñante no puede dirigir lo que sucede ni anticipar lo que está por suceder. Es como si su propia imaginación hubiera cobrado rienda suelta o tuviera vida propia.

Por supuesto, esto sucede porque el sujeto se encuentra en realidad dividido en dos: su yo consciente y su yo inconsciente. Durante el sueño, los distintos aspectos de su mente o de su cerebro se conectan y comunican entre sí, intercambiando información obtenida durante la vigilia y los deseos o miedos guardados en el inconsciente.

El psicoanalista ignora de antemano cuál es la mejor interpretación (ironía dramática)

El terapeuta que guía al paciente a descubrir los significados ocultos o latentes de sus sueños no sabe de antemano cuál es la verdadera respuesta. Su capacidad primordial pasa por acompañar el proceso de autoexploración del paciente y por detenerse en el momento en que algo de lo dicho por este llame particularmente la atención.

Entonces, el propio terapeuta también ignora la verdad, así como lo hace el paciente. Sin embargo, está lo suficientemente distanciado de las emociones implicadas en el sueño como para poder señalar alguna repetición, o bien para hacer preguntas que hagan reflexionar y conectar elementos aparentemente disociados.

La ficción usada en una disciplina científica (ironía situacional)

Irónicamente, los relatos mitológicos, considerados durante muchos siglos como meras ficciones, son retomadas por el psicoanálisis para explicar un fenómeno que se pretende científico y racional. Es así que el conocimiento académico sobre mitos elaborados por la humanidad desde la Antigüedad se puede utilizar para perfeccionar la interpretación de los sueños.

Según Freud, este conocimiento puede ayudar a interpretar un símbolo o un arquetípico determinado. Es así que retoma, por ejemplo, el caso de Edipo Rey, de Sófocles, para extenderlo al sentimiento de atracción que experimenta un niño con respecto a su madre.

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