La empatía
Este es el tema principal de la novela y representa el punto de inflexión en el desarrollo del personaje de Rick Deckard. La empatía es exclusiva del ser humano y por ello la capacidad de conmoverse por el otro se vuelve clave al momento de determinar qué es la humanidad en sí. Es decir, el tema de la empatía está en el corazón de la cuestión metafísica que la novela explora.
Rick equipara los androides a las ovejas porque considera que ambos son incapaces de experimentar emociones humanas auténticas. El rechazo que siente Rick por su oveja eléctrica radica en que esta “carecía de la habilidad de apreciar la existencia de otro” (p.59), es decir, no puede sentir nada por él, su dueño. Esta noción de que los seres eléctricos están desprovistos de empatía es lo que le permite a Rick hacer su trabajo como cazarrecompensas sin sentir remordimiento y sin ponerse a sí mismo en peligro.
En una sociedad donde el bien más preciado es la vida, en gran medida porque escasea o es fácil de perder, estos androides, que simulan la vida pero son incapaces de sentir la más humana de las emociones, se convierten en el enemigo y no son dignos de coexistir con los humanos y los animales auténticos.
Ahora bien, la empatía no es solo valiosa desde un punto de vista moral, sino que es clave para la supervivencia del ser humano. Desde el principio de la novela Rick deja en claro que considera que la empatía es exclusiva de los animales gregarios y que para ellos esta emoción constituye un “seguro biológico” (p.46) porque garantiza que todo el grupo se eleve y todo el grupo sufra en comunión.
A medida que la novela avanza, Rick vive una serie de experiencias que ponen en duda la empatía como marca incuestionable de humanidad. En primer lugar, Rick conoce a Phil Resch, un ser humano desprovisto de toda empatía. Asimismo, establece vínculos más cercanos con los androides y empieza a considerar la posibilidad de que ellos sean capaces de sentir empatía. Al parecer, los androides son gregarios y capaces de actuar empáticamente con los de su especie. Estas experiencias transforman de tal modo a Rick, que decide abandonar su trabajo porque la frontera entre un ser vivo y un ser no vivo se empieza a difuminar, y él comienza a empatizar justamente con los androides.
Lo real y lo artificial
Así como los límites entre los seres vivos y los seres no vivos se disipan, en la novela también se plantea el problema de lo real y lo artificial. El elemento que mejor condensa este tema es la caja empática y el mercerismo. Al principio, las experiencias místicas que viven los personajes parecen artificiales porque requieren de un artefacto -la caja empática- que, mediante experiencias sensoriales, permite a los personajes fundirse físicamente con Mercer. A medida que la novela avanza, los lectores descubren que el mundo de Mercer, que inicialmente parece una experiencia artificial, tiene conexiones muy claras con el mundo real. De hecho, Mercer incluso aparece fuera de la simulación de la caja empática como personaje. Más adelante, Mercer le entrega un animal a John Isidore que ciertamente va a existir en el mundo real. Aun cuando Buster denuncia el mercerismo como una estafa ideada por cineastas de Hollywood, las experiencias místicas de los personajes no desaparecen y Rick Deckard consigue fusionarse físicamente con Mercer fuera de la caja empática. Es en esa última transposición entre lo que parecía una simulación y el mundo real en la que Mercer se convierte en Rick y Rick en Mercer que el protagonista encuentra una esperanza y se humaniza al acceder a la empatía de un modo que nunca lo había hecho
Asimismo, Buster, la celebridad que aparece en televisión constantemente, también es ambiguo en cuanto a su autenticidad. Incluso se dice que Buster mismo probablemente sea un androide y por eso puede aparecer en la televisión continuamente.
Los estados de ánimo de las personas en esta sociedad también parecen ser fabricadas. Cuando no es la televisión o la caja empática, es la máquina climatizadora Penfield. La novela abre con Iran y Rick discutiendo sobre los estados de ánimo y la posibilidad de inducirlos a través de una máquina.
En definitiva, lo real y lo artificial se confunde de tal modo que el ser humano pasa a estar en un lugar inestable donde todo es incierto.
El sentido de comunidad
Hemos visto que la novela presenta una serie de dicotomías: vivo/no vivo, real/artificial, inteligencia/simpleza. Desde el inicio de la novela cuando Rick reflexiona sobre cómo funciona la empatía establece una oposición entre los animales que considera solitarios y aquellos que son sociales. Para Rick, los animales gregarios, como los seres humanos, necesitan de la empatía para sobrevivir, mientras que para los animales carnívoros solitarios esa emoción no solo sería inservible, sino peligrosa. Las ideas de Rick muy probablemente están influenciadas por el mercerismo. Bajo esa religión, la experiencia mística coincide con la sensación de comunión con otros. Esto es lo que vive John Isidore cuando entra en la caja empática: “Experimentó la presencia de los demás, de los otros, incorporada la cháchara de sus pensamientos, escuchando en su propio cerebro el ruido de sus diversas existencias individuales” (p.35)
Sin embargo, la sociedad que se ha formado con los restos de civilización que han quedado no siempre es coherente. Con la necesidad de generar una sensación de comunidad conviven deseos más bien egoístas. Rick encarna esa búsqueda individual a través de su deseo de tener un animal de verdad. En ese sueño que Rick busca hacer realidad, Philip K. Dick parece estar representando la lógica del consumismo en una sociedad como la estadounidense. Las personas son motivadas a migrar a Marte porque si lo hacen serán dueños de un androide, los animales reales se han vuelto un bien de lujo y los precios astronómicos de algunas especies siguen la lógica de la oferta y la demanda, el mundo está más cerca de sucumbir ante la acumulación de basugre (desperdicio, desecho) que por la radiactividad. Rick es un individuo que sigue la lógica de capitalismo: trabaja para recibir una paga que solo desea gastar para adquirir un bien de lujo que además le aporta una mejor posición social por cómo es percibido por sus vecinos. Además, la Asociación Rosen está dispuesta a hacer cualquier cosa, sin importar qué tan poco éticas sean, con tal de trabajar en pro de los intereses de la compañía. En definitiva, los intereses individuales siguen siendo un motor fundamental en esta sociedad.
Paralelamente, desde el mercerismo el mensaje es que la humanidad solo se va a regenerar tras tanta degradación si se mantiene unida. La unión se alcanza mediante la empatía. La imagen de Wilbur Mercer subiendo la colina es una metáfora de esta idea precisamente: la humanidad solo puede ascender desde el abismo en el que se encuentra fusionándose físicamente con todos los demás. En la siguiente cita vemos eso reflejado con claridad: “Tanto a ellos como a él [John Isidore] solo les importaba una cosa: esa fusión de mentalidades orientaba su atención a la colina, a la pendiente, a la necesidad de ascender” (p.35).
La inteligencia
En la novela se destaca la capacidad mental de los androides. El desarrollo de la inteligencia artificial en esta sociedad es cada vez mayor, lo que dificulta diferenciar a un androide de un humano. Por el contrario, la inteligencia de los humanos se encuentra amenazada por la radioactividad de la capa de polvo que ahora cubre la Tierra.
Frente al desarrollo constante de la inteligencia artificial, la de los humanos peligra. Rick reconoce que es solo una cuestión de tiempo para que sus diagnósticos muestren una degeneración; por ahora es una persona normal que tiene sus facultades y puede trabajar, pero eso puede cambiar por la exposición al polvo radiactivo.
John Isidore ya es víctima de una degeneración que lo ha convertido en un “cabeza hueca”, una persona con capacidades intelectuales disminuidas. Esa condición lo hace descender en la escala social y limita sus posibilidades. En primer lugar, solo puede acceder a trabajos no calificados, vive en las afueras de la ciudad y no le está permitido emigrar a Marte porque traería con él las mutaciones que los colonos quieren evitar.
El trato diferenciado entre personas inteligentes y personas “cabeza hueca” muestra la hipocresía de la sociedad que imagina el Gobierno para el futuro. Por un lado, el principio que supuestamente rige esa sociedad es la empatía por toda forma de vida auténtica. No obstante, existe una clara diferenciación entre categorías más o menos valoradas dentro de ese universo de seres vivos. La ironía que surge de todo esto es que John Isidore, sin importar sus limitaciones, es quien encarna la idea más elevada del ser humano por su extraordinaria capacidad empática que se mantiene intacta a lo largo de toda la novela.
La religión
La novela plantea una diferencia importante entre la religiosidad y la auténtica religión, es decir, contrasta el dogmatismo y la admiración por un ídolo con los verdaderos fundamentos de una religión. Si bien Mercer es develado como un fraude, los principios del mercerismo no pierden su fuerza y su valor.
En la novela el mercerismo es la religión dominante. Esta consiste en la fusión de la humanidad con la figura de Wilbur Mercer, quien está viviendo un calvario. Al compartir el sufrimiento de Mercer, los seguidores entran en comunión. El principio más importante de esta religión es la empatía, que es lo que permite esa comunión. Esta figura mesiánica es quien va a permitir que la humanidad se regenere.
Cuando en el programa del amigable Buster denuncian que Mercer es solo un viejo actor alcohólico, algunos fieles seguidores del mercerismo como John Isidore se sienten defraudados. No obstante, es el mismo John Isidore el que reflexiona sobre la autenticidad detrás del fraude. Para él, puede haber caído el ídolo, pero el espíritu detrás de la religión y los valores que trasmitía siguen siendo verdaderos y valiosos. Los androides esperan que la caída del ídolo cambie la realidad para ellos porque destruye también la noción de que la empatía es la emoción que debe regir a la humanidad. Sin embargo, esto no es lo que sucede porque la humanidad necesita de la espiritualidad y deposita en las religiones principios que le son esenciales para su supervivencia. Todo esto es algo que los androides no pueden comprender.
La decadencia
La Tierra está experimentando un proceso de decadencia a partir del desastre nuclear que ha dejado una capa de polvo radiactivo que lo cubre todo. Aparte de las consecuencias degradantes producto de la guerra, existe también una decadencia que surge de la acumulación de basugre, ese concepto que hace referencia a todos los objetos inservibles que quedan sin uso. En definitiva, se refiere a la basura o al desperdicio. En parte, el concepto de basugre que Philip K. Dick desarrolla en su novela es una metáfora de la ruina. A medida que las personas dejan la Tierra para mudarse a una colonia en otra parte del espacio, todo lo que dejan atrás se convierte en desecho, en objetos inservibles que se van a acumulando. Lo que está en uso o vigente, lo no-basugre, va perdiendo lugar a medida que la basugre avanza.
En la novela, la decadencia a la que está sujeto el mundo es también una oportunidad. Frente a la constante degradación surge el impulso de renacer o regenerarse. La vida tiende a buscar el modo de surgir en medio de las ruinas. Los momentos en los que aparece una forma de vida en medio de la desolación del planeta, hay una oportunidad de renacer. Un ejemplo de esto sería la araña que encuentra John y, luego, la que le entrega Mercer. Por otra parte, vemos que esta posibilidad de renacer precisamente en medio de la decadencia también es real para los seres eléctricos, cuyo impulso de supervivencia se activa a partir de la amenaza de ser destruidos. Por supuesto, esta decadencia no se circunscribe al ámbito de lo material; también se puede ver reflejada en la autopercepción que tiene la humanidad de sí misma. El hecho de que la sociedad catalogue a las personas con capacidades intelectuales disminuidas como Isidore de "cabezas huecas" y no les permitan emigrar a Marte también da cuenta de que existe una decadencia moral a partir de la cual la humanidad discrimina a aquellas personas que considera inferiores.
La manipulación
Varios personajes en la novela experimentan manipulación por parte de distintos agentes. En primer lugar, la novela alude al control que intenta ejercer el Gobierno sobre los ciudadanos que han quedado atrás y no migraron a la nueva colonia en Marte. Uno de los modos en los que el Gobierno intenta manipular a los ciudadanos es por medio de la propaganda: “Los carteles, anuncios televisivos y correo basura del gobierno machacaban con esta consigna: ‘¡Emigra o degenera! ¡La decisión es tuya!’” (p.19). Asimismo, el Gobierno parece estar muy interesado en mantener el control sobre lo que las personas consideran real o artificial. Por ejemplo, los Gobiernos que quedan en la Tierra coordinan los esfuerzos por mantener vigentes las pruebas que descartan la humanidad en los androides que han sido construidos para emular a los humanos en todos los aspectos.
Por otra parte, los medios masivos de comunicación son clave para controlar el pensamiento de los ciudadanos. En esta sociedad los medios son omnipresentes e insistentes. John Isidore, por ejemplo, es un personaje que muestra la vulnerabilidad de la población ante la manipulación de los medios que continuamente apelan a las emociones de los televidentes para formar sus opiniones. Buster cumple la función de instalar el relato que más conviene. Los androides mismos depositan cierta esperanza en Buster cuando creen que al desenmascarar el mercerismo como una religión falsa las personas pueden desterrar el culto a la empatía y quizá integrar a los androides al mundo.
Otro agente de manipulación es, sin duda, la Asociación Rosen. Esta compañía está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de mantener activa la producción de androides. Rachael Rosen le confiesa a Rick que la compañía tiene el propósito de manipular sus sentimientos para que desarrolle empatía por los androides y no sea capaz de “retirarlos”.
Finalmente, la figura de Mercer también es otro agente de manipulación. Iran y John Isidore son dos ejemplos de ciudadanos devotos al mercerismo. Cuando Rick está por abandonar la misión de retirar a los androides, Mercer es quien lo empuja a cumplir con su cometido. Sin embargo, en este caso, aun cuando se desenmascara la verdad detrás de la figura de Mercer, los principios de la religión permanecen intactos y son ellos los que le permiten a Rick cambiar su perspectiva y alcanzar cierta satisfacción hacia el final de la novela.