“Guárdate de la Medusa” (p.102) (Metáfora)
Al salir de casa de Norton, Pritchard le hace esta advertencia a Pelletier. La metáfora refiere claramente a Norton, pero no es de fácil resolución para Pelletier, quien se queda prendido de la frase e intenta por todos los medios desentrañarla: ¿por qué Pritchard se refiere a Norton como una Medusa? “Cuando Perseo le cortó la cabeza a Medusa de su cuerpo salió Crisaor; el padre del monstruo Geríones, y el caballo Pegaso (…), el caballo alado, que para mí representa el amor” (p.102), le dice Pelletier a Espinoza. Sin embargo, afirma también que Pritchard no sabe de mitología clásica. Por ende, la metáfora refiere sencillamente a que Norton representa un peligro: “Me pone, nos pone, en guardia” (p.103), sostiene. A su vez, también ofrece una segunda interpretación del pasaje, bajo la cual Pritchard “se ve a sí mismo como Perseo, el asesino de la Medusa” (p.103). Ante esta interpretación, los amigos temen por el peligro que pueda llegar a estar corriendo su amiga.
“[Hablaron] de la necesidad de los celos, como si los celos fueran necesarios en medio de la noche. Para no mencionar la dulzura y las heridas abiertas que en ocasiones, y bajo ciertas miradas, son golosinas” (p.107) (Símil)
A pesar de ofenderse, ante la pregunta de Norton, por los celos que Pelletier y Espinoza sienten de Pritchard, los amigos hablan de los celos en un intercambio que se pretende intelectual. En principio lo hacen refiriéndose a los celos de un modo distante, racional. Sin embargo, poco a poco aparece la idea de una “necesidad de los celos” (p.107) y, finalmente, se compara la dulzura de las heridas y los celos a la dulzura de las golosinas, de forma tal que la valoración de este sentimiento cobra un tinte positivo.
“Entraron por el sur de Santa Teresa y la ciudad les pareció un gran campamento de gitanos o de refugiados dispuestos a ponerse en marcha a la más mínima señal” (p.158) (Símil)
Esta comparación de la ciudad con un centro de refugiados da cuenta de la mirada europeísta sobre el territorio latinoamericano que tiene el grupo de críticos. Más adelante, dice el narrador:
Durante el regreso al hotel desapareció la sensación de estar en un medio hostil, aunque hostil no era la palabra, un medio cuyo lenguaje se negaban a reconocer, un medio que transcurría paralelo a ellos y en el cual solo podían imponerse, ser sujetos únicamente levantando la voz, discutiendo, algo que no tenían intención de hacer (p.160).
En este “campamento de gitanos”, los amigos europeos parecen no tener otro rol a asumir que el de los invasores que se imponen.
“Y sí, en efecto, asistieron a la barbacoa de borrego, y sus movimientos fueron medidos y discretos, como los de tres astronautas recién llegados a un planeta donde todo era incierto” (p.184) (Símil)
Los críticos europeos deciden no levantar la voz ni imponerse ante el “medio hostil” (p.160) que los rodea en México. En el pasaje, sus movimientos se comparan con los de tres astronautas en un espacio desconocido y, por ende, peligroso. El medio, el planeta, hostil o no, entonces, se entiende como ajeno e incomprensible. Así, en lugar de poder reconocer aquello que los une al lugar y la gente en la barbacoa (el interés por la literatura o la lengua española quizá sean los más evidentes), se comportan como si estuvieran en otro planeta.
“Un olor a carne y a tierra caliente se extendió por el patio bajo la forma de una delgada cortina de humo que los envolvió a todos como la niebla que precede a los asesinatos” (p.185) (Símil)
Eventos sencillos y pedestres como una barbacoa pueden convertirse, por la percepción que los críticos tienen de Santa Teresa, en situaciones inquietantes. La comparación del humo de la comida con una neblina que precede a un crimen, una imagen muy popular en el cine de terror, resultaría arbitraria si no fuera porque, de antemano, los amigos se encuentran descolocados e incómodos en Santa Teresa. Les cuesta comprender el lugar, están inquietos. Sin embargo, la presencia de esta neblina “que se esfumó de manera misteriosa” (p.185), efectivamente termina antecediendo, no a un crimen, sino al relato de un estudiante que, páginas más adelante, cuenta los atroces femicidios que están ocurriendo en la zona. Así, aunque la comparación parezca exagerada, cobrará más adelante -sobre todo en la “La parte de los crímenes”- otro sentido. Pareciera que este símil en apariencia poético conecta con la intuición de los críticos respecto a los terribles crímenes que se están cometiendo en el territorio.
“A partir de ese momento la realidad, para Pelletier y Espinoza, pareció rajarse como una escenografía de papel” (p.191) (Símil)
A partir de la partida de Norton, los amigos experimentan un cambio en la percepción de la realidad, la cual se raja como si se tratara de un papel. Esta comparación da a entender que se les revela algo nuevo, algo diferente que se presenta en los siguientes términos: “Al caer [la realidad] dejó ver lo que había detrás: un paisaje humeante, como si alguien, tal vez un ángel, estuviera haciendo cientos de barbacoas para una multitud de seres invisibles” (p.191).
Como vemos, este cambio en la percepción de los personajes no es fácil de nombrar, por lo que la narración recurre entonces a otro símil, más extraño, aún, que el primero. Este recurso de comparar imágenes ya de por sí abstractas con otras aún más líricas e imaginativas se hace presente en el texto en más de una ocasión y promueve un efecto de enrarecimiento del entorno. Muchas veces, este efecto anticipa situaciones extrañas o, por el contrario, no se resuelve y simplemente abona a un clima de inquietud constante.
Cabe resaltar que esta comparación se hace pocas páginas después de que, efectivamente, los críticos asistan a una barbacoa que, como vimos en el símil anterior, resultó perturbadora para sus sentidos.