Canto general

Canto general Resumen y Análisis Cantos VII-IX

Resumen

Canto VII – Canto general de Chile

En esta sección, el autor se enfoca tanto en la flora y la fauna chilena como en la opresión política que sufre su país nativo, y en la vida de sus habitantes.

Comienza con un poema introductorio llamado “Eternidad”, en el que describe la relación entre la naturaleza chilena y el yo lírico. Luego, Neruda escribe varios poemas en los que se destaca la nostalgia y el deseo de regresar a su tierra natal. Tras esto, le dedica un poema al océano chileno, y se enfoca en diferentes actividades laborales ligadas al trabajo manual: la talabartería, la alfarería y el trabajo en los telares. Después, hay un poema dedicado a las inundaciones sufridas en el país y a un terremoto. Tras eso, describe distintas zonas de Chile y les dedica poemas a cuatro escritores contemporáneos del autor. El canto finaliza con una oda al río Mapocho.

Canto VIII – La tierra se llama Juan

Este canto está integrado por una serie de poemas dedicados a distintos obreros anónimos de diferentes zonas del continente americano: zapateros, agraristas, mineros, trabajadores del banano, entre otros. Luego de los catorce poemas dedicados a estos trabajadores, aparece un poema llamado “Catástrofe en Sewell”, que describe la llamada “Tragedia del Humo” ocurrida en una mina metalífera en Chile.

El último poema del canto le da título a la sección: “La tierra se llama Juan”. En este poema, el yo lírico le habla a un tal “Juan”, quien, según el yo lírico, estuvo y está desde siempre en el continente, realizando todo tipo de trabajos mientras suceden los diferentes procesos históricos.

Canto IX – Que despierte el leñador

Este canto está dedicado a Estados Unidos, tanto a su población como a su naturaleza. Además, aborda la situación económica, concentrándose en el funcionamiento del capitalismo, y en diferentes cuestiones de índole política. Comienza con un epígrafe de San Lucas. Luego aparece el primer poema, llamado igual que el canto y fechado en 1948. Los cinco poemas restantes se llaman: "Pero además han encontrado...", "Yo también más allá de tus tierras...", "Pero si armas tus huestes...", "Que nada de esto pase..." y "Paz para los crepúsculos...".

Análisis

Canto VII – Canto general de Chile

Tal como lo sugiere su título, este canto es una versión de la obra entera pero concentrada en un solo país: Chile. El Canto general canta a toda América, describe flora, fauna, hechos políticos, habitantes; el “Canto general de Chile” hace, en esencia, lo mismo, pero en pequeña escala, con el país trasandino.

El poema introductorio, “Eternidad”, es, de hecho, comparable a “Amor América”, el poema introductorio del libro. En ambos predomina el tono metafísico en el que la naturaleza es descrita como una fuerza arrasadora, virgen, eterna: “De dónde vengo, sino de estas primerizas, azules/ materias que se enredan o se encrespan o se destituyen/ o se esparcen a gritos o se derraman sonámbulas” (“Eternidad”, p. 223).

Una diferencia fundamental entre aquel poema que introduce al continente entero y este que hace lo suyo con el país trasandino es que, en este último, el yo lírico está presente. Vive en esa tierra para la que escribe:

En las noches duermo como los ríos, recorriendo

algo incesantemente, rompiendo, adelantando

la noche natatoria, levantando las horas

hacia la luz.

(p. 223).

Esta presencia del yo lírico está en consonancia con lo que viene sucediendo en los últimos cantos, sobre todo en “América, no invoco tu nombre en vano”.

A esta presencia del yo lírico, metafísica, no realista, se le puede encontrar una correspondencia en los hechos históricos: Neruda compone estos poemas desde el extranjero. Si bien aún no se ha tenido que exiliar, su carrera política lo ha llevado a vivir en Francia y en México (en ambos países ejerce el rol de cónsul). De hecho, tras esta introducción aparecen tres poemas melancólicos en los que el yo lírico expresa su anhelo por regresar a su tierra: “Himno y regreso”, “Quiero volver al sur” y “Melancolía cerca de Orizaba”. En “Himno y regreso”, el yo lírico dice:

Patria mía: quiero mudar de sombra.

Patria mía: quiero cambiar de rosa.

Quiero poner mi brazo en ti cintura exigua

y sentarme en tus piedras por el mar calcinadas.

(p. 225)

Dentro de la especificidad de este canto dedicado a Chile, el yo lírico se detiene en tres oficios manuales característicos del país: la talabartería, la alfarería y los telares. Estos oficios tienen la característica de ser realizados por obreros de clase baja que, en gran parte, han heredado el oficio de sus padres. El hecho de que Neruda haya escogido estos oficios se corresponde con la idea, planteada en “Eternidad”, de un país que aún mantiene su esencia intacta pese al paso del tiempo y los avatares políticos.

Hemos dicho que, en este canto, el autor se dedica a describir la naturaleza general de Chile. Lo interesante es que, además de la flora y la fauna, hay dos poemas dedicados a los accidentes geográficos: las inundaciones y los terremotos. El terreno chileno, por su ubicación entre el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, está constantemente azotado por estos accidentes naturales. En el poema dedicado a las inundaciones, el yo lírico destaca que los que más sufren en estos casos son los pobres: “Los pobres viven abajo esperando que el río/ se levante en la noche y se los lleve al mar” (“Inundaciones”, p. 232). Muchos de los asentamientos de clase baja en Chile (y en otras zonas del mundo, no solo de Latinoamérica) se producen a la vera del río, en terrenos muy difíciles de habitar, ya que están constantemente sometidos a las crecidas. Así, Neruda une una condición particular de la naturaleza chilena con un problema político, de clases sociales.

Otra particularidad de este canto es la aparición de poemas dedicados a escritores chilenos contemporáneos al autor: Tomás Lago, Ruben Azócar, Juvencio Valle y Diego Muñoz. A diferencia de aquellos poetas europeizados que condena en “Los poetas celestes”, de la sección “La arena traicionada”, estos escritores se destacaron en vida no solo por su obra sino por sostener una militancia activa, en pos de mejorar las condiciones de vida del pueblo. Por ejemplo, Tomás Lago dedica su vida a acercar el arte al pueblo y, de hecho, es definido por Nicanor Parra como el “profeta del arte popular chileno”; mientras que Juvencio Valle forma parte del Partido Comunista y, en 1978 (fecha posterior a la obra, pero que nos es útil para demostrar su militancia), se convierte en uno de los fundadores de la Comisión Chilena de Derechos Humanos que revisa los crímenes del dictador Augusto Pinochet.

Canto VIII – La tierra se llama Juan

Hasta este momento de la obra, Neruda recorre la historia latinoamericana tanto a través de los grandes próceres o tiranos que marcaron el curso del continente como de las importantes tragedias o proezas que sucedieron en el suelo americano. En este canto, por primera vez, Neruda se dedica a retratar a los sujetos anónimos que habitan y habitaron el continente.

Ya desde el título queda clara la perspectiva que adopta el autor en este canto: “La tierra se llama Juan” es un modo metafórico de decir que la esencia latinoamericana es anónima, que el continente, en realidad, no debería llevar el nombre de un conquistador (Américo Vespucio), sino el de aquellos que trabajaron y trabajan la tierra, desde siempre, con sus manos. La idea es que “Juan” son todos los trabajadores del continente.

En este canto, a diferencia de lo que sucede en los otros, el poema conceptual que aborda las ideas fundamentales de la sección no aparece primero (como sucede con “Amor América” o “Tal vez, tal vez el olvido”, en otros cantos), sino al final, en el poema llamado, precisamente, “La tierra se llama Juan”. Allí, el yo lírico afirma:

Detrás de los libertadores estaba Juan

trabajando, pescando y combatiendo (…).

Sus huesos están en todas partes

pero vive.

(p. 269)

En esta cita aparece uno de los conceptos fundamentales de este canto: la historia latinoamericana sucedió (y sucede) gracias a Juan, gracias a los trabajadores. La gloria de los libertadores no podría haber existido sin miles de “juanes” que consiguieran alimento, o que construyeran los fuertes, o que murieran anónimamente en combate. Además, aunque muera, aunque sus huesos estén en todas partes, Juan sigue viviendo. Porque no es un ser humano, sino un ideal del trabajador. Como postula en la siguiente cita, es imposible para los opresores derrotar a Juan:

Lo ataron, y ahora es decidido soldado.

Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana.

Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas.

Lo enterraron, y viene cantando con nosotros.

(p. 269)

En este poema, además, aparecen unos versos que demuestran la clara filiación de Neruda con el socialismo soviético:

Tus raíces

árbol de humanidad,

árbol de eternidad,

hoy están defendidas con acero,

hoy están defendidas con tu propia grandeza

en la patria soviética.

(p. 269)

Recordemos que en la Unión Soviética, desde 1917, año en el que la Revolución Rusa derroca al zar, hasta 1989, el gobierno es socialista y, en teoría, son los trabajadores (los juanes) quienes están en el poder. La idea socialista de Neruda que atraviesa este canto es que en Latinoamérica, así como en la Unión Soviética, los trabajadores llegarán a tomar el poder cuando advenga la revolución. Así lo dicen los últimos versos del mismo: “Que avance a la lucha final, hacia la estrella/ la unidad de tus rostros invencibles” (p. 269).

Ahora bien, “La tierra se llama Juan” es, como hemos dicho, el poema más conceptual del canto que lleva el mismo nombre. La mayor parte de este canto está compuesto por poemas que Neruda les dedica a trabajadores de distintas partes de Latinoamérica. Cada uno de estos poemas lleva como título el nombre y el apellido del trabajador, así como su oficio y de dónde es. Por ejemplo: “Cristóbal Miranda (Palero, Tocopilla)” o “Margarita Naranjo (Salitrera, Antofagasta)”. Neruda conoció a algunos de esos trabajadores personalmente. Estos poemas tienen la forma del testimonio, como si Neruda hubiera convertido en poema las historias que le narraron estos trabajadores:

Sí, señor, José Cruz Achacalla (…)

Hace ya

cuarenta años, era yo entonces

un niño hambriento. Los mineros

me recogieron. Fui aprendiz

y en las oscuras galerías,

uña por uña contra la tierra,

recogí el estaño escondido.

(“José Cruz Achacalla (Minero, Bolivia)”, p. 260)

A otros de los trabajadores Neruda no los conoció personalmente, pero los destaca por haber sufrido la opresión y tortura, e incluso haber muerto a manos de las fuerzas policiales (que, a su vez, eran serviles a los patrones que explotaban a estos trabajadores). Muchos de estos poemas, aun cuando quien habla está muerto, también están narrados en primera persona, en forma de testimonio, lo que genera un efecto de conmoción mucho más poderoso en el lector:

Estoy muerta. Soy de María Elena.

Toda mi vida la viví en la pampa.

Dimos la sangre para la Compañía

norteamericana, mis padres antes, mis hermanos.

Sin que hubiera huelga, sin nada nos rodearon.

Era de noche, vino todo el Ejército…”

(“Margarita Naranjo (Salitrera, Antofagasta)", p. 259)

Además de los poemas dedicados a los trabajadores y el poema llamado “La tierra se llama Juan”, en el canto hay un poema titulado “Catástrofe en Sewell”. La catástrofe ocurrida en Sewell también es llamada la Tragedia del Humo. Es el mayor accidente ocurrido en la historia en una mina metalífera a nivel mundial. Sucedió el 19 de junio de 1945 a 120 kilómetros de Santiago de Chile. Murieron allí 355 trabajadores. El poema es un homenaje a ellos y un recordatorio del sufrimiento y de las condiciones laborales de explotación en las que viven los trabajadores latinoamericanos:

Cada minuto y cada hora

la sangre nuestra cae, Chile muere.

Hoy es el humo del incendio, ayer fue el gas grisú

anteayer el derrumbe

mañana el mar o el frío.

(p. 267)

Canto IX – Que despierte el leñador

Dentro de la obra (así como dentro del continente), Estados Unidos tiene un lugar muy particular. Esto se debe a que, por un lado, es un país que forma parte del suelo americano y, así como el resto de los países americanos, fue colonizado de manera brutal y comparte gran parte de su historia opresiva. Sin embargo, por otro lado, la historia política y económica de Estados Unidos, ya desde comienzos del siglo XX, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, es diferente, por no decir radicalmente opuesta, a la de Latinoamérica.

En la segunda década del siglo XX, Estados Unidos ya es una potencia económica mundial. Mientras que el resto de los países latinoamericanos, con una economía frágil, sigue sufriendo la opresión extranjera, Estados Unidos comienza a erigirse como la nación que determinará el pulso de la economía mundial. El capitalismo, que en el siglo XIX alcanza su madurez en Europa, llega en el siglo XX, en Estados Unidos, a su apogeo. Desde la perspectiva comunista de Neruda, en las bases del capitalismo está la explotación y la opresión de aquellos que menos tienen, ya sean habitantes del mismo país o de otras naciones. De hecho, como hemos visto, en el canto “La arena traicionada”, Neruda les dedica varios poemas críticos a los empresarios que dirigen aquellas compañías norteamericanas que obtienen sus ganancias explotando el suelo latinoamericano. Les critica, fundamentalmente, que estén traicionando a su propio continente.

He aquí, entonces, la contradicción que afronta Neruda dentro de su Canto general: el continente americano es idealizado, pero Estados Unidos, que es parte importante del mismo, se erige, a la vez, como enemigo de su propia tierra. A diferencia de los “traidores” que aborda en “La arena traicionada”, Estados Unidos no es un tirano de carne y hueso, una persona en particular, servil a los opresores, ni tampoco un conjunto de empresas; es un país, con una gran población que no forma parte del sistema explotador, y una naturaleza que, por supuesto, también está libre de culpas.

En el canto “Que se despierte el leñador”, Neruda busca resolver la disyuntiva entre Estados Unidos como enemigo del continente y Estados Unidos como parte del continente dedicando sus poemas, precisamente, a esa población explotada, inocente y, por lo tanto, verdaderamente americana, así como también a su naturaleza pura.

Por ejemplo, en el primer poema, llamado como el canto, el yo lírico glorifica la naturaleza y se integra a ella tal como lo hizo con el resto del continente. Así, hermana a la naturaleza estadounidense con la del resto de América, integrándola:

América extendida como la piel del búfalo,

aérea y clara noche del galope,

allí hacia las alturas estrelladas,

bebo tu copa de verde rocío.

("Que despierte el leñador", p. 273)

En este mismo poema introductorio, en el que (como suele hacer en cada canto) sienta las bases conceptuales de la sección, el yo lírico también loa a los trabajadores norteamericanos, sobre todo a aquellos que trabajan la tierra:

Amo el pequeño hogar del farmer. Recientes madres

duermen

aromadas como el jarabe del tamarindo, las telas

recién planchadas.

(p. 274)

Estos trabajadores rurales se oponen a aquellos estadounidenses que viven en las grandes ciudades, como Nueva York, que es nombrada varias veces en la obra (por ejemplo, en los poemas “Los abogados del dólar” o “Los satrapías”) como símbolo del capitalismo despiadado, inhumano. Además, tal como lo indica el nombre del canto, el yo lírico exhorta a esos pobladores explotados a levantarse en contra del sistema capitalista que los oprime y domina su patria. Tras una larga loa al socialismo de la Unión Soviética, el yo lírico los exhorta a desafiar el capitalismo y abrazar a sus hermanos latinoamericanos:

Por eso a ti, muchacha de Arkansas o más bien

a ti joven dorado de West Point

a ti, mecánico de Detroit o bien

a ti cargador de la vieja Orleans, a todos

hablo y digo: afirma el paso (…)

Tú eres

lo que soy, lo que fui, lo que debemos

amparar, el fraternal subsuelo

de América purísima, los sencillos

hombres de los caminos y las calles.

(p. 275)

En relación al fechado del primer poema (y, por ende, del canto) en 1948, este responde a las elecciones presidenciales que se llevaron a cabo en Estados Unidos en ese año. El ganador de dichas elecciones fue Harry Truman, quien es denostado por Neruda en dos poemas de la obra (“Puerto Rico” y “Los satrapías”). En ambos poemas, el yo lírico lo acusa de asesino y de ser un capitalista que se aprovecha de los países latinoamericanos. Es importante destacar que Truman fue quien impuso la llamada “Doctrina Truman”, que tenía como objetivo combatir el comunismo.

Otro punto interesante de este canto está en el epígrafe de San Lucas que lo encabeza: “…Y tú, Capharnaum, que hasta/ los cielos estás levantada, hasta los/ infiernos serás abajada…” (p. 273). Esta cita pertenece al Nuevo Testamento. Capharnaum (o Cafarnaún) fue una ciudad en donde, según el libro religioso, habitaban muchos herejes. La profecía de Lucas, aquí, es utilizada por Neruda como un paralelismo para anunciar que a Estados Unidos también le llegará la hora de caer y perder su lugar de primera potencia mundial.

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