Canto general

Canto general Resumen y Análisis Cantos XIII-XV

Resumen

Canto XIII – Coral de año nuevo

En este canto, el yo lírico, autodenominado “fugitivo”, homenajea a quienes luchan, como él, contra el gobierno de González Videla.

El primer poema, llamado “Saludo”, está fechado en 1949. Aquí, el yo lírico les desea felicidades por el Año Nuevo a los chilenos que están padeciendo la dictadura. Luego aparecen, de nuevo, poemas en contra de González Videla y otros políticos y capitalistas, tanto chilenos como extranjeros, que se apropian de Chile y obtienen ganancias a costas del sufrimiento del pueblo. El canto finaliza con otro saludo de Año Nuevo, en este caso, dedicado a la patria, con un poema llamado “Feliz año para mi patria en tinieblas”.

Canto XIV – El gran océano

Este canto está dedicado a los océanos que rodean Latinoamérica, tanto el Pacífico como el Atlántico. Los evoca como los grandes creadores de la tierra, el lugar sagrado en el que nació la vida. Además, le dedica, en particular, varios poemas a la isla chilena Rapa Nui, rodeada por el Océano Pacífico. También evoca los puertos, los navíos y aquellos que los comandan. Por otro lado, en varios poemas describe diferentes especies marinas, como el albatros, otras aves y moluscos.

Canto XV – Yo soy

El último canto del libro está compuesto por poemas autobiográficos que retratan desde la infancia del autor hasta su actualidad.

El primer poema, llamado “La frontera”, está fechado en 1904, año en el que nace Pablo Neruda. A partir de allí, aparecen poemas, con diferentes fechas, que abordan distintos momentos de la vida del autor. Por ejemplo, “La estudiante”, fechado en 1923, narra el enamoramiento del autor a sus 19 años. “La guerra”, fechado en 1936, narra su experiencia en torno a la Guerra Civil Española. El último poema del libro se llama “Termino aquí” y está fechado en 1949. Este narra, desde la voz del autor, el final del Canto general.

Análisis

Canto XIII – Coral de año nuevo

Este es otro canto que se sitúa plenamente en el país nativo del autor. Si bien a lo largo del Canto general hay un recorrido por los sufrimientos de las distintas patrias latinoamericanas y por los tiranos de distinta índole que causan tales sufrimientos, Chile tiene siempre, dentro de la obra, un lugar preponderante.

De hecho, el autor le dedica a su patria específicamente varios cantos: “Canto general de Chile”, “El fugitivo”, “Las flores de Punitaqui” y este último, “Coral de año nuevo”. Esta especificidad se debe a dos razones: por un lado, el autor tiene una conexión emotiva con su país, que lo conduce a, por ejemplo, dedicarle poemas enteros a su flora y su fauna; por otro lado, la obra está atravesada por sucesos autobiográficos que suceden en Chile, como los narrados en “El fugitivo” o en “Las flores de Punitaqui”.

En “Coral de año nuevo” aparece, en primer lugar, dicha conexión emotiva con Chile. El “Saludo” que inaugura el canto, dedicado a los compatriotas de Neruda, está atravesado por la añoranza del autor, ya exiliado, de su propia patria:

Feliz año, chilenos, para la patria en tinieblas

feliz año para todos, para cada uno menos uno (…)

hombres, mujeres, niños, hoy a Chile, a vosotros

vuela mi voz, golpea como un pájaro ciego

tu ventana, y te llama desde lejos.

(p. 349)

Ahora bien, además de esa conexión emotiva, ya en esta cita se instala la cuestión autobiográfica. Ese único chileno al que Neruda no lo saluda por el Año Nuevo es, como no podía ser de otra forma, el dictador González Videla. En análisis previos hemos destacado que el autor no intenta borrar su voz dentro del Canto general, sino que, por el contrario, parte de su experiencia particular, desde su propia voz y biografía para narrar la historia general del continente. La recurrencia de la aparición de González Videla responde a esta lógica. Así como los países de Latinoamérica son muchos, pero Neruda se dedica especialmente a Chile, los tiranos que azotan el continente también son muchos, pero Neruda se dedica especialmente a González Videla, con quien, como hemos visto, ha tenido un conflicto político personal ya que ha sido este dictador quien ordenó su arresto.

Tras este saludo inicial a los chilenos, Neruda les dedica un poema a los hombres de Pisagua, llamado, justamente, “Los hombres de Pisagua”. Este poema tiene un importante trasfondo político: el gobierno de González Videla, a fines de la década del 40’, construye en Pisagua un campo de prisioneros en el que, fundamentalmente, encarcelan a militantes comunistas. A través de este poema, Neruda se solidariza con ellos en este comienzo del año 1949: “Antes que a nadie, a ellos mi saludo (…)/ fueron la patria perseguida, fueron/ todo el honor de la tierra que amo” (p. 351). Tras este poema, además, aparece otro titulado “Los héroes”, dedicado a dos compañeros militantes de Neruda (Félix Morales y Ángel Veas) que fueron asesinados allí, en Pisagua.

Luego de estos poemas, vuelve a aparecer otro dedicado a González Videla, a quien nuevamente acusa de traidor y de haberle robado la fe al pueblo:

En Chile no preguntan, los puños hacia el viento,

los ojos en las minas se dirigen a un punto,

a un vicioso traidor que con ellos lloraba

cuando pidió sus votos para subir al trono.

(“González Videla”, p. 355)

La traición de González Videla aquí no aparece únicamente por ser un americano que explota a los americanos (como en “La arena traicionada”), sino que se refuerza en el hecho histórico de que, durante su campaña presidencial, se alió al Partido Comunista y se mostró junto a los proletarios, logrando incluso el apoyo de Neruda.

Ahora bien, González Videla no es el único político al que apunta Neruda en este canto. En el poema llamado “Los mentirosos”, también nombra a Manuel Trucco, Hernán Santa Cruz, Enrique Berstein, Germán Vergara. Los califica como los mentirosos que hunden a Chile en la miseria. En el siguiente poema, llamado “Serán nombrados”, el yo lírico se reprocha, en primer lugar, haber escrito esos nombres que deberían ser insignificantes, y luego, como ya lo ha hecho en “Tal vez, tal vez el olvido”, reafirma su rol como aquel que debe decir la verdad, aunque esta sea dolorosa: debe nombrar a los tiranos, aunque estos no lo valgan, porque solamente así el pueblo recordará sus nombres y habrá justicia:

Mientras escribo mi mano izquierda me reprocha.

Me dice: por qué los nombras, qué son, qué significan.

Por qué no los dejaste en su anónimo lodo (…)

Y mi mano derecha le responde: Nací

para golpear las puertas, para empuñar los golpes,

para encender las últimas y arrinconadas sombras

en donde se alimenta la araña venenosa.

(p. 360)

El resto del canto continúa en esta línea, mezclando poemas dedicados a militantes con otros de añoranza de la patria, y poemas dedicados a criticar a los gobernantes chilenos de turno. Finalmente, le dedica un saludo de Año Nuevo a la patria, a su naturaleza que, al igual que los habitantes, se encuentra en tinieblas por culpa de la dictadura que azota al país.

Canto XIV – El gran océano

Hemos dicho previamente que la poesía de Neruda, más allá del Canto general, tiene una estrecha relación con el agua. Lagos, ríos y mares aparecen como símbolos de vida dentro de su obra. En este anteúltimo canto, el autor, tras haber ahondado en las miserias y las proezas de la historia latinoamericana, se dedica a cantarle a los océanos, erigiéndolos como la fuente pura de la que nació el mundo, la tierra, los hombres. El yo lírico construye poéticamente a los océanos como una fuerza que acompaña a la historia pero es más grande aún que ella: “El mar llenó de sal y mordeduras su magnitud/ creó la tierra y desató la espuma (…)/ y en sus orillas se fundó la sangre” (“Los nacimientos”, p. 370).

Como vemos en la cita precedente, el mar está exento de responsabilidad por la crueldad y por la violencia, simbolizada con la sangre. El mar creó el mundo, pero fue en la orilla, en la tierra donde apareció la sangre. Más adelante, en el mismo poema, el yo lírico le habla en segunda persona al océano y retoma así este concepto, sumándole la idea de que este es más trascendental que la historia humana:

La tierra hizo del hombre su castigo.

Dimitió bestias, abolió montañas,

escudriñó los huevos de la muerte.

Mientras tanto en tu edad sobrevivieron

las aspas del transcurso sumergido,

y la creada magnitud mantiene

las mismas esmeraldas escamosas.

(p. 371)

En este canto, Neruda construye una especie de cosmogonía marítima: un mundo a partir del océano. Los poemas que integran el canto pueden dividirse en cuatro grupos:

1) Poemas relacionados con la existencia, la sabiduría y la muerte: “Los peces y el ahogado”, “La muerte”, “A una estatua de proa”, “El hombre en la nave”, “Los enigmas”, “Phalacro-corax”, “La noche marina”.

2) Poemas relacionados con las sociedades creadas en torno al océano: “Los hombres y las islas”, “Rapa Nui”, “Los constructores de estatuas”, “La lluvia”, “Los oceánicos”.

3) Poemas relacionados con las condiciones de explotación que sufren las personas que trabajan en actividades ligadas al mar: “Los hijos de la costa”, “Los puertos”, “Los navíos”, “Las aves maltratadas”.

4) Poemas relacionados con la naturaleza del mar: “Antártica”, “Las piedras de la orilla”, “Mollusca gongorina”, “No sólo el albatros”.

En el primer grupo de poemas, el mar aparece como una entidad sabia, que conoce tanto los secretos de la vida como de la muerte. Estos textos están atravesados por un marcado tono metafísico: “Yo os quiero decir que esto lo sabe el mar,/ que la vida en sus arcas/ es ancha como la arena, innumerable y pura” ("Los enigmas", p. 395).

En el segundo grupo de poemas hay una progresión histórica: ya no se habla de los océanos en sí, sino en relación con los hombres que nacieron y crearon sus vidas en torno a estos. Fundamentalmente, se menciona a la isla Rapa Nui (también llamada Isla de Pascua), que es territorio chileno, aunque se encuentra a 3700 kilómetros del continente. Esta isla se destaca por la cultura ancestral de la etnia rapanui, y por las estatuas enormes con forma de humanos llamadas “moai”. En estos poemas, los hombres aparecen como un producto del océano: vitales, puros y poderosos como este. En el poema llamado, precisamente, “Rapa Nui”, el yo lírico dice:

Tu roca religiosa fue cortada

hacia todas las líneas del Océano

y los rostros del hombre aparecieron

surgiendo de la entraña de las islas.

(p. 374)

En el tercer grupo de poemas, la relación del océano con los hombres aparece atravesada por los conflictos políticos que aborda Neruda durante toda la obra. La relación entre opresores y oprimidos también tiene aquí su lugar:

Parias del mar, antárticos

perros azotados,

yaganes muertos sobre cuyos huesos

bailan los propietarios que pagaron

por tarifa los cuellos altaneros

cercenados a golpe de navaja.

(“Los hijos de la costa”, p. 382)

En el último grupo de poemas, el hombre vuelve a estar ausente y el yo lírico, así como lo ha hecho con la tierra americana durante gran parte del libro, se sumerge en la flora y la fauna oceánica:

La caracola del tritón retuvo

la distancia en la gruta del sonido

y en la estructura de su cal trenzada

sostiene el mar con pétalos, su cúpula.

(“Mollusca gongorina”, p. 398)

Canto XV – Yo soy

Durante todo el análisis hemos visto cómo Neruda, lejos de intentar narrar poéticamente la historia desde una supuesta objetividad, realza su presencia, la reafirma constantemente dejando bien en claro que esa historia está narrada desde su óptica. En este punto, cabe preguntarnos: ¿a qué responde esa decisión del autor?

Neruda propone una historia de Latinoamérica diferente a la oficial, que él considera escrita por los opresores; fundamentalmente, los europeos. Esa historia de verdadera raigambre americana debe ser narrada, entonces, por una voz verdaderamente americana. Y no cualquier voz: no la de los poderosos que son serviles a los intereses extranjeros, sino la voz de alguien del pueblo. La decisión de narrar este poemario desde su óptica responde a una construcción poética que hace Neruda de sí mismo: en el Canto general, el autor se construye como aquel que conoce al pueblo, que trabajó junto a los oprimidos, que es perseguido y castigado políticamente como lo son y lo fueron los oprimidos durante toda la historia latinoamericana.

Este último canto, entonces, es una breve autobiografía que narra cómo Neruda se convierte en este representante, en este vocero del pueblo latinoamericano. Cual si fuera la historia de un héroe épico, el autor comienza narrando su propio nacimiento y va contando diferentes hechos de su vida que lo marcaron, lo fueron acercando al pueblo, lo fueron preparando para enfrentarse a su gran enemigo, González Videla, para convertirse en un fugitivo y, finalmente, para escribir el Canto general, la obra poética dedicada a contar la verdadera historia y despertar la conciencia de los oprimidos latinoamericanos.

Como hemos dicho, esta historia épica comienza con su nacimiento. El poema “La frontera”, fechado en 1904, año en el que nace el autor, dice:

Lo primero que vi fueron árboles, barrancas

decoradas con salvaje hermosura (…).

Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos

caídos en la selva, devorados por lianas.

(p. 409)

En estos primeros versos del primer poema del canto, Neruda ya se construye como un ser que, desde el nacimiento, tuvo un contacto estrecho, prácticamente salvaje, con la naturaleza latinoamericana. El autor así deja en claro que las loas que le rinde durante toda la obra a la naturaleza del continente nacen de un conocimiento personal, íntimo de este. Deja en claro que, tal como lo dice en el título del sexto canto, él no invoca en vano el nombre de América.

Más adelante, en el poema “La casa”, el yo lírico dice:

Mi casa, las paredes cuya madera fresca,

recién cortada huele aún: destartalada

casa de la frontera, que crujía

a cada paso, y silbaba con el viento de guerra

del tiempo austral.

(p. 411)

En estos versos, el poeta se define, desde sus orígenes, como parte de la clase trabajadora, que vive a merced de las inclemencias de la naturaleza. La casa de su infancia es precaria; parece que, constantemente, va a ser destruida por el viento del sur chileno.

Hasta aquí, entonces, vemos cómo Neruda construye su figura como la de un proletario que tiene una íntima relación con la naturaleza americana. Es momento, entonces, de construir su carácter de hombre revolucionario, pasional, temerario. El poema “Compañeros de viaje”, fechado en 1921, a los 17 años del autor, dice:

Salí a vivir: crecí y endurecido

fui por los callejones miserables (…).

Los muros se llenaban de rostros:

ojos que no miraban la luz (…)

Con ellos fui: sólo en su coro

mi voz reconoció las soledades donde nació.

(p. 412)

Luego, en el poema “La guerra”, dedicado a la Guerra Civil Española, el yo lírico se construye como revolucionario. De este modo le habla a España:

Yo viví con tu aurora de fusiles

y quiero que de nuevo pueblo y pólvora

sacudan los ramajes deshonrados

hasta que tiemble el sueño y se reúnan

los frutos divididos de la tierra.

(p. 417)

A partir de “El regreso”, fechado en 1944, Neruda comienza a construir su figura de exiliado. Si bien el exilio es a partir de 1948, el autor postula una relación de causa y consecuencia entre su regreso, en el que se hermana con los oprimidos de su tierra, y la posterior persecución a cargo del gobierno. Dice: “Y codo a codo con mi hermano sin zapatos/ quise cambiar el reino de las monedas sucias.// Fui perseguido, pero nuestra lucha sigue” (p. 423).

Finalmente, como hemos dicho, Neruda se construye como poeta combativo, que escribe el Canto general para despertar la conciencia de su pueblo y conducirlo desde la poesía hacia la revolución socialista:

Escribo para el pueblo aunque no pueda

leer mi poesía con sus ovos rurales.

Vendrá el instante en que una línea, el aire

que removió mi vida, llegará a sus orejas,

y entonces el labriego levantará sus ojos,

el minero sonreirá rompiendo piedras (…).

Quiero que a la salida de fábricas y minas

esté mi poesía adherida a la tierra

al aire, a la victoria del hombre maltratado.

(“La gran alegría”, p. 430)

Los últimos versos del libro refieren, precisamente, al final de la obra:

Así termina este libro, aquí dejo

mi Canto general escrito

en la persecución, cantando bajo

las alas clandestinas de mi patria.

Hoy 5 de febrero, en este año

de 1949, en Chile, en Godomar

de Chena, algunos meses antes

de los cuarenta y cinco años de mi edad.

(“Termino aquí”, 436)

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