La novela comienza con el relato de lo ocurrido en la mañana del sábado 9 de enero de 1993, cuando Jean-Claude Romand mata a su mujer y sus hijos. Carrère, que es autor y personaje del libro, reconstruye los orígenes del vínculo entre Luc Ladmiral y Jean-Claude. Ladmiral, amigo íntimo de Jean-Claude Romand, cuando se entera de la tragedia va a ver la casa familiar incendiada y presencia cómo sacan del lugar los cadáveres de los hijos de Romand y de Florence, su mujer. Al dirigirse a su consultorio, lo esperan dos gendarmes para preguntarle si los Romand tienen enemigos declarados. Al mostrarse sorprendido por estas sospechas, los oficiales le dicen que el examen sobre los cuerpos prueba que han muerto antes del incendio; Florence por heridas contundentes en la cabeza y los niños abatidos por las balas. Además, cuando el tío de Jean-Claude ha ido a notificar la catástrofe a los padres de este, descubre a su hermano, su cuñada y el perro asesinados a tiros. Estos crímenes contra los miembros de una misma familia hacen pensar en una posible venganza o ajuste de cuentas.
Convocado por la tarde en la comisaría, Luc se entera de que han encontrado en el automóvil de Jean-Claude una nota en la que confiesa los crímenes, y revela que todo lo relacionado con su carrera y trabajo es un engaño. Nadie lo conoce en la OMS, no figura inscrito en el colegio de médicos, su nombre no está en la lista de residentes de París. Se empieza a hablar de que sus ingresos vienen del tráfico de armas, del de órganos o de la mafia rusa. Se menciona en la prensa a una mujer llamada Corinne, a la que se nombra como una amante misteriosa de Jean-Claude. Aparentemente, el mismo sábado en que asesina a su familia, Romand la pasa a buscar para llevarla a cenar y, en el camino, también intenta asesinarla a ella en un lugar aislado del bosque. Corinne es una mujer conocida en la localidad, pero solo Luc y su mujer saben que tiene una aventura con su amigo. Así, Ladmiral supone que las idas y vueltas en la relación entre ambos, sumado al cáncer que padecía Jean-Claude, seguro lo han enloquecido. Sobre la mujer, se sabe que le ha entregado sus ahorros a Romand con el encargo de depositarlos en una cuenta en Suiza, pero que el hombre los malgastó. Tres días después del incendio, se sabe que Romand sobrevivirá y que, en algunos días, estará en condiciones de ser interrogado.
El autor decide escribirle una carta a Romand, por medio de su abogado. En ella, le explica que es escritor y que quiere tratar de comprender lo ocurrido para escribir un libro al respecto. Sin embargo, Carrère le deja en claro que no se dirige a él por curiosidad o morbo, sino para intentar entender qué lo condujo a tomar esta decisión. Dos años más tarde, Romand le responde a Carrère. En la carta, explica que la demora se ha debido a que su abogado lo ha convencido de no responder mientras la instrucción judicial estuviera en curso. Le aclara que si sigue deseando conocerlo, debe solicitar un permiso de visita. Así, el autor decide comenzar un intercambio por correo con el asesino.
Para poder estar en el juicio de Romand, Carrère se hace acreditar como periodista. El autor desarrolla los sucesos de la audiencia, que comienza por narrar el origen de los Romand, una familia de madereros de una comarca llamada Jura. Jean-Claude es el único descendiente del matrimonio. Su infancia se desarrolla en una aldea de la región; desde pequeño aprende a engañar a su madre, ya que ella sufre mucho ante el menor disgusto. Durante su adolescencia, Romand es interno en un liceo; es un chico solitario y atemorizado. Intenta pasar el ingreso en Administración de Montes, pero algo ocurre que le impide aprobar. Se matricula en medicina, en parte porque Florence, una prima lejana, también se anota. Sin embargo, no se presenta al examen de segundo año y finge haberlo aprobado. Tras haber anunciado su éxito en el examen, se encierra en el estudio. Sus amigos se preguntan dónde está Jean-Claude. Luc Ladmiral lo llama antes de las vacaciones de Navidad para darle ánimos y motivarlo. En esa conversación, Romand le dice que tiene cáncer.
Finalmente, Jean-Claude y Florence se casan y se establecen en Ferney-Voltaire, ya que Romand ha sido elegido como investigador en la OMS en Ginebra. En 1985 nace Caroline Romand y en 1987, su hermano, Antoine. El trabajo de Romand en la OMS representa un orgullo para su familia, ya que para ellos es el encargado de inventar medicamentos que permiten curar a los enfermos. En general, nadie sabe exactamente de qué trabaja, solo que investiga sobre la arterioesclerosis y que tiene contactos con altos responsables políticos.
Carrère narra cómo son estos días de Romand. Por la mañana, lleva a los niños a la escuela y luego toma la carretera de Ginebra. El acusado se mezcla entre los funcionarios internacionales y termina estacionando en el estacionamiento de la OMS, donde entra con una tarjeta de visitante y un maletín. Carrère comenta que, hasta el final de sus estudios, Romand es mantenido por sus padres y que continúa bajo su tutela económica aun cuando entra como investigador.
El narrador cuenta la historia de Corinne, una psicóloga con la que Jean-Claude tiene un amorío. Romand comienza con la costumbre de ir a París, una vez por semana, con la excusa de un importante experimento. Se ven por un tiempo. Luego de pasar tres días en Roma, Corinne se separa de Jean-Claude, al que ve como un hombre demasiado triste. Un tiempo después, Corinne le pide un consejo a Romand con respecto a un dinero que ha recibido por la venta de su consultorio. Él le propone guardarlo en su cuenta con intereses beneficiosos.
Romand sabe que su final está más cerca, que en su entorno comienzan a darse cuenta de cosas extrañas. Entre Navidad y Año Nuevo no para de hacer borradores de cartas y de cintas, para dejarle un mensaje a Florence y a sus hijos luego de su muerte.
La última semana, Jean-Claude compra medicamentos, cartuchos y bombas lacrimógenas para asesinar a su familia. Primero mata a su esposa, y luego a sus hijos. Luego va a la casa de sus padres y hace lo mismo que con sus hijos: por turnos, uno después del otro, primero su padre, luego su madre. Decide ir a ver a Corinne, a París, a quien también intenta matar. Al regresar a su casa, esparce bidones de gasolina por toda la vivienda y la prende fuego. Los bomberos lo rescatan inconsciente. Si bien al salir del coma niega todo, finalmente confiesa la verdad.
En el penúltimo día del juicio, el discurso del fiscal retrata a Romand como un perverso, que obtiene de su impostura un placer permanente. El eje principal de su alegato es cuestionar la voluntad de suicidio del acusado, ya que alega que luego de haber asesinado a sus hijos y a sus padres, va a ver Corinne, vuelve a su casa y decide prenderla fuego en el momento exacto en que pasaron los basureros.
Las últimas palabras del proceso son las de Romand, que lee, quebrado por la emoción, un pedido de perdón, aunque sabe que eso solo lo tendrá después de su muerte. Pide disculpas a Florence, a sus hijos y sus padres por haber destruido sus vidas y nunca haber dicho la verdad. También por no haber podido soportar la idea de hacerlos sufrir. Jura seguir amándolos. Luego de cinco horas de deliberación, Romand es condenado a cadena perpetua, acompañada de una pena de prisión firme de veinte años, por lo que saldrá en 2015, a los sesenta y un años.
En 1996, Carrère le envía una carta a Romand, en la que le comenta las dificultades de encontrar su propio lugar en la historia y la idea de abandonar el proyecto de escritura de la novela. El autor comenta que el intercambio epistolar se vuelve fluido entre ambos en cuanto abandona el proyecto de escribir. Romand comienza a hablarle del presente, de su vida en la cárcel. Dos años más tarde, Carrère decide retomar la novela y habla con dos personas que visitan a Romand en la cárcel y que lo conectan con la vida espiritual y religiosa. El autor concluye la novela afirmando que desconfía del protagonista, ya que es imposible saber si sus actos son producto de su decisión o del mentiroso que sigue viviendo en él.