Uno de los rasgos de estilo que hemos señalado en el análisis de La insoportable levedad del ser es el tono didáctico o pedagógico del narrador, que no solo cuenta una historia, sino que la explica. En verdad, el argumento de la obra es relativamente breve y sencillo, pero son las reflexiones y observaciones que el narrador comparte con los lectores las que dotan a la trama de una complejidad y una densidad de contenidos destacable. En este sentido, es interesante pensar la voz narradora como la de un semiólogo que se vale de una historia para intentar comprender y explicar los discursos sociales de una época y una cultura.
La semiología (o semiótica) es una disciplina que se encarga de estudiar los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre individuos. Estos estudios abordan la producción de los lenguajes, su funcionamiento y su recepción en terminados grupos sociales y contextos históricos. Uno de los semiólogos más importantes del siglo XX, Roland Barthes, dedica sus obras más importantes a comprender y explicar los gestos que componen las formas de ser y de decirse de una cultura. Para Barthes, la semiótica es una ciencia que no pone su interés en los objetos, sino en los discursos que se elaboran sobre ellos, es decir, en cómo se articulan los signos del lenguaje que están en lugar de los objetos. Así, por ejemplo, dedica textos a pensar la relación del lenguaje del orden y la limpieza de las publicidades de jabones y detergentes con el lugar que el fascismo otorga a esos mismos significantes. A lo largo de sus obras, Barthes no deja resquicio de la interacción humana sin explorar. Desde el consumo de vino hasta la lucha libre, desde el entramado simbólico del lenguaje político partidario hasta la producción de juguetes, la cultura es un campo que se puede analizar desde el lenguaje que se utiliza para expresarla.
Existe una obra en particular de Barthes que se vincula estrechamente con el proyecto de Kundera; se trata de Fragmentos de un discurso amoroso, un libro publicado en 1977 en el que el semiólogo construye un diccionario que explica los términos más utilizados en los discursos sobre el amor y el encuentro entre amantes. El libro toma fragmentos de obras famosas (como Romeo y Julieta o la Las penas del joven Werther) para analizar formas de abordar el tema del amor. El narrador de La insoportable levedad del ser, por su parte, también dedica extensos pasajes de su obra a reflexionar sobre el amor, y su abordaje se nutre de la semiología. Por ejemplo, todas las reflexiones en torno a las diferencias entre el amor y el sexo ponen de manifiesto los discursos que Tomás, Teresa, Sabina e incluso Franz construyen en torno a estas pasiones o prácticas humanas. Lo que es más, Kundera toca muchos significantes del discurso amoroso que figuran en la obra de Barthes, como los celos, la histeria, la inseguridad, el vértigo, el abandono y el apego, por mencionar algunos. Observemos el siguiente pasaje a modo de ejemplo. En él, el narrador se pregunta por qué Franz piensa que Sabina, su amante, puede abandonarlo en cualquier momento, y contesta lo siguiente:
La única explicación que encuentro es la de que el amor no era para él una prolongación de su vida pública, sino el polo opuesto. Significaba para él el deseo de ponerse a merced de la mujer amada. Quien se entrega a otro como un soldado que se rinde, debe hacer previamente entrega de cualquier tipo de arma. Y si se queda sin defensa alguna ante un ataque, no podrá evitar preguntarse: ¿Cuándo llegará el ataque? Por eso puedo decir. Para Franz el amor significaba la permanente espera de un ataque (p. 89).
Este es un pasaje que ilustra una forma posible del amor, comprendido como la espera de un ataque. Esta percepción está en la base de la expresión del amor entre Franz y Sabina, pero el narrador lo rescata y lo convierte en uno de los posibles discursos sociales sobre el amor, así como utiliza a Tomás para explorar otro discurso, que propone que el amor y el sexo no van necesariamente de la mano.
Otro elemento que pone en evidencia este abordaje semiológico es el “Pequeño diccionario de palabras incomprendidas” (p. 95) que el narrador desarrolla en la tercera parte de la novela, y que remite a los fragmentos del diccionario sobre el amor de Barthes. Este diccionario propone términos (como "mujer", "traición", "luz", "oscuridad", etc.) en función de los cuales analiza ciertos aspectos de las relaciones entre los personajes de la novela. Estos fragmentos invitan al lector a considerar la posibilidad de que aquellas concepciones que una persona tiene sobre las cosas no son compartidas necesariamente por su amante y que, incluso, pueden entrar en una contradicción insalvable. A continuación incluimos una de estas entradas del diccionario que ilustran lo que acabamos de mencionar:
MUJER: ser mujer era para Sabina un sino que no había elegido. Aquello que no ha sido elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso. Sabina opina que hay que tener una relación correcta con el sino que nos ha caído en suerte. Rebelarse contra el hecho de haber nacido mujer le parece igual de necio que enorgullecerse de ello.
Una vez, durante uno de sus primeros encuentros, Franz le dijo con especial énfasis: «Sabina, es usted una mujer». No comprendía por qué se lo anunciaba con el gesto jubiloso de Cristóbal Colón viendo por primera vez las costas de América. Más tarde comprendió que la palabra mujer, en la que había puesto un énfasis particular, no significaba para él la denominación de uno de los dos sexos humanos, sino un valor. No todas las mujeres son dignas de ser llamadas mujeres (pp. 95-96).
El fragmento, luego, aborda la relación de Franz con Marie-Claude, su esposa, y ahonda en otros aspectos de lo que implica ser mujer para el joven suizo. Lo importante a destacar con este ejemplo es, volvemos sobre ello, el énfasis que pone el narrador en comprender las significaciones que se esconden detrás de las acciones de los personajes, y analizar a partir de ellas cómo se establecen determinados discursos sociales que cargan a las palabras con significados muy particulares. En definitiva, Kundera, al igual que Barthes, invita al lector a comprender hasta qué punto el lenguaje es capaz de mover profundos significados en nuestras vidas.