La insoportable levedad del ser

La insoportable levedad del ser Resumen y Análisis Cuarta parte, Quinta parte

Resumen

Cuarta parte: El alma y el cuerpo

En Praga, Teresa pasea a Karenin y Tomás escucha en la radio un montaje de conversaciones privadas. En ellas, ciertas personas hablan mal de la Unión Soviética sin saber que están siendo grabadas. Tomás sabe de la existencia de la policía secreta, pero no puede creer que se atrevan a hacer público lo registrado. Teresa compara el hecho con una vez en que su madre encuentra y lee su diario íntimo durante una cena en frente de toda la familia.

Teresa camina hacia un sauna en la isla de Zofin. En su trayecto, ve el ayuntamiento derruido y la exposición de sus escombros le recuerda a su madre. Últimamente piensa mucho en ella. El narrador explica que, para Teresa, la vida en su casa siempre fue como un campo de concentración, porque no existía la privacidad. Ahora que todos los lugares pueden estar intervenidos con micrófonos, resulta que todo el mundo es un gran campo de concentración. En el sauna, Teresa ve el cuerpo de las demás mujeres y observa con detalle el propio. Esto la lleva a una serie de pensamientos que derivan en el deseo de ser solo alma y poder prescindir de la corporalidad, ya que la vincula con lo desagradable y lo mundano.

Ahora Teresa trabaja en un bar como camarera; su último empleo lo pierde por irse una semana a fotografiar tanques rusos. En ese bar, todos los empleados son personas con títulos universitarios que no pueden ejercer su profesión. Al regresar a su casa, ella siente en el pelo de su pareja el olor de otra mujer.

Ante la constatación de las aventuras sexuales de Tomás, Teresa considera coquetear con alguno de los tantos clientes que van al bar. Desea comprender o experimentar aquella división entre el amor y el sexo que para Tomás se presenta tan clara. Un día, un chico aparece en el bar, la piropea y le pide alcohol, pero ella se niega a venderle por ser menor de edad. El chico se emborracha en otro bar para luego volver al de Teresa, porque dice que le gusta verla. En ese momento, un hombre calvo acusa a Teresa de venderle alcohol al joven, pero un tercero interviene para defenderla de las acusaciones. Este último hombre vuelve al día siguiente, y coquetean en una breve conversación durante la cual él revela ser ingeniero.

En una situación que parece ser un sueño, aunque esto no se explicita, Teresa le admite a Tomás que no soporta sus aventuras sexuales y él, como solución, le dice que vaya a la ladera de Petrin, porque allí comprenderá todo. Desconcertada, Teresa sube la ladera y se encuentra con un grupo de hombres que ejecutan a personas que desean suicidarse pero no tienen el valor para hacerlo. Cuando llega su turno, los hombres dejan en claro que solo pueden matarla si se trata pura y exclusivamente de su voluntad. Ella, que en principio va a cumplir con la orden de Tomás, termina por confesarles que no es su voluntad estar ahí. Los hombres, que por sus propias reglas no pueden matarla, se retiran, y Teresa vuelve caminando a su casa.

Teresa va a la casa del ingeniero a tomar un café. Cuando llega, se sorprende al ver que en su biblioteca tiene el libro Edipo, de Sófocles, en el que Tomás se inspira para escribir un artículo controversial sobre la invasión rusa. Ella quiere hablar al respecto, pero el ingeniero avanza para iniciar el encuentro sexual. Teresa, que secretamente desea ese encuentro, se deja hacer. Durante todo el episodio, ella se disocia de su cuerpo entregado al placer. Luego del encuentro, Teresa se viste y se va rápidamente de la casa.

Una mañana, cuando Teresa regresa de la tienda con Karenin, encuentra una corneja enterrada viva, con solo su cabeza sobresaliendo de la tierra. Cuando la rescata, dos niños -que parecen haber enterrado el animal- le arrojan piedras. Teresa los ignora y lleva el ave a su casa para salvarla, aunque esta muere a las pocas horas.

En el bar, Teresa trabaja temerosa de que el ingeniero vuelva a aparecer, pero el tiempo pasa y esto no sucede. En una oportunidad, ella vuelve a discutir con el hombre calvo, quien le recuerda que la prostitución está prohibida. Otro de los empleados del bar le explica a Teresa que el hombre es de la policía secreta, y que busca encontrar a la gente cometiendo infracciones para poder extorsionarla y convertirla en su colaboradora. Con esa explicación, Teresa comprende que el ingeniero forma parte de un plan para extorsionarla, y que todo se trató de una trampa.

Tomás y Teresa hacen un viaje a un balneario. Durante todo el viaje y la estadía en el lugar, ella piensa que el ingeniero registró de alguna forma su encuentro sexual, para tener pruebas. Perturbada con esas ideas, piensa en abandonar Praga. Después, se pregunta qué sucedería si Tomás llegara a ver una foto de ella con aquel hombre, y esto le genera el deseo de estar muerta.

Nuevamente, en una situación que no se presenta por el narrador como un sueño, pero que resulta onírica, Teresa despierta y camina hasta el río Vltava, en cuyas aguas ve una serie de bancos de madera y patas de metal, característicos de los parques, que se alejan con la corriente. Los bancos son cada vez más. Bajan por el río y conforman un espectáculo extraño ante el cual la gente permanece indiferente.

Quinta parte: La levedad y el peso

Tomás publica en el semanario editado por la Unión de Escritores Checos un artículo en el que utiliza la historia de Edipo para hablar de los comunistas, que se perciben como inocentes porque no obraron con malicia, pero cuyos actos favorecieron el recrudecimiento del régimen soviético. Tomás está a gusto con su planteo de la problemática, pero no queda conforme con la publicación, puesto que un redactor lo recorta y tergiversa antes de publicarlo. El artículo se publica en 1968 y no obtiene repercusión alguna, pero tres meses después, los rusos invaden Checoslovaquia.

En su vuelta de Zúrich a Praga, Tomás se encuentra con el director del hospital, quien le pide que retire sus dichos en el artículo de Edipo, para que pueda conservarlo como empleado de su hospital. Tomás no sabe qué decisión tomar, y le pide al director que le dé una semana para pensarlo. Durante esos días, todo el mundo conoce su situación, y todos asumen que va a retractarse. La reacción de la gente lo fastidia, y eso lo determina a hacer lo contrario de lo que esperan. Al poco tiempo, Tomás se ve obligado a abandonar su puesto en el hospital.

Tomás queda relegado a trabajos de consultas médicas en hospitales de difícil acceso. Un día recibe la visita de un funcionario del Ministerio del Interior, que se demuestra apenado por su situación laboral. El hombre habla sobre el artículo de la controversia, y Tomás le explica la historia de su publicación. Entonces, el funcionario le pide el nombre del redactor que le hizo aquella treta, pero, en ese mismo momento, Tomás cobra consciencia de que está siendo interrogado y decide salvaguardar al redactor, simulando no recordar su nombre y dándole una descripción física falsa.

Dos semanas después, el funcionario vuelve a visitarlo, en esta oportunidad, con una carta escrita para que Tomás firme. Según el funcionario, firmar esa carta le da la posibilidad de volver a trabajar como cirujano, pero Tomás está horrorizado con el contenido de la misma y con las adulaciones al régimen soviético que contiene. Por tal motivo, le pide un tiempo para pensarlo y para, en todo caso, escribir su propia carta. Al día siguiente, Tomás abandona su puesto y consigue un trabajo como limpiador de vidrieras y ventanas, convencido de que, si desciende aún más en la escala social, su figura perderá interés para todos.

Aunque al principio tiene terror ante el cambio, Tomás se acostumbra pronto a su nuevo trabajo, que no le requiere grandes esfuerzos ni le genera preocupaciones, al punto de que se siente de vacaciones y rejuvenecido. A su vez, retoma su vida de soltero, ya que su trabajo le permite coquetear con mujeres, y posee mucho tiempo libre lejos de Teresa, quien trabaja por la tarde, por lo que prácticamente no se cruzan.

Tomás es consciente del poco tiempo que comparte con Teresa, y la distancia que media entre ellos lo asusta. Envuelto en esos pensamientos, acude a la dirección de un cliente nuevo, donde lo recibe un hombre de barba larga que está con un muchacho, que resulta ser el hijo de Tomás. Los dos hombres se presentan porque buscan firmas de intelectuales checos para una petición y están interesados en la de Tomás. La petición busca detener el maltrato a los presos políticos checos, pero les cuesta conseguir firmas porque la gente teme al régimen soviético. Aunque ya no tiene nada que perder, Tomás no se siente convencido de firmar y decide posponer el asunto. Pocos días después, en los periódicos aparecen noticias sobre la petición, y se la menciona como un atentado contra el gobierno soviético, mientras que no dice nada acerca del maltrato a los presos políticos. Esto desata un debate interno en Tomás sobre qué es lo correcto, aunque no puede volver el tiempo atrás para cambiar su actitud.

Tomás se siente cada vez más alejado de Teresa, y cada vez disfrutan menos del sexo juntos. Un domingo, por pedido de Teresa, van juntos a un balneario donde Tomás se encuentra con un antiguo paciente que lo trata como el médico prestigioso que alguna vez fue. Ese encuentro lo perturba mucho, y permanece en silencio durante el regreso. Tomás considera que irse de Zúrich a Praga fue un error, y cultiva un rencor contra la figura de Teresa. Por la noche, ella llora entre sueños, él la despierta, y Teresa le cuenta de sus tortuosas pesadillas, en las que él es el villano. Cuando Tomás se duerme, también tiene pesadillas relacionadas con Teresa.

Una noche, Tomás y Teresa comienzan a fantasear con la idea de abandonar la ciudad e irse a vivir a un lugar tranquilo. Tomás piensa que es esclavo de su deseo sexual y que, por tanto, necesita vacaciones de absolutamente todo, incluso de las mujeres. Teresa le confiesa que todo ese tiempo estuvo oliendo en su pelo el perfume de otras mujeres. Él se lamenta de su descuido y le promete que abandonarán Praga. Cuando se duermen, Tomás se despierta de un sueño erótico, y le sorprende que su cuerpo pueda erotizarse a pesar del dolor que padece. Cuando vuelve a dormir, el sueño erótico se transforma en una pesadilla y, al despertar, piensa en el profundo amor que siente por Teresa.

Análisis

En la cuarta y la quinta parte del libro, la novela aborda nuevamente la vida de Teresa y Tomás en Praga, enfocándose ahora en la relación de los personajes con el contexto sociopolítico tras la invasión rusa a Checoslovaquia.

En el capítulo dos de la cuarta parte, Kundera se refiere a la Primavera de Praga como “aquella vertiginosa liberalización del comunismo que acabó con la invasión rusa” (p. 141). Efectivamente, este periodo histórico estuvo marcado por la liberalización política y la protesta contra el Estado Socialista instaurado en Checoslovaquia (actualmente República Checa y Eslovaquia) tras la Segunda Guerra Mundial. Los aires de cambio comienzan a soplar en enero de 1968, cuando Alexander Dubček es elegido como primer secretario del Partido Comunista, y continúa hasta fines el 21 de agosto de 1968, cuando la Unión Soviética invade el país con el objetivo de reprimir las reformas que se están llevando a cabo.

Estas reformas que busca implementar Dubček significan un fuerte intento de otorgar a los ciudadanos derechos y libertades adicionales a las del régimen comunista de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Entre los cambios promovidos vale la pena destacar la descentralización parcial de la economía, el aflojamiento de las restricciones en los medios de comunicación, el fomento de la libertad de expresión mediante la abolición de la censura y la libertad de movimiento para la población. En una carta navideña titulada “Destino checo” y publicada por Kundera en 1968, se destaca la importancia histórica y política que tuvo la Primavera de Praga como un intento de transformar el socialismo impuesto desde el exterior e imprimirle una nueva política checoslovaca. En este sentido, no se trató de una rebelión o una revolución contra el poder establecido, sino de un medio no violento que buscó liberar las potencialidades del socialismo y occidentalizarlas.

Sin embargo, los ideales y las reformas de la primavera de Praga quedan truncos cuando más de medio millón de soldados rusos se instalan en Checoslovaquia, destituyen a Dubček e instalan un nuevo régimen, que recrudece la censura y el control sobre toda la población.

En este contexto, Teresa y Tomás escapan hacia Suiza y se instalan por un tiempo en Zúrich. Sin embargo, como se mencionó en la sección anterior, Teresa regresa a Praga tras abandonar a Tomás, y este vuelve cuando descubre que no puede vivir sin ella. Así, Tomás recupera su trabajo como cirujano por un tiempo, hasta que lo pierde por no acatar las exigencias del régimen. Kundera se vale de este argumento para mostrar cómo, en el período de la ocupación soviética, muchos de los que migran hacia otros países son espiados y grabados sin saberlo por la policía secreta del régimen, y sus interacciones son posteriormente divulgadas. A partir de ello, el narrador reflexiona sobre las dimensiones de lo público y lo privado.

Teresa comienza a sentirse expuesta, como si su privacidad estuviera siendo observada todo el tiempo, y esto le recuerda la época en la que vivía con su madre:

Últimamente todo le recuerda a la madre. Le parece que el mundo de la madre, del que escapó hace diez años, regresa a ella y la rodea por todas partes. Por eso había hablado por la mañana de cuando la madre leyó a la hora del almuerzo su diario íntimo ante la familia divertida. Cuando una conversación privada ante una botella de vino se emite públicamente por la radio, ¿qué explicación puede darse sino la de que el mundo entero se ha convertido en un campo de concentración? (p. 144).

En un campo de concentración no existe privacidad. Tal como lo expresa el narrador, “El campo de concentración es la liquidación total de la vida privada” (p. 145). El recrudecimiento de todos los sistemas de control expone a los habitantes, los fuerza permanentemente a la presencia de un otro y les impide habitar espacios personales privados. Esa es la condición perversa básica del régimen, indica Kundera: la violencia y los abusos son solo un agregado. Mientras la vida se desarrolle frente a un público (ya sea porque la policía secreta puede estar espiando o por la exposición a la propia familia, como le sucede a Teresa), el individuo queda sometido a la mirada de un otro, y debe adaptarse a lo que ese otro espera o exige de él.

Cuando Teresa, en un intento por aproximarse a la forma de ser de Tomás, se acuesta con un ingeniero que conoce en un bar, esta posibilidad de haber caído en una trampa del régimen comienza a carcomerla por dentro: a cada momento espera que la policía soviética se presente en su casa y la acuse de prostituta, o le revele la infidelidad a su pareja. Este es exactamente el modus operandi de la policía secreta: “Necesitan hacer caer a la gente en la trampa para captarla para su servicio y con su ayuda preparar trampas para más gente y convertir así poco a poco a toda la nación en una sola organización de confidentes” (p. 171). Teresa se siente atrapada en esa red, en ese laberinto de sospechas y suspicacias, al punto de que la vida en Praga se torna un infierno y se siente profundamente desdichada.

Tomás también sufre por el aumento de la censura, cuando el nuevo gobierno le pide que se arrepienta de las ideas sobre el régimen comunista que publicó tiempo atrás en la prensa. Dicho artículo reflexionaba sobre el rol de la población checa en la consolidación del poder soviético sobre la nación. Cuando los crímenes cometidos por el comunismo estalinista comienzan a salir a la luz, muchos civiles que habían apoyado con fervor al régimen alegan que ellos no sabían nada sobre los abusos que se estaban cometiendo sistemáticamente. El narrador lo plantea de la siguiente forma:

En aquel momento todos empezaron a gritarles a los comunistas: ¡Sois los responsables de la desgracia del país (empobrecido y despoblado), de la pérdida de su independencia (cayó en poder de Rusia), de los asesinatos judiciales!

Los acusados respondían: ¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestra alma, somos inocentes!

La polémica se redujo por lo tanto a la siguiente cuestión: ¿En verdad no sabían? ¿O sólo aparentaban no saber? (p. 184)

Tomás, sin embargo, cree que la verdadera pregunta que todos deben hacerse es: “¿es inocente el hombre cuando no sabe? (p. 184). Para ilustrar su pensamiento, recurre al mito de Edipo desde un abordaje original. Como es bien sabido, en la famosa tragedia de Sófocles, Edipo se quita los ojos al enterarse de que, durante años, mantuvo una relación incestuosa con su madre. Tomás señala que, en la tragedia, Edipo asume que la ignorancia de lo que implican sus acciones no lo libera de la culpa y, al enterarse de que mató a su padre y se casó con su madre, se quita los ojos y abandona Tebas. Extrapolado a los ideales políticos que una persona puede abrazar, Tomás se pregunta si podemos permitir que el idealismo nos convierta en cómplices de criminales, y cuál es el grado de culpa que nos corresponde cuando esto sucede. Lo que es más, en su artículo llega a cuestionarse si la ignorancia misma no es la que nos hace culpables por no haber pensado lo suficiente o no haber sabido detectar a tiempo lo que en verdad estaba sucediendo.

Cuando el régimen le exige retractarse por lo que planteó en su artículo para conservar su trabajo en el hospital, Tomás debe elegir entre mantener la fidelidad a sus ideas o priorizar su comodidad y el prestigio social que le da el puesto que ocupa. El director del hospital, que en el pasado fue su amigo y quiere que Tomás mantenga su puesto, le recomienda: "En una sociedad gobernada por el terror, no hay ninguna declaración que sea vinculante, son declaraciones forzadas y las personas honradas están obligadas a no tomarlas en cuenta, a no oírlas. Tal como le digo, colega, es importante para mí, y lo es para sus pacientes, que continúe usted trabajando" (p. 187). Esta idea se refuerza con la actitud de sus colegas: en el hospital, todos lo miran con condescendencia, como si supieran de antemano que va a retractarse, pero apoyándolo, porque es lo que cualquier persona haría. Sin embargo, Tomás no se retracta, y termina perdiendo el trabajo.

Los capítulos siguientes dan voz a otros intelectuales que sufren la persecución del régimen, como el redactor del diario que busca a Tomás para que firme la solicitud de liberación de los presos políticos. A pesar de su rebelión contra el régimen, Tomás no se acopla a dichos intelectuales, sino que prosigue su camino en solitario, y hasta evade la insistencia de su hijo, quien repentinamente lo considera una especie de héroe por no haber hecho lo que los rusos exigían de él.

A partir de la pérdida del trabajo, algo cambia profundamente en Tomás. Hasta ese momento, había ordenado su vida siempre en torno al leitmotiv utilizado por Beethoven en una de sus composiciones, “es muss sein” (p. 204), es decir, “debe ser”. Con este latiguillo repetido hasta el cansancio, Tomás había aceptado todo su destino, incluso la llegada de Teresa y la alteración de sus hábitos amatorios. Sin embargo, la decisión de rebelarse contra lo que todos esperaban de él lo empuja a reformular la frase y preguntarse: “muss es sein?” (p. 204), es decir, “¿debe ser?”. La profesión ha sido para él uno de los grandes deberes que se ha impuesto a sí mismo, y contra el que ahora se revela.

Poco tiempo después, Tomás descubre que puede ser feliz lejos del hospital y de las cirugías, y que el único “debe ser” que le queda es Teresa: su mujer, el amor y la compasión que siente hacia ella son los pilares sobre los que se sostiene su existencia. Al final de la quinta parte, Tomás se despierta por la noche, contempla a Teresa y piensa: “El amor es nuestra libertad. El amor está al otro lado del es muss sein!” (p. 249).

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