-
1
¿Qué elementos de la novela podrían encuadrarse dentro de las características del "realismo mágico"?
El realismo mágico es un movimiento literario de mediados del siglo XX que se caracteriza por su estilo y su forma de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. En esta novela existen muchos momentos en los que la magia se entremezcla con los hechos narrados de manera más realista, generando ambigüedad.
Es el caso del personaje de Felipe Hurtado, que se presenta por varios vecinos como mago (por ejemplo, Pepe Ocampo cuando asegura que lo vio “hacer aparecer” un cigarrillo). Esto se refuerza sobre todo en la historia de su desaparición mágica con Julia. Lo mismo sucede con el final de la novela, cuando Isabel se convierte en piedra.
La ambigüedad de este tipo de procedimiento consiste en dejar abierta al lector la posibilidad de aferrarse al acontecimiento fantástico o encontrar una explicación racional (Julia y Felipe fueron asesinados, Isabel se suicidó o se murió de tristeza).
-
2
¿Cómo aparece problematizado en la novela el tema de la población nativa en México?
Los nativos aparecen desde el principio en la novela, e incluso son parte fundamental del desarrollo de la trama: Felix, Cástulo, Inés, Ignacio y el sargento Illescas son indios y forman parte de las vidas cotidianas de los protagonistas.
Sin embargo, son los que menos voz tienen. Por ejemplo, cuando Tomás Segovia dice, delante de él y sin ningún reparo en su presencia, que hay que matar a todos los indios, Félix piensa: “«Para nosotros, los indios, es el tiempo infinito de callar», y guardó sus palabras” (Primera parte, Cap. IV).
Además, cuando se habla de ellos, se los menciona como amenazas o gente mala. Esto contrasta con la realidad, donde se ve que los criados como Cástulo o Félix no son los monstruos que los blancos describen. Esto es particularmente evidente en el caso de Ignacio (el hermano de Agustina, la panadera), un indio que es asesinado vilmente por Rodolfito (un supuesto “chico bien”). Su asesinato conmociona al pueblo, ya que lo conocían bien y saben que era un hombre trabajador y buen vecino, que no hizo nada malo para ser asesinado de esa manera. Esto pone en jaque sus creencias, y algunos vecinos problematizan “¡Pobre Ignacio! ¡Pobres indios! ¡Tal vez no son tan malos como creemos!” (Primera parte, Cap. VII).
Estas escenas exponen la hipocresía y señalan una realidad de México (y de gran parte de América Latina) en relación con sus pueblos originarios, ofreciendo una perspectiva crítica de la historia del país.
-
3
Las palabras tienen un rol fundamental en la historia de Ixtepec. ¿Cómo aparecen tematizadas en la novela?
El personaje que hace explícita la importancia de las palabras que propone la trama es Juan Cariño. Él es el loco del pueblo, se cree Presidente y está dedicado a la tarea secreta de “juntar” las palabras que son peligrosas. Irónicamente, el loco es el personaje más lúcido en lo que respecta a la consciencia del poder de las palabras. El otro personaje que tiene esa consciencia es Felipe Hurtado, de la mano de su interés por el teatro y la poesía (por eso no es casualidad que él y Juan Cariño se hagan amigos de inmediato).
Pero además de estos personajes, toda la narración gira en torno a las habladurías. Lo que la gente dice tiene un poder efectivo en la realidad, así como lo que dejan de decir, como se ve en esta cita: "Matilde habla como un general del Gobierno —dijo Segovia con aire divertido, y pensó en el nuevo idioma oficial en el que las palabras «Justicia», «Zapata», «indio» y «agrarismo» servían para facilitar el despojo de tierras y el asesinato de los campesinos" (Primera parte, Cap. VII).
También la peligrosidad de las palabras se realza con el descubrimiento de la traición de Inés y la frase que se repite una y otra vez en casa de Elvira: “¡En boca cerrada no entran moscas!” (Segunda parte, Cap. IV).
Por último, la memoria (tema central del libro) no es posible sino a través de las palabras. Así lo muestra Ixtepec, el narrador, cuando comunica la inscripción final en la lápida de Isabel: “Sus palabras son cohetes apagados” (Segunda parte, Cap. XVI).
-
4
¿Por qué puede decirse que la novela tiene un narrador testigo y protagonista?
El narrador de Los recuerdos del porvenir es la personificación del propio pueblo. La apertura, en el primer capítulo, pone de manifiesto que el narrador no es un narrador omnisciente clásico. Él mismo explica su propósito (contar su historia) y utiliza la primera persona para ello.
Pero más adelante, y en todo el texto, intercala esta primera persona del singular con la primera persona del plural: nosotros. Al pasar la enunciación a un “nosotros”, Ixtepec se hace parte de una voz colectiva. Esto sucede en momentos especialmente trágicos o dolorosos, como el del cierre de la iglesia: “la luz subió por el cielo y nosotros seguíamos en el atrio; teníamos sueño y sed, pero no queríamos abandonar a la iglesia en las manos de los militares. ¿Qué haríamos sin ella, sin sus fiestas, sin sus imágenes que escuchaban pacientes los lamentos? ¿A qué nos condenaban?” (Segunda parte, Cap. II).
Ixtepec no es un narrador objetivo, que se limita a observar y relatar, sino que recuerda los hechos de una manera completamente emocional y subjetiva.
-
5
Se puede decir que en Los recuerdos del porvenir aparecen representados, por lo menos, cuatro estereotipos de mujer característicos de la historia de la literatura. ¿Cuáles son?
En primer lugar, está Isabel, que es la hija de una familia “bien”, cuyo destino máximo es casarse y tener hijos (destino que ella rehúsa).
Luego, están las mujeres “indecentes”, aquellas relacionadas con el placer y la lujuria. Estas están divididas en dos grupos: por un lado, las “cuscas”, que son abiertamente prostitutas, y, por otro lado, las “queridas”, que son las amantes de los militares. Ambas están “mal vistas” y son marginadas de la sociedad (viven específicamente en lugares aislados, el Hotel y la casa de La Luchi, cerrados al resto de los vecinos).
En tanto, Julia se diferencia del resto y se asocia la figura conocida como femme fatale, la mujer que, por ser tan hermosa, genera locura y es peligrosa.
Por último, se puede mencionar a Ana Moncada como el estereotipo de madre y mujer casada, dedicada a su familia, protectora y respetuosa de las reglas sociales.