El meditante (imagen visual)
“Orlas pálidas, incurvadas como llamas y grises, partían de una gran almendra aplicada a la espalda del meditante, y se extendían, en colores terrosos y apagados, por las paredes y columnas simuladas del templete, hasta alcanzar una portezuela carcomida que abría a un lavabo rosado con un bombillo encendido oscilando levemente al extremo de un cordón negro".
La imagen del meditante se presenta con detalles visuales que crean una atmosfera única. La almendra aplicada a su espalda, las orlas pálidas incurvadas como llamas y grises, y los colores terrosos y apagados que se extienden por las paredes del templete contribuyen a una imagen visualmente rica. El bombillo encendido oscilando levemente agrega un toque sutil de movimiento y contraste. La posición del meditante y los elementos visuales asociados pueden simbolizar la búsqueda espiritual, la conexión con lo trascendental y la dualidad entre la luz y la oscuridad. La portezuela carcomida que lleva al lavabo rosado con un bombillo encendido puede sugerir la transición de lo material a lo espiritual.
El rostro de la sobrina (imagen visual)
“La sobrina de las viejas había adoptado, para tan sarcástico ejercicio, el maquillaje blanco que delataba a las antiguas meretrices del Imperio, aunque en su versión operática revisada: con polvo de cáscara de huevo, que conservaba en un pomito esférico taponeado, como para enterrar hormigas, y un poco de tiza, se había repellado la cara, trazando un óvalo afeitado en su parte superior para dibujar mejor la frontera donde arrancaba, como un casco negro y duro, el pelo. No se le veían los labios, que mantenía, aun para reír, cerrados. Cejas anaranjadas. Un azabache en la nariz".
La descripción detallada del rostro de la sobrina crea una imagen visual única. El maquillaje blanco, el óvalo afeitado en la parte superior de la cara y los detalles específicos como las cejas anaranjadas y el azabache en la nariz construyen una imagen gráfica y distintiva. El maquillaje y la vestimenta de la sobrina pueden simbolizar la representación teatral de la identidad, la máscara que lleva en la sociedad. La elección de elementos como la cáscara de huevo y la tiza resalta la artificialidad y la construcción de la apariencia.
El agua de coco (imagen visual y sonora)
“De un tajo, con un machete, el garzón de la playa cortó uno de los frutos verdes y leñosos que estaban por el suelo. El sediento se lo empinó de un tiro, como si fuera una copilla de caracoles con ketchup. Pidió que lo volvieran a cortar. Se comió con las manos la masa resbalosa y blanca. Salió, sin saludar, de la casucha. Rodaron pendiente abajo las mitades vacías del coco: ruido breve, fibroso, piedras desmoronadas que asustaban culebras, fractura contra los arrecifes rojos".
La imagen visual y sonora del agua de coco se presenta a través de la acción de cortar y consumir el fruto verde. La descripción de la masa resbalosa y blanca, junto con el sonido del coco cortado y las mitades vacías rodando pendiente abajo, crea una experiencia multisensorial. El acto de consumir el agua de coco puede simbolizar la satisfacción de deseos primarios, la conexión con la naturaleza y la experiencia sensorial pura. La imagen sonora de las mitades vacías rodando agrega un toque de efímera decadencia.
Los suburbios (imagen visual y olfativa)
“Él siguió de largo. Por los canales holandeses de los suburbios, arrastrados por caballos que avanzaban a la sombra de las palmas, bordeando las márgenes, pasaban, lentas, barcazas grises, cargadas de piña. Un vaho dulzón y húmedo, como a podrido, se empozaba en el aire".
La imagen de los suburbios se caracteriza por canales holandeses, caballos arrastrando barcazas grises cargadas de piña y un vaho dulzón y húmedo que se empoza en el aire. Los canales, las barcazas y la carga de piñas sugieren una vida suburbana vinculada a la naturaleza y al comercio. El vaho dulzón y húmedo puede simbolizar la dualidad de la belleza y la decadencia en este entorno, creando una atmósfera compleja y rica en matices.