Poema de Gilgamesh

Poema de Gilgamesh Citas y Análisis

¡Seis días y siete noches

excitado Enkidu

se derramó en Shamhat

hasta que se hubo

saciado de gozarla!

Se volvió entonces

hacia su manada

pero al ver a Enkidu

huían las gacelas.

Las bestias de la estepa

se apartaban de él.

La hieródula se dirigió

a Enkidu: '¡Eres hermoso, Enkidu

pareces un dios!

¿Por qué con las bestias

has de correr por el campo?'.

Yo lírico, pp. 56-57.

Al encontrarse con Shamhat, Enkidu descubre la sexualidad. Esta actúa sobre él como una fuerza civilizadora. Tras yacer con Shamhat y saciarse sexualmente, Enkidu se convierte en un ser humano, consciente de sí mismo. Los animales ya no lo reconocen como uno de ellos. Esto, al principio, asusta a Enkidu. Sin embargo, a través de Shamhat llega a comprender que él es un humano y que el lugar que le corresponde es la civilización. Entonces, juntos, emprenden el camino hacia la ciudad de Uruk.

No sabía Enkidu

de pan para comer

ni de cerveza para beber.

¡No lo había aprendido!

La hieródula tomó la palabra

y así habló a Enkidu:

'Come pan, Enkidu

necesario para la vida.

Bebe cerveza, es costumbre en tu país'.

Yo lírico, pp. 64-65.

Esta cita demuestra el desconocimiento absoluto que tiene Enkidu respecto a las costumbres humanas. Sin embargo, en esta escena, en la que termina su transformación, deja de ser un salvaje y se convierte en un hombre civilizado.

Una vez más, será Shamhat su guía en esta transformación. Enkidu bebe alcohol por primera vez, luego se baña y es vestido con ropas finas. El momento cúlmine de la transformación se dará al final de la escena, cuando Enkidu decida proteger a los pastores, que lo alimentaron y le dieron de beber, de los animales que los acechan, del mundo natural del que él ya no forma más parte.

¿Ahora temes tú la muerte?

¿Dónde está tu gran valor?

Iré yo por delante

para oír tu voz, para decirte:

'¡Acércate, no temas!'

Y si sucumbo yo

que mi nombre sobreviva.

Gilgamesh, p. 74.

Gilgamesh se jacta de no tener miedo antes de enfrentar a Humbaba, dado que, suceda lo que suceda en la batalla, la fama de su valor se expandirá eternamente.

Esta cita demuestra la visión que tiene el héroe sobre sí mismo, y de la vida en general. Para él, la fama y el legado de su heroísmo es lo único que importa. Si bien se puede argumentar que, en parte, Gilgamesh dice estas cosas para alentar a Enkidu, es innegable la arrogancia que contienen sus palabras.

La muerte de Enkidu será fundamental para que Gilgamesh cambie esta parte de su carácter y comprenda que, en realidad, no quiere morir, que ni siquiera la fama es consuelo ante el final de la vida.

¡No, no te tomaré

como mi esposa!

Eres un brasero que se enfría

como hielo.

Gilgamesh, p. 100.

En su regreso a Uruk, tras derrotar a Humbaba, Gilgamesh se baña y se viste con ropas elegantes generando la atracción sexual de Ishtar, la diosa del amor. Ella le pide que se convierta en su amante, y le promete riquezas.

Gilgamesh la rechaza con una serie de frases como la que contiene la cita. Estas frases ingeniosas tienen sustento verdadero. Ishtar ha tenido cientos de amantes y a todos los ha despreciado, y abandonado en el sufrimiento. Sin embargo, pese a la verdad de sus palabras, Gilgamesh es muy poco cuidadoso en el modo a dirigirse a ella, como si no terminara de comprender que Ishtar es una diosa y él es un rey, poderoso, que acaba de vencer a un gigante, pero no es un dios. Es un mortal.

Ishtar tomará esto como una afrenta personal y desencadenará al Toro del Cielo para que ataque Uruk.

Cuando hubo caminado una doble hora

era densa la oscuridad

no había luz

no podía ver ni adelante

ni hacia atrás.

Yo lírico, p. 138.

La aventura de Gilgamesh a través del pasaje del Monte Mashu puede enmarcarse dentro de las arquetípicas aventuras que definen a los héroes literarios: la aventura en la que el héroe se enfrenta a sí mismo.

Ya hemos visto a Gilgamesh derrotando a Humbaba y al Toro del Cielo. Ya ha quedado demostrada su destreza física y su valor. Pero ambas batallas las libró junto a Enkidu, y fueron mucho más físicas que mentales. Esta vez, Gilgamesh, al atravesar el Monte Mashu, se enfrenta a su soledad, a su fortaleza mental.

En este sentido, es muy significativa la oscuridad, en la que su soledad se acentúa aún más. Gilgamesh no puede ver qué hay delante de él, tampoco lo que hay detrás. No puede valerse por su historia pasada, ni por el futuro que puede salvarlo. Tampoco tiene a quién acudir.

Al salir del Monte Mashu, sano y salvo, Gilgamesh tendrá la fortaleza necesaria para ir hacia los confines de la tierra con plena confianza en sí mismo.

¡Lo que le sucedió a mi amigo

me sucederá a mí!

¿Habré yo de sucumbir

como él?

Gilgamesh, p. 144.

Tras ser testigo de la muerte de Enkidu, Gilgamesh se siente abrumado por el miedo a su propia muerte y busca desesperadamente escapar de su destino. La pregunta que se hace en la cita demuestra que, hasta entonces, Gilgamesh se percibía a sí mismo exento de la mortalidad.

Hasta el momento de la muerte de Enkidu, que además es su doble, Gilgamesh había vivido como si fuera un dios, con la misma arrogancia, con la misma impunidad. La repentina comprensión de que él también es mortal, y no es un dios, lo sobrepasa. Podrán ser grandes su fama y sus logros, pero nada le quedará cuando la muerte venga por él.

¿Quién es el mortal que puede vivir para siempre?

La vida del hombre es corta.

Come y bebe todo lo que puedas comer y beber.

Danza y disfruta el placer de estar vivo.

Siduri, p. 145.

Siduri, la tabernera, es un personaje sumamente terrenal. No comprende qué busca Gilgamesh en la inmortalidad. Le parece absurdo que gaste tiempo de su vida en esta empresa, en lugar de disfrutar la vida.

Es el único personaje del poema que transmite este mensaje, íntimamente ligado al concepto de Carpe diem. Los otros personajes solamente le dicen a Gilgamesh que la inmortalidad es solo para los dioses, pero no le dan ningún tipo de consuelo.

Sobre el final del poema, Gilgamesh parece haber internalizado esta visión de Siduri, y al regresar a Uruk ya no piensa en lo que sucederá después de la muerte, sino en lo increíble que es la vida, su ciudad, su reinado.

Utnapishtim

hijo de Ubartutu

destruye tu casa

abandona tus riquezas

construye una barca.

Salva la semilla de los vivientes todos

en la cala de una barca.

Ea, p. 160.

Ea instruye a Utnapishtim antes de la llegada del diluvio. Por un lado, la cita es interesante por su similitud con la historia bíblica de Noé, ya que las instrucciones que recibe Utnapishtim por parte de Ea son exactamente las mismas que Dios le da a Noé.

Por otro lado, es interesante destacar que Ea hace especial énfasis en salvar la vida y abandonar las riquezas. Para convertirse en un verdadero salvador, Utnapishtim debe abandonar su reinado. Esta línea puede relacionarse con lo que le sucede a Gilgamesh, quien solamente se convierte en un gran rey cuando abdica de lo superfluo, y comprende que lo verdaderamente importante es vivir la vida, disfrutar del amor y la amistad y reinar con justicia.

Impón al culpable una pena

impón un castigo al criminal.

Perdona, no destruyas

sé generoso…

En vez de decretar el diluvio

hubieran surgido leones

que redujeran el número de la gente.

Ea, p. 172.

Ea reprende a Enlil por haber tomado medidas exageradas en contra de la humanidad. Le dice que por una afrenta personal no debía castigar a todos los mortales a través de un diluvio.

Algo muy interesante de esta cita es que el consejo de Ea tampoco parece ser un castigo justo para resolver una afrenta personal. Los eruditos consideran que, en este punto, hay una fusión un tanto confusa entre el Poema de Gilgamesh y la Epopeya de Atrahasis (ver sección "La epopeya de Atrahasis" en esta misma guía). En teoría, la historia del diluvio es original de esta última, y fue insertada en el Poema de Gilgamesh. En la Epopeya de Atrahasis, Enlil había mandado el diluvio a la Tierra porque no podía controlar la superpoblación. El consejo que le da Ea parece responder más a esa necesidad de Enlil que a una venganza por una afrenta personal.

Sube y pasea sobre los muros

de Uruk.

Mira sus cimientos.

Considera su estructura.

¿No son acaso cosidos sus ladrillos?.

Gilgamesh, p. 182.

Gilgamesh regresa a Uruk con Urshanabi y lo lleva a recorrer su ciudad. Esta cita demuestra que el héroe tiene una nueva óptica sobre Uruk. Gilgamesh ha aceptado su mortalidad y, por lo tanto, el valor de aquello que lo rodea en vida, aquello que construyó él mismo con sus propias manos. Lo más importante ha dejado de ser la posteridad, la fama, la gloria.

El hecho de que se enorgullezca por algo tan material pero estructural como el modo en que fueron hechos los ladrillos demuestra a la perfección el cambio interno que atravesó Gilgamesh durante su epopeya. Su orgullo ya no son sus hazañas egocéntricas, sino aquello que construyó para que los habitantes de su ciudad vivan de la mejor manera.

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