Resumen
Al día siguiente, en la casa del médico, este dialoga con su mujer: Pedro le envió una carta en respuesta a su informe, pero solo dice que vendrá a verlo presencialmente al mediodía. Tomas está seguro de que puede estar enfadado por no haber hecho el descubrimiento él mismo. Katrine le propone que comparta los honores, como si Pedro hubiera también iniciado la investigación, y Tomas dice que no tendría problema en hacerlo.
Llega Morten Kiil, que quiere saber si lo que oyó sobre las aguas es verdad. El Doctor Stockmann le asegura que es cierto, y que es una suerte para la ciudad haberlo descubierto a tiempo. Su suegro ríe y dice no haber imaginado que le haría una “jugarreta” así a su hermano. Le pregunta por el tamaño de los “bichitos” que infectan el agua y si son visibles, y cuando Tomas dice que no, su suegro le dice que Pedro nunca le creerá. Morten Kiil detesta al gobierno que lo desplazó de su pueblo, y le dice a Tomás que si logra derrotar al Alcalde y a sus socios, él mismo regalará dinero a los pobres.
Llega Hovstad y Morten Kiil se va. Hovstad le dice al Doctor que ha reflexionado sobre el tema de las aguas y le parece que no es solo un asunto científico, sino que es consecuencia de la burocracia de ricos que gobierna el pueblo y toma las decisiones. El Doctor le dice que no todos son burócratas y que hay en el gobierno gente muy experta y capaz, y Hovstad le pregunta si utilizaron esa capacidad y experiencia en la construcción del balneario. Tomas responde que se puede arreglar, y que no duda en que su hermano emprenderá la solución con urgencia. Hovstad dice que no lo logrará sin ayuda de la prensa y que él mismo se encargará de eso, porque cuando fundó El mensajero del pueblo lo hizo con el propósito de terminar con la burocracia de viejos poderosos que se adueñan del pueblo. Ambos coinciden en que la verdad debe estar por encima de toda conveniencia. El Doctor Stockmann, pensando en su hermano, intenta decir algo que matice la voluntad de Hovstad, pero interrumpe la entrada de Aslaksen. Este, que es el impresor del diario, viene a comunicarle su apoyo al Doctor Stockmann en cuanto a la reforma de la instalación de las aguas corrientes. Le dice que le puede ser útil tener el respaldo de los ciudadanos comunes, como él, que configuran la mayoría unida de la ciudad. El Doctor le agradece pero no comprende por qué precisaría de apoyo para un asunto tan sencillo. Aslaksen le dice que se lo advierte porque conoce a las autoridades y el modo en que les molestan las propuestas que no se les ocurren a ellos. Luego, él y Hovstad proponen una manifestación, aunque Aslaksen dice que debe ser moderada, porque la moderación es la más importante de las virtudes cívicas. Le recuerda al Doctor que él es el presidente de la Asociación de Propietarios de Inmuebles y de la sociedad de templanza, y tiene cierta influencia entre los ciudadanos como él, por lo que le sería fácil lograr una expresión pública de reconocimiento. Propone escribir una carta de felicitación al Doctor lo suficientemente moderada como para no ofender a las autoridades. Stockmann le agradece, aunque no considera necesaria tanta movilización. Lo conforta contar con la adhesión de los conciudadanos. Aslaksen se retira repitiéndole a Stockmann que tiene de su lado a la mayoría compacta.
Cuando Aslaksen se va, Hovstad le pregunta a Stockmann si no es hora de dejar las medias tintas y cobardías, así como el culto a la autoridad; mejor es tener convicciones y decisiones firmes. Dice que por eso debe advertir, desde el periódico, a todos los ciudadanos sobre el despropósito cometido en la construcción de los sistemas de agua. Stockmann le dice que lo haga si le parece que sirve al bien común, pero le ruega que espere a que él haya hablado con su hermano. Hovstad dice que armará un editorial por si el Alcalde se opone a la publicación del artículo, y Stockmann se sorprende por esa posibilidad. Le dice que, en tal caso, igual publicará el artículo completo, y le entrega el informe. Hovstad le agradece y se va.
Stockmann le cuenta a su mujer su conversación con Hovstad y le dice que, aunque no crea que vaya a ser necesario, lo conforta tener a la prensa libre e independiente a su favor. También comenta con agrado el apoyo de la mayoría compacta que le aseguró Aslaksen. Se siente bien por tener un lazo fraterno con sus conciudadanos en su pueblo natal.
Llega el Alcalde. Dice que leyó el informe sobre las aguas. Le pregunta al Doctor si era necesario hacer esas investigaciones a sus espaldas. Le dice que las declaraciones del informe son demasiado fuertes, sobre todo cuando dice que toda persona que toque el balneario se expone al envenenamiento. Stockmann responde que no es una exageración; el caso es muy grave. El Alcalde entonces comenta la solución que plantea el Doctor de construir un sistema cloacal para filtrar los desechos, y le dice que habló esa mañana con un ingeniero para preguntarle cuánto costaría esa reforma: no solo es increíblemente costosa, sino que además demoraría dos años; dos años en los que el balneario debería estar cerrado, justo ahora que la ciudad empezó a prosperar. Le dice a Tomas que, si hace lo que se propone, destruirá su ciudad natal. Luego le dice que no está convencido de que el problema de las aguas sea tan grave, y que se podrían hacer, en un futuro, algunas mejoras que no conlleven sacrificios extremos. Tomas dice que eso sería una farsa, un delito contra la sociedad. El Alcalde dice que él se encargará más adelante, con precaución, y que nada del tema debe llegar al conocimiento público. Tomas responde que eso será imposible, puesto que ya lo saben los de El mensajero del pueblo. El Alcalde lo trata de imprudente y le recuerda que esto puede traerle consecuencias a él también, puesto que le debe su cargo de médico del balneario. Tomas dice que el puesto no puede ser para otra persona, ya que fue a él a quien se le ocurrió la idea del balneario. El Alcalde le reprocha su espíritu belicoso y su constante crítica a la autoridad, y lo acusa de haber esparcido un rumor en el pueblo. Le exige entonces dar una desmentida pública, afirmando que el caso no es tan grave como creyó al principio y que confía plenamente en la dirigencia del balneario. Luego, el Alcalde dice a su hermano que, como empleado, no está autorizado a dar un punto de vista diferente al de sus jefes. El Doctor le asegura que escribirá contra el directorio; el Alcalde entonces dice que lo echarán. Petra irrumpe en la conversación que escuchó desde la habitación para apoyar a su padre. Detrás, la señora Stockmann le pide que se calle. El Alcalde le pide a la señora Stockmann que haga entrar en razón a su marido y lo detenga antes de que actúe en perjuicio de su propia familia, perdiendo su trabajo. Luego le dice a Tomas que alguien que proclama tales cosas sobre la fuente de prosperidad económica de su ciudad es un enemigo del pueblo. El Alcalde se retira.
La señora Stockmann intenta persuadir a su marido para que no se enfrente a su hermano. Stockmann le responde que él es quien tiene la verdad y también el apoyo de la prensa y de la mayoría compacta; que nadie lo llamará enemigo del pueblo y que él tiene un deber para con su pueblo. La esposa le pregunta entonces qué sucede con el deber para con su familia; le ruega que piense en sus hijos, que ella no podrá volver a afrontar estrecheces, falta de ingresos. Stockmann responde que prefiere seguir adelante porque quiere tener el derecho de mirar a sus hijos a los ojos. Petra festeja la integridad de su padre.
Análisis
En este segundo acto se ponen en escena varios enfrentamientos y alianzas entre personajes que representan, a su vez, enfrentamientos y alianzas entre distintas esferas en una sociedad. En primera instancia, se plantea la disputa por el poder entre Morten Kiil (la vieja burguesía productora) y el Alcalde (el Gobierno); luego vemos la alianza entre Hovstad (medios de comunicación) y el Doctor Stockmann (ciencia-salud pública). Por último, presenciamos el enfrentamiento entre dos puntos de vista sobre el tema del balneario: el Alcalde, que privilegia lo económico-político y el Doctor, para quien prima la salud y la ciencia.
No obstante, en este segundo Acto, tanto en el diálogo que el Doctor Stockmann mantiene con Morten Kiil como en el que tiene al inicio con su esposa se ilumina, también, un aspecto del carácter del protagonista que resultará fundamental para el posterior enfrentamiento de este con las otras fuerzas en juego representadas en la pieza. Ese aspecto tiene que ver con cierto optimismo y candidez inicial del Doctor, que lo obnubila y le impide prever las consecuencias trágicas que puede conllevar su accionar:
DOCTOR STOCKMANN: Ya verás, estará ofendido porque he sido yo y no él quien hizo el descubrimiento.
SEÑORA STOCKMANN: ¿Eso te preocupa?
DOCTOR STOCKMANN: ¡Apenas..! Pero en el fondo le alegrará.
(p.137)
La ingenuidad e imprevisión inicial del protagonista respecto del conflicto que desatará en los intereses del balneario y en las estructuras de poder de la ciudad constituyen al personaje en su carácter idealista. Embanderado en una verdad, el Doctor Stockmann acarreará luego, sin casi darse cuenta, grandes dificultades para él y su familia.
La candidez inicial del protagonista contrasta con el cinismo de otros personajes como Morten Kiil, quien tendrá más adelante suma relevancia para la resolución de la trama. En este segundo acto, el suegro del Doctor entra en escena y parece ser el primero en reparar en el aspecto conflictivo del descubrimiento de Stockmann, aspecto que el Doctor no sospecha aún:
MORTEN KIIL: ¿Pero entonces todo es cierto?
DOCTOR STOCKMANN: ¡Completamente! (…) ¿No es una gran suerte para la ciudad?
MORTEN KIIL: (Ahogando la risa.) ¿Suerte para la ciudad?
DOCTOR STOCKMANN: Claro, el haber descubierto esto a tiempo.
MORTEN KIIL: (Con el mismo tono irónico) Ah. ¡Claro, claro! Pero nunca imaginé que le harías una jugarreta así a tu propio hermano.
(p.139)
Un tema que vuelve a asomar en la pieza, además, con la aparición de Morten Kiil, es el de la dicotomía bien común vs. bien personal. El suegro del Doctor da claros indicios de no creer realmente en la veracidad de los descubrimientos de su yerno -se refiere a la infección despectivamente como “bichitos”, y ríe cuando el Doctor señala que estos son invisibles para el ojo humano- y sin embargo impulsa al protagonista a radicalizar su posicionamiento:
MORTEN KIIL: ¿Supones que él podría estar tan loco como para creerte?
DOCTOR STOCKMANN: Bueno, si llama a eso estar loco, la ciudad entera estará loca.
MORTEN KIIL: ¿La ciudad entera? ¡Pero qué bien les vendría! ¿Resulta que ellos son más inteligentes que nosotros, los viejos? Como un perro me echaron. Ahora les toca a ellos, se merecen una buena jugarreta, Stockmann.
DOCTOR STOCKMANN: Pero, suegro…
MORTEN KIIL: Una buena jugarreta, eso es lo que digo. ¡Si consigues que el Alcalde y sus amigos se den de narices contra el suelo, prometo que de inmediato daré cien coronas para los pobres!
(p.140)
Tal como evidencia con sus palabras, a Morten Kiil no le interesa la causa del Doctor ni su descubrimiento, sino los efectos que puede tener esa información en la opinión pública. Es decir, Morten Kiil no impulsa el accionar del Doctor guiado por el beneficio que este tendría para el bien común, sino en pos de un interés personal: vengarse de las autoridades que lo desplazaron. De esta manera, la pieza ilustra las distintas variables -y los verdaderos intereses- que pueden originar las alianzas y las oposiciones entre determinados sectores sociales. Este movimiento se vuelve evidente también, aunque con sus particularidades, en el diálogo que Hovstad mantiene con el Doctor en este segundo acto:
HOVSTAD: Perdone usted, Doctor. Debo advertirle que me ocuparé del asunto.
DOCTOR STOCKMANN: ¿En el periódico?
HOVSTAD: Sí. Cuando me hice cargo de El Mensajero del Pueblo mi principal propósito era terminar de una vez y para siempre con toda esa gavilla de viejos empecinados que se adueñaron del poder.
(p.142)
Lo que se hace evidente en el diálogo entre Hovstad y el Doctor Stockmann es el modo en que los medios de comunicación, representados aquí por el periódico dirigido por Hovstad, pueden embanderarse en una verdad científica -el descubrimiento del Doctor- no necesariamente por creer en ella sino más bien porque les resulta conveniente en términos políticos y sociales. La esfera sociopolítica en su ligazón con el discurso científico se explicita en el valor metafórico que Hovstad otorga a los términos del informe del Doctor:
HOVSTAD: Ayer dijo usted que la descomposición del agua es producida por la suciedad del suelo, ¿no?
DOCTOR STOCKMANN: Sí, y que esa suciedad se origina sin dudas en el pantano del Valle de los Molinos.
HOVSTAD: Me perdonará usted, Doctor. Yo creo que proviene de otro pantano distinto.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Cuál?
HOVSTAD: Del pantano donde toda nuestra vida comunitaria se pudre.
DOCTOR STOCKMANN: Pero, por todos los diablos, señor Hovstad…, ¿qué me está usted diciendo?
HOVSTAD: De a poco, todos los asuntos de la comuna han ido a parar a una gavilla de burócratas.
(p.141)
Este segundo acto instala entonces una suerte de analogía entre el plano de la ciencia y el plano sociológico: la contaminación de las aguas se origina en el pantano de un valle, de la misma manera en que la “vida comunitaria” de la ciudad “se pudre” debido a que el gobierno es un pozo burocrático asimilable a un pantano infectado. Asociaciones similares se darán a lo largo de la obra, principalmente en el cuarto acto, cuando el Doctor exprese su opinión sobre la “mayoría compacta” en la Asamblea; esa misma mayoría de ciudadanos que, sin embargo, en esta instancia de la pieza, promete ser parte de una suerte de ejército que en teoría se manifestaría a favor de combatir la contaminación en cuestión:
ASLAKSEN: ¿Verdad que tiene usted la intención de mejorar la instalación de aguas corrientes? ¿Es cierto?
DOCTOR STOCKMANN: Sí, la que va al balneario…
ASLAKSEN: Veo que he entendido bien, por eso vine a decirle que en ese asunto lo apoyo con todas mis fuerzas.
HOVSTAD: (Al Doctor) ¿Lo ve usted?
DOCTOR STOCKMANN: Le estoy muy agradecido, pero…
ASLAKSEN: Porque, señor Doctor, podrá serle útil tener el respaldo de los ciudadanos comunes. Juntos formamos una mayoría unida aquí en la ciudad, con la que nunca está de más contar.
(p.145)
Las alianzas que se afianzan en este segundo acto no tardarán en quebrarse. Es interesante, en este sentido, el modo en que la pieza enfatiza los discursos: los parlamentos pronunciados por algunos personajes en esta instancia tienen una fuerza afirmativa tal que, conociendo el desenlace de la trama, se dejan leer con un matiz irónico. Es el caso del Doctor, por ejemplo, y su felicidad por contar con el respaldo de la “mayoría compacta”: este le dice a su mujer: “no sabes lo bien que me hace tener tal lazo de unión fraterna con mi conciudadanos” (p.150). No obstante, muy pronto este lazo se verá irreconciliablemente roto. Yacen en este acto también ciertos matices irónicos en las declaraciones de personajes como Hovstad, quien, por ejemplo, declara ante el Doctor:"Realmente, preferiría no enfrentarme al Alcalde, entre otros motivos porque es su hermano. Pero usted debe reconocer como yo que la verdad está por encima de toda consideración y conveniencia" (p.143). La ironía se da en este caso no solo en vistas a lo que sucederá más adelante, sino también por el hecho de que, poco antes, Hovstad ha declarado su intención de contrariar al gobierno, por lo que su apoyo al Doctor se evidencia mucho más como una conveniencia que como una actitud de honesta búsqueda de la “verdad”.
Más allá de lo señalado anteriormente, el momento más destacable de este segundo acto, en relación al tema que presenta, radica en el diálogo entre los hermanos Stockmann. El Alcalde añade una nueva perspectiva frente al conflicto del balneario:
EL ALCALDE: ¿Te has tomado la molestia de pensar lo que puede costar esa obra? Según me informaron, los cálculos aproximados indican que ascenderá a varios cientos de miles de coronas.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Tan caro puede llegar a ser?
EL ALCALDE: Sí. Y eso no es lo peor: se demorarían no menos de dos años en poder completar esas obras.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Dos años dices? ¡Dos años completos!
EL ALCALDE: Por lo menos. Y, ¿qué haríamos con el balneario en ese tiempo? ¿Cerrarlo? No habría otra solución. ¿Quién iría a venir aquí una vez que corra el rumor de que el agua está contaminada.
DOCTOR STOCKMANN: Pero es que está contaminada, Peter.
(p. 152)
Hasta antes de la llegada del Alcalde, el asunto del balneario y el descubrimiento del Doctor se había planteado como una cuestión meramente científica, en parte debido al carácter idealista del protagonista y su afán por buscar la verdad. De postularse un conflicto, este había radicado simplemente en la posibilidad de una disputa entre hermanos, sin indicios de traspasar el plano de lo familiar. El discurso del Alcalde en su enfrentamiento con el Doctor evidencia lo indesligable de la esfera familiar con la política: la oposición no se da solamente entre la opinión personal de un hermano y la de otro, sino entre una perspectiva político-económica y una científico-médica. El planteo del Alcalde alerta sobre las consecuencias económicas de realizar las reformas propuestas por el Doctor:
Y eso, sin pensar que, precisamente ahora, comenzaba la prosperidad del establecimiento. Las ciudades vecinas aspiran a convertirse en balnearios. ¿No se te ocurre que se pondrán de inmediato en actividad para atraer la avalancha de turistas? Como consecuencia nuestra ciudad debería abandonar por completo una empresa en la que hemos invertido tanto esfuerzo y sacrificio. Habrías terminado por destruir tu ciudad natal.
(p.152)
Frente a un mismo conflicto, por lo tanto, se ofrecen dos perspectivas. La diferencia entre ambas radica en las jerarquías en las que se basan: en el punto de vista del Alcalde prima el bienestar económico de la población, mientras que en el punto de vista del Doctor se privilegia la salud pública. Se hace presente, por lo tanto, la dicotomía entre ambas cuestiones:
EL ALCALDE: Bien sabes que el porvenir de esta ciudad depende exclusivamente del destino del balneario.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Pero, qué crees entonces que debe hacerse?
EL ALCALDE: Tu informe no me ha convencido de que este asunto de las aguas tenga la gravedad que le atribuyes.
(p.152)
De por sí, y como ya hemos remarcado con anterioridad, los posicionamientos de la mayoría de los personajes no pueden abstraerse completamente de cierto beneficio personal de quienes los sostienen. En el caso del Alcalde, su insistencia en el bienestar económico de la población no puede desligarse de su interés personal en ganar la reelección como intendente. La cuestión de la imposibilidad de distinguir enteramente lo personal y lo público entra en juego en este diálogo, además, de una manera nueva en la pieza, cuando el Alcalde se dirige a su hermano en calidad de superior. La disputa entre hermanos para a ser rápidamente un enfrentamiento entre un alcalde y un médico empleado por el Estado, es decir, subsumido a su poder:
EL ALCALDE: En tu calidad de empleado de establecimiento, no estás autorizado a expresar un punto de vista diferente.
DOCTOR STOCKMANN: (Casi tartamudea, con azoramiento.) ¿No estoy autorizado..?
EL ALCALDE: Como empleado, te digo. Como un simple particular, Dios te perdone, es otra cosa. Pero como empleado a las órdenes del directorio del balneario, no estás autorizado a expresar convicción alguna que se oponga a la de tus jefes.
(p.157)
El Alcalde explicita el hecho de que, al ser parte de una comunidad, el carácter individual de los sujetos tiene sus limitaciones y le exige a su hermano que no se guíe plenamente por su voluntad individual, sino que se amolde a los términos del orden social:
DOCTOR STOCKMANN: ¡Esto está yendo demasiado lejos! ¿Que yo, un médico, un hombre de ciencia, no tenga derecho a..?
EL ALCALDE: La situación aquí no afecta sólo a un asunto científico; es una combinación de problemas, que envuelve aspectos económicos y técnicos por igual.
(p.157)
Ese orden social, según el Alcalde, se sostiene en la condición de que haya consensos, opinión común, que configuren una comunidad unificada, lo cual es imposible si cada cual expresa su convicción individual sin consideración de los otros. Este tema se recuperará más adelante, cuando el Doctor exponga el peligro del pensamiento masificado; el riesgo de no pensar sino lo mismo que piensan las autoridades.
Es en este diálogo, además, que el Alcalde se refiere a su hermano con la nómina de la que más tarde no podrá desligarse y que da título a la obra:
DOCTOR STOCKMANN: No. Soy yo quien vela por la ciudad. Soy yo quien quiere corregir los desatinos que tarde o temprano saldrán a la luz del día. ¡Y entonces se sabrá cuánto amo a mi pueblo natal!
EL ALCALDE: ¿Tú? ¿Tú que ciegamente atacas y procuras cortar su principal fuente de riqueza?
DOCTOR STOCKMANN: ¡Pero es una fuente envenenada, hombre! ¿Estás loco? Aquí vivimos y aquí lucramos con suciedad y podredumbre. ¡Toda la prosperidad de nuestra comunidad está basada en una mentira!
EL ALCALDE: ¡Imaginaciones tuyas, o algo peor! Alguien capaz de proferir tales iniquidades contra el lugar donde vive es un enemigo del pueblo.
(p.159)
Observando el diálogo entre los hermanos en este segundo acto puede verse la maestría del autor. Esta radica en que, más allá de los grados de nobleza y honestidad que caracterizan a cada personaje, la pieza plantea un cierto equilibrio argumentativo. Si bien el Alcalde está en parte motivado por un bien personal de ser reelegido en las próximas elecciones, no miente cuando releva el problema económico que traería para el pueblo y sus ciudadanos las reformas que el Doctor plantea necesarias en el balneario. El conflicto entre primar la salud por encima de la economía o viceversa es en esta obra de naturaleza dilemática: no parece haber una opción enteramente positiva y otra negativa, sino que tomar cualquiera de las dos decisiones implica una pérdida.
El dilema aparece también a escala individual. El Doctor, de continuar con su voluntad, se arriesga a una pérdida (ser echado de su puesto) que traería consecuencias no solo para él sino también para toda su familia. La señora Stockmann insiste en advertirle a su marido sobre este riesgo:
SEÑORA STOCKMANN: Pero, querido Tomás, tu hermano tiene todavía el poder.
DOCTOR STOCKMANN: Pero yo tengo la razón.
SEÑORA STOCKMANN: ¡Oh, sí! ¡La razón, la razón! ¿De qué sirve tener razón si no tienes ningún poder?
PETRA: No, mamá, ¿cómo puedes hablar así?
(p.160)
Es alrededor del conflicto, consecuencia del descubrimiento del Doctor, que los personajes se definen por el modo en que enfrentan el dilema. En el diálogo citado anteriormente puede verse cómo efectivamente Petra, heredera de los ideales de su padre, tiende a posicionarse junto al Doctor Stockmann, impulsándolo a promulgar su verdad. Del otro lado, la señora Stockmann entiende que el Doctor tiene razón, pero a su vez vela por el bienestar económico de su familia, a quien debe mantener, y por lo tanto le implora a su marido que no siga adelante con su propósito.