Resumen
Las manos
El yo lírico afirma que las manos brotan del corazón y dan golpes y zarpazos: son herramientas del alma. Tras ello, le pide a su pueblo que alce y mueva las manos, y afirma que cada aurora ve las manos puras de los trabajadores. Tras repasar distintos oficios manuales, afirma que las manos de los obreros son inagotables fuentes de vida y riqueza. Después hace referencia a las manos de los enemigos. Las describe como “manos de hueso lívido y avariento” (p. 37); manos que empuñan crucifijos, acaparan tesoros, matan con crueldad. Finalmente, afirma que las manos de los obreros derrotarán a las manos de los explotadores.
El sudor
El yo lírico describe al sudor como “un árbol desbordante y salado / un voraz oleaje” (p. 38). Afirma que este llega desde la edad del mundo más remota para iluminar la vida. Luego describe el sudor de los trabajadores y afirma que enriquece a la tierra. Tras ello, ataca a aquellos que nunca han sudado, sostiene que vivirán con mal olor y morirán apagados. Por último, el yo lírico le pide al pueblo que se entregue al trabajo.
Juramento de la alegría
El yo lírico afirma que ha llegado a España el ejército del sol y la alegría. Dice que la tristeza ha desaparecido y todos, adultos, niños y animales, están atravesados por una felicidad súbita. Sin embargo, afirma, el mundo tiene otra cara: la muerte está por todos lados. El yo lírico dice que, tras dejar de llorar, se dio cuenta de que la tristeza corrompe y se alegró seriamente.
Primero de mayo de 1937
El yo lírico dice que hay artillería que dispara desde debajo de los claveles y hay caballería que “hace que huelan los laureles” (p. 42). Luego afirma que en mayo los animales están más airados y las flores hierven. La hoz aparece como un rayo y, pese a la guerra, suenan canciones. Después, el yo lírico afirma que mayo está más colérico porque la juventud está luchando férreamente. Por último, le desea a España un mayo victorioso y dice: “La España que hoy no se ara, se arará toda entera” (ibid.).
El incendio
El yo lírico afirma que Europa se ha incendiado desde Rusia a España. Este incendio entra en las ciudades y las purifica. Con el incendio, además, se propaga la sombra de Lenin que aplasta las miserias a su paso. Luego, el yo lírico dice que España sueña gracias a Lenin, está siendo defendida por un soldado ardiente.
Análisis
En esta parte de la obra, Hernández dedica una serie de poemas a diferentes elementos puntuales a través de los que define a los trabajadores españoles: las manos, el sudor y la alegría. Estas asociaciones, vale decir, involucran las figuras retóricas de la metonimia y la sinécdoque. Así, las manos es una sinécdoque de la parte por el todo, puesto que en los distintos poemas reemplazan al trabajador que las usa para su oficio. El sudor, de un modo similar, es una metonimia del efecto por la causa, y se orienta a dar cuenta del esfuerzo físico que realiza el trabajador.
Los poemas “Las manos” y “El sudor” son, por estos motivos, muy similares entre sí. En Viento del pueblo, tanto las manos como el sudor de los obreros operan, en consecuencia de lo dicho, como símbolo de la fuerza de trabajo. Las manos, además, son la herramienta con la que los obreros luchan en el campo de batalla. Por ende, funcionan también como símbolo del coraje y el vigor de los oprimidos. El tono de ambos poemas es, además, épico. Las manos y el sudor se transforman así en entidades metafísicas, poderosas y sobrenaturales:
Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas (“Las manos”, p. 36).
De un modo similar, veamos lo que sucede en el caso del sudor:
Vestidura de oro de los trabajadores,
adorno de las manos como de las pupilas.
Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
una lluvia de axilas.El sabor de la tierra se enriquece y madura:
caen los copos del llanto laborioso y oliente,
maná de los varones y de la agricultura,
bebida de mi frente (“El sudor”, p. 38).
Tal como vemos en las citas, las manos de los obreros son capaces de constelar relámpagos, mientras que el sudor enriquece el sabor de la tierra y la hace madurar. En Viento del pueblo, en suma, las manos y el sudor se asemejan a dioses benignos de las antiguas mitologías. Y, tal como ocurre en estos antiguos relatos, los dioses del bien deben enfrentarse inevitablemente contra dioses malignos. En este caso, las manos de los obreros deben luchar contra las de los opresores. Sin embargo, y a diferencia de las manos de los obreros, que se han vuelto fuertes gracias al trabajo, las de los opresores son huesudas y débiles, debido a que nunca han realizado ninguna labor. Las manos de los opresores solo “Empuñan crucifijos y acaparan tesoros” (p. 37). En este punto, los crucifijos que menciona el yo lírico aluden a la importante participación que tuvo la Iglesia Católica apoyando al ejército falangista durante la Guerra civil española. Así, sobre el final de “Las manos”, el yo lírico se dirige a las manos de los opresores y afirma:
Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas (p. 37).
En esta línea, “El sudor” también presenta a los enemigos del pueblo. Estos, al igual que en “Las manos”, se caracterizan por no haber trabajado nunca. Según el yo lírico, aquellos que no trabajaron vivirán por siempre malolientes. Esto contiene la figura retórica de la paradoja, ya que aquellos que huelen mal no son los que pasan su vida sudando, sino los que nunca han sudado. Cabe destacar, además, que el poema “Las manos” también presenta una mención a la figura del sudor —“Endurecidamente pobladas de sudores” (p. 36)—; algo que sucede, en forma recíproca, con el poema “El sudor” —“adorno de las manos como de las pupilas” (p. 38)—. Esto demuestra, en definitiva, hasta qué punto estos símbolos son afines entre sí.
La alegría es otra de las características fundamentales del pueblo construido por Hernández. En el poema “Juramento a la alegría”, el autor crea una imagen utópica: toda España se encuentra atravesada por la alegría, se han acabado las lágrimas y las muertes. Aunque el yo lírico no lo verbalice, se da a entender que en esta España utópica los republicanos han ganado la guerra. El juramento a la alegría se presenta entonces como una especie de promesa para el pueblo: si los republicanos vencen, todos vivirán felices.
Luego de dedicarle varias estrofas a la descripción de esta imagen utópica, sobre el final del poema, el yo lírico vuelve a la cruda realidad: la muerte y el dolor lo rodean por doquier. Sin embargo, este panorama desolado lo lleva a reafirmarse en la idea de que mantener la alegría es crucial para poder luchar. Este postulado atraviesa todo el poemario. De hecho, en “Nuestra juventud no muere”, el yo lírico afirma que muchos de los jóvenes republicanos “victoriosamente sonriendo / se han desplomado en la besana umbría” (p. 17). Es decir, no han perdido la alegría ni siquiera cuando cayeron abatidos en combate.
Tras estos poemas que aluden a diferentes virtudes del pueblo, aparece “Primero de mayo de 1937”. En este poema, fechado en el Día Internacional de los Trabajadores, el yo lírico augura un mayo cargado de batallas. Construye así una atmósfera bélica que está a punto de explotar. Los animales, que en la utopía de “Juramento de la alegría” saltaban de felicidad, ahora se encuentran airados, listos para combatir. Ahora bien, lejos de despreciar dicha atmósfera, el yo lírico la percibe como un buen augurio para el pueblo trabajador, que se encuentra más que nunca unido por la hoz. Es decir: por la ideología comunista.
Lo cierto es que mayo de 1937 fue un mes fatídico para el bando republicano. En Barcelona ocurrieron las denominadas “Jornadas de Mayo de 1937”, que consistieron en una serie de enfrentamientos internos en el ejército republicano. Anarquistas y marxistas batallaron contra el Gobierno de Cataluña, el Gobierno de la República y el Partido Comunista de España dejando un saldo de entre quinientos y mil muertos. Por supuesto, este enfrentamiento interno del bando republicano fortaleció al ejército falangista.
El poema “El incendio” está dedicado a celebrar el posicionamiento político que predomina en toda la obra: el comunismo. Hernández presenta a la ideología comunista como un incendio que se generó en Rusia, que ha incendiado parte de Europa y, finalmente, llegado a España. Este fuego arrasa con todo lo establecido, derriba estatua y edificios y purifica así al país ibérico, liberándolo de la podredumbre capitalista.
En este poema, así como en “Primero de mayo de 1937”, Hernández construye la imagen de un pueblo unido gracias al comunismo. En “Primero de mayo de 1937” se nombra a la hoz, símbolo comunista; y en “El incendio”, a Lenin, líder de la Revolución rusa que instaló el comunismo en dicha nación: “España suena llena de retratos / de Lenin entre hogueras matutinas” (p. 43).
Cabe recordar que Lenin muere en 1924, mucho antes de que Hernández escriba Viento del pueblo, en 1937. Durante el momento de su escritura, el líder de la Unión Soviética es ya Iósif Stalin. Sin embargo, Lenin sigue siendo la figura comunista más icónica, representativa y querida.
Así y todo, vale mencionar que Iósif Stalin colabora con el ejército republicano, enviando tropas y material bélico. Hoy en día, sin embargo, muchos historiadores afirman que parte de esas tropas fueron enviadas con la misión de buscar traidores al comunismo dentro del bando republicano. Esto termina siendo uno de los factores fundamentales que generaron la ya mencionada contienda interna en el bando republicano de las “Jornadas de mayo de 1937”.