El sudor (Símbolo)
En Viento del pueblo, el sudor es símbolo del trabajo. Hernández realiza un retrato de España en que la figura como una nación creada gracias al sudor de los campesinos, los jornaleros y los proletarios. Así, el sudor representa el trabajo y el esfuerzo de las clases sociales que constituyen la base de la sociedad, aquellas imprescindibles para que una nación se mantenga en pie. “El sudor” es, además, uno de los veinticinco poemas de la obra.
La juventud (Símbolo)
En Viento del pueblo, la juventud se erige como símbolo de la vitalidad y el vigor que tienen los republicanos para enfrentar la lucha. Los llamados a la juventud en los poemas de Hernández no son necesariamente literales, sino que son una exaltación para que el oprimido saque a relucir dicho vigor combativo. Además, los poemas generan un juego de oposiciones, en el que la juventud se vincula a esa fuerza nueva, vital, que viene a terminar con la supremacía del viejo orden, el capital acumulado y los inamovibles gobernantes.
El viento (Símbolo)
A lo largo de todo el poemario, el viento es un símbolo de la fuerza y el arrojo. Tanto el título de la obra como el poema “Vientos del pueblo me llevan” dan a entender que la fuerza y el arrojo del yo lírico, para luchar y cantar, provienen del pueblo. En ese sentido, el viento se presenta como un elemento multifacético, que tanto da cuenta de la necesidad de un “cambio de vientos” —esto es, una nueva situación histórica— como de la voz, de un poeta y un pueblo, que resiste y denuncia los totalitarismos.
Las manos (Símbolo)
Por un lado, las manos simbolizan la fuerza de trabajo de la clase obrera. Por otro lado, son símbolo del coraje y el vigor con el que los oprimidos luchan contra el franquismo. Así como sucede con el sudor, Hernández también le dedica a este símbolo un poema dentro de la obra; un título llamado, precisamente, “Las manos”.
El buey y el toro (Símbolos)
En Viento del pueblo, las figuras del buey y del toro funcionan como símbolos de la sumisión y el coraje campesino respectivamente. La idea que plantea Hernández es que existen dos modos de ser un trabajador de la tierra española: uno es ser un toro, rebelde y digno; y otro es ser un buey, cobarde y sumiso. Gran parte de su poemario, en este sentido, consiste en una arenga para hacer, de los bueyes, toros.