“¡Iú, iú! Estoy anunciando claramente a la esposa de Agamenón que se alce rápidamente de su lecho y eleve en la casa, con motivo de esta antorcha, un grito de alegría, si en verdad ha sido conquistada Ilión, como la hoguera proclama con su brillo”.
“Mas nosotros, incapaces por la carne vieja, excluidos de esta empresa, aquí permanecemos, guiando con el bastón nuestra fuerza de mitos. Porque la joven médula que reina en los pechos es igual que la de un viejo y Ares no habita en ellos. ¿Y qué es un hombre en su extrema vejez, marchito ya su follaje? Anda sobre tres pies, y no más fuerte que un niño camina errante cual sueño aparecido en pleno día”.
“Penoso es mi destino si desobedezco, pero penoso también si doy muerte a mi hija, orgullo de la casa, mancillando ante el altar mis manos paternas con arroyos de sangre virginal. ¿Cuál de las dos acciones está libre de males? ¿Cómo voy a dejar las naves, faltando a mi alianza?”
“Creo que se alza de la ciudad un clamor inconfundible... Así es posible oír, por separado, los gritos de vencidos y vencedores, siendo diversa su fortuna. Unos, caídos en tierra, abrazan los cadáveres de esposos y hermanos, y los niños, hijos de padres ya ancianos, gimen del fondo de una garganta esclava por la muerte de los seres más queridos”.
“no hay defensa para el hombre que, ahíto de riqueza, cocea contra el gran altar de la Justicia para destruirlo”
“Los dioses no dejan de vigilar a los homicidas. Y las negras Erinis, con el tiempo, hunden en las tinieblas, con trastorno infortunado de su vida, al que ha prosperado contra justicia, y cuando está entre los invisibles ya no tiene fuerza”.
“Es propio del gobierno de una mujer expresar su contenido antes de que aparezca la realidad. Demasiado crédula se extiende rápidamente la opinión femenina; pero rápida también perece la nueva proclamada por mujer”.
“Pasaron los sufrimientos, pasaron en verdad; los muertos ya ni siquiera desean levantarse de nuevo... / Así es que tenemos el derecho de jactarnos al resplandor de este sol que vuela por encima del mar y de la tierra: 'Conquistada Troya, el ejército argivo ha colgado para los dioses en los templos de Grecia...'/. Los que oigan esto tienen que elogiar a la ciudad y a sus caudillos; y también será honrada la merced de Zeus que lo ha cumplido todo. Tienes el mensaje completo”.
“Alguien censurándome me dijo: 'Convencida por estas señales de fuego, ¿crees que Troya ha sido ya destruida? Muy propio es de mujer dejar exaltar así el corazón...' Con tales razones me hacían pasar por loca. Con todo, hice sacrificios; y por mandato de esta mujer aquí y allí, a través de la ciudad, se lanzaban los gritos rituales invocando a los dioses en los templos y adormeciendo el devorante ardor de las llamas perfumadas”.
“Pues, para una mujer, ¿qué día hay más dulce de ver que éste para abrir de par en par las puertas cuando un dios ha salvado al esposo de la guerra? Comunícale a mi esposo: 'Que venga cuanto antes a una ciudad querida. Encontrará, al llegar, que su esposa en su casa es fiel, tal como la dejo...”.
“¿Quién sino alguien a quien no vemos ..../ rodeada de discordia, a Helena? Pues de acuerdo con su nombre, ha perdido a las naves, ha perdido a los hombres, ha perdido a las ciudades, cuando de entre cortinas suntuosas se hizo a la mar al soplo del céfiro poderoso, y tras ella numerosos cazadores armados de escudos que seguían la estela fugitiva de los remos, después que ellos habían desembarcado en las riberas frondosas del Simoente, llevados por una Eris sangrienta”.
“Justicia, con todo, luce en las moradas de techos ahumados y honra una vida pura. Pero, apartando la vista de las mansiones doradas con suciedad de manos, las deja y se dirige hacia las piadosas, no honrando el poder de la riqueza y su falso sello de gloria. Y todo lo conduce a su término”.
“Los dioses, sin atender los argumentos de las partes, con decisión unánime sus votos homicidas, destrucción de Ilión, echaron en una urna sangrienta.../ A los dioses hemos de pagar por todo esto una deuda inolvidable de gratitud, si en verdad hemos vengado cumplidamente el rapto y por una mujer una ciudad pereció bajo el monstruo argivo”.
“Por lo demás, no me mimes a manera de mujer... ni extendiendo alfombras hagas envidioso mi camino. A los dioses hay que honrar así; pero, siendo yo mortal, no puedo caminar sin miedo en medio de bordadas maravillas. Digo que me honres como a un hombre, no como a un dios. Sin alfombras ni bordados también mi fama grita, y el no ser insensato es el mayor regalo del los dioses”.
“... ya no poseo el querido valor de la esperanza. Pero mis entrañas no se equivocan: mi corazón en el vaticinio de mi mente gira y gira con movimientos que se cumplen”.
“Mas la negra sangre de un hombre, una vez vertida al suelo, ¿quién podría devolverla a la vida con encantos? Al que sabía la recta manera de hacer volver de entre los muertos, ¿no le detuvo Zeus para nuestro bien? Pero si un destino establecido por los dioses no impidiera al propio llevarse más de lo debido”.
“No tengo tiempo que perder ante la puerta; porque en el hogar interior del palacio las ovejas están ya dispuestas para el sacrificio. Tú, si vas a hacer algo de lo que te digo, no te demores. Pero si, incapaz de comprenderme, no aceptas mis palabras, en vez de con tu voz, explícate con tu mano bárbara”.
“Aparta el toro de la vaca. Entre vestidos la ha cogido, con un artificio de cuernos negros la hiere y cae en la bañera llena. Te cuento el suceso de un recipiente de sangrienta traición”.
“¿Erré el blanco o lo acierto como un arquero? ¿O soy una falsa adivina que llama de puerta en puerta diciendo necedades? Jura en testimonio de que no has oído y no conoces el viejo crimen de esta casa”.
“Vendrá un vengador nuestro, un vástago matricida que hará pagar la muerte de su padre. Desterrado, errante, extranjero a esta tierra, vendré para coronar estas desgracias de los suyos; pues los dioses han jurado un gran juramento, que le traerá el cuerpo yacente de su padre. ¿Por qué, entonces, enternecida, gimo así?”
“hacia su última luz, imploro: que mis asesinos paguen a mis vengadores la deuda de esta esclava muerta, de tan fácil presa”. Líneas 1324-1326
“Mas, si ahora ha de pagar la sangre derramada antes, y sacrificando a los muertos, provocar el castigo de otros muertos, ¿qué hombre, al oír esto, podría jactarse de haber nacido con venturoso destino?”
“Me probáis como si fuera una mujer irreflexiva. Pero yo os hablo, bien lo sabéis, con un corazón valiente, y me es igual si queréis elogiarme o condenarme. Este es Agamenón, mi esposo, cadáver por obra de esta mano derecha, trabajo de justo artífice. Eso es todo”.
“Mas yo te digo que puedes lanzar estas amenazas con la convicción de que estoy preparada del mismo modo: si me vences con tu mano, gobernarás; pero si la divinidad decide lo contrario, aprenderás, aunque sea tarde, a ser prudente”.
“Aseguras que esto es obra mía: no consideres que soy la esposa de Agamenón. Tomando la forma de la mujer di este muerto, el antiguo, amargo Alastor di Atreo, cruel anfitrión, lo ofreció en pago, sacrificando un adulto en venganza por unos niños”.
“Por todo esto podéis ver a ese hombre caído; y yo soy en justicia el que ha urdido esta muerte. Decimotercero de los hijos me desterró, cuando era todavía niño en pañales, con mi desventurado padre; después que fui criado, la justicia me ha vuelto a la patria, y sin franquear la puerta he alcanzado a este hombre, anudando toda la trama del plan fatal. Así bello sería para mí morir, ahora que he visto a ése en las redes de la Justicia”.
“¿Tú, mujer, aguardando en casa a los hombres, venidos de la guerra, has deshonrado el lecho del esposo y has tramado esta muerte para el caudillo del ejército?”
“¿Por qué en tu alma cobarde no mataste tú solo a este hombre, sino que una mujer, baldón para este país y los dioses locales, le mató? ¿Acaso Orestes ve la luz para que, regresando con un destino favorable, llegue a ser el victorioso matador de ambos?”
“No te preocupes de esos vanos ladridos; tú y yo, señores de este palacio, restableceremos todo el orden”