Durante diez largos años el ejército griego estuvo peleando en Troya. La guerra comenzó cuando Afrodita le prometió al príncipe troyano Paris que se casaría con la mujer más bella del mundo; esa fue su recompensa por haberla elegido como ganadora en una competencia de belleza entre diosas. Paris secuestró a Helena, que estaba casada con el Rey Menelao, de Esparta. Menelao pidió ayuda su hermano Agamenón y ambos organizaron un gran ejército para atacar Troya y rescatar a Helena. Durante esos diez años, muchas esposas esperaron ansiosas noticias sobre sus esposos y muchas ciudades quedaron sin rey. En Argos, la esposa de Agamenón, Clitemnestra gobernó la ciudad en ausencia del rey y guardó en su corazón un odio oculto: su hija mayor había sido sacrificada en Aulide para que la flota griega pudiera navegar hacia Troya. Clitemnestra y su nuevo amante, Egisto, planearon la muerte de Agamenón para cuando este regresara a Troya.
La historia comienza cuando desde Argos se ve una señal de un resplandor de fuego, lo que se interpreta como el final de la guerra y el retorno de los griegos a su tierra. Clitemnestra mantiene en secreto su plan de asesinato y reacciona muy emocionada cuando escucha las noticias, diciéndole al Coro de los Ancianos que ha extrañado mucho a su esposo durante todos estos años. Un Mensajero llega rápidamente para anunciar que el barco de Agamenón arribó y que él está camino a la ciudad. Cuando poco después, el Rey de Argos aparece en su carro, su esposa reacciona con felicidad por verlo y miente al decir que no ha tenido amantes durante su ausencia. La engañosa mujer lo insta a caminar por la alfombra roja del honor, diciéndole que se lo merece porque fue él quien llevó a los griegos a la victoria. El hombre no quiere ofender a los dioses con ese acto de arrogancia, pero finalmente Clitemnestra lo convence y juntos entran al palacio de Argos.
Mientras tanto, una princesa troyana que había sido tomada como prisionera, de nombre Casandra, permanece en el carro, lamentándose porque Clitemnestra matará a Agamenón y también la matará a ella. Pero nadie le cree. La joven maldice a Apolo por no salvarla de la muerte y con audacia se baja del carro e ingresa al palacio, sabiendo que morirá. El Coro de Ancianos se alarma cuando escucha gritos de dolor provenientes del interior del palacio. Se abren las puertas y se ve el cuerpo ensangrentado de Agamenón caído en el suelo junto al de Casandra. Clitemnestra está parada frente a ellos y ahora muestra su verdadera personalidad. Vocifera sobre el castigo que infringió a Agamenón por la muerte de su hija mayor Ifigenia y también por haberle sido infiel al convertir en amante a su esclava Casandra. Desde el interior del palacio aparece Egisto, diciendo que ha tomado revancha por la muerte de sus hermanos, asesinados por Atreo, el padre de Agamenón.
El Coro de Ancianos no hace nada para detener a Clitemnestra y en realidad siente temor. Le dice cobarde a Egisto porque fue una mujer y no un hombre quien cometió las dos muertes, y luego el Coro y Egisto discuten. Cansada, Clitemnestra insta a Egisto a entrar al palacio de Argos y afirma que a partir de ese momento gobernarán juntos Argos. Dice que ellos mismos enterrarán a Agamenón porque el cuerpo ensangrentado no debe permanecer en el palacio. La mujer está en paz porque, después de diez años, ha podido vengarse de su esposo. Agamenón eligió primero ser soldado y en segundo lugar padre, sacrificando a su propia hija para que la flota griega pudiera navegar hacia Troya, promoviendo más caos y destrucción. El odio de la madre fue creciendo en su interior hasta que se liberó al volver Agamenón a Argos. Con estas palabras, Clitemnestra y Egisto reingresan al palacio y cierran las puertas detrás de ellos.