La trama de Arráncame la vida tiene lugar en México y se centra en las décadas de 1930 y 1940. La narradora y protagonista, Catalina, relata en tiempo pasado lo sucedido durante un amplio período de su vida que se inicia cuando a sus quince años conoce al general Ascencio, con el cual se casa muy poco después. En tanto Andrés Ascencio se caracteriza en esta ficción por ser un personaje importante en la historia política mexicana, la novela narrada por su esposa intercala el plano íntimo con el político. La primera línea de la narración deja ya constancia de la intersección entre dichos planos: “Ese año pasaron muchas cosas en este país. Entre otras, Andrés y yo nos casamos.” (p. 13). A partir de entonces, el relato presenta el entramado histórico-político-social de esas décadas en México, desde la percepción de una mujer casada desde muy joven con un hombre de injerencia en la esfera político-militar: cuando se celebra el matrimonio, Andrés es jefe de operaciones en Puebla, luego gobernador de esa ciudad y, con el sucederse de los capítulos, acabará siendo jefe de asesores del presidente de la nación.
La crítica ha catalogado a Arráncame la vida como una novela de aprendizaje, en tanto el personaje de Catalina se desarrolla a lo largo de la trama evidenciando un crecimiento en lo que respecta a la conciencia. Comenzando como una muchacha inocente y algo ingenua, la protagonista va adquiriendo conocimiento acerca de la corrupción criminal de los líderes políticos de su país, entre los cuales se encuentra su propio marido, y acaba tomando decisiones que la definen en su individualidad y gracias a las cuales se sale del lugar de sumisión y dependencia afectiva en que se hallaba en un comienzo. Arráncame la vida también puede ser tomada como una novela de denuncia, en tanto deja en evidencia las tretas engañosas de quienes se encuentran en el poder, así como también las desigualdades de una sociedad machista y misógina.
Lo cierto es que un sector de la crítica ha hecho hincapié también en la posibilidad de que el plano íntimo, de aprendizaje de la protagonista, y el plano histórico-político estén funcionando en la novela de forma análoga. Es posible distinguir, de hecho, una segmentación en etapas que podría permitir leer en paralelo ambos recorridos.
En principio, los ejes argumentales y temáticos en que se construye la trama se estructuran en este orden: la ingenuidad de la primera época de Catalina, su progresiva toma de conciencia de las verdades ocultas del mundo de la política y del gobierno, el padecimiento de las constantes vejaciones de las que es objeto por parte de un marido déspota, la viudez, catalogada como el “estado ideal de la mujer” (p. 311).
Esta trayectoria vital de la protagonista puede leerse, según críticos como Said Sabia, como la expresión estética de otra trayectoria vital: la del mismo México durante el período revolucionario y las décadas inmediatamente posteriores. Según este esquema, los primeros capítulos de la novela podrían estar aludiendo a la Revolución idealizada en su inocencia (Catalina) siendo raptada por el oportunismo y la corrupción (Andrés Ascencio). En el relato se hace mención, además, por momentos, a figuras idealizadas de la Historia Mexicana como la de Francisco Ignacio Madero y los líderes sindicales, y en el plano de la diégesis estos parecieran representados por líderes como Cordera y Medina. Por otra parte, el hecho de que los amantes de la protagonista sean artistas, funciona para oponer el humanismo y la sensibilidad de las artes (Carlos) a la barbaridad del oportunismo y la corrupción de la Revolución (Andrés Ascencio). Es evidente el paralelismo entre los dos planos de la diégesis (Andrés vs Carlos) y de la Historia (Revolución vs Francisco Ignacio Madero). En el primero, Andrés no puede rivalizar con Carlos y acaba asesinándolo; en el segundo, Madero es la víctima idealista de la barbarie revolucionaria.
Otros elementos importantes para el esquema de analogía son, por un lado, el remarcado por Monique J. Lemaître, quien pone el foco en la coincidencia del paso de Catalina al institucionalizado mundo adulto (pérdida de la virginidad y ceremonia del matrimonio) con la institucionalización de la Revolución Mexicana, exactamente en el mismo momento histórico: 1929-1930. Otro elemento importante en el mismo sentido, referido por Said Sabia, es el que respecta a la muerte “ambigua” de Andrés Ascencio. En los últimos capítulos de la novela, Catalina le sirve a diario una infusión de té negro de limón, que según la señora que se lo dio puede causar la muerte si se lo toma con constancia. De algún modo, se consumaría así una venganza, deseada aunque jamás declarada, a manos de la víctima Catalina-México, sobre su tirano Andrés-Revolución institucionalizada.