Coetzalan
Al comienzo de la campaña de Andrés, Catalina y sus hijos lo acompañan a recorrer los pueblos del estado. El que más cautiva a la protagonista es Coetzalan. Catalina se sorprende por la vegetación y la describe por medio de imágenes sensoriales: "cerros y cerros llenos de plantas que cubrían hasta las piedras, barrancas a las que no se les veía más fondo que una interminable caída verde" (p. 64). También se fascina por las personas del lugar: "las mujeres se vestián con trajes blancos y largos, se trenzaban el pelo con estambres que luego enredaban sobre sus cabezas", "eran mujeres chiquitas, no más altas que los doce años de Lilia, y cargaban cestas enormes y varios niños a la vez" (p. 64).
Chofi, la esposa de Rodolfo Campos
La narradora no tiene en gran estima a Chofi, esposa de Rodolfo, en parte porque la considera pretenciosa y ostentosa con su dinero, lindando el mal gusto. Este juicio de Catalina sobre Chofi se evidencia en parte en las imágenes que utiliza para describirla en varias ocasiones. Una de estas se da en el capítulo 15, en el concierto de la orquesta sinfónica: "Se había puesto una de esas horribles estolas de pieles que terminan en cabecitas de zorro. Como si no tuviera los hombros anchos, los brazos regordetes y los pechos saltones. Las cabecitas de zorro se agitaban como borlas sobre sus pezones mientras ella elogiaba a Vives" (p. 182), y luego: "Tanta llegó a ser su euforia que se acaloró. Entonces sacó un abanico y empezó a echarse aire encima de las pieles. Todo menos quitárselas" (p. 182).
Los músicos de la orquesta sinfónica en concierto
En el capítulo 15 Catalina narra el concierto que ofrece la orquesta sinfónica dirigida por Vives. La aparición de los músicos en escena se describe por medio de imágenes sensoriales: "La orquesta afinaba haciendo ruidos. Los músicos usaban trajes negros, tenían los zapatos limpios y los cabellos engomados" (p. 181). Estas imágenes a su vez funcionan como contraste para el aspecto de los mismos personajes en otras ocasiones: "estaban distintos a como los vi en las tardes de ensayos con sus blusas de todos colores, los pelos alborotados, los zapatos viejos y los pantalones lustrosos. Acicalados parecían de mentiras, se veían todos iguales cuando eran tan distintos entre sí como sus instrumentos (p. 181). Entre el montón, sin embargo, se destaca un hombre en particular, Carlos, el director de orquesta: "Por fin apareció Carlos, con su saco de colas y su corbata de moño, con su varita en la mano y la cabeza recién peinada" (p. 181).
Puebla
Puebla es la ciudad de origen de Catalina. En el capítulo 18, ella vuelve junto a su familia y Carlos Vives a pasar unos días allí, después de una larga temporada en Ciudad de México. La narradora describe con imágenes la casa y el pueblo que fueron suyos y que ahora puede observar como desde afuera: "Carlos me hizo notar que la casa no se veía de lejos, estaba escondida y sin embargo desde la terraza uno podía ver la ciudad a punto de irse a dormir. La gente en Puebla se encerraba temprano, se metía en sus casas de puertas grandes y no andaba en la calle dando vueltas después de las ocho" (p. 219).