Resumen
Capítulo 6
Juan Soriano dirige el único periódico que denuncia las irregularidades del gobierno. Publica que muchos antirrevolucionarios acabaron en el gobierno de Puebla, especificando uno por uno sus historias políticas del pasado, ligadas a los asesinatos de los líderes verdaderamente revolucionarios, como Carranza o Madero. Catalina escucha que Andrés le declara la muerte a Soriano.
Catalina cumple numerosas tareas como esposa del gobernador, mientras toda la ciudad habla sobre los muchos crímenes de su marido y también sus muchas amantes. Ella sufre la vida en la casa y las cenas con invitados; se siente parte de la decoración. Tiene ganas de llorar, pero debe mantenerse presentable. Algunas tardes se refugia pasando tiempo con su padre.
Durante una cena, le colma los nervios Marilú, esposa de un empresario rico, que cuenta que echará a su empleada doméstica porque la sorprendió intentando provocarse un aborto, después de quedar embarazada de uno de los trabajadores de la fábrica de la que es dueño su marido. Catalina opina que lo de tener o no hijos es problema de cada quién.
En un momento de la cena en que se habla sobre tierras, Catalina cuenta lo que sabe sobre los propietarios estafados, que poseían esas tierras y las perdieron por poco dinero. En la intimidad, Andrés exige a su esposa que no vuelva a opinar sobre cosas que no sabe.
Al día siguiente Catalina hace llamar a la empleada de Marilú para darle trabajo en la casa. Lucina se vuelve la niñera de todos. A los cinco meses de embarazo, pierde al bebé, que nace muerto. Lucina lo llora un día. Catalina y sus hijos la acompañan a enterrarlo en el pueblo. Desde entonces Marilú hace correr el rumor de que Catalina le robó la empleada, la obligó a abortar y la tiene de esclava.
Catalina en una ocasión camina con su hijo mejor, y Checo dice que su papá manda a matar gente por trabajo. Catalina vomita y al día siguiente decide que sus hijos vivan en un piso distinto al de Andrés y ella, para que apenas se crucen. Deja a los niños al cuidado de Lucina y desde entonces casi no pasa más tiempo con ellos. Al principio los extraña, pero luego se acostumbra y los niños también.
Capítulo 7
Catalina se propone conocer los negocios de Andrés en Atecingo. Un día, un asesinato se comete cerca de donde ella está. Catalina hace que recojan al muerto y socorre a la viuda, ya que teme que la maten también.
Catalina enfrenta a Andrés diciéndole que sabe que él y Heiss mataron ese día a dos campesinos porque eran testigos de una masacre que se había cometido días atrás en los ingenios. Él la ignora. Al día siguiente, el matrimonio asiste a una comida con periodistas. Uno de Avante le pregunta a Andrés por los muertos de Atecingo, y este responde que es una lástima y que los hechos se investigarán a fondo. Luego dice que la Revolución no se equivoca y que su régimen, derivado de ella, tampoco.
Maynes, un señor que hacía negocios con Andrés, desaparece luego de que ambos pelean. La hija del señor ruega a Catalina que hable con su marido, pero ella dice que no puede hacer nada. Días después Maynes aparece despedazado en una canasta. Andrés envía una corona de flores al velorio. Luego intenta forzar a Catalina a tener sexo con él, pero esta se resiste y sigue preguntando por el muerto.
Capítulo 8
Desde que lo conoce en una fiesta en la que está con Andrés, Catalina se siente atraída por Fernando Arizmendi. Andrés se da cuenta y se la lleva de la fiesta, insultándola apenas entran al auto. Ella pasa una semana en su habitación pensando en Fernando. Después de un almuerzo en que coinciden nuevamente, empieza a visitarlo con alguna excusa. Jamás se besan, pero ella se repite las frases de él en su cabeza, buscándole significado amoroso. Poco después, escucha a Andrés decirle a un compañero que le permite a su esposa verse con Fernando porque este es homosexual.
Catalina va a la casa de Pepa para contarle su desgracia. Pepa hace tiempo que se dedica a estar en su casa puesto que su marido tiene ataques de celos violentos cada vez que ella sale más de una hora. Sin embargo, Pepa cuenta a Catalina que tiene una aventura con su médico, el único hombre cuya compañía no perturba a su marido.
Capítulo 9
Rodolfo Campos, ahora secretario de Defensa, aparece en carteles que lo sugieren como candidato a presidente. Él no confirma su candidatura y dice que su tarea sigue siendo acompañar al presidente Aguirre. Catalina le cree. También lo compadece, ya que la esposa lo dejó por otro a los pocos días de casados, y él hizo que volvieran y le rogó de rodillas, mientras Chofi ni se inmutaba.
A los pocos días Martín Cienfuegos, gobernador de Tabasco, confirma la candidatura a presidente de Rodolfo. Andrés empieza a tornarse celoso de Cienfuegos, ya que pasa a ser el consultor principal de Rodolfo. Al día siguiente, el Avante publica un artículo donde denuncia que Rodolfo es cómplice de Andrés en varios crímenes, y que ambos, junto a Heiss, se enriquecieron con negocios turbios. Catalina no entiende por qué Andrés sonríe al ver esa noticia.
Unos días después, Juan Soriano aparece muerto. Todos los periódicos culpan al gobernador Ascencio por el crimen. Poco después, Rodolfo se reúne con Andrés, y este último luego comunica a Catalina que será parte de la campaña presidencial de su compadre.
Toda la familia asiste a la gira por la campaña. Marcela y Octavio son prácticamente novios. Rodolfo insiste en varias ocasiones con que Catalina pase la noche con él, pero a ella no le gusta.
Ven el desfile del Día del Trabajo en los balcones de la Confederación de Trabajadores de México junto a Álvaro Cordera. En un momento los ferrocarrileros vitorean a Bravo, candidato opositor, y lanzan fruta podrida al balcón. Rodolfo se mantiene incólume, y Catalina hace lo mismo. Rodolfo luego le confiesa su admiración y a la noche, Andrés felicita a Catalina por mantener “así al Gordo” (p. 126).
Capítulo 10
Catalina conoce a Bibi porque esta era la esposa de un médico que salvó en una ocasión la vida de Verania. Fallecido aquel médico, ellas mantuvieron una relación amistosa. Catalina vuelve a ver a Bibi en casa del general Gómez Soto, de quien esta es amante. El general es un hombre casado y tiene hijos; además compró otra casa para que Bibi allí sea la señora. El general prácticamente no la deja salir, pero le envía allí toda suerte de lujos. A los meses, Bibi queda embarazada. Ella y Catalina hablan de la tortura que es el embarazo, mientras que Chofi habla de lo lindas que son siempre las mujeres embarazadas.
En una fiesta que se celebra en la casa de Bibi y Gómez Soto, este último bebe demasiado y se torna agresivo, subiéndose a la mesa e insultando a las personas que se cruzan en su camino. Cuando Bibi intenta detenerlo amablemente, este la insulta a gritos violentamente y luego comienza a ahorcarla. Catalina ruega a Andrés que intervenga, pero este dice no poder hacer nada, puesto que Bibi es la mujer de Gómez Soto. Ante la desesperación de Catalina, Andrés termina interviniendo. La fiesta se recompone y, al rato, tanto Bibi como el general actúan como si nada hubiera sucedido.
Capítulo 11
En las elecciones Catalina vota por el candidato opositor para no sentirse responsable por el futuro gobierno de Rodolfo. Hay noticias de que en Ciudad de México se secuestraron urnas en las que perdía Rodolfo, quien acaba ganando las elecciones por amplia mayoría.
Catalina comparte la última tarde con su padre, ya que este muere horas después. Catalina llora en la asunción de Rodolfo al día siguiente. Poco después, ella y Andrés ya dejaron Puebla y están viviendo en Ciudad de México.
Análisis
En tanto la carrera de Andrés avanza, se incrementan también los rumores que llegan a Catalina acerca de los negocios corruptos y las actitudes criminales de su marido. Así es como ella, que en algún momento se podía haber divertido o sentido atraída por el oficio de Andrés, ahora padece el destino que le tocó en suerte, en tanto debe encargarse de atender constantemente a los invitados con quienes su marido hace negocios. Lo que Catalina padece, más que nada, de esta situación, es el hecho de que su rol se limita al de una ama de casa sin relevancia alguna:
Para mucha gente yo era parte de la decoración, alguien a quien se le corren las atenciones que habría que tener con un mueble si de repente se sentara a la mesa y sonriera. Por eso me deprimían las cenas. Diez minutos antes de que llegaran las visitas quería ponerme a llorar, pero me aguantaba para no correrme el rímel y de remate parecer bruja. Porque así no era la cosa, diría Andrés. La cosa era ser bonita, dulce, impecable. ¿Qué hubiera pasado si entrando las visitas encuentran a la señora gimiendo con la cabeza metida bajo un sillón?
(p. 79)
Lo más importante para el progreso de una carrera política es aparentemente la imagen, y Catalina, a pesar de su infelicidad, debe mostrarse como la esposa fiel, amable, simpática y servicial de Andrés Ascencio. La hipocresía colma los nervios de la protagonista en tanto no dejan de rodearla cada vez más personajes que gustan de ostentar su pertenencia a altos estratos de la sociedad, y que se exhiben como representantes de valores nobles y destacables mientras que en verdad solo parecen guiarse por la codicia y el egoísmo. Uno de ellos es Marilú, quien sin resquemor anuncia que mantendrá sin salario a su empleada porque quedó embarazada, y que una vez que de a luz la echará, como castigo por haber intentado hacerse un aborto. La crueldad de Marilú, que disfraza de moral su decisión de deshacerse de una mujer desesperada y dejarla sin trabajo y con un hijo, contrasta con la generosidad silenciosa de Catalina, que decide contratar a esa mujer. Este episodio da entrada a la casa de los Ascencio al personaje de Lucina, quien no tardará en convertirse en una fiel servidora de Catalina. Al mismo tiempo, el ingreso de Lucina a la casa permite a Catalina tomar su decisión de delegar la crianza de sus hijos.
Este último movimiento en relación a la maternidad obedece a dos cuestiones. Por un lado, al malestar que produce en Catalina el oír, en boca de su hijo, confirmados los rumores que existían sobre Andrés:
-Sí, lo dijo, mamá. Siempre dice así. A ése búsquenle un hoyo. Y eso quiere decir que lo tienen que matar.
-Ay, hijo, qué cosas te imaginas -le dije-. ¿Crees que matar es juego?
-No. Matar es trabajo, dice mi papá.
(p. 90)
Que Checo haya oído a su propio padre dar órdenes de mandar a matar gente, hace que el entrelazado entre la esfera política y la privada llegue a un nivel tal que Catalina decide tomar la decisión de separarlas a la fuerza. Luego de esta conversación con el niño, la protagonista siente un malestar que la enferma y le da pesadillas en las cuales no puede frenar la sangre que mancha el rostro de sus hijos. “Después de la tarde en que vomité, decidí cerrar el capítulo del amor maternal” (p. 91), define Catalina, y toma la decisión simbólica de cerrar la puerta de su habitación con llave y hacer que los niños se mantengan en un piso distinto al de ella y Andrés.
De algún modo, la decisión de Catalina de dejar a Lucina la crianza de sus hijos se corresponde con un acto de responsabilidad por parte de una mujer que tomó conciencia de lo dañina que puede resultar la cercanía de los niños con sus padres en esa casa. Pero también, por otro lado, el hecho de que Catalina cierre la puerta de la maternidad funciona también como una revelación al sistema de roles de género en esa sociedad, en el cual las mujeres son delegadas a tareas domésticas y de crianza, y, por lo tanto, excluidas de la esfera política. Tal como evidencia la trama, para interiorizarse en los negocios y movimientos criminales de su marido, Catalina precisa desligarse de su rol como madre.
El contexto social en que se desenvuelve la toma de conciencia y consecuente transformación de Catalina no deja de poner en primer plano la desigualdad de género. Uno de los episodios que funcionan en este sentido es el de la fiesta que ofrecen Bibi y Gómez Soto, narrada en el capítulo décimo, en el cual el general violenta físicamente a la mujer. El hecho de que Ascencio argumente que no puede mediar en la escena porque Bibi “es la mujer del general” no hace más que acentuar la condición de objeto de la mujer en esa sociedad, al punto en que es entendida no en calidad de persona, sino más que nada como propiedad de un hombre. El desenlace de esa fiesta, en el cual tanto Bibi como Gómez Soto actúan como si nada hubiera sucedido, enfatiza lo naturalizado de ese tipo de violencia.
En estos capítulos se presentan también varias cuestiones que construyen al personaje de Andrés Ascencio como una figura autoritaria y déspota. Una de ellas es la actitud prácticamente mafiosa que este tiene en relación con la prensa: Catalina oye como Andrés jura la muerte a Juan Soriano, director del único periódico opositor a su gobierno y quien aparece muerto días después, lo cual deja en evidencia la conducta despótica de quien se propone liquidar a quienes manifiesten y proclamen una visión de los hechos que atenten contra su poder. Esta conducta de Andrés también se evidencia en relación con su esposa, cuando esta intenta criticar en público los movimientos mafiosos del gobierno en lo que respecta a la compra de tierras, y su marido le ordena guardar silencio. Por su parte, los crímenes evidentemente instrumentados por Andrés no dejan de hacerse presentes, como es el caso de la aparición del cadáver de Maynes, un señor que se resistió a negociar sus tierras con el gobierno días antes de su muerte. Las declaraciones de Ascencio ante la prensa sobre este hecho, en las cuales postula su indignación y la necesidad de que se investigue a fondo el caso, así como el hecho de que envíe una corona gigante de flores al funeral de la víctima, no hacen más que acentuar el carácter siniestro de la corrupción e hipocresía del discurso oficial.
En este tipo de fragmentos la novela realiza una crítica virulenta a la política adoptada por los responsables del poder en México, encarnados en esta ficción en Andrés Ascencio y sus compañeros. El capítulo 11 deja entrever los movimientos ilícitos y antidemocráticos empleados por personajes como Rodolfo Campos para llegar al poder. La presencia inagotable de este tipo de elementos en la novela construye progresivamente el retrato que se hace de la práctica de estos dirigentes: no pareciera consistir sino en un ejercicio despiadado, compuesto por actitudes criminales, manipulaciones tenebrosas y oratorias demagógicas.