Doña Bárbara Citas

Citas

"[...] Tenga mucho cuidado con doña Bárbara. Usted va para Altamira, que es como decir los correderos de ella. Ahora sí puedo decirle que la conozco. Esa es una mujer que ha fustaneado a muchos hombres, y al que no trambuca con sus carantoñas lo compone con un bebedizo o se lo amarra a las pretinas y hace con él lo que se le antoje, porque también es faculta en brujerías. Y si es con el enemigo, no se le agua el ojo para mandar quitarse de por delante a quien se le atraviese y para eso tiene a El Brujeador. Usted mismo lo ha dicho. Yo no sé qué viene buscando usted por estos lados; pero no está de más que le repita: váyase con tiento. Esa mujer tiene su cementerio".

El patrón. Primera parte. I. "¿Con quién vamos?"

En esta cita observamos el primer acercamiento de Santos Luzardo a la figura de doña Bárbara. Se entera por el patrón qué clase de mujer es y qué tan peligrosa resulta a los hombres. Le advierte que ella tiene "su cementerio", queriendo significar que ha mandado matar ya a varios hombres por medio de su mano derecha, a quien le llaman "El Brujeador". Ambos personajes son vistos como personas que manejan la brujería y logran, de este modo, que todos hagan cuanto ellos quieren.

"Altamira, descuidada por su dueño, en manos de administradores fácilmente sobornables, fue la presa predilecta de su ambición de dominio. Leguas y leguas diéronle los litigios, y, entre uno y otro, el lindero de El Miedo iba metiéndose por tierras altamireñas, mediante una simple mudanza de los postes, favorecida por la deliberada imprecisión y oscuridad de los términos con que los jueces comprados redactaban las sentencias y por la complicidad de los mayordomos de Luzardo, que se hacían la vista gorda".

Narrador. Primera parte. III. "La devoradora de hombres".

En este pasaje asistimos a la descripción de la situación legal de las tierras del Llano. Como fruto de la histórica contienda entre dos familias, existen dos grandes haciendas, llamadas "Altamira" y "El Miedo". Mientras Santos Luzardo -dueño legítimo de Altamira- se encuentra estudiando en la ciudad, doña Bárbara intenta apropiarse de tierras ajenas. Con la ayuda de la corrupción imperante en esas tierras, logra asirse de nuevos terrenos cada vez, simplemente moviendo los postes de lugar. Al llegar, Santos se entera de esta situación y se propone revertirla. Si bien había ido allí con intención de deshacerse de su parte, al enterarse de esa actitud corrupta y vengativa, elige luchar por lo que le ha dejado su familia.

"Y bajo la salvaje algarabía de las aves que doran sus alas en la tierna luz del amanecer, sobre la ancha tierra por donde ya se dispersan los rebaños bravíos y galopan las yeguadas cerriles saludando al día con el clarín del relincho, palpita con un ritmo amplio y poderoso la vida libre y recia de la llanura. Santos Luzardo contempla el espectáculo desde el corredor de la casa y siente que en lo íntimo de su ser olvidados sentimientos se le ponen al acorde de aquel bárbaro ritmo".

Narrador. Primera parte. VIII. "La doma".

En esta descripción del amanecer en la llanura encontramos una breve muestra de la naturaleza del Llano. "Libre y recia", expresa el narrador. Así es la vida salvaje de aquel lugar. Santos Luzardo comienza a recordar su infancia y adolescencia en aquellos sitios, como si se fuera sintiendo cada vez más parte del entorno, olvidando poco a poco su contacto con la ciudad.

"—Convengamos en lo del gurrufío, pero di más bien cuello. Y quítaselo también. En esto como en muchas otras cosas tu instinto te dirige rápida y certeramente —concluía Santos, complacido en las felices disposiciones de aquella naturaleza, recia y dúctil a la vez, y viendo en Marisela una personalidad del alma de la raza, abierta como el paisaje a toda acción mejoradora".

Santos, Narrador. Segunda parte. II. "Los amansadores".

En este extracto de un diálogo entre Santos y Marisela podemos detectar la impronta reformista del protagonista, así como también del autor de esta novela. Santos ve en Marisela una expresión natural de una raza, "abierta a toda acción mejoradora". Es decir, en su afán civilizatorio, observa a la muchacha como si esta fuera una especie de humano salvaje con instintos, pero que puede adoptar parámetros culturales "civilizados".

"Con la majestad de su vejez y de su ferocidad, el caimán sacó a flor de agua, lentamente, la horrible cabeza y el dorso enorme, blindado de recias escamas en cresta".

Narrador. Segunda parte. VI. "El espanto del Bramador".

En la escena a la que pertenece la cita extraída observamos el ataque que Santos organiza contra el caimán. Con ayuda de Pajarote y María Nieves, así como de tres tiradores apostados con rifles en la playa, acechan al caimán para matarlo. Este caimán, viejo ya, ha sembrado el terror en la zona desde mucho tiempo atrás. Los habitantes creían que doña Bárbara lo había hechizado para que no pudiera morir. Santos, que considera toda idea contraria a la razón como un resultado de la barbarie, pretende llevar la civilización al Llano, acabando con toda superstición y peligro que no permita a los pobladores vivir en paz.

"Una necesidad invencible y oscura la llevaba hacia el paisaje fluvial; la hija de los ríos empezaba a sentir la misteriosa atracción".

Narrador. Tercera parte. XIII. "La hija de los ríos".

Cuando ya está pronta a decidir alejarse, doña Bárbara percibe la atracción que le produce el río. Parece como si la invitara a ir hacia él. Lo que no aclara la narración es si la inclinación es a dejarse llevar por sus aguas en el sentido de dejarse ahogar por ellas o en el sentido de transcurrir en una embarcación hacia otras tierras donde vivir tranquila.

"Transcurre el tiempo prescrito por la ley para que Marisela pueda entrar en posesión de la herencia de la madre, de quien no se ha vuelto a tener noticias, y desaparece del Arauca el nombre de El Miedo, y todo vuelve a ser Altamira".

Narrador. Tercera parte. XV. "Toda horizontes, toda caminos..."

Hacia el final de la novela, nos enteramos de que doña Bárbara ha abandonado las tierras y ya no se sabe nada de ella. Ni los personajes ni el narrador pueden afirmar si ha muerto o si se ha ido. El resultado de esta suerte de deserción de doña Bárbara es que Marisela y Santos han contraído matrimonio, y al heredar Marisela las tierras de su madre, todo se une en un solo predio que llevará, entonces, el nombre de Altamira.

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