El árbol de la vida y el árbol de la ciencia (Alegoría)
La historia del árbol de la vida y el de la ciencia es una alegoría bíblica que se presenta en el libro del Génesis. En la novela de Baroja es retomada con fines filosóficos. En la Biblia se cuenta que Dios, al crear a los humanos, les otorga el paraíso para vivir y experimentar la felicidad plena libre de toda preocupación, la única condición para aquello es que cumplan con un solo sacrificio: no comer el fruto del árbol de la ciencia. Dios les dice a sus criaturas:
Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá (175).
Así, la humanidad vive en el paraíso divino ajena a toda preocupación, puede alimentarse del árbol de la vida sin hacerse preguntas y ser feliz. Por el contrario, el castigo divino recae sobre aquellos seres que, orgullosos, pretenden progresar comiendo de su fruto. Desde el momento en que lo prueban, conocen la verdad y comienza el sufrimiento. La ignorancia es entonces un sinónimo de felicidad, pues quien no conoce, nada espera; el conocimiento es sinónimo de dolor, pues quien conoce, se angustia, teme y nunca se siente satisfecho. El árbol de la vida es, por tanto, el símbolo de una mentira, aunque esta produzca satisfacción; mientras que el árbol de la ciencia es el símbolo de una verdad dolorosa.
En esta novela, Andrés Hurtado está profundamente angustiado porque no encuentra, en su búsqueda científica y filosófica, la razón de la vida. Podría decirse que ha comido de ese árbol de la ciencia; es decir, sus ansias por conocer cada vez más lo llevan a la angustia existencial porque no puede hacer algo para cambiar las injusticias que lo rodean.
Cuando su tío le cuenta la existencia de esta alegoría bíblica, ambos la discuten y Andrés la retoma y extiende para explicar las teorías de Kant y de Schopenhauer a partir de ella. Sostiene, entonces, que en la teoría de Kant aún el árbol de la vida tiene una rama "que se llama libertad, responsabilidad, derecho" (177) y que es Schopenhauer quien se atreve a despojar al árbol incluso de esa rama. Lo deja solo como una fuerza de voluntad. De esta forma, el árbol de la vida, se presenta como la fuerza de voluntad de existencia de los seres humanos y el de la ciencia, como el afán de conocimiento, que lleva a la angustia por establecer en la mente de los humanos la conciencia de los límites de ese saber.
La naturaleza (Alegoría)
Iturrioz utiliza las teorías de Darwin sobre la evolución de las especies para explicarle a su sobrino cómo funciona la vida en sociedad. Para él, la justicia universal es imposible porque la vida es una cacería, es decir que en la sociedad se reproducen los comportamientos que se ven en la naturaleza y que consisten en la supervivencia del más fuerte:
Ahí tienes el ichneumon, que mete sus huevos en una lombriz y la inyecta una sustancia que obra como el cloroformo; el sphex, que coge las arañas pequeñas, las agarrota, las sujeta y envuelve en la tela y las echa vivas en las celdas de sus larvas para que las vayan devorando; ahí están las avispas, que hacen lo mismo arrojando al spoliarium que sirve de despensa para sus crías, los pequeños insectos paralizados por un lancetazo que les dan con el aguijón en los ganglios motores (134).
Del mismo modo, cuando conversan sobre los tipos humanos que conoce Andrés en el entorno de la vecindad de Lulú, Iturrioz traslada lo que sucede en el reino animal a lo que sucede en la sociedad: "Y entre los insectos, ¡qué de tíos Miserias!, ¡qué de Victorios!, ¡qué de Manolos los Chafandines no hay!" (133). La naturaleza, entonces, funciona como una alegoría de la vida social.
Alcolea del Campo (Símbolo)
Alcolea del Campo es un pueblo ficticio que Baroja ubica en el centro de España. El pueblo queda entre Castilla y Andalucía y cuenta con una población de ocho a diez mil habitantes. Este pueblo simboliza la España rural.
El objetivo es mostrar cómo la decadencia española no se halla solo en las grandes ciudades, como Madrid, sino que estos pueblos también tienen cuestiones negativas relacionadas con su estancamiento y su atraso. Esto se evidencia en la grosería de sus habitantes, el caciquismo político, la pobreza del campesinado, las costumbres retrógradas relacionadas con la moral católica. Para poner un ejemplo, se puede mencionar que lo único que se vende en la librería es pornografía:
La vida era de una moralidad terrible; llevarse a una mujer sin casarse con ella era más difícil que raptar a la Giralda de Sevilla a las doce del día; pero en cambio se leían libros pornográficos de una pornografía grotesca por lo trascendental (225).
La universidad (Símbolo)
Duran el siglo XX, las universidades y campus universitarios se transforman en los símbolos nacionales de la ciencia, el conocimiento y el progreso. Sin embargo, en el contexto representado en la novela, el de la España finisecular, la universidad se encuentra degradada. Por lo tanto, se transforma aquí en un símbolo de la degradación cultural española.
Andrés está entusiasmado, al inicio de la novela, porque cree encontrar en los estudios universitarios las claves para entender los misterios de la vida. Por ello, se angustia al encontrar en el ámbito académico un montón de seres incapaces de enseñar y de aprender con seriedad aquello: "Su preparación para la Ciencia no podía ser más desdichada" (43). La universidad, por tanto, ilustra la situación que atraviesa el país en la ciencia, en la cultura y en la forma en la que España es vista desde el exterior.
La azotea de Iturrioz (Motivo)
La azotea de la casa de Iturrioz es el lugar recurrentemente elegido por los personajes para debatir cuestiones de índole filosófica. De hecho, la parte central de la obra, donde se desarrollan los conceptos filosóficos que dan cuenta de la forma de pensar de los personajes, se desarrolla en este sitio. Así, este espacio aparece como un espacio propicio para la búsqueda de la verdad sobre la vida.
En cuanto a su disposición y organización, esta se puede asociar con la filosofía. En principio, la azotea está ubicada en lo alto, por lo que se puede ver, desde allí, un amplio panorama; amplio como los que suele abordar la filosofía. Pero, además, desde allí también pueden observarse con detenimiento las formas de vida que habitan las construcciones vecinas; por lo que es posible detenerse en cuestiones puntuales y hacer análisis más minuciosos. Además, es un lugar que está sumamente ordenado y que tiene una especie de jardín con macetas que Iturrioz se encarga de regar, aludiendo implícitamente a una tesis alegórica que el filósofo francés ilustrado Voltaire promueve en su obra Cándido (1759): "Cultivar el propio jardín". Esta azotea de Iturrioz es un espacio donde la naturaleza aparece ordenada y clasificada por la mano humana. Este ordenamiento parece adecuarse a las ideas prácticas del dueño de casa: "Yo hoy creo que todo lo natural, que todo lo espontáneo es malo; que sólo lo artificial, lo creado por el hombre, es bueno" (134). Además, es un sitio sobre el que Andrés, irónicamente, postula: "Esta es la azotea de Epicuro" (166), haciendo alusión al antiguo filósofo clásico Epicuro de Samos, cuya escuela filosófica tenía como nombre, justamente, "El jardín".