El burlador de Sevilla y convidado de piedra es una obra que contiene una rica diversidad de composiciones poéticas. En ella prevalecen el romance, nombre que reciben aquellas composiciones que presentan una serie indefinida de versos de ocho sílabas, con rima asonante en los versos pares; y la redondilla, que se conforman por series de cuatro versos octosílabos.
La variación de estos metros responden a distintas funciones dramáticas: el romance se utiliza para intervenciones de carácter narrativo, al relatarse una sucesión de acontecimientos, o dramático. Por ejemplo, en la “Jornada primera”, don Pedro relata, primero al rey de Nápoles y luego al duque Octavio, los sucesos nocturnos por medio del romance. Más tarde, Tisbea habla sobre su vida pasada en romance heptasílabo. En esta misma jornada, el relato de don Gonzalo acerca de la ciudad de Lisboa también es un romance.
Luego, el romance adquiere carácter dramático cuando Tisbea lo emplea en su lamento tras el engaño de don Juan. Lo mismo ocurre en la “Jornada segunda” cuando se emplea esta forma métrica en el momento de la detención del marqués de la Mota. En la “Jornada tercera” se usa el romance en el diálogo nocturno entre don Juan y Aminta. Lo mismo en el momento final de la primera cena de la estatua del comendador, en la discusión entre don Diego y el duque Octavio, y en el desenlace de la obra, coincidiendo con el aumento de la tensión dramática.
La redondilla, por su parte, se utiliza en episodios generales que contribuyen al desarrollo general de la historia. Por ejemplo, vemos esta forma métrica al comienzo de la obra y en el primer diálogo entre el duque Octavio y Ripio. Más allá de lo anterior, en la obra también encontramos otras composiciones, como décimas, endecasílabos, canciones, quintillas, sextetos, octavas, romancillos y letrillas.