Genero
Drama (comedia).
Language
Español.
Configuración y Contexto
Siglo XIV. Nápoles, Sevilla, Tarragona y Dos Hermanas.
Narrador y Punto de Vista
La historia focaliza en la figura de don Juan, su protagonista.
Tono y Estado de Ánimo
El tono general de la obra es dramático, pero tiene momentos cómicos.
Protagonista y Antagonista
El protagonista es don Juan Tenorio y el antagonista es el comendador don Gonzalo de Ulloa.
Conflicto Principal
Don Juan Tenorio transgrede las normas sociales, pero se mantiene impune a causa de la corrupción de los gobernantes y algunos de sus súbditos.
Climax
El clímax de la obra tiene lugar durante la cena que ofrece la estatua del comendador en su sepulcro. Cuando don Juan le da su mano, la estatua lo sujeta hasta que el burlador cae muerto. De este modo, la figura de piedra pone fin a las fechorías que el burlador cometía.
Presagio
En la primera cena con la estatua del comendador, don Juan le da a esta su mano a esta por primera vez y, luego, señala:
Cuando me tomó la mano,
de suerte me la apretó,
que un infierno parecía;
jamás vide tal calor (vv. 2479-2482).
El calor que siente don Juan en esta oportunidad, así como la presión que ejerce la estatua sobre su mano, anticipa el episodio donde el burlador, finalmente, recibe su castigo. En la segunda cena, cuando don Juan toma la mano de la estatua por segunda vez, esta presiona su miembro mientras el fuego abrasa al burlador hasta quitarle la vida.
Atenuación
N/A
Alusiones
No importan fuerzas,
guardas, criados, murallas,
fortalecidas almenas
para amor, que la de un niño
hasta los muros penetra (vv. 172-175).
Estas palabras le dirige el rey de Nápoles a Isabela para recriminarle el acto licencioso de haber permitido que su prometido ingrese a su habitación. En esta ocasión, el rey alude a Cupido, “un niño” cuya fuerza describe como incontenible. Cupido es, en la mitología romana, el dios del amor y del deseo amoroso, y se lo representa tradicionalmente como un niño.
Posteriormente, el duque Octavio alude nuevamente a Cupido, llamándolo “niño”, cuando le explica a Ripio el desasosiego que siente al pensar en Isabela:
No hay sosiego
que pueda apagar el fuego
que enciende en mi alma amor.
Porque, como al fin es niño,
no apetece cama blanda,
entre regalada holanda,
cubierta de blanco armiño.
Acuéstase, no sosiega,
siempre quiere madrugar
por levantarse a jugar,
que al fin como niño juega (vv. 192-212).
Imágenes
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Paradoja
“Pues venís formado de agua / y estáis preñado de fuego” (vv. 615-616). Así se refiere Tisbea, de forma paradójica, a la pasión amorosa (el “fuego”) que don Juan manifiesta en las palabras que le dirige. Por otro lado, el cuerpo del burlador está mojado (“formado de agua”) puesto que él acaba de salir del mar. La paradoja remite, además, al caballo de Troya, al que alude la pescadora anteriormente: “Parecéis caballo griego / que el mar a mis pies desagua” (vv. 613-614). Este último también estaba “preñado de fuego”, en la medida en que contenía en su interior a los guerreros que arrasaron Troya.
Paralelismo
“A sus suspiros sorda, / a sus ruegos terrible, / a sus promesas roca” (vv. 432-434) Con este paralelismo, Tisbea muestra su invulnerabilidad a los suspiros, ruegos y promesas de sus pretendientes. Además, vemos que el personaje se muestra orgulloso de su firmeza.
Personificación
“El alba, que de risa / muerta ha de salir mañana / deste engaño” (vv. 1965-1967). Don Juan le ordena a Catalinón que ensille los caballos para huir al amanecer y, por medio de esta personificación, hace al amanecer (“el alba”) cómplice de su engaño (“de risa muerta ha de salir mañana deste engaño”). Con esto, anticipa a su lacayo, y al espectador o lector, la burla que planea realizar esa misma noche.
Uso de Dispositivos Dramáticos
Es frecuente en el teatro del Siglo de Oro la introducción de canciones que ayudan a comprender el sentido y el desarrollo de las acciones. En esta obra, en algunas ocasiones, el sentido de las canciones resulta irónico. En el episodio de Tisbea, por ejemplo, se introduce una canción que dice:
A pescar salió la niña
tendiendo redes;
y, en lugar de peces,
las almas prende (vv. 982-985).
La letra remite, con toda evidencia, a la pescadora Tisbea, quien se había jactado previamente de que todos los pescadores estaban enamorados de ella (de ahí, “las almas prende”). Sin embargo, la burla de don Juan se produce simultáneamente a la canción (inmediatamente después, se revela el engaño de la que la pescadora es objeto), por lo que se sugiere que, irónicamente, es la pescadora quien termina “atrapada en las redes” del burlador.
Posteriormente, en el episodio de doña Ana, mientras el marqués de la Mota espera encontrarse con ella, se introduce una canción que dice: “El que bien gozar espera / cuanto espera desespera” (vv. 1486-1487). En este caso, la letra de canción mantiene una ambigüedad que resulta irónica: por un lado, evoca la impaciencia que el marqués experimenta; por otro, la desgracia del marqués aumenta, en la medida en que más tiempo transcurre (“cuanto espera” el marqués), puesto que don Juan planea burlar a doña Ana en ese lapso de tiempo. En este último sentido, la canción anticipa la desgracia del marqués.
La canción que se introduce en la escena de la boda de Aminta y Batricio sirve para reforzar el clima festivo, el cual contrasta notablemente con la tensión dramática de la escena previa (donde sucede la detención y condena del marqués de la Mota).
En el desenlace de la obra, durante la primera cena con el convidado de piedra, una canción acompaña la acción y manifiesta la ideología del burlador:
Si ese plazo me convida
para que gozaros pueda,
pues larga vida me queda,
dejad que pase la vida (vv. 2405-2409).
Finalmente, durante la segunda cena con la estatua del comendador, se introduce una nueva canción. En esta oportunidad, y a diferencia de la canción anterior, la letra refleja la perspectiva de la estatua. Además, con ella se pone en evidencia que la condena del burlador es inminente.
Adviertan los que de Dios
juzgan los castigos grandes,
que no hay plazo que no llegue
ni deuda que no se pague.
(…)
Mientras en el mundo viva,
no es justo que diga nadie,
«¡Qué largo me lo fiáis!»,
siendo tan breve el cobrarse (vv. 2743-2754).