Si burlar
es hábito antiguo mío,
¿qué me preguntas sabiendo
mi condición?
En la “Jornada primera”, don Juan se define a sí mismo como un burlador en una conversación con su lacayo, Catalinón. Este pasaje sirve para caracterizar al personaje y deja advertir que don Juan ha burlado a otras mujeres previamente. El tema de la transgresión, de este modo, puede identificarse al protagonista de la obra a través de sus propias palabras.
¡Qué largo me lo fiáis!
La frase, que se acumula a lo largo de la obra hasta convertirse en un verdadero leitmotiv, aparece por primera vez en la “Jornada primera”, como respuesta de don Juan a las advertencias de Catalinón. Esto sucede cuando su lacayo le advierte que pagará con la muerte las burlas que comete. La frase muestra que el protagonista se muestra insensatamente confiado en que habrá suficiente tiempo para redimirse y saldar su mal comportamiento.
Yo soy la que hacía siempre
de los hombres burla tanta,
que siempre las que hacen burla
vienen a quedar burladas.
En esta intervención, Tisbea se refiere así misma como una burladora burlada. La reflexión presagia el final de don Juan, quien es el burlador por antonomasia, y cuya condena, de este modo, se presenta como inexorable. Cabe mencionar que la figura del burlador burlado tiene ya una larga tradición en la literatura occidental para cuando se escribe esta obra, y vuelve a repetirse en innumerables ocasiones desde entonces.
El mayor
gusto que en mí puede haber
es burlar una mujer,
y dejalla sin honor.
Don Juan busca satisfacer sus apetitos a costa de despreciar los valores sociales. Este pasaje revela la naturaleza de sus burlas, que no están motivadas tanto por el intento de satisfacer un deseo sexual, como por el placer personal que le proporciona deshonrar a las mujeres.
Tal fin la soberbia tiene.
¡Su locura y confianza
paró en esto!
Al final de la “Jornada primera”, el pescador se refiere con estas palabras a la desesperación que manifiesta Tisbea. La frase es sugerente, puesto que podría aplicarse igualmente a don Juan, por la locura del protagonista y su confianza en que tendrá suficiente tiempo para reparar los daños que ocasiona. Como veremos, esta misma confianza será la que motorice su trágico fin al terminar la obra.
Es bien que se entienda y crea
que el honor se fue al aldea
huyendo de las ciudades.
Este pasaje expone un tema recurrente en el teatro del Siglo de Oro español: la oposición entre los valores que rigen en aldea y en la corte. Estas obras presentan con frecuencia una visión idealizada de las formas de vida aldeana, frente a la vida inmoral de las personas que habitan las ciudades. Don Juan es un exponente de la vida licenciosa en este último entorno, algo que se replica en otros personajes de la obra: la duquesa Isabela, el marqués de la Mota o doña Ana. Así, la obra pone de manifiesto que el honor está en decadencia en este ámbito porque prevalece allí la corrupción y el desenfreno.
Di, ¿qué caballero es este
que de mi esposo me priva?
La desvergüenza en España
se ha hecho caballería.
Este pasaje refuerza la crítica social presente en la cita anterior: los valores asociados tradicionalmente a la clase noble, como el honor, están completamente en decadencia entre los hombres de esa clase, los caballeros, a quienes Aminta caracteriza como unos desvergonzados. Este tipo de críticas es común en las obras que pertenecen al Siglo de Oro, momento de la historia española en el que se respira un clima de desencanto respecto a las altas esferas del poder, algo que la literatura tiene la capacidad de reflejar.
Si es mi padre
el dueño de la justicia
y es la privanza del rey,
¿qué temes?
Este pasaje muestra uno de los temas principales de la obra: la crítica social y política hacia los responsables del orden, los reyes y otros subordinados. Como se observa en esta frase, don Juan puede actuar impunemente porque está protegido por el rey gracias a la posición que ocupa su padre como privado del soberano. Hacia el final de la obra, la justicia divina se impondrá sobre la terrenal, y don Juan pagará con creces su falta de escrúpulos.
Adviertan los que de Dios
juzgan los castigos grandes,
que no hay plazo que no llegue
ni deuda que no se pague.
(…)
Mientras en el mundo viva,
no es justo que diga nadie,
«¡Qué largo me lo fiáis!»,
siendo tan breve el cobrarse.
Como respuesta al pasaje anteriormente citado, la voz de los músicos viene a contradecir los argumentos esgrimidos por don Juan. Así, hacia el final de la obra, la canción retoma el motivo repetido por el burlador, “¡Qué largo me lo fiáis!”, para poner de manifiesto que nadie puede ampararse en la juventud o en la lejana muerte como fundamento para actuar mal.
¡Justo castigo del cielo!
Y agora es bien que se casen
todos, pues la causa es muerta,
vida de tantos desastres.
En el desenlace de la obra, se restablece, parcialmente, el orden inicial alterado, después de que un enviado divino (la estatua del comendador) castiga a don Juan. Este pasaje pone de relieve la oposición entre el “justo castigo del cielo” y las medidas ineficientes que toma el rey en sus intentos de impartir justicia. Además, en esta oportunidad, como en muchas otras a lo largo de la obra, el rey se limita a concertar bodas como forma de mantener el orden social.