El castillo de Canterville
Esta antigua residencia señorial adquirida por la familia Otis es representada mediante algunos de los elementos tradicionales de la imaginería característica del género gótico: se trata una vivienda espaciosa, sombría y anticuada, provista de escaleras de roble, extensos pasillos y habitaciones secretas. Entre las principales piezas del mobiliario, destacan determinados objetos asociados a la nobleza, como los escudos, las armaduras o el armamento. Los fragmentos de El fantasma de Canterville en los que se describen los interiores de esta propiedad generan en el lector la expectativa de que ocurran eventos sobrenaturales que confirmen las advertencias realizadas por lord Canterville sobre la presencia de espectros.
Tormentas y relámpagos
De forma recurrente, la narración presenta descripciones vívidas y minuciosas de las manifestaciones visuales y auditivas generadas por determinados fenómenos climáticos ocurridos en el interior del castillo de Canterville. Así, por ejemplo, en la primera noche de la familia Otis en la residencia, "la tempestad rugió toda la noche" (p. 21). En este sentido, la aparición de relámpagos y tormentas en El fantasma de Canterville reproduce una de las principales convenciones del género gótico, generando suspenso y anticipando la llegada de acontecimientos sobrenaturales. Sin embargo, el fracaso de los sucesivos intentos de aterrorizar a la familia Otis por parte de sir Simon, frecuentemente precedidos por temporales, permite suponer que la utilización de este procedimiento característico del gótico es paródica.
El Jardín de la Muerte
Sir Simon caracteriza el Jardín de la Muerte como un espacio idílico en el que reinan la tranquilidad y la belleza: "allí el ruiseñor canta toda la noche" (p. 52), comenta el fantasma. La delicada descripción de los árboles, las flores y los animales que habitan en el Jardín evoca la sensación de un paraíso apartado de las frustraciones de la vida cotidiana. La profunda idealización en torno a este espacio permite reconocer la cantidad de tiempo que sir Simon lleva añorando la posibilidad de un descanso definitivo.