El contraste entre la cultura británica y la estadounidense
En El fantasma de Canterville, la representación de los personajes británicos y los estadounidenses va de la mano de una serie de valores vinculados con las culturas de ambos países. En este sentido, el contexto histórico de producción de la nouvelle colabora a que los lectores entendamos la relación entre las dos naciones a partir de las tensiones en relación con el Viejo y Nuevo Mundo.
Los Canterville encarnan el peso de la tradición. El mismo lord Canterville posee un título nobiliario, lo que lo muestra como un personaje destacado por la Corona, digno de respeto y autoridad. Esta necesidad de preservar el estatus se refuerza en la figura del fantasma de Canterville, que desea ser reconocido por su capacidad de atemorizar a los habitantes del castillo ya que lleva haciendo esta tarea con éxito a lo largo de generaciones de nobles. En este sentido, el pasado emerge como una herencia a respetar y preservar.
Por otro lado, la familia Otis viene de un mundo nuevo, sin linaje ni aristocracia. Estados Unidos como faro de la modernidad del incipiente siglo XX representa el escepticismo como forma de concebir la realidad. En este sentido, las actitudes de los Otis frente a la presencia del fantasma encarnan este pragmatismo cotidiano; en vez de sentir temor por la mancha de sangre, proponen limpiarla con un moderno producto. Así, atacan el problema usando la ciencia, sin aceptar el pasado como una garantía del estado de las cosas.
En este punto, ambas familias condensan la tensión entre el pasado y el futuro del mundo. Mientras que los Canterville aparecen asentados sobre una tradición que los legitima de manera colectiva, los Otis se apropian de esta herencia para destruirla y tomársela en broma. El fantasma opera simbólicamente como esa presencia jocosa; para los nuevos habitantes del castillo, sir Simon no tiene más peso ni importancia que cualquier otro objeto del mobiliario, anticuado y pasado de moda.
El teatro y la teatralidad
A lo largo del texto, el fantasma de Canterville actúa diversos papeles con el fin de aterrorizar a los nuevos habitantes del castillo. En este sentido, el personaje se toma la interpretación como si fuera desempeñar roles en una obra teatral, en tanto incorpora vestuario, gestos y sonidos específicos para lograr el efecto emocional en su audiencia. En este punto, la teatralidad como tema logra un efecto risible en el lector, ya que queda claro que el fantasma es inherentemente inofensivo, en tanto tiene que hacer un esfuerzo deliberado e intencionado para parecer terrorífico. Sin embargo, ni siquiera así logra su cometido y es víctima de todo tipo de maltratos y amedrentamientos, especialmente por parte de los mellizos.
La idea de la actuación como una máscara se vincula indefectiblemente con el contexto de escritura de la obra. En el Reino Unido, la época victoriana constituye un rígido mandato de modelos de conducta y valores ligados especialmente con la posición social del individuo y la imagen exhibida frente a los demás. Así, sir Simon debe ocultar sus verdaderos sentimientos con el objetivo de mantener el prestigio de ser el violento fantasma que acecha la residencia desde hace siglos.
En este sentido, la actitud del personaje se liga también con un tópico recurrente en la literatura de Oscar Wilde: la vida como arte. De esta manera, la frustración que siente sir Simon por la nula reacción de la familia Otis frente a sus vanos intentos de asustar se relaciona con el dolor que siente todo artista cuando su obra no es apreciada como se lo merece.
La herencia y la tradición
El fantasma de Canterville es el miembro más antiguo de la familia y forma parte de la casa desde tiempos inmemoriales. Si bien puede ser considerado como una molestia desagradable, forma parte del legado de los Canterville y, por lo tanto, es merecedor de respeto. Esto se ve claramente en el vínculo que sir Simon mantiene con la señora Umney, capaz de desmayarla de un susto a pesar de formar parte de su cotidianeidad. De hecho, es posible afirmar que el fantasma es un orgullo para la familia Canterville ya que es la evidencia más concreta de que el linaje familiar se puede remontar a lo largo de numerosas generaciones.
Sin embargo, los nuevos habitantes del castillo, la familia Otis, permanecen impávidos frente al fantasma y su supuesta trascendencia. En este punto, prevalece la perspectiva práctica con la que viven día a día; cuando sir Simon representa una molestia, encuentran maneras de hacer su presencia menos disruptiva. Para los Otis, el fantasma es un personaje carente del significado ancestral que posee para los Canterville. De esta manera, todo potencial conflicto es resuelto pragmáticamente. Un claro ejemplo al respecto es cuando el señor Otis le ofrece una botella de lubricante para sus cadenas, ya que el sonido que hacen cuando el fanstasma camina no los deja dormir de noche.
En este punto, el fantasma encarna una presencia fantasmagórica pero inofensiva; el vestigio de un mundo que ya fue y que nunca más volverá a tener esa importancia.
El dinero
Si bien la cuestión monetaria no aparece de manera explícita en primer plano, es lo que permite la mudanza de la familia Otis al castillo de los Canterville. En este sentido, la familia inglesa posee un prestigioso linaje aristócrata pero carece de los recursos económicos para solventar un estatus a la altura de su pasado y se ven forzados a vender la antigua residencia familiar, con fantasma incluido. En este punto, el valor se ve condensado en determinados objetos de lujo y grandes propiedades, pero carecen del dinero en su sentido concreto y físico.
En oposición a la familia Canterville, los Otis representan la prosperidad económica estadounidense, dueña de liquidez financiera pero carente del linaje sofisticado de la cultura inglesa. En este sentido, en el texto, la adquisición de la propiedad Canterville exhibe la manera de acceder a este pasado prestigioso que tienen los estadounidenses. Frente a la imposibilidad de poseer una historia, la familia Otis la compra; compra los productos, compra las residencias, compra hasta al fantasma de Canterville.
Sin embargo, la oposición entre estas dos culturas se sintetiza en el desenlace de Virginia, casada con un duque inglés. De esta manera, se propone un encuentro entre estos dos mundos como una forma superadora de las antinomias irreconciliables que poseían ambas naciones.
La identidad
En el texto, la identidad de los personajes está construida en relación a comportamientos estereotipados. Esto significa que, en general, la mirada sobre los ingleses y estadounidenses responde a una percepción exagerada y con pocos detalles, simplificada, en base a determinadas cualidades, características de cada cultura.
En este sentido, Oscar Wilde utiliza estos conceptos para retratar de manera irónica las diferencias y semejanzas entre ambas naciones. Así, los estereotipos funcionan como un recurso cómico, en el que se reconocen determinados rasgos atribuidos a los ingleses y a los estadounidenses pero que, en la narrativa de Wilde, están llevadas al extremo con el objetivo de hacer reír al lector.
Sin embargo, la identidad entendida como conjunto de características que nos distinguen como seres humanos también es cuestionada en el texto. Esto se ve claramente en el fantasma, cuya misión en la vida es aterrorizar a los demás, tarea que desempeña exitosamente a lo largo de siglos y siglos. En este punto, el personaje siente el deber y la obligación de cumplir con sus labores fantasmales. Cuando la familia Otis manifiesta absoluto desdén hacia él y hasta se burla de sus intentos frustrados de generar terror, el fantasma comienza a sentirse un fracaso, una vergüenza para el linaje Canterville. Humillado y frustrado, el personaje se ve obligado a repensarse en todas sus dimensiones; finalmente, acepta que es el momento de seguir adelante y abandonar su rol de asustador para encontrar la paz interior y poder abandonar de una vez por todas el mundo terrenal.
El valor del perdón
Si bien en El fantasma de Canterville predomina el tono humorístico y burlón, a medida que avanza la narración, el texto toma un camino más serio y solemne. En este sentido, es fundamental entender la búsqueda de redención de sir Simon. Una vez que se da cuenta de que su tarea de aterrorizar a la familia Otis es inútil, acepta que es el momento de dormir en el “Jardín de la Muerte”.
Así, el lector comprende que detrás de los momentos humorísticos del texto se esconde el sufrimiento del fantasma, que no puede estar en paz en el mundo de los vivos. Para poder liberar su alma, es fundamental el rol de Virginia Otis, en tanto encarna la inocencia como valor primordial. Joven, dulce y amable, la muchacha es el único personaje que siente empatía por los padecimientos de sir Simon y así se compromete a ayudarlo a traspasar al más allá.
En este sentido, el pasado corrupto y oscuro del fantasma solo puede redimirse si intercede por él alguien como Virginia, una “bella joven” (p. 53) capaz de liberar el alma pecaminosa de sir Simon y dejarlo descansar en paz. En este punto, la inocencia se exhibe como el único camino posible para liberar al fantasma del castigo de penar en el mundo de los vivos.
Es necesario mencionar que en este desenlace subraya una idea propia del cristianismo: el perdón es un regalo que solo Dios puede otorgar frente al verdadero arrepentimiento. De esta manera, cuando el viejo almendro seco florece, Virgina declara que, finalmente, Dios perdonó a sir Simon.
La empatía como forma del amor y la amistad
La empatía entendida como un vínculo afectivo con la realidad de otras personas emerge como un valor fundamental para la familia Otis. En este sentido, cuando los mellizos hostigan a sir Simon, su padre los regaña ya que considera que es descortés tirarle almohadas al fantasma “dada la larga duración de su estancia en la casa” (p. 27).
Sin embargo, el personaje que posee esta característica de manera más destacada es Virginia, que se niega a ofender a Sir Simon aún cuando sabe que ha robado sus pinturas y asesinado a su mujer. La empatía de Virginia se ve claramente cuando se encuentra con el fantasma en la Cámara de los Tapices: en vez de salir corriendo, decide asistirlo ya que lo ve deprimido y desesperado. No obstante, si bien siente pena por la situación de sir Simon, esto no la abstiene de expresarle sus quejas y ponerle un límite a la actitud defensiva del fantasma. En este punto, lo llama “arisco, horrible y ordinario” (p. 49) , ya que es plenamente consciente de las acciones delictivas que el personaje lleva a cabo en la casa. Si bien sir Simon intenta rebatir estos planteos, acepta que la necesita para poder ponerle fin al tormento de su existencia de trescientos años sin dormir. Virginia se compromete a ayudarlo, a pesar del potencial peligro que implica estar sola con un asesino.
La construcción de la empatía como uno de los rasgos distintivos de Virginia se vincula con la naturaleza femenina y creativa del personaje. En este punto, tanto sir Simon como la muchacha son artistas; mientras que Virginia se dedica a la pintura, el fantasma se dedica profesionalmente a encarnar roles terroríficos. Así, en el texto el arte se representa como un recurso de la empatía, en tanto es una forma de conexión y entendimiento con el otro. De este modo, Virginia estará dispuesta a a ayudar a sir Simon a encontrar el descanso eterno, aún cuando esto significa ingresar al mundo de la Muerte.
Virginia es, entonces, símbolo de amor. Su vínculo con Cecil, el duque de Cheshire, se desarrolla a lo largo de los capítulos de manera sana y adorable. En relación con su tarea como redentora, es significativo que sir Simon acuda a Virginia porque “el Amor siempre va con usted” (p. 52). Sin embargo, luego de haber ayudado al fantasma, la muchacha explica que gracias a sir Simon entendió que este sentimiento es más fuerte que la vida y la muerte. En este punto, ambos personajes se transforman en el encuentro con el otro y pueden acceder a las formas más puras de entender el amor como motor vital.