El fantasma de Canterville

El fantasma de Canterville Resumen y Análisis Capítulo 2

Resumen

A la mañana siguiente, la familia Otis regresa al salón y encuentra la mancha de sangre nuevamente en su lugar. Cuando observan que la mancha comienza a ser restaurada todos los días, los Otis admiten la posibilidad de que la mansión albergue un fantasma.

El último día de la semana, cerca de la medianoche, el señor Otis se encuentra accidentalmente con el fantasma y, lejos de experimentar sentimientos de asombro o de pánico, se dirige a él para recomendarle la utilización de un producto para lubricar sus cadenas y reducir así el ruido que estas hacen al arrastrarlas. Lleno de indignación por la sugerencia de Hiram, el fantasma se retira bruscamente, pero cerca de una escalera de roble, los mellizos Barras y Estrellas le lanzan una almohada por la cabeza, provocando la huída de sir Simon, quien se desvanece aterrado a través de una pared.

En su escondite, el fantasma reflexiona sobre la situación recientemente ocurrida, sintiendo que en sus tres siglos de existencia como fantasma nunca había sufrido una humillación tan grande. Como consuelo, recuerda sus principales proezas y hazañas realizadas en el castillo de Canterville, atormentando a varias generaciones de aristócratas. De esta manera, el fantasma llega a la conclusión de que la situación resulta intolerable y que debe tener una revancha.

Análisis

A pesar del intento de Washington Otis de eliminar la mancha de sangre con el moderno detergente, en este capítulo esta reaparece con nuevos tonos y colores. Esta presencia, que se niega a desaparecer, refleja que la pugna entre las viejas tradiciones y los nuevos valores no va a ser tan fácil de resolver. La mirada pragmática de los Otis asume que el problema se resuelve simplemente eliminando la mancha, pero la sangre, como símbolo de un sistema entero de valores culturales, no va a desaparecer de la noche a la mañana.

En este punto, las nuevas manchas de sangre permiten confirmar un elemento negado por la familia estadounidense: a pesar de su escepticismo, el fantasma existe y, como tal, representa un desafío intelectual para los Otis. En este sentido, el acercamiento a la figura de sir Simon se hace mediante el espiritualismo. Esta doctrina sostiene que el espíritu continúa viviendo luego de la muerte del cuerpo, una creencia popular en el contexto histórico de El fantasma de Canterville. Así, la decisión de la señora Otis de contactarse con una asociación dedicada al tema exhibe un acercamiento empírico, basado en la experiencia y observación concreta de los hechos producidos por el fantasma. De esta manera, su perspectiva siempre es racional y científica, y las nuevas manchas de sangre intrigan pero no asustan a la familia; son un enigma y, como tal, merecen una aproximación práctica y con fines resolutivos.

En este panorama, el primer encuentro con el fantasma confirma esta desconexión entre expectativa y realidad. La mancha de sangre, la tormenta, la casa enorme y solitaria construyen el ambiente propicio para un momento terrorífico. Hasta la descripción de sir Simon lo constituye como una presencia amenazante y hostil: “Sus ojos eran rojos como ascuas encendidas; su cabello largo y gris caía como alambre enmarañado sobre sus hombros; su vestimenta, de corte de otra época, estaba sucia y deshilachada, y de sus muñecas y tobillos colgaban pesadas argollas y cadenas mohosas”. Esta situación, que podría haber sido el punto de mayor intensidad de la narración, en tanto cifra el encuentro de estos dos mundos, termina siendo una experiencia decepcionante porque no genera la emoción deseada en sus víctimas. El señor Otis no se impresiona del espectáculo ofrecido por sir Simon y solo desea volver a dormir.

Si bien en los relatos de fantasmas suele ponerse en jaque el poder de la visión como única fuente de saber, en tanto es imposible aceptar lo que se ve, en El fantasma de Canterville el señor Otis no parece desconfiar de la situación que se desenvuelve frente a sus ojos, sino que la acepta como real. En este punto, la seguridad que tiene en sí mismo le permite mantenerse imperturbable y calmo. Una vez más, emerge la referencia a un producto comercial y masivo para resolver la causa de su insomnio: el ruido de las cadenas chirriantes de sir Simon. En este sentido, el lubricante significa nada más que una solución al problema generado por el fantasma.

Aunque el señor Otis permanece indiferente frente a la presencia fantasmagórica, los mellizos reaccionan de manera inesperada. En vez de asustarse por el aspecto de sir Simon, deciden atacarlo agresivamente, con almohadas. En esta escena se invierten los roles típicos esperables en un relato de terror: en el texto de Oscar Wilde, es el fantasma quien se ve obligado a huir, aterrorizado por los golpes de los niños. Si bien a simple vista puede parecer difícil entender por qué sir Simon está tan consternado por el ataque de los muchachos, los lectores entendemos que el problema real no es la violencia sino la grosería y vulgaridad que manifiestan frente a su presencia. En este sentido, el fantasma huye porque entra en crisis su identidad, sostenida a lo largo de los siglos por su capacidad de atemorizar. “Jamás en toda su brillante carrera, que duraba ya trescientos años seguidos, fue injuriado tan groseramente” (p. 24) comenta el narrador, y es esta afrenta la que lo obliga a repensar su rol y su función en el castillo de Canterville. De alguna manera, este quiebre anticipa que sir Simon percibe que su tarea comienza a ser inútil, en el sentido de que sus actuaciones pierden eficacia frente a una audiencia que permanece impávida. Sin embargo, no se dará por vencido tan fácilmente.

Luego de este enfrentamiento, el fantasma comienza a recordar sus más lucidas actuaciones, con una perspectiva claramente nostálgica sobre sus actos. Esto exhibe que sir Simon vive en un mundo ideal que ya no existe más: la presencia de la familia Otis le demuestra que ese pasado, en el que era respetado y honrado por sus víctimas, está perdido, y el presente solo le trae humillación e injurias. En este sentido, sir Simon se diferencia de lord Canterville, capaz de desprenderse de la residencia sin pensarlo demasiado. El fantasma representa una figura de poder, dueña de una profunda conexión emocional con el espacio físico que habita, basada en su propia vinculación con la historia y los recuerdos.

En este capítulo emerge también uno de los temas principales del texto: la idea del teatro y la teatralidad. El fantasma se considera un artista, específicamente, un actor, capaz de desempeñar distintos papeles en función del objetivo deseado. “'Rubén el Rojo o el Bebé Estrangulado'” (p. 26) es uno de los tantos roles que ha llevado adelante a lo largo de los siglos. En este sentido, el contexto histórico de la obra, finales de siglo XIX, sitúa el teatro como la forma de entretenimiento más popular de la época. De esta manera, los actores y actrices de estos espectáculos comienzan a tener reconocimiento y fama como celebridades entre sus pares y la audiencia. Así, el temor de perder el cariño y la simpatía del público es un miedo muy frecuente entre los artistas, y sir Simon se alarma al ver que sus representaciones ya no impresionan a los nuevos habitantes de la casa. Como un actor pasado de moda, el fantasma se angustia frente a ese panorama y se obliga a encontrar alguna salida. Así, para recuperar su prestigio humillado, jura vengarse del desdén de los mellizos. Una vez más, el fantasma como símbolo de una cultura en decadencia, en franca desaparición, se rehúsa a aceptar su destino.

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