El fantasma de la ópera Análisis

El fantasma de la ópera Análisis

Esta obra coloca en escena pasiones humanas que han sido elaboradas en múltiples expresiones artísticas a lo largo de los siglos. Entre ellas podemos contar el amor y el deseo, la sensibilidad artística, el sentido de justicia, la libertad de decisión, el contraste entre ideas preconcebidas de belleza y fealdad.

Como si la misma novela fuese una ópera, vemos transcurrir delante de nuestros ojos el desarrollo de estas pasiones y las acciones que se desencadenan a partir de estos afectos tan primarios como complejos.

En cuanto al triángulo amoroso presente en la novela, que organiza de algún modo el centro del conflicto principal, podemos observar lo siguiente: Raoul y Erik podrían considerarse como dos caras de una misma moneda, o bien como dos aspectos dignos de amor para Christine. Uno presenta los signos de la belleza exterior, el otro los de la belleza interior. En este sentido, se evidencia además la concepción social sobre lo que puede calificarse bello o no según normas de simetría y ‘normalidad’ que son enteramente cuestionables.

Esta hipótesis de un posible “objeto” digno de amor dividido en dos personas distintas podría permitirnos comprender el dilema interno que parece sentir Christine cuando tiene que elegir al uno o al otro. Si bien le horroriza el rostro de Erik, siente una gran atracción por su forma de ser, su manera de cantar, sus conocimientos artísticos, la abnegación que siente por ella. Al mismo tiempo, los celos de Raoul no son algo digno de aceptación o cariño por parte de Christine, pero al menos parece ser un amante tradicional en lo exterior, además de inspirarle confianza por conocerlo desde la infancia y gustarle su aspecto físico.

Asimismo, resulta fundamental observar, como otro posible eje de análisis, la evolución de los personajes, es decir, su transformación a lo largo de la historia. Sobre todo, en el caso de Erik, el personaje principal que da título a la obra. No se trata de personajes estáticos, con una sola característica preponderante y constante, sino que están constituidos por fuerzas muchas veces contradictorias, que conviven en su interior del mismo modo que podríamos considerar a las personas de carne y hueso.

Si bien, por supuesto, un personaje de ficción no tiene por qué compararse con un ser humano extraliterario común y corriente, podríamos afirmar que esta obra posee, a pesar de su pretendido carácter sobrenatural, una visión bastante realista de lo que son las pasiones humanas.

A su vez, y como contrapartida, no podríamos tampoco calificar a la obra de realista en el sentido más llano y literario de la palabra, puesto que resulta bastante peculiar el hecho de que un ser humano viva en los escondites de un teatro que él mismo construyó sin que prácticamente nadie sepa de su existencia. Este hecho da a la obra un carácter casi fantástico en lo que refiere a los actos que se llevan a cabo en ella, más por el carácter hiperbólico o exagerado que por la ausencia de explicación racional.

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