"(...) el auriga, que experimenta aún más el mismo sufrimiento, retrocediendo [ante el joven bello] como ante una barrera, tira [de las riendas] con violencia aún mayor" (254e). (Metáfora)
Platón compone una alegoría que comúnmente conocemos como la alegoría del carro alado, para explicar cómo es el alma, en la cual aparece la figura del auriga que conduce, en el caso de los hombres, un carro tirado por dos caballos, uno bueno y bello, y uno indómito y malo.
El auriga es una metáfora límpida para describir la parte racional del alma que lleva las riendas del atelaje. Solo el auriga tiene rostro humano, lo que sugiere que la razón es aquello propiamente humano de la estructura del alma (recordemos que los dioses tienen en su alma la misma estructura de atalaje alado) y al mismo tiempo tiene un componente divino ya que es parte del alma.
"[La] urdimbre [de la retórica] es algo abierta" (268a). (Metáfora)
La metáfora del discurso como un tejido no es una creación de Platón. De hecho, la etimología de la palabra "texto" proviene de textum (tejido). Entonces, podemos pensar que la idea de que los discursos "se tejen" estaba instalada en el sentido común ya en el siglo XVI a.C. Lo que hace Platón es anclar en esta idea para utilizar la metáfora de la urdimbre y señalar cómo puede verse a través del patrón del tejido, es decir, cómo el discurso deja "huecos" y no es compacto.
“... como quienes guían a los animales hambrientos agitándoles por delante una rama un fruto, así también tú, tendiendo ante mí discursos en hojas del libro, está claro que me harás circular por el Ática toda, y por cualquier otro lugar, según te plazca” (230d). (Símil).
Sócrates se compara a sí mismo con un animal hambriento (al que tientan con un señuelo) para demostrarle a Fedro su interés por el discurso; esta demostración es evidentemente hiperbólica, ya que es sabido que los discursos no eran de los principales objetos de interés de Sócrates.
El hambre animal que tiene por oír lo que Fedro tiene para decir, a pesar de ser exagerado de forma deliberada, es finalmente real porque no se separa de Fedro hasta que este le entrega el alimento, es decir, le muestra el discurso de Lisias.
"La amistad de un amante no se acompaña de buenas intenciones, sino como una comida que se hace para saciarse, y al modo en que los lobos aman a los corderos, los amantes aman al muchacho" (241c-241d). (Símil)
Al finalizar su primer discurso, aquel que será rebatido por el segundo, Sócrates compara el amor del maestro por el mancebo con el hambre de un lobo que come a un cordero para saciarse. De este modo busca ilustrar la falta de buenas intenciones que tiene el que ama con respecto al joven al que tiene que educar.
"Cuando alguien, al ver la belleza de aquí y recordar la verdadera, toma alas y, una vez provisto de esas nuevas alas, deseando levantar vuelo sin lograrlo, dirigiendo su mirada hacia arriba, como un pájaro, y descuidando las cosas de abajo, da motivos entonces para que lo tomen por loco" (249e). (Metáfora y Símil)
Por un lado, la explicación de los efectos de la visión de la belleza en la tierra comienza con una metáfora: al ver la belleza reflejada en un muchacho quien ama "toma alas" y desea, sin éxito, volar. Ese "tomar alas" se relaciona con la imagen de las alas del alma, que se encuentran en el carro comandado por el auriga. Sin embargo, se compara al amante con un pájaro también. Este símil baja al plano terrenal las ideas de vuelo, alas, plumas, asociándolas a un animal que podemos reconocer como parte del mundo "de abajo" y no del lugar supraceleste.