Resumen
Interludio entre los dos discursos
Fedro se opone a la abrupta conclusión del discurso de Sócrates, ya que pensaba que este iba a explorar los méritos del no amante. Sócrates explica, sin embargo, que se detuvo para no dejarse llevar demasiado. Le dice a Fedro: "¿No te das cuenta de que las Ninfas a las que tan hábilmente me has expuesto se apoderarán completamente de mí?" (241e). Basta para él decir que toda desventaja del amante tiene su correspondiente ventaja en el no amante. Asimismo, Sócrates teme que su discurso se vuelva excesivamente "épico", por lo que se dispone a cruzar el río de regreso a Atenas.
Fedro retiene a Sócrates. Sugiere que sería mejor esperar a que pase el calor del mediodía. De un momento a otro, Sócrates elogia la capacidad discursiva de Fedro y declara que Fedro le ha inspirado para producir un segundo discurso después de todo. Le explica que, cuando estaba a punto de cruzar el río, vio una "señal divina que habitualmente se me hace presente" (242c). El signo, la presencia de un daímon, ha hecho comprender a Sócrates que ha cometido una ofensa contra los dioses. Tanto su propio discurso como el de Lisias fueron insensatos, "cometieron una falta con respecto a Eros” (242d).
Autocrítica de Sócrates
El amor, después de todo, es "hijo de Afrodita y un dios" (242e). Y, por ende, "si Eros es, como en verdad es, un dios o algo divino, no podría ser nada malo" (242e). Por lo tanto, Sócrates debe corregir su discurso anterior, en el que vilipendió el amor. Explica que utilizará un "antiguo rito purificatorio" (243a): cuando el poeta Estesícoro fue cegado por hablar mal de Helena, compuso un poema para retractarse de su declaración anterior. Este poema se llama palinodía. Así también, Sócrates compondrá un palinodía a Eros. Desea ahora, con un discurso potable, "enjuagarse la boca como para quitarse el gusto salobre" (243d) del discurso anterior. Todo esto es música para los oídos de Fedro, que está ansioso por escuchar un segundo discurso y promete persuadir a Lisias para que componga un discurso sobre el mismo tema a su vez.
Análisis
Resulta que Sócrates finalmente ha demostrado ser hábil en el uso de la retórica. Tras haber completado un discurso a favor del no amante, se retracta ahora de su declaración anterior y pasará a argumentar exactamente lo contrario. Las Ninfas y esa locura divina desempeñan un papel vital, y también ambiguo, en los discursos de Sócrates: en principio, inspiran a Sócrates a argumentar hábilmente contra el amante; ahora, le ayudarán a pronunciar su segundo discurso sobre la importancia de Eros, que parece favorecerá al amante en lugar de defenestrarlo. Pero, sobre todo, él se prepara para un discurso no condicionado por las premisas de Lisias, en el cual buscará, ahora sí, establecer el verdadero sentido del amor.
Si bien la aparición del daímon antes de cruzar el río, la "señal divina" de Sócrates para volver y dar un segundo discurso, se ajusta al escenario del campo y la naturaleza -donde Sócrates se encuentra totalmente fuera de lugar, apolis-, el diálogo no ofrece ninguna razón particular para su misteriosa advertencia. Podemos decir que la aparición del daímon funciona como un dispositivo literario, una especie de deus ex machina que explica el abrupto cambio de argumento (pasan de hablar sobre el eros a dialogar sobre retórica y escritura). La expresión deus ex machina se utiliza para señalar un elemento externo que resuelve una narración sin respetar o seguir su lógica interna.
Sócrates dice sobre Eros: "si Eros es, como en verdad es, un dios o algo divino, no podría ser nada malo" (242e). En esta cita, en el original, Platón utiliza la expresión theîon (divino) y no daímon, como usó Diotima en Banquete. En Banquete, Diotima definía al amor como algo que no era ni bueno ni malo, sino intermedio entre dioses y hombres; se decía que era hijo de Penía (la Pobreza) y Póros (el Recurso). En este caso, Platón propone en boca de Fedro otra genealogía para Eros: es hijo de Afrodita "y un dios" (242d). Según algunos críticos, esta nueva genealogía refuerza el sentido que quiere darse al amor en Fedro, el aspecto que tiene que ver con la manía y la locura divina.
Sócrates piensa componer una palinodía, un poema para retractarse ante Eros. Dará un segundo discurso en el que está bien suponer que enmendará lo dicho sobre el enamorado. Al final de esta escena, Sócrates se pregunta dónde estará el muchacho que debe escuchar el discurso que va a dar, para que no se apresure a dar favores a quien no ama. Esta pregunta al aire está, por supuesto, dirigida a Fedro, que toma el lugar del muchacho en el diálogo. "Siempre a tu lado mientras que tu lo quieras" (243e) le dice a Sócrates. A pesar de esto, no hay ninguna evidencia o siquiera sugerencia de relación erótica entre Sócrates y Fedro. Más bien se trata de un tono burlón en el diálogo. Además, como bien da a entender Sócrates, es probable que el amante mayor de Fedro sea Lisias.