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Ficciones Resumen y Análisis "Tema del traidor y del héroe"

Resumen

Al inicio del relato, el narrador indica que su argumento se le ha ocurrido tras las lecturas de Chesterton (renombrado autor inglés de relatos policiales) y de Leibniz (pensador alemán famoso, entre otras cosas, por sus tesis teológicas), y que lo ha desarrollado en sus tardes ociosas. La acción transcurriría en algún país oprimido a principios o mediados del siglo XIX y sería referida por un personaje contemporáneo. Desde estos parámetros, se desarrollaría el siguiente relato:

En Irlanda, Ryan narra la historia de su bisabuelo, el heroico Fergus Kilpatrick, cuyo monumento corona un cerro gris y cuyo sepulcro fue saqueado. Kilpatrick fue un secreto capitán de conspiradores. Cerca de cumplirse el centenario de su muerte, Ryan redacta una biografía de Kilpatrick y describe un enigma que sobrepasa lo policial: el héroe irlandés fue asesinado en un teatro y la policía inglesa jamás dio con el asesino.

Algunos elementos inquietan a Ryan por su carácter cíclico: en la ropa de Kilpatrick hallaron una carta cerrada en la que se le advertía de la traición y el asesinato planeado para esa noche en el teatro. Julio Cesar, el gran emperador romano, también había recibido análogo aviso –que no llegó a leer –el día que sus amigos lo asesinaron en la entrada del senado. También Calpurina, la mujer del César, vio en sueños la destrucción de una torre como símbolo de la caída de su marido; de igual manera, la víspera de la muerte de Kilpatrick se corrió la noticia del incendio de la torre circular de Kilgarvan, ciudad natal del héroe.

Todos estos paralelismos, junto a otros que no son mencionados, hacen creer a Ryan que existe una conexión cíclica entre el emperador romano y su bisabuelo. Piensa entonces en la transmigración de las almas y en que Fergus Kilpatrick puede ser una reencarnación del César, pero entonces un nuevo descubrimiento lo confunde: el día de su muerte, ciertas palabras de un mendigo que conversó con Kilpatrick y que fueron registradas repiten líneas de Macbeth, famosa obra de Shakespeare. Entonces, Ryan descubre que, en 1814, James Alexander Nolan, el más próximo compañero a Kilpatrick, había traducido al gaélico las principales obras de teatro del dramaturgo inglés, entre ellas, Julio César. También descubre en sus pertenencias un artículo sobre los Festspiele, enormes representaciones teatrales que requieren miles de actores y que ponen en escena episodios históricos en las mismas ciudades en que han acontecido. En otro documento, descubre también que, en la última reunión, Kilpatrick había firmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre ha sido borrado. Siendo conocido el hábito piadoso del héroe de la rebelión irlandesa, esto le figura como un enigma a resolver.

En este punto, el narrador no menciona cómo se resuelve el enigma, pero su desenlace es el siguiente: Ryan descubre que, en ese último cónclave, Kilpatrick denuncia la existencia de un traidor para la causa de la rebelión. Su amigo, Alexander Nolan, descubre que el traidor es el propio Kilpatrick,} y la junta vota por su ejecución. Sin embargo, si el pueblo irlandés descubriera que su héroe nacional es en verdad un traidor, la rebelión podría verse frustrada. Por eso, el tribunal, con Kilpatrick incluido, decide ejecutar la sentencia de muerte dentro de una farsa teatral: que la muerte de Kilpatrick parezca un vil asesinato realizado por la policía inglesa, para que así inflame los ánimos nacionalistas irlandeses y acelere la rebelión. Tomada esta decisión, en los días siguientes se desarrolla la obra, que tiene diversos escenarios y cientos de personajes: Kilpatrick vive esos días representando el drama, hasta la hora de su muerte, momento en que puede coronar su vida de héroe y pagar por su traición.

Ryan queda impactado con este descubrimiento sobre su bisabuelo y héroe nacional, pero decide no publicarlo. Finalmente, en su libro solo exalta las glorias del héroe.

Análisis

En este breve relato cabe destacar dos elementos fundamentales que coexisten y le dan cuerpo a la narración: por un lado, su carácter de argumento sugerido al lector y, por el otro, el desvanecimiento de los límites entre historia y ficción. Estas dos dimensiones están referenciadas en los autores que el narrador menciona en las frases introductorias: “Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles” (p. 146). Así, el argumento debe a Chesterton el carácter policial y a Leibniz, su exploración filosófica.

En otro relato, “Examen de la obra de Herbert Quain”, Borges menciona un libro de este autor ficticio titulado Statements, en el que se da a los lectores solo los argumentos posibles para diversas obras literarias que no son escritas. Al final del cuento, Borges dice que los ha leído y que ha utilizado uno de ellos para “Las ruinas circulares”. Sin embargo, en “Tema del traidor y del héroe” pueden percibirse los ecos de este procedimiento: Borges no construye un relato, sino que perfila un argumento para una historia mayor.

Esto marca de diversas maneras la estructura del cuento. En primer lugar, el marco se presenta como una propuesta: “La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, la república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico… Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX” (p. 147). Acto seguido, Borges cierra las coordenadas: Irlanda, 1824, y pone nombre a los personajes: Ryan, el narrador contemporáneo; Fergus Kilpatrick, héroe irlandés asesinado en agosto de dicho año.

De esta manera, Borges narrador se permite desarrollar su texto, no tan solo como argumento sino en todo su despliegue narrativo, pero incurriendo luego en zonas oscuras que, al tratarse solo del esbozo del argumento, puede evitar exponer. Así sucede con la dimensión policial del cuento: cuando Ryan sigue las pistas para averiguar qué ha pasado verdaderamente con la muerte de su bisabuelo, Borges se limita a decir que “investiga el asunto (esa investigación es uno de los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma” (p. 149). De esta manera, queda claro que a Borges no le interesa la estructura del relato policial que propone un juego de huellas e indicios destinado a descubrir paso a paso el enigma del asesinato. El foco de interés está puesto en otras dimensiones del relato que el policial puede vehiculizar.

Como se ha mencionado al inicio, según el narrador, la armonía preestablecida de Leibniz está en la génesis de su relato. Según esta teoría, todas las sustancias en el mundo –esto es, cuerpos materiales y espíritus –pueden interactuar casualmente unas con otras porque han sido creadas por Dios de forma que a cada cambio en una sustancia le corresponden cambios coherentes en las otras sustancias. A partir de esta idea, que aparece implícitamente desdibujada en el texto, Borges propone un argumento que repite, en un país oprimido y tenaz en el siglo XIX, la traición de Julio César (y, en ella, la idea de traición, el concepto abstracto que se encarna cíclicamente en la historia de los hombres).

Desde este punto de vista, la idea que se vehiculiza en “Tema del traidor y del héroe” es la de que todas las historias existen de forma abstracta hasta que un narrador las encarna en el mundo. Así, los detalles cambian tanto como el mundo, pero la historia se repite. En este caso, la historia anunciada de Julio César reencarna en Kilpatrick y –nos dice también el narrador –la muerte de este último ha sido prefigurada por la de Lincoln (que fue asesinado en un teatro como desenlace de una conjura).

A esta noción se agrega otra, que también desarrolla el cuento. En general, los teóricos se han preguntado cómo la realidad afecta a la literatura, cómo la nutre y le da forma. En este cuento, el procedimiento de Borges es inverso: la pregunta que surge al lector es cómo la literatura da forma a la realidad. Los hechos consumados por la conjura contra Kilpatrick no repiten la historia de Julio César realmente, sino que repiten la otra teatral de Shakespeare sobre César. Es la literatura la que le sugiere a Alexander Nolan el material con el que crear la escena para la muerte de Kilpatrick. Esta farsa, sostenida por días, se transforma en la historia real que perdura en el patriotismo irlandés hasta que Ryan, bisnieto de Kilpatrick, la descubre gracias a las pistas que el propio Nolan ha dejado en algunos documentos. Sin embargo, Ryan prefiere preservar la imagen que el pueblo tiene de su bisabuelo antes que presentar su descubrimiento. Con esta última decisión, el narrador demuestra cómo, finalmente, la historia es un constructo que convive, necesaria e ineludiblemente, con la ficción.