“Vulbo me cuenta que estuvieron en Sanborns de Lafragua hasta las tres de la mañana. Llegaron a las diez de la noche y en todo ese tiempo Fidel no se quitó los lentes oscuros; Balmori no terminó de tomarse el jugo de frutas que pidió al llegar y Jacobo, por su parte, no cesó de mirar un vaso vacío. A veces lo hacía girar sujetándolo con la mano derecha del borde superior y después lo dejaba inmóvil: se ponía a tamborilear con los dedos sobre la mesa".
De esta manera comienza la novela. Esta cita establece el tono y la atmósfera inicial de la novela. El narrador, Menelao, recibe información de Vulbo sobre una noche en Sanborns, dando un primer vistazo al grupo de amigos y sus dinámicas. Las acciones peculiares de los personajes (Fidel con lentes oscuros, Balmori sin terminar su jugo, Jacobo mirando un vaso vacío) sugieren una desconexión o insatisfacción en sus vidas. El vaso vacío que Jacobo observa puede simbolizar anhelo o falta de contenido en sus vidas.
“A las once de la mañana llego al departamento y me encuentro a Gisela sentada en uno de los sillones de la sala; a Mauricio, ajustándose una corbata, de pie junto a la grabadora. Me ve y hace algún chiste".
Menelao narra su propia historia a través de una cinta magnética. Esta estructura narrativa añade complejidad y una capa adicional de reflexión sobre lo autorreferencial en la escritura. La casualidad de encontrar a Gisela y Mauricio en situaciones cotidianas, como ajustarse una corbata, agrega humor y autenticidad a la narrativa. El hecho de que Mauricio haga un chiste al ver a Menelao muestra la dinámica juguetona entre los personajes.
“Vulbo salió del café de chinos y fue a casa de Nácar. La madre lo recibió de mala gana. Le dijo que el novio de su hija tenía veinticuatro años y era cadete del Colegio Militar y profesor de cultura física. «¿Un atleta?». «Sí». Nácar llegó. «¿No te invitó a comer tu novio?», le preguntó su madre. «No». «Yo las invito», dijo Vulbo, y salieron a la calle. Él, a través de los lentes oscuros veía siniestro el cielo que sólo estaba gris de nubes de tormenta. Nácar le dijo: «Terminé con él». «¿Por qué?». «Me notó muy rara y como quise regresar temprano, sospechó algo. Me dijo: Tú vas a ver a alguien. No, le dije. Yo negaba con la cabeza. Mientes, tú vas a ver a alguien. No, le volví a decir. Me acompañó hasta la esquina y me preguntó: ¿A qué hora te hablo mañana? A ninguna hora. ¿Entonces? No quiero verte más. Chao. ¿En serio? Sí. Adiós»".
En este capítulo quien narra es Menelao, cuya voz el narrador lee en uno de sus diarios. Aquí se relata la ruptura de Nácar con su novio. Vulbo es el intermediario en la situación. La descripción de Vulbo viendo siniestro el cielo y la conversación entre Nácar y su novio revela un tono melancólico y un sentimiento de desengaño. La ruptura refleja los desafíos emocionales y las complejidades de las relaciones juveniles.
“Nos levantamos.
Afuera nos espera el calor increíble, denso, ondulante, el sol de mediodía, el viento de fogón.
—¿Vas a regresar a tu casa o qué? —me pregunta Gisela. Caminamos con torpeza, agitándonos tímidamente, como actores nerviosos.
—¡Caray! —dice Vulbo. Trae su camiseta en la mano.
Gisela me toma del brazo.
—Te amo —dice, y arruga la cara, cerrando los ojos.
Además:
De esa época conservo algunas fotografías".
Esta cita cierra la novela y muestra a los personajes enfrentando el calor del mediodía. Gisela expresa su amor a Menelao. El tono de cierre es reflexivo y sugiere una transición hacia nuevas experiencias. El "Te amo" de Gisela añade un toque de vulnerabilidad y revela la evolución de los personajes. El hecho de que Menelao conserve fotografías de esa época implica la importancia de esos momentos en su memoria.