Krakauer, como McCandless, era un niño obstinado, egocéntrico, vehemente y temperamental que tenía problemas con figuras de autoridad masculina. Se obsesiona con escalar al final de su adolescencia y pasa todo su tiempo imaginando, planificando y emprendiendo escaladas peligrosas. A los veintitrés años, planifica un ascenso especialmente peligroso en Alaska, al Pulgar del Diablo, y determina ir solo. Es vagamente consciente de que quizás sea demasiado para él, pero eso es parte del punto, y solo alienta su entusiasmo.
Deja su trabajo de carpintero en Colorado y se va a Alaska. Para llegar al Pulgar se requiere o bien un avión o bien un barco, por lo que abandona su coche y consigue un pasaje en un barco para trabajadores. Krakauer llega a Petersburgo, la ciudad más cercana, y conoce a una mujer llamada Kai, que lo invita a cenar en su casa y le da un lugar para dormir. Comienza su viaje a la cumbre al día siguiente, totalmente solo. Los primeros dos días todo va bien, y todo se siente más melodramático y extremo a causa de su soledad.
El tercer día, justo cuando se acerca a la parte más peligrosa e intimidante, estalla una tormenta de nieve y pierde toda visibilidad. Dos veces está a punto de caer en grietas, y le toma todo el día pasar a través de la peligrosa avalancha de hielo. Poco después llega al lugar donde se supone que un piloto le dejaría caer su comida, pero la nieve constante significa que las condiciones son muy malas, por lo que solo tiene que seguir esperando a medida que disminuyen sus suministros.
El avión finalmente llega, y aunque todavía no está mentalmente preparado después del estrés de la espera, el clima perfecto al día siguiente lleva a Krakauer a comenzar la escalada en sí misma. Se pone en ritmo y hace un progreso significativo, pero de repente llega a un punto donde el hielo que lo sostiene se ha reducido mucho, y es intransitable. No tiene otra alternativa que bajar.
El clima empeora, y Krakauer está confinado a su tienda durante tres días. Rápidamente se queda sin nada que hacer, y entonces fuma un poco de marihuana, que había planeando guardar para usar como una especie de cigarro de la victoria. Arroja el fósforo en una bolsa de basura, que se prende fuego, y antes de que pueda apagarlo la pared interna de su tienda está dañada, y la temperatura interior ahora es treinta grados más baja. Más que eso, sin embargo, le molesta el hecho que es la tienda de su padre, que le fue prestada a regañadientes.
La relación de Krakauer con su padre, un hombre ferozmente competitivo que espera que Jon se convierta en doctor, es muy tensa. Krakauer cree que solo la perfección complacerá a su padre, y hace todo lo posible para estar a la altura de estas expectativas, pero cuando los secretos de la familia se revelan y se da cuenta de que su padre no es perfecto, su ira y su resentimiento se vuelven extremos, y solo décadas más tarde puede aceptar a su padre como humano. Lewis finalmente desarrolla el síndrome de post-polio, una condición extremadamente dolorosa, y, en un intento de detener su declive, comienza a automedicarse. Su mal uso de los medicamentos termina por trastornarlo, al punto de tener que ser internado, ya sin restos de cordura.
Cuando se despeja, Krakauer decide intentar escalar el Pulgar de nuevo. Esta vez solo asciende unos cien pies antes de que el clima lo obligue a detenerse, y su decenso es aterrador y casi fatal. Cuando regresa finalmente a su campamento, se da cuenta de que no podrá lograrlo, y que tiene que desistir de escalar la cara norte del Pulgar. Todavía queda una vía más fácil, de la que originalmente pensó que estaba debajo de su nivel, pero que, ahora se da cuenta, es la única ruta en la que podrá tener éxito, y entonces lo intenta por allí.
Cuando se despierta a la mañana siguiente, está claro que el clima no va a durar así mucho tiempo, por lo que sube lo más rápido que puede casi sin equipo, con la intención de subir y bajar antes de que llegue la tormenta. Llega a la cumbre después de una subida rápida y peligrosa, toma algunas fotos y vuelve a bajar. Krakauer regresa, y no mucho después está de regreso en Colorado, en el mismo trabajo de construcción en el que había estado antes de irse.
Análisis
Solo en estas secciones Krakauer se convierte realmente en un personaje de Hacia rutas salvajes, más que un mero narrador, investigador y entrevistador. En su historia del ascenso al Pulgar del Diablo, echa luz sobre una gran cantidad de paralelismos entre él y McCandless, y vemos hasta qué punto él puede entender las motivaciones de McCandless profundamente, sin haberlo conocido nunca, debido a las similitudes entre sus personalidades y las circunstancias de sus vidas. Esto también plantea la pregunta, sin embargo, de si realmente puede contar esta historia de manera imparcial, o si podría estar imponiendo su propia historia en la de McCandless, la que, a causa de la muerte de él, nunca podrá conocerse completamente.
Esto llama la atención sobre el problema de la biografía en general: alguien tiene que escribirla, y al elegir qué poner y qué omitir, cómo estructurar la historia y cómo contarla, el biógrafo tiene un control significativo sobre cómo percibirá el público el tema de la biografía. En este caso especialmente, donde no se saben muchas cosas, y donde la figura clave ha fallecido, hay más espacio para que el biógrafo afirme su propia perspectiva. Sin embargo, Krakauer lo hace explícitamente: admite que puede ser imparcial, que siente una conexión con McCandless, y es explícito cuando está haciendo suposiciones o sacando conclusiones que no pueden probarse.
Este cambio a la historia de Krakauer, llevando a Krakauer de periodista, autor y narrador a protagonista temporal, resalta nuevamente el tema del punto de vista y la perspectiva. Esta sección no solo destaca la imparcialidad y la perspectiva personal de Krakauer, sino que también resalta el hecho de que, a diferencia de Krakauer, McCandless nunca podrá contar su propia historia. Debemos confiar en la perspectiva de Krakauer de todo lo que le sucedió a McCandless porque nunca tendremos a McCandless, y esto enfatiza nuevamente la tragedia de su muerte.
La inclusión de la historia del propio Krakauer en Hacia rutas salvajes parece complicar la de McCandless, y nos permite entrever, si no la mente de McCandless, sí al menos la mente de alguien que tenía pasiones, demonios, y ambiciones similares. La soledad de Krakauer durante su estadía en el Pulgar de Diablo parece significativa, ya que McCandless eligió ir a la tierra salvaje de Alaska solo, y aunque en general parecía disfrutar de su independencia y de su soledad, la confesión de Krakauer de que, por mucho que pensara que podía vivir sin gente, se sentía realmente solo, hace parecer probable que McCandless haya sentido también, por momentos, una profunda soledad.
La historia de Krakauer también deja en claro que McCandless, casi con seguridad, no era un suicida. Aunque admite, en su última postal a Westerberg, que es consciente de que tal vez nunca salga vivo de la tierra salvaje, cree en su capacidad para sobrevivir, y es demasiado joven para poder imaginar la muerte, especialmente tras haber logrado sobrevivir todas sus otras peligrosas aventuras. Krakauer no se da por vencido en su ascenso incluso después múltiples encuentros cercanos con la muerte, porque ha puesto tanto empeño en tener éxito que rendirse es inimaginable, y parece probable que por una razón similar, y sin importar los consejos recibidos, McCandless no pueda imaginar cambiar o renunciar a su plan de Alaska.
Krakauer finalmente se da por vencido en su primer plan de ascenso y sube en cambio a través de una vía más fácil. Esto equivale a un descubrimiento que es difícil de aceptar, tanto para él como para McCandless: hay algunas cosas que, sin importar tu voluntad o tu determinación, son imposibles. Lo mismo no es cierto para la aventura de McCandless, que sobrevivió de hecho muchas semanas con mínimos suministros y en condiciones peligrosas, y que muy probablemente podría haber salido de eso vivo. Pero su forma de pensar, creer que se puede hacer cualquier cosa mientras se tenga la determinación de hacerlo, y estar dispuesto a sufrir haciéndolo, no es, al final, correcta.