Ilíada

Ilíada Resumen y Análisis Cantos I-II

Resumen

Canto I: La peste y la cólera

La voz narrativa comienza su historia con una invocación a las musas para que le cuenten la historia de la ira de Aquileo, el héroe aqueo más importante que luchó en la guerra de Troya. La narración empieza en el décimo año de guerra, cuando los aqueos, habitantes de Acaya y quienes conformaban una coalición dirigida por Agamenón, comandante en jefe de las fuerzas aqueas, saquean Tebas, la sagrada ciudad de Eetión, aliada de Troya. Dentro del botín se encuentran dos mujeres: Criseida y Briseida. Los aqueos se repartieron el botín, y entregaron Criseida a Agamenón y Briseida a Aquileo.

Crises, el sacerdote de Apolo en la ciudad de Crisa, reclama por su hija Criseida. En una visita respetuosa y cordial a Agamenón, Crises le pide que le devuelvan a su hija a cambio de una gran recompensa. Los aqueos aprueban el pedido de Crises, pero Agamenón se niega y lo amenaza con lastimarlo si no se retira. Crises, atemorizado, se va y le ruega al dios Apolo, el que hiere de lejos, que lo ayude a hacer justicia y vengue su dolor. Apolo escucha la plegaria de Crises e, iracundo, baja del Olimpo con su arco de plata y tira flechas durante nueve días sobre el ejército de los aqueos. Esto conduce a una muerte en masa de los aqueos, que es interpretada por este pueblo como una peste.

El décimo día, Aquileo convoca al pueblo a una asamblea y exhorta a sus compatriotas, los aqueos, a averiguar la razón del enojo de Apolo. En la asamblea está presente Agamenón. Por esto Calcante, el mejor de los adivinos, declara que puede explicar la cólera de Apolo, pero que solo lo hará si Aquileo se compromete a protegerlo en caso de que Agamenón se enoje y lo ataque. Aquileo jura protegerlo. Calcante cuenta entonces que la peste fue enviada por Apolo en castigo a los aqueos debido a la negativa de Agamenón a aceptar la recompensa que Crises había ofrecido por su hija, y a devolvérsela. Calcante declara que la única manera que tienen los aqueos de librarse de la peste es devolviendo a Criseida sin aceptar el rescate y entregar un sacrificio religioso solemne a Apolo en la ciudad de Crisa.

Agamenón se enoja con Calcante y lo acusa de hacer siempre profecías falsas y negativas. De todos modos, accede a devolver a Criseida en pos de salvar al pueblo aqueo, pero pide a cambio una recompensa por su pérdida. Aquileo le responde que los aqueos no tienen patrimonio para ofrecerle como recompensa, y que cuando logren tomar la ciudad de Troya, podrán pagarle. Agamenón le responde que le entregue a Briseida, la otra mujer que secuestraron y tomaron como botín, o que tomará como recompensa a alguna otra mujer de algún guerrero aqueo. Aquileo se enfurece y le responde que todos los aqueos están en esa guerra desde hace años vengando a los troyanos a causa de Menelao, hermano de Agamenón, y de Agamenón mismo. Aquileo le recalca que es un insolente, ya que no solo no tiene esto en cuenta sino que pretende, además, que los aqueos le entreguen las recompensas que se han ganado por haber luchado, aún cuando estas son generalmente más pequeñas que las que posee el mismo Agamenón.

Aquileo anuncia que se irá a Ftía, su patria, ya que no quiere permanecer allí humillado y engrosando la riqueza de Agamenón. Agamenón lo incita a huir diciendo que no lo necesita, pues otros lo honrarán; declara que lo odia y lo amenaza con llevarse a Briseida de su tienda para demostrarle quién tiene el poder, y como compensación por la devolución de Criseida. Aquileo, colmado de cólera, se dirime entre asesinar a Agamenón o intentar calmarse, cuando de pronto aparece Atenea del cielo enviada por Hera, la diosa esposa de Zeus, la de los blancos brazos, quien ama por igual tanto a Aquileo como a Agamenón, y desea interceder. Atenea se hace presente y visible solo para Aquileo, el resto no puede verla. Aquileo le dice que, por lo insolente que es Agamenón, este debe morir. Atenea le pide que no lo mate, que se limite a insultarlo, y que si le obedece le concederá un día triples y maravillosos regalos. Aquileo obedece y denosta a Agamenón, a quien le dice que se arrepentirá de no haberlo honrado, ya que los aqueos lo necesitarán en el combate contra Héctor, el más destacado de los guerreros troyanos, conocido como el matador de hombres.

Néstor, rey de Pilo, intenta mediar en la disputa y pide que sigan sus consejos. Le recomienda a Agamenón que no le quite Briseida a Aquileo, pues fue una recompensa justamente ganada por sus esfuerzos; a Aquileo le sugiere que no discuta con Agamenón como si fuera su par, ya que el rey es más poderoso, y que respete su posición. Agamenón le dice a Néstor que sus palabras son oportunas, pero que duda de que Aquileo quiera obedecer; Aquileo le responde a Néstor que no lo obedecerá en lo que respecta al trato con Agamenón, y asimismo le anuncia que no luchará por Briseida, pero que si planea sacarle otras de sus pertenencias, lo atacará con su lanza.

La asamblea se disuelve. Aquileo se dirige a su tienda junto a su amigo Patroclo. Agamenón prepara las naves con los sacrificios para la ciudad de Crisa, embarca a Criseida y dispone como capitán de la expedición a Odiseo. Mientras tanto, envía hombres a la tienda de Aquileo a buscar a Briseida para cumplir su amenaza. Aquileo la entrega sin oponer ninguna lucha, tal como prometió. Vuelve a hablar mal de Agamenón y les dice a sus enviados que llegará el día en que necesitarán su ayuda. Cuando finalmente se retiran los hombres con Briseida, Aquileo rompe en llanto y le suplica a su madre, la diosa Tetis, que mora en el fondo del mar, que lo ayude a hacer justicia, que vaya al Olimpo a pedirle a Zeus que favorezca a los troyanos y acorrale a los aqueos, para que así conozcan el sufrimiento debido a la ausencia de Aquileo en los combates. Tetis le responde con tristeza que el destino dicta para él una vida corta y desgraciada, pero que irá al Olimpo a convencer a Zeus, tal como él le pide. También le pide a Aquileo que se mantenga en las naves y que conserve su cólera contra los aqueos, pero que se abstenga de combatir.

Mientras tanto, Odiseo llega a Crisa, devuelve a Criseida a su padre y ayuda al sacerdote a realizar el sacrificio para Apolo. Crises reza a este dios para que detenga la plaga y logra apaciguarlo. Odiseo y sus hombres, ayudados por el viento enviado por Apolo, que ahora les es benevolente, regresan al campamento aqueo. Allí, Aquileo sigue replegado e irritado en sus naves, sin participar ni de la asamblea ni de la guerra.

Al mismo tiempo, Tetis se presenta en el Olimpo ante Zeus, a quien le suplica que le devuelva el honor a su hijo, el héroe de más breve vida, a través de otorgarles victorias sucesivas a los troyanos sobre los aqueos, para que estos le reclamen a Aquileo y así le devuelvan su honor. Zeus se mantiene en silencio, afligido porque este pedido puede generarle conflicto con Hera, su esposa, ya que ella apoya a los aqueos y desprecia a los troyanos. Finalmente, le responde a Tetis que acepta interceder. Zeus regresa a su palacio, al que acuden todos los dioses, y donde Hera lo espera furiosa. Sabe que vio a Tetis y acordó algo secretamente y, aunque desconoce el contenido de su decisión, imagina que le prometió honrar a Aquileo y causar males a los aqueos. Los dos discuten, hasta que Zeus amenaza con hacerle daño, y ella ocupa su lugar en silencio. Hefesto, dios del fuego e hijo de Zeus y Hera, insta a sus padres a no luchar por el destino de los mortales. Quiere que Hera obedezca a Zeus porque no desea ver a su madre perjudicada. Sirve a los dioses néctar para beber, empezando por su madre, y los dioses se dan un festín y escuchan canciones. Al caer la noche, se van a dormir.

Canto II: Sueño de Agamenón y catálogos de aliados

Zeus se mantiene despierto durante toda la noche tratando de idear el mejor plan para que Aquileo recupere su honor. Así, decide enviarle un sueño a Agamenón. En este, una figura con la forma de Néstor persuade al rey de que puede tomar Troya si ataca inmediatamente con todas sus fuerzas. Agamenón cree el sueño, se despierta y se viste para la batalla. Convencido de que ese día tomará Troya, convoca una asamblea del ejército y les cuenta el sueño. Néstor apoya su plan y prepara las tropas.

Antes de atacar, Agamenón reúne a los soldados para ponerlos a prueba. En vez de decirle lo que soñó, les ordena regresar a Argos sin gloria, ya que, a pesar de la profecía original de Zeus, y de que superan en número a los troyanos, llegó el momento de abandonar la esperanza de capturar Troya. Les dice a sus tropas que es hora de volver a casa y, para su consternación, los soldados comienzan inmediatamente a preparar sus barcos para partir.

Hera ve que los aqueos se preparan para zarpar y envía a Atenea para que les impida partir. La diosa aparece junto a Odiseo y le dice que retenga a los hombres para que no preparen las naves. Al reconocerla, Odiseo corre por el campamento, le pide a Agamenón que le dé el cetro y, con él en la mano, actúa como jefe supremo, impone su voluntad al ejército y endereza las naves aqueas, al tiempo que les dice a los capitanes y reyes que se mantengan firmes y, a los soldados comunes, que se disciplinen y no abandonen el campamento. Consigue reunir a los hombres en sus filas.

Los ejércitos están reagrupados pero Tersites, un soldado común, disiente de las filas. Aquileo y Odiseo lo aborrecen. Delante de todos, critica a Agamenón por acaparar tesoros mientras sus soldados son masacrados, y sugiere que los aqueos vuelvan a casa sin él. Odiseo interviene, lo reta, lo amenaza con castigarlo más fuerte si vuelve a proferir injurias contra Agamenón, y finalmente lo golpea en el hombro. Los soldados se ríen de Tersites y celebran la acción de Odiseo.

Odiseo les da un discurso a Agamenón y a las tropas. Entiende la impaciencia por volver a su patria después de nueve años, pero dice que es bochornoso partir de Troya después de toda su dura lucha. A continuación, recuerda la antigua profecía de Calcante, el mejor de los augures. Antes de que la flota llegara a Troya, el ejército estaba ofreciendo un sacrificio a los dioses en un altar cuando un dragón saltó hacia la rama de un árbol donde había un nido y se comió a las ocho crías de un ave y al ave que allí estaban. Luego se convirtió en piedra y los soldados quedaron exhortos observando la escena. Calcante interpretó esto como una señal en la que los nueve pájaros representaban los nueve años de combate y, en el décimo, tomarían la ciudad de Troya, la de anchas calles.

El discurso de Odiseo reúne a los ejércitos. Néstor aconseja entonces a los hombres que hagan honor a sus juramentos y continúen la guerra. Dice que cualquier hombre que intente volver a casa encontrará la muerte, y sugiere que los ejércitos se organicen por tribus y familias, para que se ayuden entre sí. De esta manera podrá saber cuáles son los soldados cobardes y cuáles los valientes. Agamenón expresa tanto su acuerdo como su arrepentimiento por haberse irritado con Aquileo, afirmando que la discusión fue enviada por Zeus, y que Troya caerá si él y Aquileo obran conjuntamente.

Agamenón ordena a los hombres que coman para luego ir a la batalla y se preparen. Los ejércitos se dispersan y los hombres hacen sacrificios a los dioses.Después de comer, Néstor y Agamenón deciden recorrer el campamento para relevar a los ejércitos antes de marchar. Atenea los acompaña con su escudo, e instiga a los soldados a salir al campo; estos se envalentonan para ir a la batalla.

Homero invoca a las Musas para que lo ayuden a enumerar los reyes y ejércitos de Acaya que fueron a Ilión. Comienza así el Catálogo de Naves. Los ejércitos se enumeran por regiones y jefes; se da una breve información sobre los héroes y las ciudades de las que proceden los hombres, así como una enumeración de la cantidad de barcos que aporta cada ciudad para la causa aquea. Homero, al final del Catálogo, les pide a las Musas que le digan cuál fue el mejor de los varones, y cuáles los mejores caballos. De los guerreros, dice que el más valiente, en ausencia de Aquileo por su pelea con Agamenón, es Ayante Telamonio.

Mientras los ejércitos aqueos se lanzan a la batalla, Zeus envía a su mensajera Iris a Troya para darles la noticia de que un ejército enorme va a la ciudad. Iris le recomienda a Héctor, hijo de Príamo -el último rey de Troya- , que reúna a sus conciudadanos en orden de batalla. Héctor comanda a los troyanos. Eneas, hijo de Afrodita y un mortal, es también un jefe troyano, al que se describe como valiente y destacado. Homero realiza a continuación un catálogo similar de los troyanos y sus aliados extranjeros.

Análisis

En estos primeros cantos, se presenta la situación esencial que estructura la obra: la guerra de Troya y las pugnas entre los bandos y sus personajes. Es necesario destacar que el comienzo de la Ilíada es in medias res, es decir, con la guerra de Troya en curso. Los lectores griegos de la época estaban familiarizados con el trasfondo de la historia, pero para un lector actual es necesario contextualizar los hechos narrados por Homero. Así, la Ilíada evoca una época de catástrofes y luchas que se llevaron a cabo entre 1400 a.C y 900 a.C en la zona del Mar Egeo, entre la civilización egea y las invasiones bárbaras. Estas luchas tuvieron como resultado el desmoronamiento de la civilización egea y la construcción de una nueva cultura: la civilización helénica.

Al igual que otros poemas épicos antiguos, la Ilíada presenta su tema con claridad desde el principio. De hecho, el poema nombra su tema central en su frase inicial: la “cólera”. “Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquileo” (1.1), invoca Homero. En este comienzo, se muestra lo esencial que es la rabia de Aquileo, y se anticipa la importancia que tendrá a lo largo de toda la epopeya. Así, en estos capítulos, los lectores accedemos a saber cómo empieza esa cólera, cómo paraliza al ejército aqueo y cómo finalmente se dirige hacia los troyanos. Aunque la guerra de Troya en su conjunto ocupa un lugar destacado en la obra, este conflicto más amplio proporciona en última instancia un trasfondo más que un tema. En este sentido, el comienzo in medias res de la obra legitima esta lectura: la guerra de Troya es en parte una excusa para profundizar en las actitudes y sentimientos de sus personajes.

Pero aunque el poema se centra sobre todo en la rabia de un mortal, también se ocupa en gran medida de las motivaciones y acciones de los dioses. Incluso antes de que Homero describa la disputa entre Aquileo y Agamenón, explica que Apolo fue el responsable del conflicto: “¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus” (I1. 8-9). Esta mención permite introducir uno de los temas fundamentales de la obra: la interacción entre los dioses y los hombres. Esta relación tiene distintos aspectos. En primer lugar, los dioses actúan como fuerzas externas sobre el curso de los acontecimientos, como cuando Apolo envía la peste sobre el ejército aqueo e interviene a favor de los troyanos. Uno de los episodios más ejemplares es la intervención de Tetis, que le anuncia a su hijo Aquileo que su vida “ha de ser corta, de no larga duración!” (1.416-417). Este carácter profético de la diosa predice el amargo final que tendrá el protagonista.

Pero, además, los dioses afectan a los individuos de manera personal e interna. Es ejemplar al respecto el rol que cumple Atenea al convencer a Aquileo de que injurie a Agamenón con palabras e insultos. Esta representación de las divinidades exhibe un carácter humanizante, ya que los dioses discuten, pelean y poseen defectos similares a los que tienen los personajes en la Tierra. Así, no dudan en manifestar sus favoritismos y tomar partido por cualquiera de los bandos. En cierto sentido, las sensibilidades y susceptibilidades de estos personajes nos sorprenden, ya que no esperamos estas reacciones de los personajes divinos.

Junto con la cólera de Aquileo, el poema pone de manifiesto uno de los aspectos más dominantes del antiguo sistema de valores griego: la importancia vital del honor personal y el orgullo. Tanto Agamenón como Aquileo priorizan sus respectivas glorias individuales sobre el bienestar de las fuerzas aqueas. Agamenón cree que, como jefe de las fuerzas aqueas, merece el mayor premio disponible y está dispuesto a enemistarse con Aquileo, el guerrero aqueo más importante, para conseguir lo que cree que se le debe. Aquileo prefiere defender su derecho a Briseida, su botín personal de la victoria y, por tanto, lo que cree que le corresponde, antes que calmar la situación.

Es interesante destacar que esta pérdida humilla a Aquileo, no porque sostenga un vínculo romántico, sino porque ella fue un premio. Este carácter objetivable de las mujeres muestra el rol que cumplen en la sociedad griega: son intercambiables y tienen un valor económico. Cuando Agamenón se la lleva, viola claramente las normas de respeto y conducta honorable, y deshonra a Aquileo en tanto deja de reconocer sus logros como guerrero. Esta grave deshonra exhibe los códigos morales que el público griego compartía. La propia Atenea califica el comportamiento del rey de "ultraje" (1.212). Este insulto al orgullo de Aquileo es lo que provoca la ira del gran guerrero. Los griegos concebían el orgullo como una parte inseparable de la grandeza de un héroe. A diferencia de la concepción moderna, este rasgo es valorado positivamente por los griegos, que destacan que todo hombre honorable posee un orgullo que debe ser reconocido.

Por esto, tanto Agamenón como Aquileo consideran que ceder ante el otro es una humillación más que un acto de honor o de deber; así, cada uno antepone su propio interés al de su pueblo, poniendo en peligro el esfuerzo bélico. En este sentido, la individualidad de estos personajes es más importante que el destino colectivo de cada bando.

La disputa entre Agamenón y Aquileo dominará la epopeya. Así, en el canto II, Homero se dedica a describir en mayor profundidad a otros personajes secundarios: Odiseo y Néstor. Aunque ambas figuras aparecen en el canto I, la huida del ejército a sus naves en el canto II motiva sus primeros discursos importantes y establece así un componente crucial de su papel en la epopeya: son los consejeros sabios y previsores cuya astucia y claridad mantendrán a los aqueos en su rumbo. Además, al restaurar con éxito la moral de las tropas, Odiseo y Néstor confirman su reputación como los retóricos más talentosos de los aqueos. En este sentido, la Ilíada muestra el valor que tiene la oratoria como una herramienta capaz de movilizar a las multitudes.

Además de provocar los discursos de Odiseo y Néstor, la huida de los aqueos hacia las naves tiene otros tres importantes propósitos en la narración. En primer lugar, muestra las debilidades de Agamenón como líder: su discurso no logra el objetivo de motivar a las tropas que desean abandonar el enfrentamiento. Así, en vez de conducirlos al triunfo, termina desmoralizando a sus propios soldados. Las palabras de Agamenón agitan “el ágora como las grandes olas que en el mar Icario levantan el Euro y el Noto” (II, 145.146). Esta comparación entre los ánimos y las olas tumultuosas dan cuenta del carácter movilizador que tiene el discurso de Agamenón.

Para volver a poner a las tropas en línea, el rey depende de Odiseo, un hombre astuto amado por Atenea. Este personaje se encarga también de responder y humillar al revoltoso Tersites, que ultraja a Agamenón y lo llama cobarde. En estas escenas, Odiseo utiliza el cetro de Agamenón, símbolo de poder y liderazgo. Sin embargo, es necesario subrayar que Odiseo nunca busca usurpar la posición de Agamenón, sino que utiliza su elocuencia y retórica para el bien los aqueos. En este sentido, la Ilíada muestra que un líder no se destaca únicamente por la destreza física, sino que también debe contar con herramientas intelectuales para convocar a las tropas.

En este canto, también se sucede el catálogo de las fuerzas aqueas. El consejo de Néstor de que las tropas se organicen por ciudades garantiza la motivación de los soldados: luchar codo con codo con sus amigos más cercanos puede ser una forma de lograr el éxito del ejército, y sus líderes podrán identificarlos más fácilmente como cobardes o valientes. Si bien el catálogo de fuerzas puede parecer bastante tedioso para los lectores modernos, habría inspirado mucho al público homérico. La idea de la infinitud aparece en las palabras del poeta: “A la muchedumbre / no podría enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas y diez bocas, y aunque mi voz fuese infatigable y mi corazón de bronce” (2.488-491). En este sentido, se destaca que el saqueo de Troya fue un esfuerzo monumental en el que incluso las ciudades más pequeñas participaron. Todos los griegos que escuchaban el relato podían enorgullecerse de oír el nombre de su ciudad y de sus antiguos y míticos líderes como participantes en esta gesta heroica. Al recordar a estos hombres, Homero no aburre a su audiencia, sino que la conmueve, evocando su honorable herencia.

En estos primeros cantos, se perciben también algunas de las características fundamentales del lenguaje de Homero. Entre los recursos más notables, se encuentra el uso de epítetos, etiquetas que acompañan los nombres de héroes, dioses u objetos. Los epítetos rellenan el verso de forma que se ajusten a la métrica poética elegida por el poeta. Esta métrica se llama hexámetro dactílico. Los epítetos, según algunos, indican que la poesía oral griega podía incluir fuertes elementos de improvisación. Un poeta disponía de una amplia gama de pasajes fijos, frases cortas a los que podía recurrir cuando improvisaba una epopeya ante su público. Por otra parte, los epítetos podían facilitar la memorización de una epopeya ensayada. Muchos de estos epítetos fueron probablemente transmitidos a Homero; es su habilidad para utilizarlos y organizarlos, más que su pura inventiva, lo que lo convierte en un gran poeta. Si bien, para un lector moderno, Homero puede parecer extremadamente repetitivo a veces, es imprescindible dejar en claro que el texto que conforma la llíada tiene un origen oral. Esto significa que la repetición es fundamental para memorizar y transmitir la información.

Aquileo es nombrado como “el de los pies ligeros” (1.83); Agamenón, como “pastor de hombres” , Odiseo es el “asolador de ciudades” (2.278-279). Es necesario subrayar que estos epítetos se utilizan generalmente para ajustarse a la métrica más que al estado de ánimo del momento; en este sentido, la primera vez que Aquileo es nombrado como “el de los pies ligeros”, simplemente está parado hablándole al ágora.

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