Resumen
Capítulo 36
En el hotel, Nakata sigue dormido. Son más de treinta horas las que lleva en la misma posición. A Hoshino, en cambio, una llamada temprano en la mañana lo despierta. Es Colonel Sanders, que le cuenta que la policía los está buscando. Lo primero que piensa Hoshino es que los buscan por haber robado la piedra. Colonel Sanders lo trata de idiota y le explica que buscan a Nakata por un crimen que cometió en Tokio, y que deben irse del hotel para que no los encuentren. A Hoshino la noticia le preocupa mucho, pero Colonel Sanders le asegura que no van a suponer que él actuó como cómplice.
Para reubicarse en un departamento que les consiguió Colonel, Hoshino despierta a Nakata después de más de cuarenta horas. Lo primero de lo que hablan es del crimen; Nakata le cuenta a Hoshino que mató a Johnnie Walker. Hoshino no puede creer que Nakata sea un asesino cuando se ve tan indefenso.
Toman un taxi y van a la dirección que les indicó Colonel. Allí se encuentran con un departamento con un refrigerador bien aprovisionado. Comen y hablan de los pasos a seguir. Nakata no quiere escaparse de la policía para evitar hacerse cargo del crimen, sino que siente que tiene que hacer otras cosas más importantes. Hoshino asume que se trata de la piedra de entrada. Deciden ir a juntos al mar.
Capítulo 37
Oshima y Kafka llegan de vuelta a la cabaña en el bosque. A Kafka le cuesta mucho aceptar separarse de la señora Saeki, porque está enamorado. No sabe qué es lo que siente ella.
Oshima le advierte nuevamente que tenga cuidado con adentrarse en el bosque. Agrega nueva información sobre los peligros del lugar. Al parecer, la montaña donde se encuentra la cabaña había sido utilizada para entrenar soldados en la Segunda Guerra Mundial. Cuando terminaron las prácticas de terreno y pasaron lista a los soldados, se dieron cuenta de que faltaban dos.
Además, menciona la existencia de otros planos paralelos a la realidad en los que uno puede caer, yde los que puede resultar muy difícil volver. Le cuenta a Kafka sobre el origen de los laberintos como una metáfora de lo que sucede en el interior de una persona.
Oshima se va y Kafka se queda solo pensando en Saeki. Comprende que ella sabe y ha experimentado cosas que él, un chico de quince años, no puede comprender.
Capítulo 38
Tal y como habían quedado, Hoshino se encarga de alquilar un auto para poder ir a la playa. Cuando regresa a casa, Nakata está preparando un plato casero con mano experta. Antes de regresar a casa con el coche, Hoshino compra un disco de la pieza musical de Beethoven que había escuchado en el café el día anterior. Le pregunta a Nakata si le molesta la música, a lo que Nakata le dice que no, que para él la música es como el viento.
A la mañana siguiente, Hoshino mira la televisión. En el noticiero hay un reporte sobre el asesinato de Koichi Tamura en el distrito de Nagano, que sucedió ya hace diez días. Hoshino le pregunta a Nakata si conoce al hijo de Tamura, que también está siendo buscado por la policía. Nakata contesta que no conoce a nadie más que a Johnnie Walker.
Los dos hombres salen en el auto alquilado a dar vueltas por la ciudad para ver si, de ese modo, Nakata descubre cuál es el siguiente paso en el camino que los condujo hasta esa ciudad. Antes de salir, Hoshino decide cambiarse de ropa para que sea más difícil reconocerlos. Hacen lo mismo el día siguiente. En el camino de vuelta a casa, Hoshino se equivoca de camino y terminan en un barrio residencial. Paran en el estacionamiento de la Biblioteca Komura. En ese preciso momento, Nakata se da cuenta de que ese es el lugar al que debían ir.
Capítulo 39
Kafka decide recorrer el bosque alrededor de la cabaña. Al principio se queda en un punto seguro desde donde puede ver la cabaña. Luego, se adentra más y ve una mariposa que le recuerda la mancha de sangre en su ropa la noche en que despertó en el templo sintoísta, después de perder la conciencia por varias horas.
Esa noche, Kafka extraña a la señora Saeki y desea que se aparezca, aunque sea en sus sueños. En lugar de ella, quien aparece es Sakura. Kafka tiene una erección y se levanta a tomar agua. Cuando vuelve a la cama es como si siguiera soñando, porque se mete en la cama de Sakura. Ella duerme plácidamente. Kafka cambia de posición el cuerpo de Sakura y la penetra. En ese instante, ella se despierta y le reprocha a Kafka haberla penetrado sin su consentimiento, sabiendo que ella no lo desea. Le exige que saque su pene, pero Kafka se niega y abusa de ella. Sakura no se resiste, pero le dice a Kafka que eso es una violación y se desconecta de la experiencia.
Mientras viola a Sakura, Kafka experimenta una serie de situaciones. Primero, siente “una especie de hueco… algo que se dispone a salir de su cáscara” (p.563). Luego escucha el graznido de un cuervo, y, finalmente, escucha la voz de Cuervo, que le dice: “Ya estás harto de que las cosas se manejen a su antojo. No quieres que te vuelvan a sumir en la confusión jamás” (p.564).
Con la violación de su hermana, Kafka cumple con la profecía y algo oscuro en su interior se hace patente: “Ese algo interior ya se manifiesta con toda claridad. Permanece allí, latente, como una sombra negra. No se ve la cáscara por ninguna parte. Se ha quebrado por completo y ha sido desechada” (p.565).
Capítulo 40
Hoshino y Nakata llegan a la Biblioteca Komura en un día de descanso. Deciden regresar al día siguiente. Nakata está seguro de que el camino de su destino lo conduce ahí, pero no sabe qué es lo que va a tener que hacer en la biblioteca. Por su parte, Hoshino disfruta de los libros que encuentra, en particular uno sobre la vida de Beethoven. Oshima se muestra simpático y servicial, y él y Hoshino conversan con soltura.
Como es martes, la señora Saeki conduce el tour por la biblioteca. A Hoshino le llama la atención que, a pesar de su simpatía, la señora Saeki se comporta de un modo extraño: “Nos mira sonriente…pero, al mismo tiempo, no nos mira. O sea, que ella nos está mirando a nosotros, pero, al mismo tiempo, está mirando otra cosa distinta” (p.580).
Cuando el tour termina, la señora Saeki se retira a su estudio. Nakata la sigue, a pesar de que Oshima le advierte que esa parte de la biblioteca no está abierta al público. Hoshino también ignora lo que dice Oshima y va detrás de Nakata.
En la oficina, la señora Saeki se sorprende con la presencia de los dos hombres, pero, de inmediato, Nakata le dice que quiere hablar con ella sobre la “piedra de entrada”. La señora Saeki les pide a Hoshino y a Oshima que la dejen sola con Nakata.
Capítulo 41
Kafka se prepara para adentrarse en el bosque; recoge herramientas y provisiones necesarias. Lleva una lata de pintura para dejar marcas en los árboles e indicar el camino de regreso.
Mientras penetra más profundamente en el bosque, Kafka piensa en los soldados que Oshima mencionó antes y en el sueño que tuvo con Sakura. Siente culpa, que se manifiesta en los reproches que le hace Cuervo. Para él, es un error por parte de Kafka suponer que por cumplir con la profecía se liberará de ella. No importa que la violación o el asesinato hayan sucedido en sueños; de todas maneras, está mal. Para comprobar que cumplir la profecía no lo va a sanar, Cuervo le dice a Kafka: “La oscura confusión de tu interior permanece inalterada. ¿No es cierto? No se ha disipado ni tu miedo ni tu ira ni tu inseguridad. Siguen dentro de ti, torturando sin cesar tu corazón” (p.589). Igual, Cuervo le dice que no todo está perdido y que existe una salida para Kafka si logra “pensar con la cabeza” (p.590).
El temor más grande que siente Kafka ahora es haberse convertido en uno de esos “hombres huecos” de los que habló Oshima. Siente un vacío en su interior. Es tal su angustia que considera poner fin a su vida: deja todas las provisiones que llevaba en su mochila y se lleva únicamente el cuchillo, porque cree que “con él podré abrirme las venas de la muñeca y verter sobre el suelo toda mi sangre” (p.591).
Capítulo 42
En la oficina de la señora Saeki, ella y Nakata hablan sobre la “piedra de entrada”. Es ella quien abrió ese portal hace muchos años, porque deseaba aferrarse al amor de su vida. La señora Saeki habla en detalle sobre los recuerdos y el modo en que son “algo que te caldea el cuerpo por dentro, pero que, al mismo tiempo, te desgarra por dentro con violencia” (p.594). La experiencia de la memoria es algo que Nakata no experimenta desde niño, y reflexiona con nostalgia sobre ello: “por más dolorosos que sean sus recuerdos, usted no ha querido desprenderse de ellos, ¿no es así?” (p.596). Nakata le explica a la señora Saeki que, si bien él tiene serias limitaciones para comprender el mundo, sabe exactamente cuál es su función: “devolver a su forma original todo lo que hay aquí y ahora” (p.595). La señora Saeki se siente un poco sorprendida de que el portal que ella abrió hace tantos años siga causando distorsiones ahora, que tienen que ser compuestas por Nakata.
Además de cerrar el portal, la señora Saeki le hace un pedido adicional a Nakata: quiere que él queme todos los papeles en los que ella ha registrado su historia. Su deseo es que esas memorias no permanezcan en el mundo, ni siquiera en la conciencia de alguien que las lea, y, por eso, elige a Nakata, que no sabe leer ni escribir. Nakata baja con las carpetas en la mano y le cuenta a Hoshino que su misión es quemar todo eso.
Más tarde, cuando Oshima sube al estudio de la señora Saeki, la encuentra muerta. Oshima se fija en la hora: son las 4:35. Piensa en que deberá avisarle a Kafka, si él no lo sabe ya.
Capítulo 43
En el bosque, Kafka ha decidido dejar atrás todas las provisiones y seguir adentrándose. Ya no siente miedo, ni tampoco la necesidad de marcar los árboles para tener un camino por el que volver. En el paisaje del boque, Kafka ve su propia psiquis: “Lo que estoy viendo es mi propio interior, lo que parecen amenazas no son más que ecos del terror que anida en mi corazón. Las telarañas que se extienden en el bosque son las telarañas tendidas en mi corazón, los pájaros que gritan sobre mi cabeza son los pájaros que yo he criado. Esta imagen nace dentro de mí y va echando raíces” (p.607).
Kafka reflexiona sobre su madre y los motivos que tuvo para abandonarlo; se pregunta si ella no lo quería. Cuervo le dice que debe perdonarla y lidiar con el abandono. Kafka se imagina a la señora Saeki, de quien dice estar enamorado, abandonándolo a los cuatro años, y se enoja con ella.
En medio de esos pensamientos, Kafka siente que se transforma: “Mi alma se desprende de sus rígidas vestiduras, se convierte en un cuervo negro, se posa en una rama alta de un pino del jardín y, desde allí, me contempla a mí a los cuatro años. Me convierto en un cuervo negro que esgrime diversas hipótesis” (p.609). La conversación entre él y su conciencia persiste, hasta que el cuervo vuela y deja a Kafka solo.
Poco después, Kafka se encuentra con los dos soldados perdidos de la Segunda Guerra Mundial. Se acercan a él como si lo estuvieran esperando. Le ofrecen a Kafka conducirlo hasta el portal, pero le advierten que es difícil volver. Sin importarle las advertencias, Kafka desea entrar.
Análisis
Ahora que las tramas confluyen en una, vemos la complementariedad de personajes que por el momento no habían coincidido. Este es el caso de la señora Saeki y Nakata. Los dos personajes, por motivos muy distintos, han llevado adelante sus vidas en una especie de limbo, entre la vida y la muerte. En el caso de Nakata, su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, que lo llevó a estar inconsciente por varios días, nada más para despertarse luego sin sus capacidades intelectuales previas, lo forzó a una vida solitaria y vacía. En el caso de la señora Saeki, la intensidad del amor la llevó a aferrarse tan fuertemente a su novio que, cuando lo perdió, se sumió en un estado de apatía o desconexión con el mundo. Ambos coinciden en que su sombra es incompleta, lo que sirve como metáfora de una existencia o espíritu escindido.
En el caso de Nakata, la novela no resuelve el misterio sobre qué pasó con esa parte de sí mismo que perdió durante el “incidente en la montaña del bol de arroz”. Por el contrario, en el caso de la señora Saeki, sabemos que la muerte de su novio inició la crisis que la llevó a vivir dividida entre su ser de quince años, que habita un mundo paralelo, y el ser funcional de cincuenta y tantos que existe en la realidad. Lo que le permite a la señora Saeki cohabitar con su espíritu vivo es el portal que abrió en el momento más feliz de su vida. Ahora Nakata es quien debe ocuparse de cerrar el portal para evitar más distorsiones. El rol de Nakata termina asemejándose al de Colonel Sanders, que se definía como un ente conceptual.
A pesar de que Nakata y Saeki comparten la sensación de estar incompletos, los motivos son precisamente opuestos. Paradójicamente, el exceso de amor y recuerdos llevan a Saeki a vivir una vida incompleta, mientras que, en el caso de Nakata, las causas son la falta de recuerdos y la ausencia de amor.
Finalmente, la complementariedad de estos dos personajes se refuerza el momento en que Saeki le pide a Nakata que queme sus memorias. Según ella, en sus memorias registró “Sólo las cicatrices de las cosas que yo había despreciado o echado a perder” (p.598). Para ella es importante que esas palabras desaparezcan, sin que nadie las lea, para que no puedan hacer más daño. Nakata es el candidato perfecto para esto, porque no sabe ni leer ni escribir. Por otra parte, Nakata es el encargado de cerrar algo que Saeki abrió para restaurar el orden en el mundo. Es como si la búsqueda de la mitad perdida que describe Oshima cuando habla de Platón culminara el momento en que estos dos personajes se encuentran. Incluso Saeki dice esto sobre sus impresiones de Nakata: “Tengo la sensación de conocerlo desde hace muchísimo tiempo” (p.599).
Paralelamente, la historia de Kafka se vuelva progresivamente más solitaria. A diferencia de lo que sucede entre Saeki y Nakata, cuyas historias se resuelven cuando hay un encuentro entre ambos, el destino de Kafka solo se resolverá cuando él enfrente lo que hay en su psiquis. En esta última parte de la novela, se menciona varias veces la metáfora como un mecanismo para desentrañar las cuestiones del mundo que no entendemos. Oshima habla con Kafka sobre el bosque como laberinto y le explica que, en su origen, el laberinto es una metáfora del interior de una persona. Oshima le advierte a Kafka que perderse en el bosque es equivalente a perderse en los propios pensamientos, y que adentrarse en ese laberinto puede resultar peligroso.
Todo el viaje de Kafka ha consistido en escaparse de una profecía y de una pesada herencia que siente que carga. Por ese motivo, el gesto de Kafka de dejar atrás la mochila en la que lleva las provisiones para sobrevivir en el bosque es una metáfora que apunta al inicio de su sanación. En el momento en que entra al laberinto de su psiquis, representado por el bosque, Kafka baja las barreras y las defensas y se enfrenta a lo más oscuro en su interior. Por una parte, viola a Sakura en sus sueños, pero lo hace a conciencia; ya no está protegido de sus acciones, como en el caso del asesinato del padre, del que no tiene ningún recuerdo, o las relaciones sexuales con la figura materna, porque allí es Saeki quien busca a Kafka. En esta última ejecución de la profecía, Kafka sabe lo que está haciendo, e incluso su alter ego, que hasta ahora ha sido una voz sensata, le advierte sobre su error. A partir de ese momento, cuando Kafka elige entrar al bosque, baja todos sus mecanismos de defensa y se enfrenta a su trauma. Por primera vez sabemos cómo se siente Kafka con respecto a los sucesivos abandonos que ha experimentado. El miedo más grande con el que lidia es la idea de que su madre nunca lo quiso. Frente a esta hipótesis destructora, Cuervo sugiere que Kafka tome conciencia de que su madre sí lo quiso, y que la perdone por el abandono.
En el último capítulo de esta sección, Kafka enfrenta a tal punto los lugares más oscuros en su interior que llega a identificarse con su alter ego, que representa su inconsciente: Cuervo. Además, experimenta un cambio significativo en la perspectiva desde la que mira el mundo. Hasta ahora, Kafka veía el mundo de un modo, y para matizar esa visión necesitaba de un alter ego que le ofreciera otra perspectiva. Al tratarse de un chico de quince años, Kafka no tiene la madurez para ponerse en los zapatos de otro, porque además está sumido en la preocupación de su propia identidad y la herencia familiar con la que carga. No obstante, al enfrentarse a sus miedos y expresar con más claridad el trauma de su niñez, Kafka desbloquea algo en él y es capaz de empatizar sin necesitar de la mirada de Cuervo; se convierte en ese alter ego. En un momento dado, Cuervo le dice que, hasta ahora, él siempre ha sido la persona abandonada, pero jamás ha intentado entender a su madre, que lo abandonó. De repente, Kafka siente que se transforma: “Mi alma se desprende de sus rígidas vestiduras, se convierte en un cuervo negro, se posa en una rama alta de un pino del jardín y, desde allí, me contempla a mí a los cuatro años” (p.609). Este cambio de perspectiva es un punto de inflexión en su historia, porque lo corre del lugar de víctima y precipita la superación del trauma.
La novela trata el trauma individual, pero de una manera tangencial también se ha ocupado de un trauma colectivo. La figura de los dos soldados de la Segunda Guerra Mundial parece indicar que las secuelas de esta guerra todavía no han sido superadas del todo. Si consideramos que un momento particularmente doloroso en la vida de Saeki creó un portal que destruye la linealidad del tiempo y conecta dos dimensiones paralelas, es posible considerar el trauma de la guerra como una herida colectiva para Japón, que creó su propio cisma. Por los informes del incidente en el que Nakata perdió la memoria, sabemos que esa parte de la historia del país estuvo sumida en el silencio y atravesada por la censura. El bosque puede leerse así, a la vez, como una metáfora de la psiquis individual de Kafka y como una alusión a la psiquis colectiva del Japón de posguerra. Murakami creció en este período, y en más de una ocasión ha declarado que Japón elude su responsabilidad por lo ocurrido en 1945.