Nuestra parte de noche

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El mal

Nuestra parte de noche es una novela sumamente pesimista. En este obra de terror, el mal no es una entidad metafísica que aparece por alguna cuestión sobrenatural y puede ser eliminado. El mal es material. Es el mundo real. Desde las altas esferas de la sociedad, en donde la clase alta busca su enriquecimiento o la inmortalidad, donde el Estado desaparece personas para mantener el poder, hasta las esferas de la vida cotidiana, en donde las personas tratan de sobrevivir e intentan, sin éxito, amarse y protegerse, el mal es una presencia ineludible. En Nuestra parte de noche, la aparición de la Oscuridad, como entidad metafísica, es una consecuencia de la omnipresencia del mal físico, pero no es el mal en sí.

¿Por qué la sociedad entera está atravesada por el mal? ¿Dónde nace el mal? La novela propone diferentes respuestas a estas preguntas. Puede ser que el mal haya nacido en la ambición (por el dinero o por la inmortalidad), puede ser que nazca en el dolor provocado por otras personas o instituciones (como en el caso de Juan, Gaspar o Betty), puede ser en la necesidad (los padres de Juan venden a su hijo por necesidad), o en la locura (como en el caso de Eddie). O puede que el mal sea algo innato, una oscuridad que vive en nosotros, nuestra parte de noche.

La política argentina

La trama de Nuestra parte de noche está profundamente entretejida con el contexto político argentino. Una parte de la obra transcurre durante la dictadura militar (1976-1983); otra parte, durante el gobierno de Alfonsín (1983-1989), y la última parte, durante el gobierno de Menem (1989-1999). Además, hay referencias a otros gobiernos, como los primeros dos mandatos de Perón (1946-1955).

Es importante destacar que el contexto político argentino no solo es el fondo o el escenario histórico de la novela, sino que la trama se entreteje con la política argentina, especialmente con la dictadura argentina. Por ejemplo, parte de los niños enjaulados que tiene Mercedes son proveídos por la dictadura militar, es decir, son hijos de desaparecidos. Gaspar y Marita, por su parte, se reencuentran en la marcha que se hace en La Plata en contra de la Ley Federal de Educación, promovida durante el gobierno de Menem. Otro ejemplo es que Betty debe volver a la Orden porque ellos son los únicos que pueden protegerla de la dictadura, debido a que tienen una excelente relación con los militares. Por último, Luis puede cruzar la frontera y escapar de una muerte casi segura a manos de los militares gracias a la buena relación de la dictadura con los Reyes-Bradford, empresarios de clase alta.

Estos cuatro ejemplos demuestran que, en ningún caso, la política argentina aparece bien vista. Por el contrario, suele hacerse referencia a la violencia estatal y a la pobreza generada por las medidas de los diferentes gobiernos. Las únicas referencias positivas (aunque escuetas) están ligadas a los primeros gobiernos de Perón.

La crueldad y el sadismo

En Nuestra parte de noche existe una clara diferenciación entre el mal, por un lado, y la crueldad y el sadismo, por el otro: el mal se hace con una finalidad, mientras que la crueldad es un fin en sí mismo.

Para ejemplificar esta diferenciación, es útil comparar a Mercedes Bradford con Florence Mathers. Florence Mathers es un personaje inescrupuloso que, entre otras cosas, sodomiza a su hijo Eddie para convertirlo en médium. Con ese fin permite, por ejemplo, que el chico sea violado con restos humanos. Sin embargo, Florence no es cruel ni sádica, dado que tiene una intención al hacer lo que hace: quiere convertir a su hijo en un dios. No siente ningún placer al sodomizar a su hijo, sino que cree que está haciendo lo mejor para él (y también para ella y la Orden, claro). Sin dudas, se puede afirmar que Florence está loca, que sus ambiciones la han enloquecido, pero no es cruel. No disfruta haciendo el mal. Por el contrario, Mercedes Bradford, entre otras cosas, tiene niños enjaulados solo por puro placer. Disfruta esclavizando y sodomizando. Ni la Oscuridad ni la Orden le exigen que tenga a esos niños allí. Su placer la guía. Lo mismo sucede con Charles Mathers y los sectarios que violan a Encarnación. No hay fin alguno que no sea su placer sádico. Los sectarios se justifican afirmando que se necesita magia sexual en los rituales, pero eso es una absoluta mentira.

En Nuestra parte de noche, el mundo está atravesado por el mal, y con eso ya alcanza para que exista un sufrimiento generalizado. Los personajes crueles, por su parte, son aquellos que se aprovechan de que el mal es una moneda corriente para saciar sus deseos perversos.

La sexualidad y el amor

La sexualidad aparece presentada de dos maneras radicalmente opuestas. Rosario y sus amigos viven una sexualidad basada en el amor libre. Para ellos, hay una diferencia tajante entre tener relaciones sexuales con alguien y tener que amar a esa persona y serle fiel en términos monogámicos.

Estos personajes respetan ante todo la libertad de que cada uno goce como quiera y con quien quiera. Para ellos, no tiene importancia alguna si la persona escogida para mantener relaciones sexuales es del mismo género o del género opuesto.

Ahora bien, la novela también presenta otra concepción del amor que, no solo no es libre, sino que es profundamente conservadora y prohibitiva. En el polo opuesto de Rosario y sus amigos, aparece un conjunto de personajes homofóbicos y machistas, y el personaje que más sufre esta homofobia social es Pablo.

En este lado conservador podemos sumar también a Juan, quien es un practicante egoísta del amor libre. Juan está con Stephen, con Rosario y con la media hermana de ella, Tali, sin que nadie le haga ningún problema. Pero si Rosario está con otra persona, sufre ataques de ira. Esos ataques de ira los vemos replicados en su hijo Gaspar, con Marita. Eso sí: ni Gaspar ni Juan son homofóbicos.

Entre estas dos concepciones, sin dudas, la novela aboga por el amor y la sexualidad libres.

Las relaciones entre padres e hijos

En Nuestra parte de noche, las relaciones entre padres e hijos son sumamente complejas. El amor parental idealizado no existe. Los padres y las madres no son protectores abnegados de sus hijos. Los quieren y son capaces de dar la vida por ellos, pero también tienen momentos en los que los detestan, los descuidan y son capaces de hacerles mucho daño.

Juan es un ejemplo perfecto al respecto: es capaz de morir por Gaspar (literalmente), pero también de golpear a su hijo por cualquier nimiedad. Es capaz incluso de cortar a su hijo con un vidrio, y generar que este deba ser hospitalizado de urgencia. He aquí un punto interesante: cuando Juan corta a Gaspar con el vidrio, en realidad, le está haciendo el signo que habrá de protegerlo contra la Orden. Es decir, para hacerle el bien, debe hacerle el mal.

Esta es una máxima que se repite en toda la novela. El mal y el bien, el amor y el odio, la protección y el desamparo se mezclan y se confunden en las relaciones entre padres e hijos. Esto se debe a dos cosas: por un lado, los personajes viven atravesados por sus miserias y eso los lleva a dañar a quienes aman; por el otro, en un mundo dominado por el mal y la ambición, para hacer el bien, y lograr que los hijos sobrevivan, es necesario integrarlos a ese mundo, volverlos parte del mal.

La amistad

Las relaciones entre amigos son las únicas dentro de la novela en las que prevalece el amor por sobre el daño o el dolor. Los amigos se cuidan, se comprenden, empatizan, se respetan. Se dan entre sí el amor que no suelen recibir por parte de sus padres.

En la novela hay dos grupos de amigos: el de Juan y el de Gaspar. Ambos grupos orbitan alrededor de estos personajes que son, sin dudas, los que más amor y apoyo necesitan. Y, pese a lo difíciles que pueden ser ambos, en ningún momento son abandonados por sus amistades. Así, en Nuestra parte de noche, la amistad se presenta como un valor inquebrantable que va más allá de las dificultades y las miserias personales de cada uno de los personajes.

La cuestión de género

La cuestión de género es problematizada varias veces a lo largo de la novela. Nuestra parte de noche muestra una sociedad en la que el machismo es moneda corriente. La idea de que las mujeres deben cumplir el rol de encargarse de los hombres aparece de diferentes maneras. Por ejemplo, Santiago Bradford le delega a Rosario la responsabilidad de cuidar a Juan. Esa es su única misión. Rosario se revela ante este dictamen machista y decide irse a Londres a estudiar Antropología y, en palabras de ella, “Ser alguien sin él” (p. 316). Julieta, por su parte, constantemente se queja de que mientras Luis, Gaspar y el Negro beben y discuten de política, ella debe encargarse de cocinar y lavar todo lo que ellos ensucian, como si esto fuera natural. Un tercer ejemplo: Marita asiste a una de esas reuniones de Luis y el Negro. Quiere entrevistarlos y conocer cuestiones de sus militancias durante la dictadura argentina. Entonces, el narrador afirma que el Negro y Luis estaban emocionados “ante la atención de una chica joven y «nada tonta» (eso le decían siempre: «nada tonta tu compañera»: así eran de machistas aunque juraran lo contrario)” (p. 505).

Estos ejemplos, muy distintos entre sí en cuanto a su importancia, demuestran hasta qué punto el machismo es constitutivo dentro de la sociedad, y cuán naturalizada se encuentra la idea de que la mujer debe servir al hombre, mientras este piensa, discute o intenta conectarse con la Oscuridad.

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