La infancia y lo angelical
Las descripciones que la institutriz realiza sobre los niños suelen estar acompañadas por imágenes religiosas referidas a los ángeles, como una forma de hacer referencia a su pureza e inocencia. En el capítulo 4, por ejemplo, la mujer se refiere a los niños como “querubines” (51). En el capítulo 3, dice que Miles poseía un gran “resplandor de frescura” y luego una “fragancia de pureza” (40). Con Flora sucede algo similar cuando, en el capítulo 1, se refiere a ella como a uno de “los niños santos de Rafael” (31).
La naturaleza y el peligro
En la nouvelle, la naturaleza, alejada del orden civilizado de la ciudad, se presenta como un espacio propicio para la aparición de lo sobrenatural. En el prólogo, un grupo de amigos se reúne en una casa en las afueras de Londres a contar historias de fantasmas. A su vez, el hecho de que la mansión de Bly se encuentre en el campo es otro de los elementos que hace posible el aislamiento de los protagonistas y su vulnerabilidad ante los fantasmas. De hecho, la estrategia que Grose y la institutriz toman para salvar a Flora de la influencia de la señorita Jessel implica que se lleven a la pequeña a la ciudad. A lo largo de Otra vuelta de tuerca, los escenarios naturales, como el lago y la arboleda, son lugares que facilitan la emergencia del mal o lo sobrenatural.
Cuentos de hadas
Los momentos que la institutriz comparte junto a los niños son descritos comúnmente a partir de referencias a imágenes comunes en los relatos populares, como los cuentos de hadas, que tienen origen en las tradiciones orales europeas que se remontan incluso hasta el medioevo. Estos cuentos tradicionales incluyen elementos mágicos y seres sobrenaturales. En el capítulo 1, por ejemplo, la institutriz camina con Flora dentro de la mansión cuando tiene “la visión de un castillo de novela habitado por un espíritu alegre, un lugar que, para diversión de la joven fantasía, tomaba todo su colorido de los libros de relatos y los cuentos de hadas” (33).
La oscuridad y el mal
A lo largo de toda la historia, las apariciones de los fantasmas y los momentos de mayor negatividad que sufre la institutriz son acompañados por imágenes asociadas típicamente al mal y a la oscuridad. La señorita Jessel siempre está vestida de luto; la institutriz tiene su peor pelea con Miles en el cementerio; las apariciones son acompañadas por brisas heladas que apagan las velas y sumen a los protagonistas en la oscuridad. Cuando la institutriz ve por primera vez al fantasma de Peter Quint, el modo en que el mal se traduce en un espacio específico se hace evidente: “Fue como si, mientras asimilaba lo que asimilé, todo el resto de la escena hubiera sido golpeado por la muerte” (46).
Estas imágenes son propias de las convenciones literarias que retoma la literatura de terror desde la tradición gótica: los antiguos castillos, los amplios y desolados jardines, los fantasmas y cementerios, son imágenes constitutivas de estas tradiciones pero pueden rastrearse en Europa aún desde la Edad Media. Para más información, visitar el apartado “Lo sobrenatural” en la sección "Temas" de esta guía.