Ironía en la perspectiva temporal
La novela juega irónicamente con la falta de un tiempo concreto. A pesar de ambientarse en la década de los noventa, el contexto histórico y los anacronismos dilatan y comprimen el tiempo interno de la trama. Esto refleja la atemporalidad de las preocupaciones humanas, ironizando sobre la relativa arbitrariedad de los límites temporales.
Ironía en los nombres de los personajes
La elección de no otorgar nombres propios a los protagonistas de tres tramas principales, el inspector, el asesino, y el terrorista, es una ironía sutil. Este anonimato subraya su afán de ocultarse, creando una paradoja en la que aquellos que deberían ser conocidos y reconocidos permanecen en la sombra.
Ironía en el contraste de espacios
El contraste entre el barrio histórico y el nuevo simboliza la dualidad del progreso y la decadencia. El criminal encuentra su confort en la degradación del antiguo, mientras que el nuevo representa el bienestar y la prosperidad. Esta ironía destaca la complejidad de la percepción humana sobre lo que constituye una vida "real".
Ironía en el uso del espacio interno
Las descripciones de los espacios internos revelan la ironía de las vidas de los personajes. La casa llena de libros y discos de Susana contrasta con la simpleza y desorden de la vivienda del inspector, que, a pesar de ser el investigador activo, lleva una existencia desoladoramente solitaria. Esto subraya la disparidad entre la apariencia y la realidad de sus vidas.
Ironía en la construcción de los personajes
La construcción de personajes sin ilusiones, sin esperanzas significativas, irónicamente desafía la expectativa del héroe o del personaje romántico. La ausencia de protagonistas idealizados resalta la cotidianidad y la falta de trascendencia en sus vidas, cuestionando las convenciones literarias tradicionales.