Antígona

Antígona Resumen y Análisis de Líneas 1-489

Las dos hijas de Edipo están de pie juntas fuera de las puertas de palacio en la ciudad de Tebas, discutiendo los últimos acontecimientos en la ciudad. Antígona se queja con su hermana Ismene de que los dioses han sido muy crueles con toda su familia. El padre de las muchachas, Edipo, murió poco antes en Colona después de una larga vida de sufrimientos, ya que descubrió que había asesinado a su propio padre, Layo. También tuvo relaciones sexuales con su propia madre Yocasta, quien se ahorcó a sí misma cuando se dio cuenta de lo que había sucedido. Edipo se cegó a sí mismo a causa de su culpa y fue exiliado de Tebas hasta su muerte final. Después de su muerte, estas dos hermanas regresaron a Tebas para poner fin a la batalla por el reinado tebano que se estaba librando entre el hijo mayor de Edipo, Polinices, y el hijo menor, Etéocles. El resultado de esta guerra es que ambos hermanos se mataron mutuamente en la lucha y el hermano de Yocasta, Creonte, ahora gobierna la ciudad como su rey. Sin embargo, él no permitirá que el cadáver de Polinices sea sepultado y espera que este permanezca expuesto descomponiéndose y sea comido por las aves y los animales. Creonte había apoyado a Etéocles durante la guerra y considera a Polinices un traidor a Tebas.

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Antígona se lamenta ante Ismene que no es justo que a su hermano se le niegue la sepultura, "Y hoy, ¿qué sabes de este edicto que dicen que el estratego acaba de imponer a todos los ciudadanos? ¿Te has enterado ya o no sabes los males inminentes que enemigos tramaron contra nuestros seres queridos?" Líneas 8-12. Ella se refiere no sólo a la situación reciente de su hermano muerto, sino también a los males que le ocurrieron a su padre Edipo, quien fue desterrado de Tebas por sus propios hijos, para no volver jamás. Ismene le dice a Antígona que ella no ha oído hablar de esta noticia y se sorprendió al escuchar que no se enterraría a Polinices. Antígona le pregunta si le ayudará a darle secretamente una sepultura digna, para que su espíritu pueda descansar, pero Ismene tiene miedo porque está prohibido. El castigo para cualquiera que desobedezca esta ordenanza es la muerte. Ismene así coloca el bien de la ciudad antes que el bien de su familia. Ismene le explica sus razones a Antígona, "Reflexiona hermana, piensa: nuestro padre, cómo murió, aborrecido, deshonrado, enfrentado a faltas que él mismo tuvo que descubrir. Y después, nuestra madre…pone fin a su vida en infame, entrelazada soga. En tercer lugar, nuestros dos hermanos, en un solo día…el uno por mano del otro asesinados". Líneas 59-65. Ella recuerda que su familia está llena de tristeza, y tiene miedo de que ellas se les unan en el sufrimiento si Antígona e Ismene violan la ley y entierran el cadáver de Polinices.

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Sin embargo, Ismene sigue explicando que hay poco bien que ellas puedan lograr, "Y ahora que solas nosotras dos quedamos, piensa que ignominioso fin tendremos si violamos lo prescrito y trasgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. No, hay que olvidar que somos solo dos mujeres, incapaces de luchar contra hombres; y que somos gobernadas por aquellos que son más fuertes, destinadas a obedecerlos en esta y todavía otras cuestiones más dolorosas". Líneas 64-73. Las dos hermanas no se ponen de acuerdo sobre lo qué debe hacerse. Antígona quiere violar la orden de Creonte, pero Ismene piensa que su familia ya tiene suficiente tragedia, que es mejor mantenerse al margen de más problemas. Ella también cree que las mujeres deben permanecer en su lugar y simplemente dejar que los hombres tomen todas las decisiones, porque los hombres son más fuertes que las mujeres. Antígona insiste en que ella irá a enterrar a su hermano sola. Ella cree que las leyes divinas que exigen dar sepultura son más importantes que las leyes de la ciudad. Sin embargo, ella no tiene miedo a morir, sino que permanece con mucha determinación. Ismene intenta disuadirla nuevamente diciendo: "Es mejor no perseguir lo imposible", porque ella cree que Antígona no logrará nada con sus acciones. Enterrar a su hermano es una tarea imposible en su opinión. Las hermanas entonces se despiden, y Antígona corre a enterrar a Polinices de todos modos.

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El Coro de Ancianos Tebanos habla sobre los eventos recientes en Tebas durante la guerra entre los siete ejércitos traídos a la ciudad por Polinices; la forma en que cada ejército luchó en cada una de las siete puertas de Tebas, y cómo los hermanos Polinices y Etéocles se mataron mutuamente en la batalla. Recordando estos hechos, dan la bienvenida a su rey Creonte que llega y les habla. El afirma que "Es imposible conocer el ánimo, la inteligencia y juicio de cualquier hombre que no se haya enfrentado a la experiencia del gobierno y de la legislación. Pienso que, quienquiera que, encargado del gobierno total de una ciudad, no se acoge al parecer de los mejores…de tal me parece un individuo pésimo. Y el que en mas considera a un amigo que a su propia patria, éste no me merece consideración alguna". Líneas 195-204. Como gobernante de Tebas, Creonte considera que una persona le debe lealtad a su ciudad más que a ninguna otra cosa, sin importar cuales puedan ser las consecuencias. Por lo tanto, no tiene tolerancia para las personas que son desleales al mayor bien de la ciudad.

El repite su decreto de que nadie puede enterrar el cadáver de Polinices porque es un traidor, quien "quiso gustar la sangre de algunos de sus parientes y esclavizar a otros; a éste se le dejará insepulto, presa expuesta al azar de las aves y los perros, miserable despojo para los que le vean. Por mi parte tendrá honores quienquiera que cumpla con el estado, tanto en muerte como en vida". Líneas 220-229. Polinices atacó Tebas con siete ejércitos, porque su hermano menor Etéocles, con el apoyo de Creonte, se negó a darle el reinado. En cambio, Etéocles desterró a su hermano, para que no amenace su poder. Como resultado de ello, un enojado Polinices atacó Tebas para reclamar lo que legítimamente le pertenecía, porque él era el hermano mayor y el verdadero sucesor de la monarquía tebana después que su padre, Edipo, había sido desterrado. Pero Etéocles y Polinices se mataron el uno al otro en la batalla. Creonte aún considera a Polinices como un traidor porque se atrevió a atacar a la preciosa ciudad de Tebas. Por este crimen contra la ciudad, Creonte no permitirá que se dé sepultura a su cadáver. Las palabras de Creonte de que Polinices desea “llevarnos al resto de nosotros a la esclavitud" no son realmente verdad, porque él sólo quería tener el reinado. Creonte trata de convertir a Polinices en un villano y le dice al coro que él era un enemigo de la ciudad. El Coro rápidamente señala que respetarán la orden de Creonte sobre la sepultura, y no apoyarán a ninguna otra persona que pueda estar en desacuerdo con esta decisión.

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La conversación es interrumpida por un centinela que de repente viene corriendo. Prácticamente ha quedado sin aliento por venir tan a aprisa a hablar con Creonte, declarando que tiene una noticia muy importante. Creonte, curioso, le solicita que le dé detalles, pero el centinela es muy evasivo y actúa con temor, señalando que él y sus colegas decidieron por sorteo a quien le tocaba ir a ver a Creonte, por temor a su ira. Este centinela terminó siendo elegido en el sorteo y como resultado, tuvo que ir ante Creonte llevándole la noticia. Finalmente, admite que alguien ha esparcido polvo sobre el cadáver de Polinices que se encuentra fuera de las puertas de la ciudad y le han realizado los ritos funerarios. En efecto, alguien ha violado el solemne decreto de Creonte que prohibía la sepultura de traidores. No hay huellas sobre el terreno alrededor del cuerpo, por lo que no pueden encontrar ningún indicio de quién hizo esto. El Coro sugiere que tal vez fue Dios mismo quien cometió el hecho, pero Creonte se pone muy, muy enfadado, diciendo "¿Cuándo has visto tú que los dioses honren a los malvados?" e insiste en que es alguien de Tebas quien ha realizado este acto. Creonte desconfía de sus propios ciudadanos.

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Creonte ordena al centinela encontrar y detener a quienquiera que lo haya hecho, de lo contrario él mismo será ejecutado por no vigilar apropiadamente el cadáver de Polinices. El hombre simplemente responde: "¡Gran desgracia es juzgar por sospechas, y que las sospechas sean falsas!", pero Creonte está confundido por estas misteriosas palabras. Él no se da cuenta de que el centinela lo está llamando un mal juez de carácter por ser muy impulsivo en sus amenazas de ejecutarlo. El centinela muestra entonces miedo hacia Creonte en un comentario a la audiencia, "¡Que encuentren al culpable, tanto mejor! Pero, tanto si lo encuentran como si no que en esto decidirá el azar-, no hay peligro, no, de que me veas venir otra vez a tu encuentro. Y ahora que me veo salvado contra toda esperanza, contra lo que pensé, me siento obligadísimo para con los dioses". Líneas 362-367. Él no muestra respeto hacia Creonte, sino que muestra sólo miedo. Creonte sale y vuelve a su palacio.

El Coro habla entonces de las alegrías de los hombres y de las grandes cosas que han logrado en la tierra, tales como aprender a montar a caballo y el uso de animales para arar los campos. El Coro reconoce que los hombres tienen muchos talentos y estos talentos se utilizan a veces para el bien, pero a veces son utilizados para cometer el mal y para tomar malas decisiones. Terminan su canción con la siguiente expresión: "Si él (hombre) se labra un camino, unas veces hacia el mal y otras hacia el bien, confundiendo las leyes del mundo y la justicia que prometió a los dioses observar. «Es indigno de vivir en una ciudad el que, estando al frente de la comunidad, por osadía se habitúa al mal. ¡Que el hombre que así obra no sea nunca ni mi huésped en el hogar ni menos amigo mío!" Líneas 404-411. El Coro espera que ellos nunca cometan el error de desobedecer las leyes de los dioses. Revelan que si un ciudadano y un rey obedecen las leyes de los dioses, entonces los dioses bendecirán a su ciudad con buena fortuna, sin embargo, si no obedecen las leyes de los dioses, entonces la ciudad ya no existirá y desaparecerá. Tal vez esto sugiere los acontecimientos que están ocurriendo debido a que Creonte se niega a permitir el entierro de un hombre, como lo exigen los dioses. En cambio, Creonte brinda mayor importancia a la ciudad colocándola aún por encima de los dioses que gobiernan el mundo.

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El centinela vuelve de repente, trayendo con él a una muy infeliz Antígona. Él pregunta dónde está Creonte, y el rey tebano sale del palacio en ese momento, sorprendido al ver que el centinela ha regresado de nuevo. El centinela está muy contento de haber capturado al criminal que enterró a Polinices, insistiendo en que ahora él queda libre de cualquier castigo posible. Creonte se queda atónito al escuchar sus novedades y le pregunta cómo fue capturada. El centinela le cuenta la historia de cómo él regresó al lugar donde se encontraba el cadáver junto a sus compañeros y le quitó el polvo para que no estuviera más cubierto. Sin embargo, tan pronto como hizo esto, vieron venir hacia ellos a Antígona, agitando una nube de polvo a su alrededor, "Ella se lamentaba con una voz tan aguda como la del ave desolada que encuentra su nido vacío, despojado de sus polluelos. De este mismo modo, a la vista del cadáver desnudo, estalló en gemidos; exhaló sollozos y comenzó a proferir imprecaciones contra los autores de esa iniquidad. Con sus manos recogió en seguida polvo seco, y luego, con una jarra de bronce bien cincelada, fue derramando sobre el difunto tres libaciones y cubrió el cadáver". Líneas 466-475. Antígona fue sorprendida violando la ordenanza de Creonte de no dar sepultura a Polinices; por ello fue arrestada y llevada ante Creonte. Creonte le pregunta a Antígona si ella es culpable de esta falta, y ella admite que es cierto. El rey tebano está complacido con el trabajo del centinela y lo envía a que siga su camino, perdonando su anterior negligencia.

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