Tan pronto como Tiresias sale, ayudado por su lazarillo, el Coro de Ancianos Tebanos le recuerda a Creonte que el viejo profeta nunca se ha equivocado en todas sus predicciones. Creonte está muy confundido, porque sabe que está Tiresias está en lo correcto, pero él no quiere cambiar de opinión: "Ceder es terrible", dice. El Coro lo presiona para liberar a Antígona de la cueva donde ha sido encarcelada. Finalmente, Creonte escucha los consejos de los demás y acepta liberar a Antígona con el fin de evitar la terrible profecía de Tiresias. Sin embargo, los acontecimientos que va a pasar ya han sido decididos por el destino. Creonte no puede hacer nada para detener el destino, pero tiene la esperanza de que no sea demasiado tarde para salvar a Antígona; ante el consejo del coro acepta ir él mismo a ponerla en libertad en lugar de enviar criados a hacer este trabajo por él. Este es un punto de inflexión para Creonte, pues él no ha escuchado el consejo de nadie más antes, pero las sombrías predicciones de Tiresias le han hecho cambiar de opinión. Creonte sale de la ciudad a fin de liberar a Antígona.
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Mientras esperan ver si Antígona es liberada a tiempo para salvar su vida, el coro canta acerca de cómo un dios llamado Baco protege la ciudad de Tebas del peligro porque es su ciudad favorita, y es el lugar donde nació. El Coro también recuerda como la madre de Baco, una mujer mortal, fue asesinado después de que ella fue trágicamente golpeada por el rayo de Zeus. Mientras están alabando los poderes de este dios, llega un Mensajero y habla a estos ancianos tebanos. Él trae noticias muy tristes y lamenta la suerte de Creonte, expresando: " Creonte, hace poco, parecía a mi juicio digno de envidia: había libertado de mano de sus enemigos a esta tierra cadmea; poseía un poder absoluto, gobernaba la comarca entera, y unos hijos nobles eran ornato de su raza. Y ahora ¡todo ha desaparecido! Cuando los hombres han perdido el objeto de sus alegrías, yo ya no puedo afirmar que vivan, sino que los considero como muertos que respiran". Líneas 1233-1240. El Mensajero no ve ningún problema con el liderazgo de Creonte, aunque muchos ciudadanos de Tebas estaban molestos porque había condenado a muerte a Antígona. El Mensajero deja notar que Creonte ya no tiene alegrías. Sorprendido el Coro desea saber más y el Mensajero admite que el hijo de Creonte, Hemón, se ha suicidado porque estaba enojado con la decisión de Creonte de matar a su novia, Antígona.
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En respuesta a esto, el coro recuerda la profecía de Tiresias señalando que Creonte perderá a uno de sus propios hijos "pague su muerte otra muerte", a causa de su orgullo. En ese momento llega la esposa de Creonte, Eurídice, porque ha escuchado por casualidad la noticia del Mensajero indicando que su hijo está muerto. Ella exige conocer los detalles de su muerte. El Mensajero le cuenta la historia de cómo él fue con Creonte primero al campo de batalla delante de Tebas, donde el cadáver de Polinices yacía insepulto y en estado de putrefacción. Allí Creonte y sus criados lo lavaron, le realizaron los ritos funerarios adecuados, e incineraron los restos de su cuerpo. Luego ellos continuaron a la cueva donde Antígona fue encarcelada, ya que de repente escucharon un grito, y al ver que las rocas bloqueando la entrada de la cueva habían sido removidas, ingresaron de inmediato y vieron que Antígona se había ahorcado con una cuerda. Esta hija de Edipo eligió una muerte rápida para quitarse la vida, en lugar del dolor lento de la inanición en la cueva. Hemón estaba allí abrazando el cuerpo de Antígona que colgaba y llorando.
Creonte llamó a su hijo con palabras suaves, pero el hijo estaba llenó de ira e intentó atacar a su padre con una espada. Creonte huyó de la cueva, y Hemón simplemente se clavó la espada en sus propias costillas, tirando hacía abajo el cuerpo de Antígona, como si yaciera allí falleciendo. El hombre termina su relato: "Allí yacían, los dos sin vida. ¡El desgraciado ha recibido la iniciación nupcial en la mansión de Hades, y demostró a los hombres que la imprudencia es el peor de los males!" Líneas 1316-1321. El Mensajero señala que los dos están ahora casados en la muerte, porque el matrimonio en vida les había sido negado por Creonte. El también critica la decisión de Hemón de suicidarse, expresando que ha tomado la "elección equivocada" y que fue un error, pero no hay nada que pueda hacer para cambiar lo que ha sucedido; tanto la sobrina de Creonte como su hijo están ahora muertos. Al escuchar esto, ahora Eurídice huye rápidamente sin decir una sola palabra.
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El Mensajero insiste en que Eurídice estará bien, porque tiene buen juicio, al igual que él había dicho que Creonte tenía un buen liderazgo para gobernar Tebas. No parece ser un buen juez de carácter, pues es evidente que Creonte ciertamente no estaba haciendo un buen trabajo en gobernar Tebas, debido a su orgullo. Sin embargo, el coro está preocupado por lo que planea hacer Eurídice, porque no le dice a nadie cómo se siente y podría hacer algo violento, como hacerse daño a sí misma o a alguien más. El mensajero dice entonces que va a seguir a Eurídice a palacio para asegurarse que ella está bien y para consolarla. Cuando el Mensajero va, Creonte retorna a hablar con el Coro. El es ahora un hombre cambiado, ya no es más orgulloso, a causa de la muerte de su hijo. Ahora Creonte lamenta su decisión de ser un rey en lugar de un padre, de preferir a la ciudad sobre su propia familia, a diferencia de Antígona, que prefirió a su familia. Ahora es su propia familia quien se está desintegrando en pedazos, al igual que la familia de Antígona se había venido abajo después de la muerte de sus hermanos Polinices y Etéocles, su madre Yocasta y su padre Edipo. Ahora él entiende cómo se sentía Antígona acerca de la pérdida de su hermano, ya que es su propio hijo quien ha muerto.
Creonte se lamenta en voz alta "¡Oh irreparables y mortales errores de mi mente extraviada! ¡Oh vosotros que veis al matador y a la víctima de su propia sangre! ¡Oh sentencias llenas de demencia! ¡Ah, hijo mío: mueres en tu juventud, de una muerte prematura, y tu muerte, ¡ay!, no ha sido causada por una locura tuya, sino por la mía!”. Líneas 1340-1346. Finalmente, Creonte admite que se equivocó en no escuchar el consejo de nadie sobre enterrar a Polinices y acerca de condenar a muerte a Antígona. Antígona le había advertido acerca de su locura, al igual que Hemón, pero no fue hasta que llegó Tiresias y ante la presión del coro, que él cambio de parecer y aceptó perdonar a Antígona y enterrar a Polinices. Ahora se llama a sí mismo un "hombre ciego" porque no fue prudente y se negó a escuchar la sabiduría de los demás. Él declara que él también está muerto porque está tan afectado por la muerte de su hijo que no hay alegrías que le queden. El rey tebano sigue lamentándose acerca de su ignorancia, mientras que el Coro lo consuela, diciendo que él ha aprendido de sus errores y que ahora sabe que decisiones son justas.
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Un Segundo Mensajero corre a ver a Creonte, diciéndole que la reina Eurídice está muerta pues se ha suicidado, apuñalándose con un cuchillo en su estomago, al igual que su hijo Hemón se había apuñalado a sí mismo con una espada. Ella estaba muy abrumada con la pena después de enterarse de la muerte de su hijo Hemón. El Primer Mensajero se equivocó al pensar que ella no se haría daño a sí misma, y el Coro fue sabio al sospechar que ella estaba planeando hacer y advertir al respecto. Creonte está agobiado de tristeza cuando se dirige a ver el cuerpo de su esposa en el palacio, lamentándose en voz alta: "¡Ay!, ¡oh madre infortunada! ¡Ay!, ¡oh hijo mío!". El Segundo Mensajero señala que Eurídice culpó a Creonte de la muerte de Hemón y de su otro hijo llamado Megareo, quien había muerta en la guerra entre Tebas y otras ciudades en Argos. Creonte escucha esto y no señala su desacuerdo. En cambio, se culpa a sí mismo por todo lo que ha sucedido a causa de su mal juicio. Él pide que sus siervos lo lleven lejos, al igual que el anciano ciego Tiresias fue llevado lejos por su lazarillo. Ahora Creonte, también, necesita de los demás para que le muestren el camino.
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Cuando él parte, Creonte sólo desea la muerte para poner fin a su sufrimiento, puesto que ya no piensa en Tebas en absoluto: "¡Que llegue, que llegue cuanto antes el más deseado de mis infortunios trayendo el fin de mis días! ¡Que venga!, ¡que llegue, que llegue para que no vea brillar otro nuevo día!". Líneas 1401-1404. El desea que la muerte lo salve, el "más deseado de mis infortunios". Sólo la muerte puede detener el sufrimiento que siente ahora a causa de su mal juicio que ha motivado no sólo el sufrimiento de Tebas, sino que también ha causado la muerte de su hijo, esposa, y su sobrina Antígona. El Coro lo consuela nuevamente, diciéndole que no se preocupe por el futuro porque "ningún mortal podrá escapar a las desgracias que le están asignadas por el hado". Líneas 1411-1412. No importa cuánto Creonte trató de evitar la profecía que Tiresias le había anunciado, cambiando rápidamente de parecer y enterrando a Polinices, ello no sirvió para detener lo que ya estaba predestinado a suceder. Los hombres no tienen poder para detener el destino, porque es una fuerza que viene de los dioses mismos. Una vez más, el Coro ofrece respeto y reverencia hacia los dioses.
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Creonte es llevado lejos por sus siervos, lamentándose por sus errores. El Coro de Ancianos Tebanos habla por última vez sobre la lección que Creonte ha aprendido y la lección que todos los hombres deben recordar siempre, "La prudencia es con mucho la primera fuente de ventura. No se debe ser impío con los dioses. Las palabras insolentes y altaneras las pagan con grandes infortunios los espíritus orgullosos, que no aprenden a tener juicio sino cuando llegan las tardías horas de la vejez". Líneas 1420-1424. Creonte no fue prudente y, en consecuencia, perdió toda la felicidad en su vida. Fue irrespetuoso con los dioses dando mayor importancia a las leyes de la ciudad de Tebas colocándolas por encima de las leyes divinas que exigen dar sepultura y vienen de los dioses. Por haber faltado el respeto a los dioses, fue castigado por su ignorancia y se le dio una "pena merecida". Sin embargo, el resultado final de todos estos eventos es que él finalmente adquirió sabiduría, como el coro dice que estos castigos de los dioses "en la vejez, enseñan sabiduría". Aunque el sufrimiento de Creonte es muy grande, lo importante es que él es un hombre mucho más prudente ahora a causa de su sufrimiento. La ignorancia es el peor de todos los crímenes, especialmente cuando tantos otros a los que gobernó fueron de hecho más sabios que él. Un hombre posee sabiduría cuando puede aprender de las palabras de otros, y Creonte no lo hizo hasta que fue demasiado tarde.
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