La imagen de Cristo crucificado
Cuando Filiberto recupera el diálogo que tuvo con Pepe sobre el cristianismo y su relación con la espiritualidad indígena, describe a Cristo crucificado reponiendo las palabras de Pepe, que lo define como un Dios “muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado” (p.6). De esta forma, construye una imagen de Cristo concentrada en el cuerpo y la sangre, para resaltar el aspecto sacrificial del dios ofrendado para la redención de la humanidad, aspecto con el que los indígenas podían comulgar, acostumbrados como estaban a la liturgia sacrificial de sus religiones.
El Chac Mool
Hay dos imágenes visuales contrapuestas del Chac Mool en la historia. La primera es la que repone Filiberto cuando se encuentra con la estatua que ha cobrado vida en su cuarto. En ese momento, lo describe como una figura humana imponente y perturbadora, que posee varios rasgos de la estatua, como “los dos ojillos, casi bizcos, muy pegados a la nariz triangular”, o “el brillo del casquetón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa” que “delataba vida” (p.9). Más adelante, cuando Pepe llega a la casa de Filiberto con el féretro de su amigo y se encuentra con la versión más degradada del Chac Mool, la imagen es otra: ahora es un “indio amarillo, en bata de casa, con bufanda” y aspecto “repulsivo”; tiene la cara “polveada” para cubrir las arrugas, “la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado” y el pelo teñido (p.12). Entre las dos descripciones, el Chac Mool se ha ido humanizando y perdiendo esa aura divinal que tenía cuando conservaba algo de la magnificencia ominosa de la estatua. En el final, es un hombre grotesco y banal, que parece haberse rendido a las tentaciones de la Modernidad.
Otra forma en la que se describe al Chac Mool es a través de la imagen sensorial del olfato. Lo primero que percibe Filiberto cuando el Chac Mool se presenta en su habitación es un olor fuerte a “horror, incienso y sangre” (p.9). El hecho de que ese olor del Chac Mool lo perturba totalmente se hace evidente cuando Pepe menciona que Filiberto estuvo preguntando en el trabajo si “el agua podía olerse” (p.10). Más adelante, Filiberto insiste en que no puede tolerar “el olor extrahumano que emana de esa carne que no lo es” (ibid.), y luego volverá a mencionar el “olor a incienso y sangre” (p.11) que sale de su habitación, ocupada por el Chac Mool, permeando toda la casa. Es un olor que se relaciona con el ritual del sacrificio y que contribuye al sometimiento de Filiberto a la influencia del Chac Mool.